Los 'feminarcis' (machistas de playa)
El autor, que fue delegado del Gobierno contra la Violencia de Género, denuncia la existencia de un tipo de machismo basado en una inventada "superioridad natural" del hombre sobre la mujer.
El machismo es narcisismo. Los hombres machistas se tienen en tan alta estima que continuamente están compitiendo contra otros hombres y contra sí mismos para ser más hombres, llegando incluso al homicidio para quedarse con el premio de su poder y la exclusividad de sus objetos de deseo, entre ellos las mujeres.
Desde los primeros estudios que se llevaron a cabo sobre maltratadores, el narcisismo apareció como uno de los rasgos de personalidad más frecuentes, rasgo que refleja esa percepción de superioridad idealizada que tienen, y que aumenta cuando la ponen en relación con las mujeres, a las que desprecian como el joven Narciso de la mitología hacía. Por eso el narcisismo del machismo está construido en contraste sobre las mujeres, de manera que es un “feminarcisismo” o “ferminarcismo”, y ellos son unos “feminarcis” que atacan y desprecian a las mujeres para ganar peldaños en esa escala de valores machista que tanto juego da a los hombres que ascienden por ella.
Porque el narcisismo de los hombres que siguen los dictados del machismo es tan alto que sus referencias son los propios hombres, las mujeres son parte del escenario que disfrutan como hombres, pero no personas consideradas de igual a igual. Por eso ser hombres es “ser considerado como tal por otros hombres”, no es una condición biológica, ni de entrada tampoco lo es social, pues en esa identidad no cuenta la opinión de las mujeres, sino la de aquellos hombres que ellos reconozcan como tales, de ahí que sea una identidad grupal que, luego, se extiende a lo social bajo las referencias masculinas que comparten el grupo y la sociedad.
Hay 'feminarcis' de todo tipo, pero sus actitudes suelen ser más 'refinadas' que las de los 'chupaycalla'
Sin embargo, a pesar del reconocimiento del grupo, el sentido de esa masculinidad y hombría cobra todo su significado por medio de las mujeres, al ser ellas la referencia común a cualquier hombre y circunstancia para sentirse más hombres, y para que otros hombres los admiren o envidien por ese éxito con las mujeres. Es lo que vemos en noticias que sin otra justificación que el propio relato, hablan de las novias que ha tenido un deportista, un cantante, un actor… o las que se detienen en la pareja de un político, un escritor, un profesional… ensalzando la belleza, elegancia, saber estar… de esa mujer. Los hombres son más hombres exhibiendo mujeres, mientras que las mujeres son más cuestionadas cuando se habla de sus parejas. No por casualidad, uno de los factores de riesgo más importante es la separación, y esa idea de “tú eres mía o de nadie” que manejan los asesinos para no verse degradados como hombres.
Todo ello forma parte de ese feminarcisismo que crea ferminarcis que presumen de hombría, ego y virilidad en contraste con las mujeres, pero en compañía y en relación a las mujeres.
Y aunque hay feminarcis con cualquier tipo de personalidad y carácter, sus comportamientos y actitudes más habituales suelen ser más refinadas que las de los chupaycalla, pues en el fondo se sienten representantes y garantes del sistema. La misoginia está presente, pero habitualmente recurren para mostrarla a esa superioridad natural de los hombres que hemos visto en el Parlamento Europeo, donde se dijo que “los hombres son más fuertes y superiores intelectualmente a las mujeres”.
Su odio a las mujeres se incrementa conforme comprueban el cambio social que ellas lideran y protagonizan
Habitualmente recurren a argumentos “técnicos” o pseudo-científicos basados en manipulaciones y tergiversaciones de todo tipo, de ahí que aparezcan razonamientos y ejemplos desde cualquier ámbito de la sociedad: la biología (inferioridad e incapacidad), la economía (justificación de la brecha salarial), el mercado laboral (precariedad o el argumento de que “los hombres tienen problemas de paro por la incorporación de las mujeres”)… Su odio a las mujeres se incrementa paulatinamente conforme comprueban el cambio social que ellas lideran y protagonizan, y al comprobar cómo esa transformación está desvelando y poniendo en evidencia las falacias históricas de la construcción machista, y los privilegios que se han reservado para ellos. Por eso su reacción es muy beligerante en lo individual, pues muchos de ellos ya se han encontrado de frente con este cambio social y con mujeres que no están dispuestas a ser sometidas; y muy estratégica en lo grupal, generando la nueva táctica del machismo para intentar detener o reconducir esa transformación social por medio de la confusión, estrategia de la que el posmachismo, repleto de feminarcis, hace gala a diario.
Son muy activos en las redes sociales, especialmente mostrando datos y estadísticas manipuladas para reducir las consecuencias de la desigualdad, y para presentar a los hombres como víctimas y a las mujeres como malas, perversas y violentas. Entre los mensajes más habituales está el de las denuncias falsas, el de que las mujeres son tan violentas como los hombres, el que manipulan a los hijos para enfrentaros a los padres tras la separación… Y también inventan historias paralelas de personas, organizaciones y asociaciones para que la Igualdad parezca un complot que busca enriquecerse y atacar a los hombres.
Son estos feminarcis los que llaman a las políticas de Igualdad “feminazismo” y a las personas que la defienden, especialmente a las mujeres, “feminazis”. Como se puede observar, su odio y su violencia está a flor de piel, y no por casualidad sus referencias las tienen en regímenes fascistas con los que, por lo visto, se sienten muy identificados y cercanos.
Ya sabéis, son los feminarcis y están encantados de conocerse a sí mismos.
*** Miguel Lorente Acosta, médico y profesor universitario, fue delegado del Gobierno contra la Violencia de Género durante el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.