Por qué Estados Unidos y China están condenados a entenderse
Si Estados Unidos y China no alcanzan una fórmula de coexistencia pacífica, el progreso económico y la solución de los grandes problemas globales serán imposibles.
El número de abril del World Economic Outlook, la publicación semestral del Fondo Monetario Internacional, estima que la eventual división de la economía mundial en dos bloques, dominados por Estados Unidos y China, ocasionaría en el plazo de cinco años una reducción del PIB global de entre el 1 y el 2%.
Ello se debería a medidas restrictivas diversas. Entre ellas, los aranceles punitivos, las restricciones al movimiento de capitales y a las transferencias de tecnología, y la repatriación de cadenas de producción (re-shoring) o su orientación hacia países amigos (friend-shoring) propugnadas por Estados Unidos.
En la reunión de Davos de febrero, la directora de la Organización Mundial del Comercio, Ngozi Okongo-Iweala, anticipaba una caída del PIB global del 5% a largo plazo. El FMI y la OMC coinciden en que los países en desarrollo serían los más perjudicados.
Al final de la II Guerra Mundial, la economía del mundo no comunista se organizó bajo la égida de Estados Unidos, cuyo PIB era entonces más de la mitad del total mundial. En los acuerdos de Bretton Woods (1944) se crearon el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Y el dólar se convirtió en la moneda de reserva internacional.
"Tras la II Guerra Mundial, Estados Unidos necesitaba mercados abiertos que absorbieran su ingente producción. La ideología económica liberal convenía a los intereses americanos"
En 1947 se suscribió el Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT) para la regulación del comercio internacional, que se transformaría en la Organización Mundial de Comercio (OMC) en 1995. El nuevo sistema económico internacional se basaba en la liberalización del comercio y la inversión, evitando el proteccionismo de los años 30.
Al acabar la guerra, con Europa y Japón en ruinas, Estados Unidos, que no había sufrido ni un rasguño en su territorio continental, reconvirtió su inmensa industria militar (en 1944 producía un avión cada cinco minutos), pasando a ser la verdadera "fábrica del mundo".
Obviamente, necesitaba mercados abiertos que absorbieran su ingente producción. La ideología económica liberal convenía a los intereses americanos. Cuando en las últimas décadas China se convirtió en el principal beneficiario de la globalización, con un PIB que en paridad de poder adquisitivo ya superó al de Estados Unidos en 2014, Washington consideró que la doctrina liberal chocaba con sus intereses económicos y de seguridad.
Donald Trump adoptó aranceles punitivos y restricciones tecnológicas contra China (y contra otros países). Joe Biden ha mantenido y ampliado esas medidas. Puesto que chocaban con la normativa de la OMC, esta fue marginada al impedir Estados Unidos el nombramiento de jueces para el Tribunal de Resolución de Disputas, su mecanismo esencial.
"Los aliados de Estados Unidos, como Japón o Corea del Sur, no pueden prescindir del mercado chino, que está pasando a ser el mayor del mundo"
Estados Unidos inició una estrategia de desconexión de su economía de la china (decoupling), con medidas como la repatriación de las cadenas de producción o su traslado a países considerados amigos. Es lo que en su día el Financial Times bautizó, a propósito de la Trans Pacific Partnership (TPP), como ABC: Anybody But China ("cualquiera menos China").
Pero los aliados de Estados Unidos, tanto los países de la Unión Europea como Japón o Corea del Sur, son grandes potencias comerciales que no pueden prescindir del mercado chino, que está pasando a ser el mayor del mundo cada vez en más sectores.
El año pasado, China fue el segundo exportador de coches, desbancando a Alemania y por detrás de Japón. Este año, adelantará a Japón para convertirse en el primero.
A finales de abril, el CEO de Mercedes declaró a la prensa que cortar los lazos con China es impensable para casi toda la industria alemana. El pasado año, el mercado chino absorbió el 37% de las ventas de Mercedes (31% Europa, 15% Estados Unidos).
La exportación a China proporciona en torno a un millón de empleos directos a Alemania. Los dirigentes europeos, empezando por Scholz, Macron y Von der Leyen, se han pronunciado contra la desconexión de China.
[Opinión: Las relaciones de Europa con China no pueden depender de Estados Unidos]
El mes pasado, la secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, en un brusco viraje, rechazó el decoupling, "que sería desastroso para ambas economías y para el resto del mundo". Concluyó, de forma muy razonable, que "Estados Unidos y China deben encontrar la forma de vivir juntos y compartir la prosperidad global".
"La luz de esperanza alumbrada por la cumbre de Bali entre Biden y Xi Jinping en diciembre se ha visto reavivada por la reunión de Sullivan y Wang Yi en Viena la semana pasada"
Pocos días después, el Consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, reiteró lo dicho por Yellen, mostrándose partidario del de-risking propuesto por Ursula von der Leyen. Añadió que Estados Unidos no busca el "bloqueo tecnológico" de China ni la confrontación. Es decir, en vista de la inequívoca oposición de sus aliados a la desconexión económica de China, Estados Unidos se ha visto obligado a cambiar de posición.
Claro que Yellen, el año pasado, ya se manifestó a favor de reducir los aranceles punitivos a China para que la importación de sus productos baratos redujera la inflación (el famoso "deflactor" chino que durante décadas fue una causa fundamental de la baja inflación en Occidente). Y nada se hizo. China dice que las palabras de Yellen y Sullivan no se corresponden, por ahora, con los hechos.
En lo económico, el comunicado de la reciente cumbre del G7 en Hiroshima reitera las demandas habituales de los países desarrollados a China: trato a sus empresas igual al que reciben en ellos las empresas chinas, incluido el respeto por la propiedad intelectual. Pedir a China que reduzca las subvenciones a sus empresas ha perdido sentido cuando EEUU y la UE están adoptando una masiva política industrial.
"Los europeos, con la deuda geopolítica contraída con EEUU en Ucrania, han aceptado la incriminación de China en temas poíticos y territoriales"
El comunicado confirma la sustitución del decoupling por el de-risking (cuyo alcance queda pendiente de delimitación) y asegura que sus firmantes no intentan perjudicar a China o frustrar su desarrollo económico. China dice que los aranceles punitivos de EEUU, sus restricciones tecnológicas y la reorientación de las cadenas de producción, alejándolas de China, contradicen esta afirmación. El comunicado condena a China por el uso de la coerción en las relaciones internacionales.
China contesta que son los EEUU los que más la utilizan, con esa serie de medidas que vienen aplicando contra ella. Los europeos, con la fuerte deuda geopolítica contraída con EEUU en Ucrania, han aceptado la incriminación de China en temas poíticos y territoriales, pero la han moderado en lo económico. Hay palabras duras pero no sanciones. Un arreglo en el que cada parte ha conseguido lo suyo.
Más allá del episodio del G7, la conclusión es que si Estados Unidos y China no alcanzan un modus vivendi, una fórmula de coexistencia pacífica, la paz, el progreso económico y la solución de los grandes problemas globales, empezando por el cambio climático, serán poco menos que imposibles.
La luz de esperanza alumbrada por la cumbre de Bali entre Biden y Xi Jinping en diciembre se ha visto reavivada por la reunión de Sullivan y Wang Yi en Viena la semana pasada. Esperemos que el sentido común acabe abriéndose paso.
*** Eugenio Bregolat es diplomático y exembajador de España en China.