Llega Feijóo este viernes de especial buen humor a un lugar premonitorio. Ha dormido a pierna suelta en León, gracias al cocktail de complementos naturales que le prepara la psiquiatra Marián Rojas Estapé; ha mantenido una entrevista con Alsina desde el estudio local de Onda Cero; y acude casi puntual, tras la primera hora y pico de carretera, a nuestra cita en el Hotel Reconquista de Oviedo.

El plan de Feijóo para noquear a Vox en tres asaltos.

El plan de Feijóo para noquear a Vox en tres asaltos. Javier Muñoz

Para que la alusión sea completa, el encuentro con EL ESPAÑOL se produce en el Salón del Consejo con sus fotos del rey Felipe, sus óleos con motivos religiosos y su impresionante mesa de madera, presta para acoger al jurado de los Princesa de Asturias o a un Consejo de Ministros. El concepto de "reconquista" le suena bien a Feijóo. 

-¿Sabéis que el bueno de Revilla sostiene que don Pelayo era cántabro? 

-Bueno, también se dice que Cristóbal Colón era gallego…

-Ah, eso seguro que es verdad… 

Feijóo sigue bromeando, ahora sobre la camisa con jaretas de Pepe Luis Vázquez

-Menuda guayabera. Parece de un miembro del politburó del Partido Comunista Cubano. Pero de un miembro de la cúpula, eh. Por cierto, un funcionario chino me preguntó si yo era miembro del politburó de mi partido. Le dije que sí, claro. Qué le iba a decir… 

Mientras le ponen el micrófono y se sienta en uno de los dos sillones dispuestos bajo los focos, reconoce que aguanta bien el maratón de una campaña clásica a base de tres o cuatro mítines diarios en ciudades diferentes.

-Me estoy divirtiendo bastante, explica mientras se ajusta las gafas. 

No es difícil añadir que, especialmente, desde que el lunes pasado le ganó el debate a Pedro Sánchez. Todo ha cambiado esta semana porque ha quedado patente que ya sólo hay uno que puede vencer y lo único que queda por dilucidar es el margen y las consecuencias.

Es decir, si Feijóo podrá en primer lugar conseguir la investidura y si tendrá que gobernar con Vox o logrará desembarazarse de esa desagradable adherencia, como él firmemente desea. Tanto por lo reflejado en la entrevista que publicamos hoy, como por lo que me fue explicando camino del Paseo del Bombé donde un millar de afiliados le esperaban para el mitin, está claro que Feijóo tiene un plan en tres fases para gobernar en solitario e incluso dejar fuera de la ecuación del poder nacional a la extrema derecha. La primera condición sine qua non era ganar el debate y eliminar a Sánchez de la carrera por la victoria electoral.

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Debo reconocer que el lunes por la noche rejuvenecí 30 años. Bastaron diez minutos del cara a cara para retrotraerme a aquel primer debate del 23 de mayo de 1993 entre González y Aznar. La misma cadena televisiva. Las mismas expectativas previas basadas en la superioridad de un presidente socialista audaz, carismático y siempre arrollador. El mismo giro brusco del guion, con un aspirante crecido en sus denuncias, armado de serenidad y solvencia; y un ídolo con pies de barro, pasado de vueltas, desmoronándose minuto a minuto, perdiendo la máscara de la arrogancia como si la surcaran los legendarios churretones del maquillaje de Richard Nixon

La principal diferencia es que, aquel día, yo salí ufano de mi despacho en la primera pausa publicitaria y les dije a mis colaboradores más próximos: "¡Veis como tenía razón! ¡Veis como este tío es mucho mejor de lo que parece!". 

Feijóo se había impuesto con claridad a Sánchez en el bloque económico, que era en el que a priori el presidente tenía todas las de ganar

Hasta entonces Aznar era "Charlotín", un tipo bajito y con un bigote fuera de madre, al que nadie tomaba en serio. Yo sí, entre otras razones porque lo había conocido a fondo durante los días que compartimos en Davos cuando nos eligieron 'Líderes Mundiales del Futuro'. Aquella noche del debate en Antena 3 nació el primer gran jefe de la derecha democrática con fuste político e intelectual. Y con cuerda para rato, como se sigue viendo.

Esta vez yo iba a decir algo parecido tras los dos primeros bloques del debate, pero se me adelantó Fernando Garea: "Está ocurriendo lo contrario de lo que todos esperaban". Garea también estaba en la redacción de la calle Pradillo en el 93 y era consciente del paralelismo. También de las diferencias. 

Todos concordamos con su criterio: Feijóo se había impuesto con claridad a Sánchez en el bloque económico, que era en el que a priori el presidente tenía todas las de ganar. Y al darse cuenta de ello, el presidente no había cesado de manotear con sus interrupciones, como el bañista a punto de ahogarse o el boxeador tocado que se agarra una y otra vez a quien le vapulea.

Coincidimos también en que el golpe que había tirado a Sánchez por primera vez a la lona había correspondido al momento en que, con toda solemnidad y dramatismo, Feijóo había sacado su contrato para que gobierne quien gane, liberándole de chantajes extremistas: "Esto lo podemos arreglar usted y yo esta noche". 

Lo impactante fue, sobre todo, el arranque de firmarlo ante las cámaras. Un gesto audaz y televisivo donde los haya. Casi más propio de Sánchez que de Feijóo

Alberto Núñez Feijóo junto al director de El Español, Pedro J. Ramírez, este viernes en el Hotel Reconquista de Oviedo.

