Pablo Manuel Iglesias Turrión, de profesión confinado, en estado civil de cuarentena y con voluntad de teniente coronel y agente patógeno del CNI, salió el día del padre a decirnos que el bicho no entiende de clase social.
Mírenlo y aprecien la curva praxiteliana de los hombros hacia el Bic, el Bic que aunque sea una foto sabemos que se mueve arriba y abajo en una oscilación nerviosa de conquistar el Cielo o el gallinero.
A su vera, guardando las distancias, está Illa, ministro pensador que acaba de descubrir que la glándula pineal de España son los balcones, pero de momento Illa, con sus lentes de aumento y un vago parecido al Clark Kent de los 80, no nos interesa.
Porque lo sustancial pasa por Iglesias, vicepresidente recluido para las cosas secundarias, que salió al atril con más hambre que un preso de la cárcel de Cabra, como un legionario de permiso y con parné en el Barrio Chino.
Su comparecencia venía coronada con la laca que contagiaba la escena, una americana como heredada de un muerto y el Bic, siempre el Bic, que es lo único que le queda ya de cuando fue el patriarca de "la gente".
El vicepresidente al que nadie llamó a la vicepresidencia, ese mismo, nos dio un Vistalegre en cuarentena a la hora en que nos lo pusieron por aburrimiento para reprocharnos que vivimos por encima de nuestras posibilidades y cuatro ideas mal digeridas de Harnecker, que tampoco era una mente preclara.
Cuando en España más oscurece, cuando los meapilillas de las tres derechas se ponen en modo Churchill, siempre habrá un podemita con cacerola, un Echenique avezado y los borrones por palabras de Pardo de Vera.
El jarabe democrático era que entre porro y costo se aporreara al Rey en los balcones en una batalla del Ebro que llega tarde y para nada. Yo vi cómo Montero hacía del virus un bichito "frutalmente propagado" en el día de autos del 8-M, cuando en España cayó un día bolivariano y pegajoso y sobaquero.
Yo también voy viendo cómo aquí en el Gobierno de coalición tratan de venirse arriba en la infamia, con los marcelinos de Simón y todos estos que se testean y se retestean hasta dar positivos en infamia.
Llegó la muerte y andaba por ahí Iván Redondo soñando hashtags.