Cómo impedir que Rusia le sirva sopa de rata al mundo
Gran parte de la desinformación rusa en el mundo se difunde a través de las redes sociales ya que Twitter, Meta y Google todavía no saben cómo contrarrestarla.
Feliz Navidad Antirrusa es título de un anuncio de la cadena Russia Today que muestra a los europeos sin energía, pasando frío y comiendo una sopa hecha con un hámster. Este es uno de los tantos ejemplos de la desinformación que utiliza Moscú para asustar a Occidente.
El vídeo que lanza el Kremlin para felicitar las Navidades a los europeos.
— Conrado Díaz (@conradodiaz22) December 25, 2022
"Feliz Navidad antirrusa. Por si tus medios de comunicación no te informan de dónde está esto." pic.twitter.com/uEqmzEGh9Z
Después de la invasión a gran escala de Ucrania por parte del Ejército ruso, el volumen de desinformación y su incidencia han aumentado. Antes de 2022, las principales contramedidas a esa desinformación en Europa y América del Norte eran la comprobación de los hechos y la refutación de mentiras. Sin embargo, nuevos retos requieren acciones más drásticas.
La importancia de la dimensión informativa y psicológica de la actual guerra se hizo evidente hace tiempo. Nos hemos acostumbrado al término guerra híbrida, pero incluso antes, Vladislav Surkov, uno de los ideólogos del régimen de Vladímir Putin, ya le había puesto a ese tipo de guerra otro nombre: "no lineal".
Una guerra no lineal es aquella que no deja claro quiénes son los contendientes y dónde tiene lugar la confrontación. El objetivo principal de quien detona el conflicto no es ganar, sino "sacar provecho para crear una permanente sensación de inestabilidad que le permita manejar y controlar".
"La particularidad de la manipulación rusa consiste en la combinación del cínico know-how de los servicios de inteligencia soviéticos con las tecnologías modernas"
Ucrania, que tenía estrechos vínculos con Rusia en muchos ámbitos, y que todavía no se ha deshecho por completo de la herencia cultural y política de la era soviética, debiera haber sido presa fácil de esa agresión no lineal. El ensayo general (el ataque contra Georgia en 2008) y la primera etapa de agresión en 2014 (el apoderamiento de la Crimea y el inicio de la guerra en las regiones del este) tuvieron éxito en gran medida gracias a la propaganda.
La particularidad de la manipulación rusa consiste en la combinación del cínico know-how de los servicios de Inteligencia soviéticos con las tecnologías modernas, que permiten difundir la desinformación de manera eficaz. Eso tiene su mejor efecto en países con medios de comunicación monopolizados y controlados.
Es decir, en la propia Rusia.
Durante el gobierno de Putin, que ya lleva más de dos décadas, la propaganda ha logrado inculcar en la mayoría de la población un tradicionalismo militante combinado con la nostalgia de "la grandeza" de la época soviética, cuando "todo el mundo le tenía miedo" a Rusia. Asimismo, ha llevado al absurdo el culto a la victoria sobre la Alemania nazi, que se atribuye únicamente a Rusia.
También ha logrado crear una imagen del enemigo exterior, cuyo papel puede variar en función de sus necesidades: Occidente, Estados Unidos, la Unión Europea, Ucrania, Georgia, etcétera. Ha hecho creer a los rusos que la restauración del imperio (y no, por ejemplo, un nivel de vida más elevado o el desarrollo de una economía moderna) es la misión principal del Estado.
En este sentido, esa restauración es presentada como una misión lo suficientemente valiosa como para sufrir incomodidades tales como sanciones y aislamiento internacional, e incluso morir en la guerra.
[Rusia alojará submarinos nucleares en el Pacífico en 2024 para llevar supertorpedos Poseidón]
Los años de propaganda no lineal han enseñado a los rusos a no hacer preguntas y a no buscar en las noticias oficiales ninguna lógica o coherencia. En su espectro informativo coexisten mensajes mutuamente excluyentes sobre el imperativo de derrotar a Ucrania y de salvarla, sobre la ausencia de reclamos territoriales en Ucrania por parte de Rusia y al mismo tiempo sobre la obligación de "devolver a su seno" tierras que supuestamente le pertenecían, etcétera.
