"Fiscales y jueces. Fiscalas y juezas... ¡Como alcalde vuestro que soy os debo una explicación, y esa explicación que os debo os la voy a dar porque soy vuestro alcalde. Y porque soy vuestro alcalde, os debo una explicación!". Ahí interviene Manolo Morán, y aclara (para los asistentes del pueblo, boquiabiertos): "que lo que desea el señor alcalde es dar una explicación".
Memorable secuencia. ¿Les suena? Exacto: Bienvenido, Míster Marshall (1953). Berlanga y su conocimiento de cómo funcionaba –y funciona– España. Buenas palabras. Desconocimiento. Barroquismo. Aprovechamiento de la buena fe. Enredos. Frases vacías. Han transcurrido los años, quizás bastantes, aunque todo es relativo, pero la esencia continúa.
Les comento una situación como si de un acto teatral se tratase. Sé que a muchos lectores no les parecerá importante, pero a servidor sí, y por eso se lo cuento (luego el receptor que haga el correspondiente juicio personal).
Jueves, 10 de enero 2019. No era Villar del Río, era San Bernardo, sede del Ministerio de Justicia. Representantes de las Asociaciones de jueces y fiscales. Sí, de esas señoras y señores que garantizamos sus derechos y libertades. De esas señoras y señores que protegemos la legalidad y la Constitución. Representantes de esos que generan seguridad jurídica y riqueza para esta España, camisa blanca de la esperanza, y que luchamos contra corruptos.
Jueves 10 de enero, cuatro en punto de la tarde. Asisten asimismo al evento representantes del Ministerio, quienes, al parecer y como continuación de múltiples reuniones, algo van a ofrecer importante a esta Justicia y a los servidores que la imparten. Alguna foto oficial que nunca fue enviada. La señora ministra excusa su presencia por una justificada cuestión de salud.
¿Invertirá el Estado de manera razonable en esa Justicia con la que muchos se llenan los carrillos cuando les interesa?
Comienza la reunión… ¿Qué será, será? ¿Qué habrá logrado otorgar el Ministerio de Justicia de las propuestas y peticiones que jueces y fiscales llevamos pidiendo desde hace tanto tiempo? ¿Para qué nos habrá reunido el Ministerio, si ya estuvimos en diciembre y no hubo nada? Se inicia el monólogo.
Los focos se encienden y alumbran a los personajes, quienes, como en un coro griego y desde diversas partes del escenario, reiteran las frases, los lamentos, la alusión a las parcas. Monólogos similares. Todas las intervenciones hacen hincapié en que no hay medios, en que Hacienda no puede destinar dinerillo a la Justicia y a sus servidores. Que el dinero está para otras cosas y para otras cuestiones que, por deducción, irán destinadas a conseguir votos. Que ya vamos despachaos que diría una castiza. Que aguardemos a siglos venideros donde nos esperarán paraísos de leche y miel. Que todos piden y nosotros no somos más que eso, simples pedigüeños de los muchos que hay. Nada especial, nada importante.
En ese momento, y en el turno de palabra de los actores secundarios -es decir, nosotros-, les solicitamos nos expliquen si en esos Presupuestos expansivos que sostendremos con nuestros impuestos, en esos Presupuestos solidarios con las Comunidades españolas, en esos Presupuestos de la igualdad y de los derechos ciudadanos, se va a incrementar alguna partida para quienes de manera humilde nos dedicamos a salvaguardar precisamente esos derechos y la legalidad.
¿Invertirá el Estado de manera razonable en esa Justicia con la que muchos se llenan los carrillos cuando les interesa? Esa Justicia a la que muchos no dudan en acudir cuando se sienten intimidados. Esa Justicia, y esas personas que la impartimos, a quienes la sociedad nos exige independencia e incompatibilidades, alejamiento de presiones y preparación intelectual y jurídica.
Les preguntamos, en definitiva, cuál era la buena nueva que se nos iba a trasladar en ese Ministerio de la señora ciega que porta una balanza. Silencio por respuesta. De pronto, regresan los lamentos, las culpas, la expiación corífea. Los reproches al Padre. A ese Júpiter Hacendino que porta los cuernos de la abundancia selectiva. En definitiva: una escena de prestidigitación. ¡Nada por aquí, nada por allá! ¡Abracadabra!
Promesas incumplidas que desaniman a las honradas y trabajadoras gentes de la localidad llamada Justicia
Nada hay y, como en los dibujos animados… ¡Esto es todo amigos! Gracias por vuestra presencia, incluida la de los que acudís desde esa región privilegiada donde el tren se estropea en sólo dos ocasiones: cuando llueve y cuando no llueve. Saludos cordiales y se cierra el telón. Los actores y actrices hacen mutis por el foro. Ni siquiera hay que recoger el conejo que los magos que se suelen sacar de la chistera debido a la simple razón de que no existía.
Otro año. Otro equipo ministerial. Promesas incumplidas. Coches con banderín oficial que dejan rastros de polvo en Villar del Río, que desaniman a las honradas y trabajadoras gentes de la localidad llamada Justicia. Coches y ocupantes que van a sus cosas, a sus votos, a sus elecciones, que, por cierto, también garantizamos su limpieza.
Otro año de hartazgo. De mala magia. De aburrimiento. De echarse la culpa entre departamentos ministeriales, como si absurdamente se tratase de microestados independientes. Como si la Justicia independiente y dotada no fuera esencial para todos.
Otra vez la icónica voz de Pepe Isbert, casi setenta años después, reiterando frases vacías y tomando el nombre de la Justicia en vano. ¡Lo importante presupuestariamente son otras cosas más importantes y por ser más importantes presupuestariamente os las debemos explicar! No hace falta, queridos dirigentes, sabemos los motivos.
*** Raimundo Prado Bernabéu, magistrado, es el portavoz nacional de la Asociación Judicial Francisco de Vitoria.