¿Para cuándo la reforma del sistema sanitario?
El autor reclama un gran pacto de Estado y la mejora de la financiación de nuestro sistema sanitario con el objetivo de adaptarlo a las necesidades del siglo XXI.
Salimos de la tercera ola de la pandemia en calma tensa. No sabemos aún si durante las próximas semanas llegará una cuarta ola o si el nivel de contagiados, vacunados y fallecidos (sobre todo entre los grupos vulnerables y de riesgo) nos hará permanecer en una meseta de contagios, sin grandes rebrotes, hasta que llegue la ansiada vacunación masiva, allá por mayo o junio.
La Covid nos ha dejado un panorama sanitario pavoroso. Antes de la epidemia ya teníamos un serio problema de atención sanitaria y social. El sistema se había ido quedando pequeño y anticuado a medida que aumentaba la demanda por la cronificación y el envejecimiento de la población.
Mientras eso ocurría, los políticos enarbolaban la bandera del “mejor sistema sanitario del mundo” sobre la base de algo tan simplista como nuestra mayor esperanza de vida, cuando sólo el 10% de la misma depende del sistema sanitario.
Por tanto, ¿por qué habría que hacerse algo (desde el punto de vista de esos políticos) si tenemos el mejor sistema sanitario del mundo?
Desgraciadamente, la Covid nos ha puesto en nuestro sitio. La epidemia está arrollándonos como Atila y se ha llevado más 100.000 vidas entre víctimas oficiales y las colaterales (por la parálisis de los servicios sanitarios). Algo que nos ha hecho retroceder más de diez posiciones en el informe Bloomberg. Ese al que se agarraban los políticos basándose en la ya mencionada esperanza de vida.
Hace ya más de seis meses que se publicó el informe de la comisión para la reconstrucción de nuestro sistema sanitario. Y todavía estamos esperando la llegada de unas reformas que tienen que llevarlo al lugar que le corresponde en una potencia del siglo XXI.
Así pues, quiero hacer aquí un recordatorio de las medidas más importantes y urgentes que se deben poner en marcha. Mi objetivo es que estas no se olviden.
La reforma debe pivotar sobre dos ejes principales: un pacto de Estado y el incremento de la financiación pública.
Para el primero (suena ya casi a broma) es necesario consenso político. Consenso que reconozca, de forma autocrítica y con voluntad real de cambio, que la financiación es claramente insuficiente. Que existe desigualdad tanto en el acceso como en las prestaciones. Y que la existencia de una cobertura diferente para la atención sociosanitaria produce lagunas en la atención al envejecimiento, la cronicidad y la dependencia.
Es imprescindible además incrementar la financiación sanitaria pública a fin de recuperar y compensar lo perdido desde la crisis de 2008. También, para adaptar el sistema a las nuevas circunstancias demográficas y sanitarias. Y para incluir como parte de un todo la financiación de los servicios sociosanitarios y la dependencia.
No debe, en fin, haber interrupciones en el ciclo de atención del paciente desde que nace hasta que fallece.
Una vez conseguidos el pacto de Estado y el incremento en la financiación, hay que acometer una segunda serie de cambios para adaptar nuestro sistema sanitario a las necesidades del siglo XXI.
Estos son, en mi opinión los más importantes.
1. Es imprescindible generar un sistema de identificación de los ciudadanos único y válido para todos los territorios y para todas las instituciones del sector, con independencia de su nivel de atención y de su titularidad.
2. Es preciso promover de forma obligatoria la digitalización de las estructuras sanitarias. Y eso con independencia de su nivel de actuación y de su financiación. Los pacientes y las personas son los protagonistas de estos servicios por encima de intereses políticos, profesionales o empresariales.
Debe existir, en definitiva, una historia clínica única e interoperable que dé continuidad asistencial a los pacientes con independencia de los diferentes niveles de atención y de si las instituciones son públicas o privadas. El objetivo es evitar duplicidades e ineficiencias.
3. Un sistema homogéneo de información clínica actualizado con las herramientas de inteligencia artificial actuales (machine learning, big data, etcétera) permitiría sacar el máximo rendimiento a la ciencia del dato sanitario anonimizado.
En cambio, carecer de una red de información interoperable sería como si durante la Revolución Industrial hubiéramos tenido trenes y estaciones, pero no vías de ferrocarril
4. Si no mides, no puedes mejorar. Hay que promover la transparencia del sistema, fomentando la publicación obligatoria de resultados e indicadores sanitarios, tal y como son definidos estos por las sociedades científicas.
5. Luego, y en función de estos resultados e indicadores, deberíamos elaborar un mapa de realización de procesos que tenga en cuenta la eficacia en los resultados sanitarios, siguiendo criterios de eficiencia clínica. Hay que descartar, en resumen, criterios políticos o territoriales.
