Sánchez-Feijóo en capilla, Irene y sus primas, y los Bárcenas de boda
Alberto Núñez Feijóo, Irene Urdangarín, Pedro Sánchez y Luis Bárcenas; la autora comenta lo más destacado de la semana a través de sus protagonistas.
Alberto Núñez Feijóo
La rabieta de Sánchez iba en aumento. La de Feijóo también, pero en su caso se acompañaba de una sonrisilla cínicamente encantadora. Así es el aspirante a la Moncloa (aldea orensana de Os Peares, 10 septiembre de 1961), el nuevo icono de las derechas que barre en las encuestas y no sabe inglés. Moderación y templanza. Esos son sus poderes. Habla rápido y nunca menciona a Vox. Por el contrario, vendería el alma por una foto con Felipe González. Bueno, la alquilaría hasta las elecciones del domingo que viene, haciendo honor al apodo que alguien le ha colocado: "hombre de arcilla", seguramente por su carácter moldeable.
Siguiendo la pauta de otros políticos, Feijóo ilustra el debate con las fichas que le preparan, pero le molesta que Sánchez haga lo mismo. El gallego se siente a gusto entre papeles, como demostró al poner sobre la mesa un documento por el que titular y aspirante se comprometen a respetar que el ganador gobierne en minoría, o sea, sin escoltas extremistas. "Que gobierne el que gane", sostiene.
Y ahí seguimos, con el papel mojado en vísperas del 23-J. De aquello sólo nos queda la comunicación gestual en poses bien distintas. Frente a la mirada baja y la espalda doblada del presidente, que expresa inseguridad, Feijóo prefirió mostrar una cierta actitud doctoral y disimulada soberbia. El gallego lleva en el pecho al ilustrado que evoca su apellido y al que todos los estudiantes del plan antiguo conocimos por padre Feijóo en las clases de literatura.
Por otra parte, el representante del PP gasta estilismos más azules y peluquería improvisada. Le sienta mejor el pelo tirando a rubio e informal, pero los socialistas no se fijan en estas cosas y lo tienen por un mentiroso compulsivo. Los suyos están eufóricos y ya le dicen "¡presidente, presidente!", mientras los fans del emérito cuentan los días para que, con Feijóo en el poder, el regreso definitivo de don Juan Carlos empiece a ser cosa de días.
Irene Urdangarín
Normalmente, para descifrar a las familias numerosas hay que imaginarlas colgadas de las ramas de los árboles y a partir de ahí, ordenarlas. No es tarea fácil, aunque la fuerza de la costumbre facilita la comprensión.
Allá voy:
Irene es la pequeña de los Urdangarín, una familia vasca que, desde su incorporación a los Borbones, constituye un cuerpo encaramado sobre sí mismo y aislado en lo alto del árbol de la vida.
La única niña de la familia Urdangarín se llama Irene y es la prima especial, ensalzada por su discreción, su humildad y su sencillez. Ya de pequeña era una perfecta desconocida. Aún no levantaba dos palmos del suelo cuando los Urdangarín se vieron sumidos en una lucha de egos con la parte más fuerte de los Borbones y ya no levantaron cabeza.
Irene acaba de cumplir la mayoría de edad, que era la señal del calendario que consolidaría el divorcio de sus padres, la infanta Cristina e Iñaki Urdangarín. El cumpleaños y la graduación (Escuela Internacional, más conocida como "Ecolint") fue el pretexto del reencuentro de sus padres en Ginebra y una verdadera cumbre de primos. Esos primos que la reina Sofía quiere reunir cada verano en Palma. Por eso llaman a doña Sofía "la reina de los milagros".
Lo primero que hacía al llegar a Marivent era renovar la ropa de casa y reservar los cursillos de vela para los niños. Siguiendo su costumbre, este año la reina Sofía también ha sido la primera en llegar a Marivent. A ella le habría gustado juntar a todos los nietos en la casa central. Pero, como ocurre siempre, se quedará con las ganas.
Las niñas Borbón tienen edades muy parecidas. Irene y Leonor rondan la mayoría de edad, y Victoria Federica la supera con creces. La infanta Sofía tiene 16 años y no juega a las muñecas, pero le chifla el futbol. De todas ellas, Leonor es la que saldrá perdiendo, pues renunciará a Palma para iniciar la carrera militar en la Academia General de Zaragoza.
Leonor es la princesa de Asturias y pagará por ello con tres años de formación por tierra (Zaragoza), mar (Marín) y aire (San Javier). Tal vez su madre hubiera preferido mandarla a Cambridge para que estudiara el arte de la realeza junto con otras testas coronadas de Europa.
