Paul McCartney: una dulce condena
Ayer, 18 de junio de 2022, el exbajista de The Beatles celebró su octogésimo cumpleaños, así que hoy suma ochenta años y un día. Si la cifra suena a condena es, necesariamente y parafraseando a Calamaro, una dulce condena.
Ayer, 18 de junio de 2022, el exbajista de The Beatles celebró su octogésimo cumpleaños, así que hoy suma ochenta años y un día. Aquellos que todavía amamos el rock, y creo honestamente que no somos pocos, tenemos motivos para hacernos una y otra vez una pregunta que afecta directamente al bueno de Paul: ¿es aceptable honrar a McCartney, o debemos clasificarlo en el apartado de nuestros placeres culpables? ¿Es un hortera? ¿Es un cursi?
A veces uno se pone a repasar su discografía y se le vienen a la mente comparaciones con Cliff Richard o con Tom Jones, no con Bob Dylan, Neil Young, Keith Richards, Kurt Cobain… o John Lennon [glups].
Lanzada la provocación, confieso de entrada mi propia respuesta a la incómoda pregunta: tal como yo lo veo, McCartney es, sin discusión, uno de los mejores músicos contemporáneos. En algunos sentidos, el mejor.
También es su propio peor enemigo: uno querría reivindicarle como un creador de melodías sublimes, como un innovador como ha habido pocos, como un músico superlativo, como un cantante descomunal… pero se encuentra de bruces con su colección de temas almibarados (My love), con cancioncillas infantiles (Mary had a little lamb) y con horteradas autocomplacientes (Silly love songs). Más aún: nuestro Paul las reivindica. Todas ellas.
El caso es que… tiene motivos para hacerlo. Maldita sea, son buenas canciones. Por supuesto que ha metido la pata, ¿quién no lo habría hecho a lo largo de una carrera de sesenta años? Tiene álbumes enteros infumables: Wings wild life (1971) -ahórrenselo, en serio, o le perderán el respeto-, Back to the egg (1979), Press to play (1986), Driving rain (2001)…
Pero también nos ha regalado obras maestras. Por no entrar en detalle con una lista de canciones que sería eterna, me limito a aconsejar unos pocos LP de su carrera en solitario: Band on the run (1973), el infravalorado Tug of war (1982) y Chaos and creation in the backyard (2005). Dense el lujo de escuchar al menos estos y, si los disfrutan, buceen en su discografía. Encontrarán joyas.
Sí, es cierto: lo mejor de McCartney es su producción con The Beatles, pero resulta bastante comprensible. Ya no nos creemos la máxima de que el rock 'n' roll es cosa de jóvenes (a lo mejor, por la cuenta que nos trae a algunos), pero hay algo de cierto en que el ímpetu creador es más propio de esta etapa de la vida.
Además, claro, hay que tener en cuenta que la combinación de aquellos cuatro músicos era pura magia: Paul es el autor de And I love her, un tema brillante, pero fue George Harrison quien inventó sobre la marcha el riff de guitarra que todos identificamos, mientras que John Lennon remataba el puente de la canción. Así pasaba casi siempre: había tres genios creadores en aquel grupo y todos ellos disfrutaban de la bendición de estar rodeados de los demás.
Paul no firmaba sus composiciones en solitario en esta época: hasta la separación del grupo en 1970, todos sus temas y los de John salieron al mercado con la rúbrica Lennon/McCartney. Cuenta la historia que en realidad dejaron de trabajar juntos muy pronto, pero no es del todo cierto. Lo que en realidad sucedió es que perdieron la costumbre de ponerse a trabajar juntos de cero.
"Cierto, lo mejor de McCartney es su producción con The Beatles, pero resulta comprensible: eran tres genios creadores bendecidos por estar rodeados"
McCartney pudo llegar con Michelle casi rematada, pero fue Lennon quien escribió, una vez más, el puente. A principios de 1967, John compuso la sublime A day in the life, pero fue Paul quien concibió el demencial arreglo de orquesta que la convierte en épica y quien sumó un imprescindible pasaje central.
