La homosexualidad es el tipo más común de transfobia
"Es absurdo creer que la libertad de expresión significa poder decir lo que quieras cuando quieras. Así empezaron en la Alemania nazi" (Titania McGrath)
Cuando te hagas mayor, puede que empieces a desarrollar sentimientos sexuales por otros seres humanos. Puede que incluso te sientas atraído por la flora, lo cual también es perfectamente natural. Como orgullosa ecosexual, me preocupo por exhibir mi preferencia sexual por la vegetación cada vez que se me presenta la ocasión.
Hasta dirijo un taller en un jardín de infancia en el que enseño a los niños a escribir poesía slam con conciencia ambiental mientras llevo a cabo actos de ecofrotamientos con una planta de calabacines (aprendí esta técnica de un gurú en Jaipur, era un tipo muy espiritual, hasta tenía un aro en la nariz y todo).
Hace mucho que la educación sexual se convirtió en una pasión para mí porque me preocupa que el Estado esté fallando a nuestra nueva generación. Sabemos que esto es verdad porque incluso hoy la gran mayoría de las personas jóvenes siguen siendo heterosexuales. Algo no está bien.
No voy a andarme con rodeos. La heterosexualidad es una dañina estructura de poder a la que debemos resistirnos siempre, a no ser que implique un pene femenino y una vagina masculina. Cualquier relación heterosexual es violación. El matrimonio no es otra cosa que una violación organizada por un cura. Con una discoteca.
Así como la heterosexualidad es el tipo más común de homofobia, la homosexualidad es el tipo más común de transfobia
Así que si de pronto notáis que os atrae el sexo opuesto, no le prestéis atención. No hay duda de que es una fase, una perversión pasajera que puede superarse con un poco de autodisciplina. Y, si necesitáis más pruebas para convenceros, echad un vistazo a esto:
Gay: Leonardo da Vinci, Alan Turing, Virginia Woolf
Hetero: Robert Mugabe, Harold Shipman, Adolf Hitler
Yo tengo claro de qué lado estoy. ¿Y vosotros?
Así que permitidme que os lo explique con ayuda de nuestra vieja amiga, la doctora Veronica Ivy. Como apreciada académica y ciclista profesional, tiene mucho arte con las palabras, así como con las ruedas. Aquí tenemos un ejemplo de uno de sus tuits acerca del tema y que debería incluirse en el plan de estudios de la asignatura de Educación Sexual en todos los colegios:
1. Tú: "Me gustan las pollas".
Chica con polla dice: "Ey, ¿quieres salir conmigo?".
"Oh... no... sólo me gustan las pollas en los chicos".
2. Chico responde a un anuncio de citas: "¿Qué pasa, princesa?".
...chico tiene vagina.
"Oh, lo siento, solo me gustan los tíos con pollas".
En ambos casos se rechaza a las personas trans. Las preferencias genitales son transfóbicas.
Las elocuentes palabras de Veronica nos han enseñado que cualquier atracción sexual basada en el sexo biológico es discriminatoria. Así como la heterosexualidad es el tipo más común de homofobia, la homosexualidad es el tipo más común de transfobia. Como dice Veronica, el único deseo aceptable es la pansexualidad y "cualquier orientación sexual que no sea pan es inmoral". Y si no sabéis lo que quiere decir no sois más que unos viles panfóbicos.
Repito. Los genitales no tienen literalmente nada que ver con la atracción sexual. De hecho, si un hombre hetero se niega a hacerle una felación a un pene femenino, solo está demostrando que en realidad es gay.
No existe ninguna prueba biológica simple, ni tampoco compleja, que nos indique quién es un hombre y quién una mujer
Ahora hablemos del género y de por qué es importante.
¿Qué significa ser hombre? ¿Qué significa ser mujer? Resulta que prácticamente nada. Como dijo el científico político y catedrático Roger Pielke Jr: "No existe ninguna prueba biológica simple, ni tampoco compleja, que nos indique quién es un hombre y quién una mujer". La obsesión de la ciencia moderna por la investigación y los datos es una vergüenza. No tengo ningún deseo de dejar embarazado a un varón. Pero si alguna vez cambio de idea, no pienso permitir que ningún científico me diga que no puedo hacerlo.
