Los 10 agujeros negros del sistema sanitario español
El sistema sanitario público sufre serios problemas de ineficiencia y obsolescencia provocados, en buena parte, por prejuicios ideológicos respecto al sector sanitario privado. Si no nos libramos de esos prejuicios, las víctimas serán los españoles.
Cuando los principales operadores privados del sector de la salud nos sentamos alrededor de una mesa allá por 2008 para analizar qué estaba ocurriendo para que el sector privado fuera el supuesto culpable de todos los males que sufría por aquel entonces nuestro sistema sanitario, empezamos a ver claramente (porque somos actores participantes de la obra) lo que hoy, tras una crisis económica histórica y una pandemia que ha arrasado al planeta, es ya una realidad palmaria.
De esa mesa inicial surgió el Instituto para el Desarrollo e Integración de la Sanidad (la Fundación IDIS). Lo hizo como respuesta a un movimiento político-ideológico que trataba de culpar de los males que se empezaban a percibir en el sistema público a la famosa, pero dudosa, privatización del sistema sanitario público.
Famosa porque ha sido el clavo ardiente al que todas las fuerzas políticas se han agarrado para distraer a la sociedad de sus obligaciones principales. Porque aquí no importaba arreglar el acceso a nuestro sistema sanitario o la equidad de este, sino evitar que cayera en manos de las empresas privadas.
Privatización dudosa porque, más allá del hecho de que el sistema sanitario privado y las fórmulas de colaboración público-privadas existan desde tiempos anteriores al sistema público, las fórmulas de gestión privada de la sanidad pública en forma de modelo concesional (objeto de todas las iras y demagogias) apenas afectaban a unos pocos hospitales de la Comunidad de Madrid y de la Comunidad Valenciana. Hospitales que son, por cierto, un ejemplo de eficiencia y calidad, calidad medible y contrastable, en la gestión de nuestro sistema de salud.
En el fondo, el movimiento antiprivatización surgió para ocultar lo que era un movimiento real, pronosticado desde hacía muchos años (ahí esta el famoso informe Abril de 1994), y que se puede resumir en la concurrencia de una serie de factores que en nada tienen que ver con el sector privado, sino con un incremento de los costes fruto del envejecimiento de la población, de la cronificación de las enfermedades y del constante avance en la innovación farmacéutica y tecnológica, junto a un sistema de gestión sanitaria pública directa ineficiente, inflexible y con una burocracia incompatible con las necesidades del siglo XXI.
El sector privado era sólo el cabeza de turco.
"A la política nunca le ha interesado coger el toro por los cuernos. Tras años de deterioro progresivo de las prestaciones de nuestro sistema sanitario público, la pandemia ha sacado a relucir todas sus debilidades"
La Fundación IDIS, que aglutina los intereses de todos los sectores empresariales y profesionales del sector (desde los hospitales, el sector de los seguros o la industria hasta los médicos y los pacientes), ha realizado desde entonces varias propuestas para mejorar la salud de nuestro sistema sanitario público. Porque, como ya ha quedado demostrado, si le va mal al sector público, ese deterioro se contagia y nos acaba arrastrando a todos los demás.
De poco ha servido. A la política nunca le ha interesado coger el toro por los cuernos. Tras años de deterioro progresivo de las prestaciones de nuestro sistema sanitario público, la pandemia ha sacado a relucir todas sus debilidades.
Hasta tal punto lo ha hecho que, hartos de hacer propuestas que caían en saco roto, las dejamos a un lado a finales de 2020 y sacamos a la luz, en base a nuestro conocimiento y experiencia, un manifiesto que citaba las características que entendemos que debería tener nuestro sistema de salud. El manifiesto ha sido avalado por más cien organizaciones empresariales y civiles de nuestro país.
En el lado opuesto al manifiesto se encuentran los diez agujeros negros de nuestro sistema público de salud. Si no nos esforzamos por remediarlos, quedaremos condenados a un sistema sanitario público muy alejado de los estándares y las posibilidades del siglo XXI. Algo que sería un fracaso para nuestro Estado del bienestar.
"No es que falte coordinación con el sector sanitario privado o la atención sociosanitaria. Es que no existe integración del sector público de las diferentes comunidades autónomas con los diferentes niveles asistenciales"
Estos son los diez agujeros negros de nuestro sistema público de salud.
1. Nuestro sistema sanitario público no está pensado para atender lo mejor posible a nuestros pacientes porque tiene otros intereses (políticos, ideológicos, sindicales) que hacen que el paciente y su asistencia sean una mera casualidad que pasa por ahí.
