La instantánea de un oso polar a la deriva sobre un bloque de hielo desprendido de la Antártida es impactante, pero a muchos todavía se les antoja lejana. Sin embargo, si lo que ven es un puente caído por la fuerza del agua en Cambrils (Tarragona) o una playa destruida en Jávea (Alicante), la imagen se vuelve más cercana y real.
Ambas imágenes son fruto del cambio climático, un fenómeno planetario que está degradando la salud de la Tierra, incluyendo nuestras reservas hídricas. Hoy celebramos en todo el mundo el Día Mundial del Agua, una efeméride que nos debería empujar a reflexionar sobre el futuro de este valiosísimo y escaso recurso, clave para nuestra supervivencia.
Para poder adaptarnos a este nuevo escenario, primero debemos conocer cuáles son los efectos del cambio climático sobre los recursos hídricos de nuestro país: fundamentalmente, un mayor estrés hídrico y, por tanto, una menor disponibilidad de agua; y una intensificación de los fenómenos meteorológicos extremos, como sequías o inundaciones.
En solo diez años, las precipitaciones en España han caído de una media de 0,88 mm/año a 0,18 mm/año y para 2050-2060 se prevé un 5% menos de lluvia. Nuestro país es el más árido de Europa: el 20% de su territorio ya puede considerarse desértico y entre el 75% y el 80% está en riesgo de desertificación. Y no es de extrañar si tenemos en cuenta que se prevé un fuerte aumento de la temperatura, concretamente de 6ºC para 2100.
Las inundaciones representan otra preocupación creciente en España. Contrariamente a lo que mucha gente pueda pensar, el deshielo no es un problema solo del Ártico. En nuestro país ya se han perdido más del 80% de los glaciares pirenaicos y para 2050 podrían desaparecer irreversiblemente.
Actualmente, solo podemos encontrar glaciares en el Pirineo francés y aragonés, mientras que algunos como Maladeta, Aneto o Monte Perdido se encuentran en estado terminal. Por otro lado, en el Pirineo catalán, andorrano y navarro ya se han extinguido por completo.
La sobreexplotación está provocando la desaparición de poblaciones de fauna y flora y el desplazamiento de especies
El deshielo de estos glaciares provoca un aumento del nivel del mar, que en España se prevé que se sitúe entre 10 y 68 cm para finales de este mismo siglo. Se trata de un fenómeno imparable: la subida anual del nivel de mar en la década de los sesenta no llegaba a los 2 mm y en la actualidad está próxima a los 4 mm, respecto a los últimos años del siglo XIX.
Las zonas más vulnerables son los deltas del Ebro, Llobregat, Manga del Mar Menor y la costa de Doñana, así como las playas del Cantábrico, la Costa Brava, las islas Baleares y el sur de las islas Canarias. En la cuenca mediterránea, esta subida del nivel del mar puede potenciar los efectos que se producen en los episodios de “gota fría”.
Como estas situaciones suelen llevar acompañadas copiosas precipitaciones se ven favorecidos los desbordamientos e inundaciones en la cuenca baja de los ríos. Algo a lo que, desgraciadamente, nuestro país ya se está acostumbrando tras las DANA en la zona de Alicante y Murcia en septiembre de 2019 y la DANA en Cataluña el pasado mes de enero.
El incremento de la temperatura del agua es otra consecuencia del cambio climático. Un efecto que, unido a la sobreexplotación, está provocando la desaparición de poblaciones enteras de fauna y flora y el desplazamiento de especies a latitudes más polares, algo que ya está ocurriendo en el Cantábrico y el Atlántico. El aumento de la temperatura del agua también está generando la proliferación de especies invasoras, como las medusas, que están destruyendo parte de nuestra biodiversidad.
La atenuación del cambio climático mediante la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, que ha constituido hasta hace poco el epicentro de las políticas de la UE, ya no es suficiente. Las previsiones de más inundaciones y sequías, del aumento del nivel del mar y de otras condiciones climáticas extremas están impulsando a muchos países a invertir en infraestructuras que minimicen los efectos de esta crisis climática.
En España tenemos fantásticos ejemplos, como el parque urbano inundable La Marjal, construido para proteger a Alicante
Ciudades, regiones y países de todo el mundo ya se han puesto manos a la obra. Entre estas iniciativas, destacan las barreras submarinas de Venecia, que pueden elevarse en caso de que las mareas suban excesivamente; los tejados verdes cubiertos de vegetación en Hamburgo (Alemania) y Basilea (Suiza); o la agrosilvicultura que se está desarrollando en la región del Alentejo (sur de Portugal), una técnica para gestionar el suelo que combina la plantación de árboles y arbustos con la diversificación de cultivos para mejorar la productividad de la tierra y su capacidad para soportar las condiciones de sequía.
En España tenemos fantásticos ejemplos como el parque urbano inundable La Marjal, construido en 2015 para proteger a Alicante capital de las inundaciones. Una infraestructura que, además de cumplir la función propia de un parque de ocio y esparcimiento, cumple una gran función hidráulica al convertirse en un vaso natural de retención de aguas pluviales, reduciendo así el riesgo de inundación en la parte baja del barrio de Alicante en el que está ubicado.
Después de que la Cátedra Aquae de Economía del Agua (impulsada por Fundación Aquae y la UNED) documentara y presentara este proyecto en el marco de una iniciativa sobre experiencias de gobernanza de agua, la OCDE lo seleccionó en 2018 como ejemplo de buena gobernanza en las ciudades para solucionar las inundaciones.
Es necesario invertir en recursos hídricos alternativos, potenciando medidas como la reutilización de aguas regeneradas o la desalinización, y recurrir a tecnología que nos permita ser mucho más eficientes en el uso del agua, en especial en el sector agrícola, responsable del 70% del agua que se consume en España.
Estamos sufriendo las consecuencias de la inacción del pasado y muchos de los efectos del cambio climático ya son ineludibles, pero las consecuencias más graves pueden evitarse si los gobiernos de todo el mundo realizan cambios rápidos, de largo alcance y sin precedentes en todos los aspectos de la sociedad. Todavía tenemos margen de acción, pero debemos tomar medidas políticas internacionales urgentes. Actuemos ya.
*** Amelia Pérez Zabaleta es directora de la Cátedra Aquae de Economía del Agua (Fundación Aquae y la UNED) y profesora titular en el Departamento de Economía Aplicada de la UNED.