Letizia siempre ha sido muy mirada con las niñas. Los primeros años de Palma, mientras los Urdangarín y los Marichalar hacían los cursos de vela que patrocinaba la abuela, Leonor y Sofía se quedaban en casa contemplando las musarañas. Su mamá no las obligaba a hacer vela ni a asistir a clase de religión. Conociéndola como la conocen, serán ellas las que un día le cuenten la biografía del papa Francisco.
Pedro Sánchez
El cara a cara Sanchez-Feijóo fue uno de los espectáculos más estrafalarios de la temporada. Por primera vez, una cadena de televisión ofrecía en prime time un ten con ten electoral devenido en combate de boxeo y sainete. No se podía pedir más, después de haber visto llegar al presidente moviendo el chasis con el mismo garbo que un eurodiputado levantino bailaría Paquito el chocolatero.
Pedro es un bellezón y no lo oculta. En cambio, le favorecen poco los andares de tumbao en plan Pedro Navaja, matón de esquina. Así compensa que es largo y desmadejado de remos, que tiene sonrisa de falsete y que le afean bastante los mechones blancos de su cabeza. Cosas de la edad.
Cuando pierda las elecciones (que las perderá) podría darse el gustazo de invertir tiempo libre en peluquerías de caballeros de alta gama. Seguro que entonces cambia los mechones blancos por otros de color azul, que ahora se llevan mucho. De momento puede conformarse con envidiar al Felipe González de sienes plateadas que hizo posible el ingenio de Pilar Miró.
Fue entrar en el estudio y todas las miradas se volvieron hacia Sánchez. Vicente Vallés y Ana Pastor, que en principio parecía que estaban de su parte, iniciaron el debate poniendo orden y así siguieron durante dos largas horas. Nada que ver con el debate a siete que el jueves protagonizarían Oskar Matute, Gabriel Rufián, Cuca Gamarra, Aina Vidal, Aitor Esteban, Iván Espinosa de los Monteros y Patxi López. Un excelente canto a la pluralidad ausente en el pulso televisado de Sánchez y Feijóo, del que me distraje con el juego del realizador, que iba alternando los planos del uno al otro, mezclando el color de las camisas, celeste casi blanca la de Sánchez y celeste subida la de Feijóo.
En cambio, las corbatas se mimetizaban entre sí. Qué menos. Sánchez repitió su corbata morada, una de sus preferidas, y Feijóo estrenó la azul eléctrico, un color trepidante que lo mismo vale para un roto que para un descosido.
Y cuando el titular se había hartado de interrumpir, mientras no cesaba de pedir amparo a los moderadores porque le interrumpían a él, Sánchez se vino arriba:
–¿Puedo preguntar?
Y preguntó.
No era la primera vez que el presidente levantaba el dedito, como tampoco era la primera vez que mencionaba a Vox. Según los escribanos de turno, lo hizo 35 veces a lo largo de la noche. Seguro que a Santiago Abascal le pitaron los oídos sin parar.
Luis Bárcenas
Luis Bárcenas, el tesorero del PP que hizo temblar los cimientos de la política nacional permitiendo la escalada de Sánchez a lomos de aquel "el partido de la corrupción" (su grito de guerra en la moción de censura contra Rajoy), salió de la cárcel con un permiso especial para asistir a la boda de su hijo Willy. Parecía que se casaba el padre.
Con efectos retardados me cosquillea todavía la impresión de ver bailar al inefable tesorero del PP con Rosalía Iglesias, la esposa doliente, en plan cheek to cheek, o mejilla contra mejilla, que es lo propio de dos presidiarios con permiso de la autoridad competente, penitenciaria, por supuesto. Confieso que he disfrutado con los relatos del acontecimiento que nos ha regalado Cristina Rodrigo en EL ESPAÑOL.
Lo demás es accesorio. Recordemos que Willy, el cantante de Taburete, y Loreto Sesma se habían casado el 11 de mayo por lo civil en la Junta Municipal de Distrito, pero no sería hasta el 27 del mismo mes cuando celebraron el fiestón en compañía de familiares y amigos, entre ellos Rodrigo Rato y Alicia González (no pegaban nada con el resto), Amaia Salamanca y Rosauro Varo, Alba Díaz, Anita Matamoros, Café Quijano, Alberto Herrera, Chenoa y su marido, etcétera. Rosalía vestía un traje rojo intenso que no había sido confeccionado en la cárcel precisamente. Y la novia parecía recién salida de un cabaret. Ideal, o sea.
Luis y Rosalía cumplen condena por delitos de corrupción (trama Gürtel, para entendernos). Atrás queda el llanto y crujir de dientes de Rosalía cuando se quejaba de que, con las cuentas embargadas y el marido en la cárcel (luego habría rejas para ella también), no tenía ni para pagar la luz. Sin embargo, el bodorrio de finales de mayo no reparó en gastos.