6. Seguimos a la espera de poner en marcha la tan ansiada Agencia Estatal de Salud Pública, promovida por el Estado y las Comunidades Autónomas, que debería coordinar y controlar tanto las medidas de salud pública (vigilancia epidemiológica y control de enfermedades) como las de prevención de los factores de riesgo de la población, el control de la calidad asistencial y el acceso a los recursos de forma equitativa.
7. La Agencia Estatal de Salud Pública debe sacar rendimiento a esa ciencia del dato y dar pasos hacia la medicina del futuro: la predicción que permita realizar una medicina de prevención personalizada.
Esto es, de hecho, la llamada medicina de precisión.
8. Se debe impulsar el papel de los profesionales, cuyas opiniones deben ser consideradas, a través de las diferentes sociedades científicas, en la planificación y organización del sistema.
9. Se debe fomentar la estabilidad laboral de los profesionales del sector público y establecer mecanismos de reconocimiento del esfuerzo, el mérito o la formación continuada.
10. Mención especial, a la vista de la experiencia adquirida durante la pandemia, merece el replanteamiento de la organización del personal de enfermería. En mi opinión, habría que promover su nivel de competencia y especialización para asemejarla al grado universitario que poseen y que formen parte de los equipos médicos de manera multidisciplinar.
Creo que el personal de enfermería está infravalorado y que disponer del monopolio de las técnicas de enfermería crea un cuello de botella que podría ser gestionado por personal auxiliar.
11. Debe elaborarse un plan de comunicación para aleccionar a los ciudadanos en el mejor uso y las limitaciones del sistema sanitario, y corresponsabilizarles del cuidado de su salud.
12. Debe promoverse la presencia de los representantes de los pacientes en los órganos de decisión sobre cuestiones que afecten al sistema sanitario. Los pacientes son los clientes y usuarios de ese sistema y deben comprometerse con la sociedad mediante un uso responsable de los recursos sanitarios.
13. Se debe elaborar un plan que agilice y simplifique el acceso a las innovaciones farmacéuticas de forma equitativa para toda la población.
14. También se debería realizar un mapa nacional de recursos, tanto públicos como privados, para diseñar un Plan Renove del parque tecnológico en función de criterios sanitarios y demográficos.
Este Plan Renove permitiría disponer de un sistema sanitario debidamente modernizado, que diera las máximas prestaciones a la población y que garantizara su acceso a todos los recursos disponibles, se encuentren estos donde se encuentren.
15. Es imprescindible fomentar medidas que promuevan la investigación y el desarrollo (I+D) en nuestro país. Primero, para ser foco de atracción de profesionales cualificados. Y, segundo, para no depender de terceros países.
Un país avanzado no es el que innova. Un país avanzado es el que usa la innovación como motor de desarrollo
16. Hacer muchos ensayos es, sin duda alguna, un síntoma de la calidad y el compromiso de nuestros profesionales. E, incluso, una forma de ahorro para los hospitales (porque los ensayos los financia la industria).
Pero no deja de ser un sistema de servicios y no una verdadera industria. Hay que favorecer a las empresas que apuestan e innovan para generar riqueza industrial alrededor del sistema sanitario
17. Finalmente, se deben replantear las relaciones entre el sector público y el privado. Como ha quedado patente durante la pandemia, el sector privado ha priorizado aportar valor a la sociedad por encima de los resultados financieros.
El sector privado ya no es una pequeña red de sanatorios que hacen cirugía plástica, o partos, o que cuentan con listas de espera de procesos simples. La realidad es que el sector sanitario privado aporta casi el 40% de unos recursos que, desde el punto de vista asistencial, funcionan de manera aislada o paralela.
Los datos demuestran que, durante los años de la crisis económica, el sector privado no sólo ha seguido creciendo e invirtiendo, sino que se ha consolidado como un sector clave en cuestiones como la innovación tecnológica o la investigación.
Más allá de fomentar y dar estabilidad a las fórmulas clásicas de colaboración público-privada, es importante señalar que en España viven más de diez millones de ciudadanos que copagan voluntariamente un seguro suplementario para su salud.
Cada uno de esos diez millones de personas gasta un importe que ahorra una cantidad mínima de 600 euros a las arcas públicas.
Hay que normalizar definitivamente la existencia del sector privado, una vez demostrado que la provisión sanitaria pública no es suficiente para absorber la demanda sanitaria de la población (de la sociosanitaria ni hablamos).
Cuando una persona quiera contratar un seguro que le cubra determinadas eventualidades sanitarias o sociosanitarias, debe encontrar solución de continuidad con el sistema sanitario público (que también está financiando) para aquellas coberturas que no haya querido contratar en el sistema privado.
La realidad es que cuanto menos se ha querido saber del sector privado, mejor le ha ido a este, y peor al sector público.
Seguimos esperando. Y, cuanto más tardemos en ponernos en marcha, más costará recuperar el terreno perdido.
*** Juan Abarca Cidón es presidente del Instituto para el desarrollo e integración de la Sanidad (IDIS).