Cuando la política exterior consiste en marcar paquete
La autora ve con preocupación los pasos de Trump en política internacional, que ve fruto de una peligrosa combinación de improvisación y exhibicionismo machista.
Fue en el undécimo debate Republicano en Detroit (Michigan) que el tamaño del pene se convirtió en un tema para discutir entre posibles futuros presidentes de los Estados Unidos. El entonces candidato Donald Trump se defendió del comentario de Marco Rubio de que tenía las manos pequeñas -alusión cuyo significado todos conocemos-, contestando: "Te garantizo que no hay problema con eso. Te lo garantizo". Fue sólo el principio de una campaña repleta de comentarios machistas como aquel "agárralas por el coño".
Con estos precedentes, no sorprende que la política exterior de Trump encarne el famoso monólogo del cómico y crítico social estadounidense George Carlin de “la política exterior del pene más grande”. Tras los primeros 100 días de su presidencia, hemos podido comprobar que esa parece ser la doctrina de Trump en política exterior. Esa, y una improvisación que va desde tomar decisiones viscerales sin un debate riguroso con los asesores y expertos, hasta las acciones más interesadas, como el despido del director del FBI James Comey tras investigar los lazos de su campaña electoral con Rusia.
Para ser justos, hay que decir que ningún presidente tiene una doctrina en política exterior que se pueda resumir en una frase, a pesar de que a algunos analistas nos gustaría que así fuese aun a riesgo de simplificar. Por ejemplo, cuando hablamos de “la guerra preventiva” de George W. Bush o del “liderazgo desde detrás” de Barack Obama, estamos ante pistas que explican algunas acciones concretas y no la totalidad de sus políticas escala internacional. Por eso, las dos tendencias que yo veo en la política exterior de Trump -el machismo y la improvisación- no son conceptos mutuamente excluyentes: se solapan imprimiendo un peligro especial a sus acciones.
Trump no tiene un compromiso con ninguna ideología y se dedica a coger ideas de aquí y allá entre gente de su órbita
Hay que recordar que Trump no tiene un compromiso fuerte con ninguna ideología y que se dedica a coger ideas de aquí y de allá entre la gente de su órbita, desde el nacionalista Steve Bannon a su vicepresidente, el conservador Mike Pence, o su hija Ivanka Trump, con valores más compasivos que pueden inclinar su criterio hacia el centro-izquierda. Por todo ello, y porque en su campaña su mensaje en política exterior fue simplemente "América primero", no es fácil adivinar por dónde pueda discurrir ésta.
La imprevisibilidad no es necesariamente la improvisación, aunque la improvisación tiende a ser impredecible. Michael Anton, intelectual conservador y actual responsable de la comunicación estratégica del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, afirmó esto en una entrevista reciente: "Lo único que puede predecirse acerca de su política exterior es que le dice al mundo que va a ser impredecible". Es una forma de decir que a Trump le gusta mantener a sus adversarios descolocados.
Pero lejos de una imprevisibilidad calculada para desquiciar a sus adversarios, con su decisión de bombardear el campo de aviación en Siria nos mostró que sus improvisaciones tienen un peligroso componente emocional. No sólo justificó la acción porque Bashar Assad "sofocó las vidas de hombres, mujeres y niños indefensos, (...) incluso los bebés hermosos fueron cruelmente asesinados en este ataque tan bárbaro", sino que Eric Trump dijo que su padre fue influido por su hermana, Ivanka, que estuvo “indignada y con el corazón roto”.
La tendencia a improvisar de Trump se debe a un equipo de política exterior con ideas opuestas o simplemente confusas
La verdad es que aquel bombardeo limitado no fue una acción especialmente notable en términos de política exterior y que algunos de los exasesores de Obama dijeron que éste podría haber hecho lo mismo. Lo que es notable es el cambio que supuso en relación a las declaraciones previas de Trump sobre Siria, que había sido muy claro en cuanto a permanecer fuera del país. En 2013 publicó una serie de tuits criticando la "línea roja" establecida por Obama contra el empleo de armas químicas en la región y no precisamente para decir que debería actuar con contundencia: "Otra vez [le digo] a nuestro líder muy tonto: ¡no ataques Siria, si lo haces muchas cosas muy malas pasarán y de esa lucha EE.UU. no obtiene nada!", escribió.
La tendencia a improvisar de Trump se debe en parte a su falta de ideología, así como a un equipo de política exterior con ideas opuestas o simplemente confusas. Su embajadora en la ONU, Nikki Halley, tenía un punto de vista muy diferente respecto de Assad. En una entrevista con la CNN manifestó que el cambio de régimen en Siria era inevitable. Y ese mismo día, el secretario de Estado Rex Tillerson insistía en que EE.UU. no se inmiscuiría en la voluntad del pueblo sirio y descartaba cualquier apuesta por un cambio de régimen en ese país. Al final, el asesor de Seguridad Nacional H. R. McMaster se retorció para intentar fusionar los dos puntos de vista.
