Motos entre dos fuegos, la caída de Prigozhin y el beso de Macarena
Pablo Motos, Carmen Sevilla, Yevgueni Prigozhin y Macarena Olona; la autora comenta lo más destacado de la semana a través de sus protagonistas.
Pablo Motos
El Hormiguero no solo triunfa con entrevistas a políticos, actores, deportistas, etc., sino también a cantantes de la talla de
Máxima expectación para ver a Sánchez entrevistado por Pablo Motos en el programa de entretenimiento-actualidad más seguido de la televisión. El de Requena sonreía y le cedía el paso como si fuera la primera vez que entrevistaba a un político. Y Sánchez, por su parte, interpretaba un papel prefabricado: “Falsedad bien ensayada, estudiado simulacro”, que diría la Lupe. Motos apretaba la mandíbula sintiéndose víctima de la apisonadora sanchista. Al presidente lo habían advertido bien sus colaboradores: “Ojo, vas con Motos: no le dejes preguntar, cómetelo, róbale el plano”.
Y así fue, el presidente se comió a Motos y los "contreristas" lo celebraron regocijados. Al día siguiente, cuando le tocó el turno a Feijóo, las cosas cambiaron. La chulería dio paso a la humildad y Pablo Motos, dándose golpes de pecho, se juró a sí mismo que lo de Sánchez no volvería a ocurrir. Sin embargo, al líder del PP, que llegó al lugar del programa acompañado por dos policías, le sirvió para ofrecerse a los telespectadores (26%, más que el 23% del presidente) como su antítesis: fiable, tono sereno, capacidad didáctica y respeto al entrevistador.
Con Feijóo, Motos al menos podía acabar de formular las preguntas sin verse arrollado por el discurso torrencial de Sánchez. Pero en las comparaciones el entrevistador de éxito acabó siendo una referencia inevitable para que los finos analistas cotejaran las virtudes y los defectos del titular por un lado y del aspirante por otro. Bien por Pablo Motos, que capeó como pudo la carga de los sambenitos que le habían ido colgando con anterioridad los teólogos del sanchismo.
Carmen Sevilla
Con fuego en las pestañas, a nadie le costó tanto morirse como a
La recordaré siempre porque fue una de mis primeras entrevistas en el diario Pueblo. En aquella época estaba yo embarazada, circunstancia que aprovechó la actriz para contarme las peripecias de su embarazo y su parto, y ya puesta, también para relatarme sus antecedentes familiares, que casualmente estaban asociados al periodismo por parte del abuelo Galisteo. Con él se explayó Carmen hablando del periodismo deportivo, de los manguitos que usaba el abuelo proteger sus camisas, y de las gafitas redondas que le proporcionaban tanta personalidad.
En aquella primera entrevista también me habló de su boda con Augusto Algueró en el Pilar de Zaragoza, así como del banquete celebrado en el desierto de los Monegros (también son ganas) en un hotel llamado El Ciervo. La elección del hotel se hizo seguramente para evitar la presencia de público. Ahora que lo pienso, la boda y el entierro tenían caracteres similares. Cuestión de genes, supongo.
Yevgueni Prigozhin
Este personaje, también conocido como el chef de
Figura como jefe de una empresa militar privada que Putin subcontrató para llevar a cabo trabajos sucios por medio mundo y así fue. En su nombre se cometieron las mayores barrabasadas. Wagner también es famoso por traficar en el mercado negro por piedras preciosas y otras materias primas de Asia y África. Millones de dólares manchados de sangre, dicen las crónicas.
Hombre de barriga cervecera, es un oligarca hasta ahora con conexiones poderosos en el Kremlin, empezando por ese zar de pecho de hormigón que responde al nombre de Vladímir Putin. Ahora Prigozhin está semidesaparecido. Se le sitúa en un modesto hotel de Bielorrusia, pero vaya usted a saber, desde su amago de rebelión contra el Gobierno ruso. Por mí, que desaparezca del todo. Soy de las que no derramaría ni media lágrima si, como tantas veces ha ocurrido en Bielorrusia, fuera uno más de los disidentes con tendencia a tirarse o caerse de las ventanas en el sombrío país de Lukashenko, otro amigo poco recomendable de Putin.
Macarena Olona
La vicepresidenta del Gobierno,
La foto de Macarena y Yolanda asustó a más de uno. Se sabía que ahora la ex de Vox va un poco de roja y republicana (Caminando juntos, es la marca), pero hubiera sido demasiado meterse en otros territorios de la vida interior. Uff, solo era un montaje. Un montaje basado en otra foto y otro beso. En la foto original, Yolanda Díaz besaba en la mejilla a Pedro Sánchez.
Pero cuando se supo el montaje ya se había viralizado y los armarios ya se habían reventado para la ocasión. Era la forma de solidarizarse con el orgullo por parte de Macarena. Así marcaba distancias con su antiguo partido, del que aún guarda los planos. Y si además le servía de pretexto para mostrar su admiración y respeto por la vicepresidenta, Yolanda Díaz, pues mejor que mejor para ella, que ha vuelto a empezar en esto de la política.