Para muchos votantes de la derecha española, la pregunta no es tanto si es posible una ruptura PP-Vox, sino si es creíble. ¿Qué está dispuesto a sacrificar el PP? ¿Y qué quiere defender? ¿De verdad el PP de la moción de censura y el del discurso del 15 de febrero son la voz de un proyecto? ¿O era sólo su canto del cisne?
Preguntarse por esa posibilidad es necesario porque los brindis al sol no conducen a nada. Si una declaración grandilocuente tuviese como consecuencia la perpetuación del Gobierno de Pedro Sánchez, entonces sería insensata.
Pero preguntarse sólo por esa posibilidad nos ha llevado a una indefinición que ha producido, por un lado, el crecimiento incesante de Vox. Y, por el otro, desconfianza hacia una alternativa seria al Gobierno actual.
No seamos demasiado duros con la falta de claridad. Tenemos una derecha sociológica muy dividida. ¿Cómo vamos a pedir claridad a los que no veían que Podemos y PSOE no eran lo mismo?
No lo veían muchos de izquierdas. Y tampoco muchos de derechas. El que los veía como idénticos entonces, ahora también ve que PP y Vox son iguales. Y ven que son lo mismo porque no comprenden que lo que está en juego es el orden de la convivencia y no la primacía de sus convicciones. Hay partidos imperfectos y hay partidos rupturistas. Y toca elegir.
"La vieja izquierda y la nueva están derrotadas. Si no se dice es porque alimentar al monstruo sigue siendo rentable"
La claridad que Pedro Sánchez exige al PP no la tuvo antes él para distinguirse de Podemos. O para ahorrarle el calificativo de fascista a cualquiera que se situase a su derecha.
Esa claridad no la tuvo la oposición cuando quiso aprovechar cualquier excusa para provocar una crisis de Gobierno y llegar al poder.
Tampoco la tuvieron los que creyeron que Ciudadanos aglutinaría a todo el centro y relegaría el conflicto a los extremos. Quizá esta fuese la mayor perversión por ser la más noble: pretender neutralizar el conflicto reuniendo en un único partido todas las opciones razonables.
Pero esto es agua pasada y cada uno ha pagado sus deudas. La vieja izquierda y la nueva están derrotadas. Si no se dice es porque alimentar al monstruo sigue siendo rentable. Sólo son tesis operativas para aquellos en la derecha española que siguen viendo que PSOE y Unidas Podemos son lo mismo porque viven del sanchismo. El sanchismo no es un reflejo de las ganas que muchos tenemos de un cambio de proyecto, sino la utilización de Sánchez para justificar cualquier cosa.
¡Cuánto daño hace el sanchismo a la derecha! Actúa como un gas paralizante. Es la tinta de calamar que lo enturbia todo.
“Las tres derechas”, “se puede sumar”, “la moqueta modera” son excusas que pretenden que lo estratégico se imponga sobre lo correcto y que han llevado a la derecha española al letargo. ¿Se puede seguir esquivando la cuestión de la corrección en beneficio de la estrategia?
A muchos no les importa demasiado si a nuestros amigos, conocidos y familiares les toca la pedrea del poder, sino si alguien va a decir algo contra la nueva política. Contra el populismo, el nacionalpatriotismo, el racismo, el ataque a las instituciones, el antiglobalismo o el antieuropeísmo.
Se debe empezar por aclarar qué se propone. Y se debe decir en alto qué se piensa del adversario con claridad. No hay que confundir cortesía con necedad, porque es injusto que el votante no termine de creerse si el PP es o no lo mismo que Vox.
"Vox no soporta al pueblo que pretende gobernar porque cree que ha sido pervertido por la ideología woke, la masonería o Soros"
Alguien tendrá que decir que esos dos partidos son incompatibles. Que Vox ya ha elegido a sus socios en Europa. Y que se ha retratado.
Que son antieuropeístas.
Que no les importa que Orbán se salte las formalidades democráticas, que se haga con el control de la opinión pública o que subvencione a sus ciudadanos porque es la nación europea que más población pierde (los húngaros prefieren Europa).
Que es anfitrión de un congreso para una Europa alternativa de la que ellos serán cola de ratón.
Que habla de la hispanidad, pero rechaza a los hispanos.
Que habla de su organización como si fuese un movimiento nacional y no un partido.
Que rechaza el sistema de partidos y copia el modelo eslavo de la verticalidad y la autoridad.
Que no confía en la actividad parlamentaria de los suyos y les interviene con inspectores porque no entiende que la actividad parlamentaria debe gozar de independencia.
Que no soporta al pueblo que pretende gobernar porque cree que ha sido pervertido por la ideología woke, la masonería o Soros.
Que es revolucionario por definición.
Que es populista y odia al pueblo.
Que utiliza la religión como una excusa y la cruz cristiana como un instrumento.
Que no se toma en serio la moral que promete defender.
"La izquierda volverá. Para el PP el verdadero escollo es ahora, más que un acuerdo con un PSOE moderado, el nacionalismo populista de Vox"
Y esto lo tiene que entender el Partido Popular. Y lo tiene que decir. Nos tiene que convencer de que lo que dijo el 15 de febrero es creíble.
Porque si lo entiende y si está dispuesto a defenderlo incondicionalmente, entonces comprobará que una coalición con Vox no es la solución. Verá que los catalanes y los vascos vuelven la mirada y prestan atención, porque están hartos de la división y la precariedad. Que la España vacía apoya una política que solucione los problemas concretos. Que los andaluces creen en el proyecto y lo respaldarán aún más. Y que ese es el único camino hacia la Moncloa.
La nueva y la vieja izquierda ya han sido derrotadas. No es impensable que surja pronto en su seno la pregunta de en qué momento se radicalizaron. La izquierda volverá. Para el PP el verdadero escollo es ahora, mucho más que un acuerdo con un hipotético PSOE moderado, el nacionalismo populista de Vox.
*** Armando Zerolo es profesor de Filosofía Política y del Derecho en la USP-CEU.