Inicio de la investigación sobre el Katyn ucraniano: ¿han quemado vivos a los defensores de Azovstal?
La hipótesis más probable sobre la masacre de Olenivka es que los carceleros encerraron a los soldados de Azovstal y achicharraron a estos héroes como corderos sacrificiales.
Alla Samoilenko es la madre de Ilya, el joven comandante ucraniano que resistió durante meses en Mariúpol, en las galerías subterráneas de la acería de Azovstal.
Lo entrevisté para mi película Por qué Ucrania (Pourquoi l’Ukraine), unas horas antes de que él y sus hombres recibieran la orden de rendición.
En la entrevista, Ilya me dijo que acabar en manos de los separatistas prorrusos del Donetsk era lo peor que les podía pasar a los combatientes del regimiento Azov, ya que serían torturados, o asesinados, o ambas cosas.
Así, Ilya había predicho, en cierto sentido, la tragedia que tuvo lugar el 29 de julio en el corazón del Donetsk, en la colonia penitenciaria de Olenivka, donde varias decenas de hermanos de armas suyos fueron quemados vivos tras una explosión cuyo origen la propaganda rusa oculta de manera sistemática.
Y la primera pregunta que le hago a su madre es si Ilya se encuentra entre las víctimas.
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“Creo que no”, responde ella, con un hilo de voz ahogado de la congoja. “Tenemos informaciones contradictorias, pero no figura en la lista de 37 víctimas que los rusos han publicado. Así que creo que no”.
Dudo si decirle o no que la cifra de fallecidos es superior, que los ucranianos hablan de 53.
“Ya hay dos víctimas más”, dice, como si me pudiera leer la mente. “Han muerto durante el traslado al hospital. Súmele 71 heridos”.
"Siento que la mujer está a punto de echarse a llorar. A punto de quebrarse. Prefiero seguir con la conversación, ampliar los temas y preguntarle qué sabe sobre la matanza en sí"
—¿Hay una lista de los heridos?
—Sí. Incluso sabemos cuáles son los hospitales. Hospital número 14 para los que tienen quemaduras graves. El número 16, para cirugía. Para el resto, Centro de Traumatología de Kalinina. Pero Ilya tampoco está en ninguna de esas listas.
—¿Cuándo fue la última vez que supo de él?
—A finales de junio, cuando se produjo el intercambio de prisioneros que aceptaron los rusos. Un compañero, que había estado con él durante el encierro, me dijo que estaba demacrado. Desnutrido. Esquelético. Ilya, desde niño, ha tenido problemas pulmonares. Parecía que tenía una neumonía.
—Entonces, ¿no ha tenido noticias directas? He leído que los presos a veces pueden llamar por teléfono a sus familiares.
—Sí. Pero los combatientes del batallón Azov no. Nunca. Desde la rendición del 20 de mayo, no he oído el sonido de su voz.
—¿Y Denis Prokopenko, su líder, comandante en jefe de la Azovstal?
—Sabemos que fue trasladado de inmediato a la base militar de Zheleznodorozhni, cerca de Moscú. Sobre el resto del batallón, solo tenemos rumores. Lo habrán atiborrado de medicamentos... Lo habrán torturado psiquiátricamente... Como si lo estuvieran condicionando para su juicio... ¿No le parece que todo esto es monstruoso? ¿Qué va contra los Convenios de Ginebra? ¿Cuándo se decidirá el mundo a considerar a Rusia un Estado terrorista?
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Siento que la mujer está a punto de echarse a llorar. A punto de quebrarse. Prefiero seguir con la conversación, ampliar los temas y preguntarle qué sabe sobre la matanza en sí. Los rusos, mientras hablamos, culpan de la carnicería a Kiev.
Cruzando lo que me cuenta con la información obtenida sobre el terreno de fuentes generalmente fiables, extraigo las siguientes observaciones.
No hay testigos que puedan decir que oyeron el característico silbido de un misil.
No se ha informado de ningún lanzamiento aquella noche desde las líneas ucranianas, que, de hecho, están muy cerca, a poco menos de 15 kilómetros de distancia (lo que dificulta técnicamente el uso de un lanzamisiles estadounidense HIMARS, que es lo que dice el Kremlin que sucedió).
"Para despejar toda sombra de duda, habrá que someter a Rusia a una investigación internacional como a la que se negó durante mucho tiempo tras el ataque con un misil BUK al vuelo de Malaysia Airlines en 2014"
Los vídeos difundidos por los troles rusos muestran diversos elementos inquietantes: ni un solo edificio de los alrededores sufrió daños graves; en la prisión, imágenes típicas (paredes aún en pie, ventanas y partes del techo intactas) de una explosión cuyo epicentro estaría en el interior, y luego los cuerpos carbonizados, que parecen ser la firma de las armas termobáricas, que emiten mucho calor, que los rusos ya utilizaron ampliamente durante el asedio de la fábrica de Azovstal.
A esto hay que añadir que el lugar de la carnicería no era una cárcel como tal, sino una especie de instalación técnica.
Añadamos también el hecho de que 200 partisanos de Azovstal fueron convenientemente trasladados allí el día anterior.
Y añádanse a esto las declaraciones rusas de los últimos días pidiendo la ejecución sumaria de estos “neonazis” (palabras del Leonid Slutski, presidente del Comité de Asuntos Exteriores de la Duma); que se los cuelgue sin los honores que se les deben a los soldados (palabras del embajador ruso en Londres), y que no haya más intercambios de prisioneros (palabras de Vyacheslav Volodin, presidente de la Duma).
Todo puede ser, por supuesto.
Y para despejar toda sombra de duda, habrá que someter a Rusia a una investigación internacional como a la que se negó durante mucho tiempo tras el ataque con un misil BUK al vuelo de Malaysia Airlines en 2014.
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Pero la hipótesis más probable en estos momentos es que los carceleros encerraron a los soldados de Azovstal; que el origen de la explosión fue el interior de la prisión o las inmediaciones, y que achicharraron a estos héroes como corderos sacrificiales.
Para mí, como para Alla, la conclusión es clara. Olenivka es el Katyn de Ucrania.
Al igual que en Katyn, donde los soviéticos asesinaron a la flor y nata de la aristocracia y el ejército polacos en 1940, aquí, en Olenivka, los rusos han ejecutado a sangre fría a los más valientes del Ejército de Zelenski.
E Ilya Samoilenko no se equivocó al decirme que es mejor morir con las armas en la mano que caer en manos de esos malnacidos.