La Moncloa, nos acaba de contar Iván Redondo, jefe de gabinete del presidente Pedro Sánchez, quiere sentar las bases “de la España que nos merecemos” y presentará este jueves el documento en el que se basa la llamada Estrategia 2050. Es una buena iniciativa y detrás hay, sin duda, talento suficiente como para que merezca la pena leerlo y debatirlo.
Es verdad que la intención de actuar “abandonando toda tentativa cortoplacista o partidista” hay que ponerla en tela de juicio si reflexionamos sobre el recorrido del Gobierno que preside Sánchez. Pero no perdamos la fe. Quizá la dureza de la crisis que hemos pasado y pasaremos obre el milagro y sea cierto algún día lo que dice Redondo: que todo se hará lejos de “cualquier estrechez de miras que impida prepararnos para aprovechar oportunidades”. El plan para los fondos Next Generation UE se ha hecho con esa estrechez, pero eso era antes de presentar España 2050.
España 2050 aspira a ser un “impulso estratégico a la disciplina de la prospectiva en España”. El presidente así lo quiere. Al encargarlo, nos asegura Redondo en un largo artículo publicado en El País, “fue muy nítido y ejecutivo, como es él”.
Si algo nos ha enseñado Iván Redondo es que toda coreografía de Moncloa tiene un propósito. Nada es casual. El más mínimo detalle envía un mensaje subliminal. Los elementos son precisos, todo tiene su sentido: desde unas gafas de sol a bordo del Falcon hasta una ventana entreabierta al fondo de un salón. Todo es una llamada a reflexionar.
Por eso, cuando nos convocan a repensar nuestro país (España 2050) y no a fabricar el próximo eslogan electoral de la siguiente elección local, me parece adecuado reflexionar sobre el perfil de un convocado de gala a esta gran fiesta de nuestro futuro.
Mano a mano con el presidente estará este jueves (si no hay cambios) Maros Sefcovic, vicepresidente de Relaciones Institucionales y Prospectiva de la Comisión Europea. El eslovaco Sefcovic, que estudió Relaciones Internacionales en el Moscú soviético, ingresó en el partido comunista de Checoslovaquia el 1 de junio de 1989.
Maros Sefcovic es ejemplo singular de algunas corrientes iliberales que prosperan en la Europa del Este
La revolución de terciopelo de Vaclav Havel ni le rozó. El muro estaba a punto de caer. Cayó, y con él cayó la fe de Sefcovic, que encontró acomodo en Smer, uno de los grupos autobautizados como socialdemócratas durante la reconversión de la dictadura.
Algo del puritanismo del Kremlin retuvo, porque es ejemplo singular de algunas corrientes iliberales que prosperan en la Europa del Este. Nuestro hombre coincide con Erdogan, el presidente turco, y no le gusta la convención de Estambul sobre la prevención de la violencia contra la mujer: celebró que Eslovaquia no la ratificara.
Tampoco le gustan las políticas de igualdad LGTB. Cree que los matrimonios homosexuales o las adopciones por parte de personas del mismo sexo contradicen “nuestros valores cristianos tradicionales”.
En la campaña electoral de 2019 acusó a su contrincante, Zuzana Caputova, de “ultraliberal” por defender esas políticas. Afortunadamente, la liberal progresista y medioambientalista Caputova ganó y es la primera presidenta de Eslovaquia.
Este invitado de honor a la botadura de España 2050 condena también las políticas de acogida de inmigrantes de la canciller Angela Merkel. Cree que hay que devolverlos rápidamente a su país de origen. No considera que Rusia sea una amenaza y está en contra de las sanciones por la invasión de Ucrania y la anexión de Crimea. Tampoco le gusta elegir entre Nicolás Maduro y Juan Guaidó “para no empeorar la situación”.
No sé cómo será la España de 2050, pero, desde luego, la imagino y la deseo lejos de las recetas caducas de Sefcovic
Maros Sefcovic no es el único socialista iliberal en la Europa de hoy. Mette Frederiksen, primera ministra de Dinamarca, ha asumido la estricta política antiinmigración del anterior Gobierno conservador y no ve mal desterrar a una isla (donde se hacen experimentos de enfermedades infecciosas de animales) a inmigrantes ilegales con antecedentes penales. Hay otros en las familias políticas europeas con ideas similares. Pero no se les suele invitar a los grandes acontecimientos de gobiernos progresistas.
¿Cómo hay que interpretar la presencia de Sefcovic en España 2050? ¿Nadie se fijó en las medallas de este excomunista devenido en guardián devoto de las esencias, en adversario de la protección a las mujeres agredidas, en enemigo de la igualdad, en vocero de la antiinmigración? ¿No había otro comisario de Bruselas, otra personalidad europea (aunque no fuera de militancia socialdemócrata, sin estrechez de miras) a la que invitar? ¿Cuál es el mensaje subliminal de Redondo?
No sé cómo será la España de 2050, pero, desde luego, la imagino y la deseo lejos de las recetas caducas de Sefcovic. Para ello, todos los demócratas europeos debemos trabajar juntos hoy por encima de nuestras diferencias partidistas contra las ideas iliberales y totalitarias que, lamentablemente, avanzan en todas las adscripciones políticas.
Es oportuno por tanto preguntarse, horas antes de la presentación de España 2050, ¿quién ha elegido a un hombre del pasado para hablar del futuro?
*** Soraya Rodríguez es eurodiputada del Parlamento Europeo en la delegación de Ciudadanos.