Otros ejemplos notables de una política exterior improvisada son el episodio del portaaviones que debía acudir a la península de Corea en plan disuasorio pero que navegaba en dirección opuesta y el cambio de criterio sobre la acusación a China de manipular divisas. La disposición a cambiar el punto de vista en función de la presentación de pruebas se considera generalmente un buen rasgo en las personas, eso sí, un político se arriesga a que le etiqueten de flip-flopping (veleta). Es posible que Trump trate de convencernos de que sus cambios son valientes, honestos y realistas en un mundo extremadamente complejo.
Mantener a sus adversarios desquiciados vincula la política exterior de Donald Trump con su lado machista
Sin embargo, hay una gran diferencia entre tomar decisiones basadas en emociones a hacerlo basándose en un proceso de toma de decisiones riguroso y racional que incluye aportes de un equipo de expertos. Sabemos que Trump no es ningún fan de los expertos y una y otra vez ha dicho que él toma sus propias decisiones. Sus biógrafos lo corroboran tras años de observar cómo actuaba en sus negocios.
Mantener a sus adversarios desquiciados vincula la política exterior de Trump con su lado machista, y no hay mejor ejemplo que la "madre de todas las bombas" que lanzó sobre Afganistán. Fue la primera vez que se usaba esa poderosa bomba, que supuestamente destruye todo dentro de un radio de unos 3,2 kilómetros, y es una decisión coherente con sus repetidas promesas en campaña de "bombardear la mierda del ISIS".
La decisión de utilizar particularmente esta bomba fue tomada por el general John Nicholson (comandante de las fuerzas estadounidenses en Afganistán): con Trump, los mandos militares están disfrutando de una libertad sin precedentes para tomar decisiones de envergadura. Y mientras los analistas se esforzaban por sonsacarle alguna fanfarronada, Trump parecía indiferente: "No sé si esto envía un mensaje; no cambiaría nada si lo hiciera. Ha sido otra misión exitosa".
Trump nos ha demostrado cómo durante su larga carrera empresarial se ha ajustado a la teoría del humorista Carlin. Igual que humilló e intimidó en sus negocios, lo hizo con los candidatos en las primarias republicanas y ha seguido en Twitter. Él es el más grande (en todos los sentidos) y todos los que no están de acuerdo son un desastre.
Trump rompe con la tradición de los presidentes de EE.UU., reacios a reunirse con sus adversarios internacionales
El "bromance" que surgió entre Trump y Vladímir Putin durante la campaña está probablemente envenenándose. Porque, ¿como va a ser posible que dos hombres con egos tan enormes y frágiles puedan llevarse bien? Lo que Trump admiraba de él eran la fuerza que proyecta y su imagen de tipo duro. La invitación al presidente macho alfa Recep Tayyip Erdogan, para felicitarlo por ganar el referéndum turco demostró que su compromiso con otros ganadores es mayor que su compromiso con mantener una política coherente para Estados Unidos. Cabe recordar que, lejos de felicitar al presidente turco, el Departamento de Estado había señalado las irregularidades en la votación.
Trump ya ha expresado su interés en reunirse con Kim Jong Un, el déspota de Corea del Norte, y con el presidente filipino Rodrigo Duterte, famoso por sus matanzas y falta de respeto por los Derechos Humanos. También dice que el presidente de Egipto, Abdelfatah Al-Sisi, está haciendo un “trabajo fantástico”, a pesar de que ha permitido que se dispare a sus oponentes. No es así como actúa un presidente de los Estados Unidos y, de hecho, los Republicanos casi siempre se han mostrado más reacios a reunirse con líderes rivales que los Demócratas. Baste recordar que muchos Republicanos y Demócratas criticaron a Obama por ingenuo cuando durante su campaña de 2008 anunció que se entrevistaría con sus adversarios internacionales.
Trump estaba ansioso por impresionar al presidente de China, Xi Jinping, durante su visita a Mar-a-lago, contándole cómo caían las bombas estadounidenses en el aeródromo sirio mientras se sentaban en la cena. Y pareció provocar la reacción que quería en su invitado, pues dijo a su intérprete que pidiera más detalles. Esta presuntuosa necesidad de impresionar llega a la esencia misma del "pene más grande" de Carlin.
Lo que hace que hoy la política exterior de EE.UU. desconcierte es que no puede establecerse una agenda. E insisto: lo más preocupante de lo que hemos visto de Trump hasta el momento es la peligrosa combinación de improvisación y necesidad de marcar paquete. Su famosa piel fina y los subsiguientes altibajos emocionales, la visión de la suma cero-ganadora-toma-todo, su nacionalismo y el unilateralismo ponen nervioso al mundo entero... y nada bueno puede salir de ahí.
*** Alana Moceri es analista de relaciones internacionales, comentarista, escritora y profesora de la Universidad Europea de Madrid.