París es glamour y aroma a perfume. Marsella, malevaje y olor a puerto. De París a Marsella hay más de 770 kilómetros de carretera y una distancia sideral en los simbolismos de las dos ciudades. Son antítesis la una de la otra. El Norte y el Sur.
Rompiendo los tópicos, el encantador de serpientes Bernard Tapie, nacido en un barrio obrero de París (26 de enero de 1943), hizo el viaje inverso a lo que se presume que se el ascenso social. Se fue del Norte al Sur para adquirir la condición de personaje carismático y popular que, sin duda, soñaba desde que hizo algunos pinitos como cantante a los veintipocos años (1967).
También probó fortuna como piloto de carreras y, siendo ya hombre de éxito, incluso jugó a ser actor, disfrazado de chófer de limusina, para rodar un vídeo, y cantar, con el rapero Doc Gyneco.
El Tapie tiburón, especialista en recuperar marcas en bancarrota, tenía una insospechada educación con conocimientos de electrónica (tal vez no demasiado profundos), que le llevó a iniciarse profesionalmente como vendedor de televisores puerta a puerta.
En los años 60 no era algo tan insólito, cuando para comprar una tele era necesario empeñarse casi tanto como para comprar un piso. Los aparatos sin marca, más económicos y construidos por piezas en algún pequeño taller, no eran una mala alternativa.
El siguiente paso fue abrir una escuela para enseñar a vender, señal de que a su labia se le daba bien, en el mismo año en que se rendía a la evidencia de que su futuro como cantante no era precisamente luminoso.
En los años 70 del pasado siglo ya había descubierto Tapie lo rentable que podía ser escarbar en los escombros de una empresa en bancarrota (o casi), ejercer de 'killer' limpiador y acabar revendiendo los restos. Empezó con compañías como SAFT-Mazda, Teraillon y Testut.
Como propietario de La Vie Claire se adentró en el, con él por medio, proceloso mundo del deporte. Creó en 1984 un equipo ciclista con el nombre de la empresa y fichó nada menos que a Bernand Hinault para llegar a ganar el Tour de Francia. Era el quinto que conquistaba el consagrado corredor. Claro que eso no aportaba tanta fama al patrón como al esforzado de la ruta. Pero sí que logró el oropel de 'empresario francés del año'.
Dos años más tarde se hizo con el control del club de fútbol Olympique de Marsella (OdM), para empezar una desenfrenada carrera hacia el abismo.
Su apoteosis se produjo el 26 de mayo de 1993, cuando su OdM derrotó en la final de la Champions al Milán de Silvio Berlusconi (Dios los cría y ellos…) por 1-0.
Después, la catástrofe. Salieron a relucir sobornos, amaños de partidos y hasta botellas de agua con anestésicos suministradas a los rivales menos accesibles.
La chispa que prendió todo fue el arreglo para que los jugadores del Valenciennes, que jugó contra el Olympique inmediatamente antes de la gran final europea, tuvieran cuidadito de no lesionar a alguna de sus estrellas.
Al OdM lo desposeyeron del campeonato francés, la UEFA lo expulsó de las competiciones europeas y fue enviado directamente a la Segunda división. En 1994, Tapie dejó el club, pero ya era un hombre sobradamente conocido no sólo en Francia.
Incluso algunos años después regresó al club marsellés como director deportivo, para, por ejemplo, fichar y luego despedir al también mediático entrenador Javier Clemente.
Entre tanto, el Tapie empresario ya había pisado fuerte. En 1991, siguiendo su línea de adquirir empresas en apuros, había comprado la firma de ropa deportiva Adidas. Cambió muchas cosas en la compañía, deslocalizó la fabricación a Asia y empezó a ver crecer los beneficios. Hasta que otro salto a la fama le obligó a renunciar a ese negocio.
En 1993, François Mitterrand, presidente socialista, lo fichó para incorporarlo a su gobierno como ministro De la Ciudad (urbanismo). Por entonces ya era diputado en las bancadas de la izquierda.
El nombramiento, aunque fuera para una cartera con escaso contenido, obligó a Tapie a vender su participación en Adidas. Y ese momento de culminación personal fue el otro gran despeñadero de su vida.
Hizo la operación de venta con el banco Crédit Lyonnais, del que obtuvo 314 millones. Pero, como la banca siempre gana, el Crédit logró luego hacer la reventa por más de 700.
Ahí comenzó el largo pleito que terminó de poner tintes oscuros a la aureola del populista Tapie. Junto con PDG Orange fue de tribunal en tribunal, reclamando al banco por lo que tildaba de estafa, a la vista de semejante plusvalía.
Las cosas se torcieron también para el propio banco, que era público. Quebró casi inmediatamente después de la operación Adidas. El Estado creó un consorció de liquidación que reconoció en 2005 una indemnización de 135 millones para el polémico empresario.
Pero Tapie no se conformó y siguió litigando por vía de apelación. En 2008, por fin, un arbitraje, bajo la cariñosa mirada de la ministra de Economía y Finanzas Christine Lagarde, hoy presidenta del Banco Central Europeo, le otorgó una compensación de 403 millones de euros. Nicolas Sarkozy era el presidente de la República en esos momentos.
Su papel en el asunto le pudo costar la carrera a Lagarde, ya que fue quien decidió que se resolviera por la vía del arbitraje. En 2015, un tribunal consideró que la resolución había sido fraudulenta, la anuló y envió a Tapie a la cárcel por unos meses.
Un año después el Alto Tribunal de Justicia de la República sentenció que la acción de la entonces ya directora del Fondo Monetario Internacional (FMI) fue "negligente". Pero omitió reproche penal alguno, permitiendo que su currículum no obstaculizase que en noviembre de 2019 fuera 'ascendida' a la presidencia del BCE.
Para Tapie, magnate también de la prensa como propietario del grupo La Provence, en su amado paraíso marsellés, las reminiscencias del 'caso Adidas' resultaron interminables, mientras el cáncer atacaba a su aparato digestivo.
Ha aprovechado los momentos buenos de los últimos años para algunas aparatosas apariciones. La última de ellas, habrá que suponer que involuntaria, fue el pasado abril, cuando él y su esposa fueron atacados y robados en su propio domicilio de París. Los dejaron atados con unos cables eléctricos.
El hombre que persiguió la fama y el dinero con similares entusiasmos y artes de persuasión, ha mantenido una carrera de recursos y apelaciones por Adidas. El último juicio, previsto para octubre del pasado año, había sido pospuesto para mayo, por su delicado estado de salud, que no ha hecho sino empeorar en los últimos meses.
Bernard Tapie falleció este domingo a la edad de 78 años. Al parecer la confirmación oficial la ha dado el club de fútbol Olympique de Marsella.