2. Desprecia la experiencia y el asesoramiento de los profesionales del sector. Profesionales que, en ocasiones, y en relación con el punto anterior, están más centrados en saber qué hay de lo suyo que en trabajar por el bien común de los pacientes. O esto nos va igual de bien a todos o nos irá mal sin excepción.
3. No colabora con nadie. No es que falte coordinación con la asistencia que de forma complementaria proporciona el sector sanitario privado o la atención sociosanitaria. Es que no existe integración del sector público de las diferentes comunidades autónomas con los diferentes niveles asistenciales.
4- No es accesible. Ya antes de la pandemia teníamos normalizadas las listas de espera para procedimientos diagnósticos y terapéuticos. Tras la Covid, se ha instaurado el bloqueo en la atención primaria, antes incluso de la entrada al sistema de salud, lo que impide cubrir las necesidades sanitarias básicas. No poder acceder a los recursos sanitarios estando enfermo es simplemente inaceptable y no deberíamos aceptarlo sin más.
5. No es un sistema equitativo. Más allá de la diferencia de coberturas entre comunidades, la falta de coordinación entre estas y de colaboración fluida con el sistema privado hace que no haya una oferta homogénea en todo el territorio nacional, lo que quiebra la igualdad de los ciudadanos en función de su lugar de residencia.
6. Es un sistema analógico. Los 17 sistemas sanitarios de las comunidades apenas se comunican a través de un visor de informes. La ausencia de una verdadera digitalización nos impedirá acceder a todas las posibilidades sanitarias que traigan las nuevas tecnologías. Desde el IDIS esperamos poner en marcha este año una plataforma que haga interoperable todo el sector sanitario privado.
7. No apuesta por la innovación farmacéutica. El hecho de que el 80% de los nuevos fármacos oncológicos aprobados por la EMA no estén disponibles en el sistema sanitario público es un fracaso absoluto del sistema de gestión farmacéutico, cuyo modelo deberíamos replantear de arriba abajo.
8. Somos los primeros en el ranking de obsolescencia tecnológica en comparación con los países de nuestro entorno. Más allá de las donaciones de algunos empresarios y del plan Inveat del Gobierno para modernizar las instalaciones de nuestro parque tecnológico, tenemos un problema de fondo: la antigüedad de la tecnología del sistema sanitario público.
9. No se apuesta de forma clara por la innovación y la investigación, lo que nos hace depender de otros países. También genera una fuga constante de talento profesional.
10. En resumen, tenemos un sistema sanitario público cada vez de peor calidad. Para empezar, porque no evalúa y no es transparente. Y si no es transparente, no podemos saber dónde estamos ni adónde debemos ir. Tampoco está suficientemente financiado, ni es eficiente, ni colabora con nadie.
"El bloqueo en el acceso al sistema sanitario público por la saturación y el desgaste sufrido por la atención primaria hace que al final se resienta la fuerza productiva de nuestro país"
A cada uno le duele lo suyo y en este caso a mí me duele lo mío, la sanidad. Si algo hemos aprendido de la pandemia es que la salud lo es todo, porque sin ella la economía sufre. Más allá de las consecuencias directas de la pandemia en forma de enfermos y fallecimientos, los informes de mortalidad que semanalmente saca a la luz el Instituto Carlos III muestran excesos de mortalidad que van mucho más allá de la propia Covid.
Además, el bloqueo en el acceso al sistema sanitario público por la saturación y el desgaste sufrido por la atención primaria hace que al final se resienta la fuerza productiva de nuestro país. Es decir, los trabajadores, con las consecuencias que esto implica para nuestra economía. Actualmente, por ejemplo, gestionar a tiempo un alta o una baja laboral por enfermedad es misión imposible.
Más allá de parches y fuegos artificiales, o reformamos nuestro sistema sanitario público (desde el IDIS hemos hecho multitud de propuestas que se pueden consultar en nuestra web) o nos veremos abocados a refundar todo nuestro sistema de salud en dirección a un modelo que ya no garantizará un estado de salud óptimo de toda la población, sino que se limitará a garantizar que la fuerza productiva de la sociedad, los trabajadores, disponga de los servicios adecuados para que el país funcione.
En mi opinión, no puede haber mayor fracaso como sociedad que llegar a un extremo semejante. Pero ya no vale con decir "eso no va a pasar".
"Eso" ya está ocurriendo.
*** Juan Abarca Cidón es presidente del IDIS.