El "Código Penal de La Manada" es el de Podemos
La ley del 'sólo sí es sí' quiso ser el broche del asalto a las instituciones que preconizó Pablo Iglesias, pero el Estado de derecho acabó prevaleciendo.
Nos dijeron que iban a asaltar el cielo, pero omitieron contarnos cómo. Y, sobre todo, si en ese camino se iban a respetar límites, derechos, ciudadanos particulares, instituciones y el mismo Estado democrático de Derecho.
La realidad fue que, después de una primera etapa ilusionante, pronto los más viejos comenzamos a vislumbrar signos inquietantes en el funcionamiento de Podemos. El centralismo (anti)democrático comenzó a regir la organización y las purgas hicieron su aparición en sus filas. Todo el que no se alineaba exactamente con lo mantenido por el supremo matrimonio era arrojado a las zonas exteriores, donde hace mucho frío.
Así y todo, algunos se atrevieron a disentir (muchos, incluso) y todas esas cabezas fueron pasadas por la cuchilla. En realidad, la sede de la organización se convirtió pronto en un cadalso donde llegó a chorrear más sangre que en la parisina y revolucionaria Plaza de la Concordia.
Hasta los líderes de primera hora, los pertenecientes al núcleo duro, experimentaron en sus propias carnes el destino que históricamente ha esperado a los revolucionarios. Y poco a poco todos, menos el supremo matrimonio y sus 'camareros', acabaron devorados por la revolución que los engendró.
Más la sangría tenía, al inicio, una característica. Sólo "corría hacia dentro". Porque todavía el eco de la ilusión era capaz de sostener convincentemente el Movimiento.
Además, la clase política tradicional había (y ha) dejado tan evidentes lagunas de protección para todos, y especialmente para los más débiles, que las oportunidades para seguir exigiendo persuasivamente derechos adeudados continuaban vigentes. Los banderines de enganche todavía tenían una cierta capacidad de arrastre.
Al mismo tiempo, se iniciaba un proceso de autocanonización que terminaría de conferir su verdadero carácter al Movimiento y a los líderes supervivientes de la primera hora. Su elevación a los altares inauguró una época en la que la liturgia ya no se acomodaría a la propia del Estado de derecho, la regla que habíamos aceptado todos, sino a la de su verdad, que ellos han ido revelando.
Eso ha llevado en los últimos tiempos no a "asaltar los cielos o las instituciones", sino a tratar de destruirlas. El ataque al Poder Judicial y a los jueces (no a las fiscales sumisas) ha sido lo más relevante. Toda la clase judicial ha pasado a formar parte del ejército enemigo, compuesto por bandas de "fachas con toga".
A Podemos no les sirven esos jueces porque no se han acomodado a la idea de cómo se debe interpretar el Derecho de acuerdo con las "grandes juristas" que integran el Movimiento. Pero, sobre todo, han conculcado un mandato: el de ser obedientes.
Justamente lo contrario de lo que los demócratas queremos sean los jueces. Es decir, independientes (si Podemos llegara al poder, ¿cuánto tiempo tardarían en, como el dictador salvadoreño Bukele, mandar a retiro a los actuales jueces para sustituirles por los suyos?).
"El Ministerio de Igualdad ha expulsado de una ley de protección de la libertad sexual a los varones adultos"
El Legislativo tampoco se salva de los ataques. Él menos que nadie, pues por Legislativo el supremo matrimonio sólo entiende a los que integran, prietas las filas, su caverna. Eso de las mayorías parlamentarias no encaja en sus principios fundamentales. Mucho menos lo del respeto a las minorías como regla esencial de la democracia.
Si la pareja decide que "el Código Penal de La Manada" fue el culpable de la resolución de la Audiencia Provincial de Navarra por la que se condenó a los jóvenes de los Sanfermines por abuso y no por agresión, eso es así. Por más que el "Código Penal de La Manada" fuera, en realidad, la que permitió condenar a quince años de prisión a aquellos salvajes (y no fueron más porque la acusación, que no la ley, se equivocó).