Las etiquetas de hombre y mujer son puramente identitarias, por lo que es absurdo que arqueólogos profesionales aseguren ser capaces de determinar el género de los esqueletos antiguos gracias a pruebas científicas. Lo siguiente que nos dirán es que pueden averiguar sus pronombres midiéndoles el fémur.
Como personas jóvenes, es importante que entendáis que el género es un constructo social diseñado por el patriarcado para imponer una rígida jerarquía entre los humanos. El binarismo de género es uno de esos mitos que nunca existieron en realidad, como los hombres feministas, el terrorismo islámico o Bruce Jenner. Pero si eres un chico al que le gusta ponerse vestidos o una chica a la que le gusta el fútbol, deberías transicionar inmediatamente.
Puede que esto resulte algo confuso, así que pondré un ejemplo más específico. Llevo años haciendo campaña para luchar contra la vil costumbre de vestir a los bebés varones de azul y a las niñas de rosa, puesto que las preferencias de color no están basadas instintivamente en el género. Al mismo tiempo, cuando mi sobrinito prefirió un peluche rosa en lugar de uno azul, me confirmó que en realidad era una niña y empecé a colarle suplementos de estrógeno en las magdalenas.
Si no sois capaces de albergar en la cabeza dos ideas incompatibles, entonces jamás llegaréis a ser activistas interseccionales
¿Os sigue pareciendo confuso? En ese caso, será que os han enseñado que las contradicciones son malas, cuando en realidad deberíamos aceptarlas. Si no sois capaces de albergar en la cabeza dos ideas incompatibles, entonces jamás llegaréis a ser activistas interseccionales.
Nunca se es demasiado joven para transicionar. Nunca deberíamos presuponer el género, ni siquiera en los nonatos. Aún no se ha inventado el ecógrafo que sea capaz de detectar un feto no-binario. Y no es que podamos esperar que un niño nonato nos vaya a anunciar su deseo de transicionar. Al fin y al cabo, es difícil pronunciar cuando tienes la boca llena de líquido amniótico.
Hace poco, un juzgado de Texas prohibió a un padre que se refiriera a uno de sus gemelos de seis años como él después de que su esposa transicionara a uno de los niños, pero no al otro. Los padres con gemelos idénticos deberían seguir este procedimiento.
Al transicionar sólo a uno de los hermanos están creando un ambiente más transinclusivo en el hogar. Y, además, será mucho más fácil diferenciarlos. Y si son gemelos de distinto género, lo ideal sería que transicionaran ambos y que simplemente intercambiaran los nombres y la ropa.
Las ideas que aprenderéis en clase de biología relacionadas con el género y la sexualidad están tan anticuadas que es realmente vergonzoso escucharlas. Es probable que vuestros profesores se basen en toda una serie de pseudociencias, como la genética, la endocrinología y los hechos. Si se molestaran en hacer el curso más básico de estudios de género se darían cuenta de que todas esas supersticiones han sido desacreditadas hace mucho.
Pero si todavía necesitáis pruebas de que el binarismo de género ha terminado, aquí están:
Creo que esto zanja el tema de una vez para siempre.
Puesto que el género es socialmente construido, la mejor manera de demostrarlo es construyendo tantos nuevos géneros como sea posible. En nuestra era woke existe un número infinito de géneros entre los que elegir. Así que, si no os apetece ser hombre o mujer, aquí tenéis otras opciones a tener en cuenta:
–Agénero
–Pangénero
–Disconforme de género
–Nomujer
–Amujer
–Demichicachicohombre
–Disidente genital
–Hombre-proxi adyacente a femme
–Shabba Ranks
–Coño destartalado
–Neutrois
–MascuFem
–No-binario
–No no-binario
–Proxi no no-binario
–Proxi adyacente a no no-binario
–Vulva fantasma
–Cubo felador
–Winklepicker peludo
–Elfo hervido
Sobre todo, tened sensibilidad al hablar de género y sexualidad. No digáis la palabra bisexual, pues implica que solo existen dos sexos y, por tanto, es transfóbica. Así que, en lugar de LGBTQIA+ deberíais decir LGXTQIA+.
Y evitad la terminología patriarcal, como corrida, lefa o semen. Es mucho mejor llamarlo simplemente leche de odio.
*** Titania McGrath es un personaje imaginario creado por el humorista británico Andrew Doyle. Este texto es un fragmento del libro Mi pequeño libro de activismo interseccional (2021, Alianza Editorial), ya a la venta en España