La química entre aquellas dos personalidades tan distintas era perfecta. Se respetaban, se admiraban y se utilizaban como punto de referencia, compitiendo elegantemente para superar la última genialidad del otro. Si Lennon ponía encima de la mesa Strawberry fields forever, McCartney contestaba con Penny Lane y el público recibía como regalo el mejor single de todos los tiempos.
Paul fue el beatle que más esfuerzos hizo para evitar la separación de la banda. Cuando ya era evidente que los otros tres habían desconectado emocionalmente del proyecto, tiró la toalla y fue él quien anunció al mundo que el sueño había terminado. Sus ánimos andaban por los suelos.
Decidió reinventarse y empezar de cero, creándose una nueva vida junto a su flamante esposa, Linda. La decisión era perfectamente comprensible en lo personal, pero tuvo sus costes en el apartado artístico. McCartney no quería sonar como The Beatles… y lo pagó caro. Su primer LP en solitario contenía algunas canciones más que respetables y una composición incontestable, Maybe I'm amazed, pero fue grabado de forma completamente amateur. Pocos le rieron el chiste. Sus primeros trabajos en solitario le hicieron perder gran parte del reconocimiento acumulado. De alguna manera, nunca se recuperó del todo de aquel bache.
Su carrera remontó, por supuesto, y a mediados de los años 70 llenaba una vez más estadios con una banda de músicos gregarios, Wings, pero su obra musical no generaba el respeto de antaño. Los éxitos habían vuelto y también las canciones con chispa, pero no siempre unas y otras eran coincidentes. Sin nadie que le tosiera alrededor, McCartney parecía incapaz de separar el grano de la paja.
Faltaba una figura crítica mirando por encima de su hombro. Hablamos, claro, de Lennon, el único músico cuya opinión escuchó McCartney jamás. Lennon, por cierto, también acusaba la ausencia de McCartney: ambos siguieron creando obras notables pero, convertidos en dioses únicos, perdieron la tensión creativa y firmaron también trabajos mediocres y a veces hasta vergonzantes.
"Después de The Beatles, ya no fueron más Lennon/McCartney. Aún crearon obras notables pero, como dioses únicos, perdieron la tensión creativa"
El peor material de la producción en solitario de Lennon vino marcado por sus tendencias panfletarias y por su urgencia en el estudio, que en ocasiones provocó que los arreglos y la producción recibieran menos atención de la necesaria. Los pecados de McCartney eran muy distintos: en demasiadas ocasiones, se dejó llevar por la banalidad, confiando (con motivos) en que su don para parir melodías le sacaría del apuro. No siempre ocurrió.
Paul McCartney es más que capaz de escribir letras extraordinarias. Lo demostró muchas veces en su etapa con The Beatles. El primer texto incontestable fue el de Eleanor Rigby, una conmovedora narración sobre la soledad de la gente adulta en la que John Lennon no aportó gran cosa.
El problema es que a Paul no le interesa demasiado trabajar las letras de sus canciones y se conforma con encontrar onomatopeyas que luzcan un poco y con rimar versos que hablen de amor o que cuenten historias inventadas sobre gente común y corriente. En 1980, John afirmó que en muchas de las canciones de Paul los protagonistas son "gente aburrida haciendo cosas aburridas". No es siempre el caso, por supuesto, pero lo es muchas veces, quizá demasiadas. Cuesta imaginarse a Mick Jagger cantando "los bailes de salón me convirtieron en un hombre".
¡Pero nos queda la música! Sí, es verdad… pero hasta en este apartado McCartney es capaz de pinchar en hueso. Es autor de decenas (¿docenas?, ¿centenares?) de canciones inmortales, pero no pocas veces se muestra autoindulgente.