Un día, los medios propagandísticos piden sangre y llaman a recurrir a las armas nucleares. Pero, al día siguiente, condenan a un colega como Antón Krasovsky, a quien se le fue la lengua al decir que apoyaba el asesinato de niños ucranianos.
Una encuesta realizada en Rusia a finales de 2022 por la consultora sociológica independiente Levada-Center demostró que el 74% de los ciudadanos rusos respaldaba la agresión a Ucrania.
Con ese dato, las autoridades rusas siguieron el camino de Corea del Norte y optaron por "apretar las tuercas": acabaron con la prensa independiente, introdujeron la responsabilidad penal por difundir la verdad sobre la guerra en Ucrania (verdad que en Rusia se llama "fake sobre el Ejército") y hasta por utilizar la palabra "guerra".
También bloquearon el acceso a las redes sociales globales, donde se pueden encontrar explicaciones alternativas sobre lo que está pasando.
"Los medios rusos y prorrusos intentan convencer de que Ucrania es un estado deficiente controlado por Occidente y gobernado por nazis"
En Ucrania, la propaganda rusa tiene diversos objetivos. Crear y agravar la discordia en la sociedad, frenar las reformas y la democratización, sembrar desconfianza hacia la condición de Estado de Ucrania y la integración europea y euroatlántica, desestabilizar los procesos políticos y convertir a Ucrania en un Estado fallido que Rusia podría engullir.
Sin embargo, no resulta fácil operar en territorio ucraniano. Al iniciarse la agresión en 2014, las autoridades ucranianas prohibieron la transmisión de las cadenas de televisión del Kremlin y luego bloquearon el acceso a las redes sociales rusas. Entonces, Moscú se vio obligado a depender de sus aliados políticos en Ucrania.
Un estudio de 2020 de la ONG ucraniana Detector Media evidenció que el 70% de los casos de difusión de narrativas prorrusas provenían de medios que pertenecían a los representantes del partido Plataforma de Oposición-Por la Vida, encabezado por el amigo de Putin Víctor Medvedchuk.
Esos medios intentaban convencer de que Ucrania era un estado deficiente controlado por Occidente y gobernado por nazis, que la guerra en las regiones del este era de naturaleza civil y seguía sólo porque el Gobierno ucraniano y los oligarcas se aprovechaban de ella.
Había también encargos especiales por parte de Rusia. Por ejemplo, la promoción de la vacuna Sputnik-V contra la Covid-19 como la única eficaz y la difamación de sus análogas reconocidas mundialmente. Además, se difundían noticias completamente falsas, por ejemplo, sobre la construcción de una base militar británica a orillas del mar Negro, en la región administrativa de Mykolayivska.
Aunque la guerra con Rusia en realidad comenzó en 2014, Ucrania seguía viviendo bajo leyes de tiempos de paz. En ese sentido, los medios prorrusos estaban amparados por los principios de libertad de expresión, así como por organizaciones internacionales de prensa y de derechos humanos.
A principios de 2021, las autoridades introdujeron sanciones contra los fundadores de medios prorrusos. Un mecanismo que no era impecable ante la ley, pero que funcionaba de manera eficaz. Las cadenas que difundían la desinformación del Kremlin dejaron de transmitir y se vieron obligadas a trasladarse a internet, donde posteriormente también fueron bloqueadas.
Al comenzar la guerra, a los ucranianos les cortaron el acceso a la mayoría de los sitios en línea rusos o leales a Rusia. Las autoridades también están colaborando con la administración de Google, Meta y otras corporaciones para cerrar el acceso a páginas web de propagandistas asentados en Ucrania.
Actualmente, el espacio mediático ucraniano está prácticamente despejado de campañas de desinformación rusa. La última que queda quizás esté en las redes sociales, principalmente en Telegram. Según estudios realizados por USAID e Internews, esta red se ha convertido en la fuente principal de noticias de los ucranianos.
Telegram contiene una serie de canales controlados por los servicios de Inteligencia rusos, que se presentan como "ucranianos" y que difunden mensajes prorrusos disimulados. Sin embargo, una red eficaz de organizaciones de comprobación de hechos que funciona en Ucrania detecta y denuncia la mayoría de esas maniobras.
