'Bibi' Netanyahu cabalga de nuevo en Israel
La victoriosa coalición de Gobierno en Israel ha logrado la estabilidad. Para mantenerla, Netanyahu debe convencer a sus socios de que la apertura hacia Oriente Medio debe seguir.
Hace un año perdió las elecciones sumido en tres procesos judiciales, pero el martes, tras cinco convocatorias electorales en tres años, los israelíes decidieron otorgarle una vez más la confianza para ser primer ministro. Benjamin Netanyahu, Bibi, como se le conoce popularmente, se prepara para consolidar su extensa trayectoria (quince años ya) al frente de Israel.
En un país en que solo se puede gobernar en coalición, ocho partidos de todo el espectro, con la participación por primera vez de uno árabe, se unieron en 2021 en una muy débil alianza de 62 escaños (la mayoría absoluta son 61) para desbancar a Netanyahu del poder. La fragilidad no tardó en constatarse: el único nexo de unión era la voluntad de acabar con Bibi.
Las elecciones del pasado martes dejan una clara conclusión. El país está dividido (apenas unos cientos de miles de votos separan a los dos bloques) pero la estrategia más consistente del bloque de la derecha otorga cierta comodidad a la nueva coalición para gobernar en la Knesset, el parlamento israelí. En el gobierno acompañarán al Likud de Netanyahu dos partidos ultraortodoxos y otro más, Sionismo Religioso, que ha levantado todas las alarmas en la región al convertirse en la tercera fuerza política del país.
La capacidad para llegar a acuerdos debería ser algo relativamente sencillo, dado el buen entendimiento entre los partidos de la futura coalición. Las dificultades vendrán en la política exterior, en el proceso de que Israel se sitúe como un actor geopolítico líder en Oriente Medio.
El panorama que dejó Netanyahu en 2021 es hoy muy diferente. El aislamiento será su principal reto exterior. Su más fiel aliado en Estados Unidos, Donald Trump, ya no está, y en el Partido Demócrata comienzan a sonar voces anti-israelíes nunca antes escuchadas con tanta vehemencia. Europa está en guerra, y demanda a Israel un mayor compromiso de suministro de material de seguridad y defensa a Ucrania. En este marco, Netanyahu, quien hace un año trataba a Putin como un amigo, hoy no puede dar la mano a Rusia sin dejar de lado los valores democráticos y de libertad que solo Israel representa en su vecindad.
"El gran desafío de Netanyahu será que las realidades internacionales no se lleven por delante su victoria electoral y la nueva coalición"
De aquel Netanyahu de 2021 solo queda un hecho no menor, los Acuerdos de Abraham, que pasarán a la historia como el gran cambio de paradigma desde los Acuerdos de Oslo en 1993. La firma de tratados con Emiratos Árabes y Bahréin, y con Marruecos y Sudán después, han permitido la mayor colaboración socioeconómica y política entre países árabes e Israel de la historia.
Desde entonces se han firmado más de 150 memorándums que establecen nuevas vías de comunicación, así como grupos de trabajo en materia de investigación y desarrollo, colaboración en seguridad, y diseño de proyectos de cooperación triangular en desarrollo como el que permite suministrar agua potable a Jordania gracias a las desalinizadoras israelíes y la colaboración de Abu Dabi.
El comercio entre Israel y Emiratos Árabes ha crecido un 130% y casi medio millón de israelíes se aprovechan de la apertura de nuevas vías aéreas hasta el momento inexistentes hacia Emiratos, Marruecos o Bahréin. Estos son algunos de los datos, y deben servir para seguir apoyando esta vía de cambio geopolítico en la región.
Sin embargo, en el nuevo gobierno puede haber socios que pongan en peligro esta senda de éxito. La presencia de Sionismo Religioso, decíamos, despierta la preocupación en Emiratos y Marruecos. El partido que lidera Itamar Ben-Gvir promueve los principios más puros del Estado judío y, en consecuencia, el rechazo de la población árabe.
[Israel registra una participación récord del 28,4% pese a votar por quinta vez en tres años]
Emiratos Árabes y Marruecos dieron un paso al frente al firmar estos acuerdos, que nadie debería sabotear, considerando que era necesario dar un nuevo aire a la región. La estabilidad y el progreso son primordiales. Sin embargo, la presión interna puede hacerles ahora rebajar sus expectativas sobre los pactos.
No solo en los países firmantes saltaron las alarmas con la fortaleza de Sionismo Religioso; la inquietud se ha extendido allí donde se lograron grandes éxitos colaterales de los Acuerdos, como Arabia Saudí, Turquía o la misma Unión Europea. En Riad, a la espera del cambio generacional en el liderazgo del país que impide por el momento formalizar las relaciones con Israel, se han desarrollado vías de colaboración sin acuerdo global por escrito, pero que han facilitado la resolución de disputas territoriales como la de las islas de Tirán y Sanafir. en el golfo de Aqaba.
En Bruselas podría peligrar el resultado del reciente Consejo de Asociación celebrado con Israel que asumió el mandato para diseñar las nuevas prioridades de la futura relación euro-israelí, y la estabilidad de Oriente Medio hace que la UE no pueda dejar caer este proyecto.
Hoy, Bibi se enfrenta a una situación muy diferente a la que dejó, y de la que únicamente queda su propia obra, el cambio de paradigma en Oriente Medio. Su mayor fracaso sería que se rompieran los acuerdos, y es dentro del gobierno donde va a tener a los mayores detractores de los históricos pactos. Su gran desafío será mantener la estabilidad y que las tensiones internas y las complicadas realidades internacionales no se lleven por delante su victoria electoral y la nueva coalición.
*** José Ramón Bauzá es expresidente de las Islas Baleares y eurodiputado de Ciudadanos en el Parlamento Europeo.