Además, el sistema, el Estado de derecho, demostró que funcionó. La resolución errónea fue corregida por un tribunal ordinario sin necesidad de que la jerarquía del Ministerio de Igualdad así lo decretara.
Pero eso qué más da. El Movimiento siguió cargando contra el Legislativo.
Modifica leyes orgánicas mediante leyes ordinarias (la penal de menores). Decide que las disposiciones transitorias de una ley se extienden hasta la curvatura del espacio. Expulsan de una ley de protección de la libertad sexual a los varones adultos. Incluyen en las leyes preceptos sin contenido normativo alguno. Modifican contradictoriamente, con publicación en el mismo día, una ley.
Naturalmente, y al mismo tiempo, desde el Movimiento se van descolgando normas de conducta al tiempo que se realizan grandes descubrimientos. La penetración en las relaciones sexuales constituye un escándalo. Se permite, por decreto de la Secretaría de Estado de Igualdad, mantener relaciones sexuales con mujeres mayores de 50 años (no hay pronunciamiento expreso sobre la edad de permisión para los varones).
También durante "la regla" queda autorizado el mantenimiento de relaciones sexuales. Una disposición especialmente trascendente para la mujer, pues mediante la nueva norma se amplían considerablemente los tiempos para el ejercicio de sus derechos sexuales y reproductivos.
En todo caso, y para el futuro, se fomentará la autosatisfacción sexual antes que la relación interpersonal en ese ámbito, porque parece que se ha decidido que ambas son incompatibles.
"La ley del 'sí es sí' es, técnicamente, la peor ley penal aprobada desde la Transición"
Junto a la disciplina interna y la represión de conductas desviadas en ese espacio, resulta esencial batallar contra todos los que se permitan criticar, o siquiera cuestionar, cualquiera de los principios fundamentales del Movimiento.
¿El método para ello? Todo vale, pero el preferido es el practicado por la extrema derecha: la mentira. El atribuir al otro lo que no ha hecho ni dicho, el descontextualizar cualquier aseveración. En definitiva, el crear una realidad imaginaria, vestir con ella al enemigo y mandar a las jaurías, a las manadas de ñus, para que pateen al adversario con todo tipo de improperios en redes sociales, en periódicos, en todos los medios con los que puedan contar.
Paralelamente, y para mantener la atención y el apoyo fanático de los feligreses, hace falta agitar una bandera capaz de convocar la atención social y de ser utilizada como arma contra el enemigo. Y la encontraron. La ley del 'sí es sí', de la que se debe decir que es, técnicamente, la peor ley penal aprobada desde la Transición.
Con ella han logrado crear un problema de retroactividad que tiene escandalizada a la sociedad española. Casi tanto como la capacidad de las líderes de Podemos para mentir, inventar y engañar sobre cualquier cosa que tenga que ver con esa ley. Todo ello a lomos de una soberbia pocas veces vista en el panorama político español.
Sólo hay una condición para que triunfe esa estrategia. Que nadie se oponga a esa manada populista que amenaza con llevarse todo por delante, especialmente la convivencia. Su aliado es, como en tantas ocasiones, la indiferencia de los ciudadanos, el miedo a la cornada si se protesta, el verse expuesto a la descalificación pública por sujetos que manejan bien las redes sociales y poseen el apoyo de algunos periodistas y medios temerosos.
Además, el problema está en que nos atacan vestidos de progresismo, cuando no son progresistas. Pasa con Podemos lo mismo que ocurrió a finales de 1978 cuando, queriendo cambiar la imagen de la Policía Armada, que llevaba muchos años deteniendo, apalizando, torturando y matando estudiantes, cambiaron sus uniformes grises tradicionales por otros marrones. Pero en la Universidad no nos dejamos engañar y se recibió a los nuevos policías con un contundente grito: "De gris o de marrón un cabrón es un cabrón".
Pues eso.
*** Francisco Javier Álvarez García es catedrático de Derecho Penal en la Universidad Carlos III de Madrid.