Es verdad que algunos de sus temas, ridiculizados en el momento de su lanzamiento, se han ganado un cierto respeto con el paso de los años, pero no sé si esos guiños de la crítica nos hacen un favor. Pienso por ejemplo en Temporary secretary, denostada cuando se publicó en 1980 y habitual hoy en día en las listas de sus mejores creaciones. No le riamos las gracias, por favor, o nunca volverá a escribir For no one.
Una cosa es cierta: con mejor o peor resultado, McCartney se ha atrevido con todo. Ha lanzado discos de R'n'R puro, ha compuesto música clásica, se ha escondido bajo pseudónimos para producir música electrónica, ha coqueteado con el jazz, tiene pendiente el estreno de un musical… Nunca descansa.
Y sí, digámoslo una vez más y sin pero alguno: compone como los puñeteros ángeles, y no sólo baladas excelsas, aunque sean lo más conocido de su catálogo. Hablamos del tipo que ha dejado para la historia Get back, We can work it out, Got to get you into my life, Lady Madonna y Oh! Darling. Poca broma. No, Paul McCartney no es Tom Jones.
"Compone como los ángeles, y no sólo baladones. Es autor de 'Get back', 'Got to get you into my life' y 'Oh! Darling'. Poca broma, McCartney no es Tom Jones"
Paul McCartney es el mejor bajista de la historia, es el tipo que escuchaba a Berio y a Stockhausen para inspirarse y empujar a Lennon, Harrison y Starr a crear un álbum como Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band; es uno de los mejores cantantes de la historia del pop (aunque, sí, sus ochenta años se le notan); y, si le apetece, un vanguardista.
Es un tipo que tiene la música en la cabeza, capaz de componer Picasso’s last words delante de Dustin Hoffman segundos después de haber leído en el periódico la noticia sobre la muerte del pintor. Es el autor más exitoso de nuestros días y el músico más vendedor de todos los tiempos. ¿Es comparable a Dylan, nos preguntábamos antes? Va a ser que sí. O eso opina el propio interesado. En 2007, en la revista Rolling Stone, el de Duluth dejó dicho lo siguiente: "Soy un admirador de McCartney. Puede que sea el único al que admiro. Puede hacerlo todo. Y nunca ha dejado de hacerlo. […] Le sale sin hacer ni el más puñetero esfuerzo".
Una confesión final: yo descubrí a The Beatles en mi primera adolescencia gracias al hortera de Paul McCartney. Mi primer disco grande fue Pipes of peace (1983), y sólo después de aprendérmelo de memoria me enteré de que aquel tipo era uno de los cuatro Beatles. Me ganó por sus propios méritos, me arrastró hasta su banda de los 60 y me cambió la vida. Me he pasado más de 30 años escudriñando su producción musical hasta la última esquina y hace seis meses que publico en la revista digital Frontera D una enciclopedia por entregas en la que se analiza, disco a disco y canción a canción, la obra de los de Liverpool.
Si los ochenta años y un día de McCartney suenan a condena son, necesariamente y parafraseando a Calamaro, una dulce condena.
*** Carlos 'Putxe' Prieto es autor de 'It’s all too much – Una enciclopedia por entregas: disco a disco, tema a tema'.
- Coda:
- Para acabar, una selección de 20 canciones de McCartney, diez con The Beatles y otras tantas de su carrera en solitario. Todas son buenas y casi todas conocidas. Esto siempre es subjetivo. No son necesariamente mis preferidas, pero creo que dan una imagen fiel de los diferentes palos que sabe tocar nuestro héroe del día.
Con The Beatles:
I saw her standing there
All my loving
Yesterday
We can work it out
Eleanor Rigby
Penny Lane
Hey Jude
Helter skelter
She came in through the bathroom window
Let it be
En solitario:
Maybe I’m amazed
Another day
Uncle Albert/Admiral Halsey
Band on the run
Mull of Kintyre
Here today
No more lonely nights
My brave face
Calico skies
Jenny Wren