"Un estudio de la UE confirma que Moscú apela a la desinformación a nivel global para socavar el apoyo internacional a Ucrania y la desaprobación de la agresión rusa"
La influencia de medios rusos sigue siendo peligrosa, pero todos los intentos de cambiar algo a nivel estratégico (dividir la sociedad, desalentar la movilización o el apoyo al Ejército, poner a los ciudadanos en contra de las autoridades) están condenados al fracaso.
Asimismo, ha sufrido un fracaso revelador el intento por parte de Rusia de provocar protestas masivas en ciudades ucranianas contra los cortes de energía provocados por los mismos ataques rusos contra centrales eléctricas. "El levantamiento popular" que intentaban instigar las cadenas propagandistas no tuvo lugar, porque nadie acudió a manifestaciones inexistentes.
La experiencia de Ucrania, que logró neutralizar la propaganda rusa en su territorio, ofrece una pista para Europa y el resto del mundo. Un estudio de la UE de 2022 definió a Rusia como la principal fuente de desinformación en el mundo. Mientras, en muchos otros países, las posibilidades de los medios y los agentes rusos para difundir su contenido son ilimitadas.
Las conclusiones de ese estudio de la UE confirman que Moscú apela a la desinformación a nivel global para socavar el apoyo internacional a Ucrania y la desaprobación de la agresión rusa.
En realidad, esa desinformación tiene múltiples objetivos a escala planetaria, produciendo diferentes narrativas para diversos públicos: desde afirmaciones que indican que todas las refugiadas ucranianas son prostitutas hasta la interpretación de la agresión a Ucrania como "guerra anticolonial" contra Occidente.
Desde historias conspirativas sobre armas biológicas y una "bomba sucia" supuestamente elaborada en laboratorios ucraniano-estadounidenses hasta la afirmación de que la escasez de alimentos en el mundo se debe a las sanciones contra Rusia y no al impedimento a la importación del grano ucraniano.
Algunos políticos del hemisferio sur, comunidades de conspiradores y celebridades como Roger Waters o Steven Seagal ayudan a difundir esas narrativas. Los propagandistas realizan un trabajo aparte con la diáspora rusohablante de países europeos y norteamericanos.
Taking a break from his antisemitic attacks on Israel, Roger Waters does Putin's bidding.
— Ari Ingel (@OGAride) February 21, 2023
He released a video accusing America & its “NATO vassals” of provoking Russia to invade Ukraine.
He adds that the countries in Eastern Europe shouldn’t have been allowed to join NATO. pic.twitter.com/kO01azofD7
El objetivo de la influencia informativa no se limita a la cuestión ucraniana. Rusia hace sus propias apuestas en las elecciones en otros países, interviene en su política y provoca protestas masivas.
Una gran parte de la desinformación rusa en el mundo se difunde a través de las redes sociales, ya que Twitter, Meta y Google todavía no han inventado una manera eficaz de contrarrestarla (sin hablar de TikTok, que se hace cada vez más popular entre los jóvenes).
Los mensajes que benefician al Kremlin se difunden en las redes tanto por bots como por verdaderos partidarios del régimen de Putin. Sin embargo, piezas de propaganda más sofisticadas (tales como el anuncio sobre la sopa de hámster) son producidas por Russia Today, Sputnik y otros medios creados y generosamente financiados por Moscú.
Algunos de esos medios ya están prohibidos en Europa y América del Norte, pero suelen encontrar atajos legales para seguir operando. Así, cambian de jurisdicción, se trasladan a otras plataformas y amplían su presencia en las redes sociales. Aunque la reticencia de países democráticos a introducir restricciones en el ámbito mediático es comprensible, no hay otra manera de neutralizar la influencia destructiva de Rusia en el espacio informativo.
Es por eso por lo que hay que empezar por el bloqueo físico de los principales puntos focales de la difusión de sus mentiras.
*** Otar Dovzhenko es editor, periodista y profesor de la cátedra de Periodismo y Medios de Comunicación de la Universidad Católica Ucraniana.