Alberto Núñez Feijóo junto al director de El Español, Pedro J. Ramírez, este viernes en el Hotel Reconquista de Oviedo.

Parece inaudito que, con tantas horas de encierro, con tantos asesores internos y externos, con tantos migueles para preparar el debate, nadie hubiera previsto que Feijóo pudiera rubricar en directo el compromiso unilateral que ya había anunciado en la SER.

¿Qué habría ocurrido si Sánchez le hubiera aceptado el documento, hubiera fingido leerlo y reflexionar un par de segundos, para a continuación añadir una adenda sobre la aplicación del mismo criterio a Extremadura, poner su firma y retar a Feijóo a asumirlo en sus nuevos términos?

En lugar de eso, o de simplemente preguntarle si tenía que firmar un documento por el poco valor de su palabra tras los pactos con Vox, Sánchez hizo como que se lo tomaba a broma, envolviendo la falta de respuesta en el desdén. Desde ese instante quedó claro que no estaba luchando por ganar, sino por bloquear la investidura de Feijóo. Por colocarle entre la espada del chantaje de Vox y la pared de la repetición electoral. 

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El segundo momento determinante, en el que vi a Sánchez arrodillado en la lona, llegó cuando el presidente elevó el tono para reprochar con vehemencia al líder del PP sus pactos "con el partido de Abascal", vinculándolos al negacionismo de Vox respecto a la violencia de género. Feijóo respondió con su versión más reposada.

-Mire, señor Sánchez, creo que debería estar usted más tranquilo… 

-Yo lo estoy. Pero estoy indignado por quitar banderas LGTBI de edificios públicos, por decir que no existen puntos de atención para las mujeres víctimas de violencia de género… 

Tras la tercera reiteración, no pude por menos que acordarme de lo que le pasó a Ségolène Royal en el cara a cara con Sarkozy de las presidenciales de 2007

Feijóo sacó entonces a colación la ley del 'sí es sí' y sus efectos, pero Sánchez hizo como que no le oía y convirtió su queja en un martillo pilón, señalando agresivamente con el dedo a su rival.

-¡Es indignante! In-dig-nan-te… In-dig-nan-te. 

Tras la tercera reiteración, no pude por menos que acordarme de lo que le pasó a Ségolène Royal en el cara a cara con Sarkozy de las presidenciales de 2007. Estaban debatiendo sobre la integración escolar de niños discapacitados y, ante las evasivas del presidente, ella levantó la voz, dando pie a un diálogo que los politólogos han convertido en materia de estudio. 

-¡Je suis très en colère! (estoy muy indignada) 

-Cálmese.

-No, no me voy a calmar. 

-Para ser presidente de la República hay que tener calma.

-¡Hay indignaciones que son muy sanas!

El desenlace es conocido: Sarko siguió en El Eliseo y a Ségolène aquello le costó no sólo la elección, sino su futuro político. Veremos cual es el alcance para Sánchez de ese perder los papeles ante siete millones de espectadores.

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Con algunas encuestas previas al debate aún cabía la hipótesis de que Sánchez fuera derrotado en los comicios, pero pudiera formar una mayoría alternativa que reuniera más escaños que PP y Vox, incluyendo no sólo a Sumar, sino a todos los separatistas y a algún despistado de la España Vaciada. Algo legítimo, pero nefasto para España y potencialmente letal para él mismo pues le tocaría arar con esos bueyes, teniendo al Senado y casi todas las autonomías en contra.

Pero si descontamos la probablemente delictiva manipulación del CIS y un par de sondeos diseñados para que la izquierda sienta que mientras hay vida hay esperanza, la tendencia in crescendo del PP, tras el cara a cara, va pulverizando día a día esa hipótesis. Con Feijóo acercándose a los 150 escaños, tendría que quedar Vox por debajo de 25 para que cupiera un casi inverosímil Frankenstein II.

Por lo que en realidad está peleando ahora Sánchez es por conservar el liderazgo del PSOE y ejercer el papel del "katejón" u "obstaculizador" que San Pablo atribuía al que impedía que se manifestara la llegada del Anticristo. Eso es lo que para la izquierda más fanática representa Feijóo "el Derogador". 

Es obvio que, si Sánchez pudiera, anularía el debate a tres del miércoles. Tras lo ocurrido el lunes, será muy difícil achacarle a Feijóo el miedo a debatir

Tendría gracia que Pedro Sánchez Pérez-Castejón mutara su segundo apellido para ejercer de Pérez-Katejón. Ya que no voy a poder impedir que gane Feijóo, impidamos que gobierne, mediante el bloqueo de la investidura

Tres fuerzas van a estar dispuestas a contribuir a ello. Curiosamente las tres con las que RTVE había preparado la encerrona del "catch a cuatro por parejas" de la que tuvo la habilidad de escabullirse Feijóo. Ahora lo pertinente sería anunciar el evento del próximo miércoles como "El debate de los bloqueadores". Y añadir a efectos publicitarios: "¿Quién de los tres obstaculizará más y mejor la llegada de Feijóo a la Moncloa, una vez que gane las elecciones?".

Es obvio que, si Sánchez pudiera, anularía esa cita entre perdedores. Tras lo ocurrido el lunes, será muy difícil achacarle a Feijóo el miedo a debatir. El líder del PP no sólo noqueó al presidente, sino que acabó para siempre con la caricatura ultra de la "derechita cobarde". Todo indica que, si llega al poder, este hombre se va a parecer más al diligente Aznar que al indolente Rajoy.

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El segundo round está siendo el del "voto útil". La denuncia del mitin de Murcia contra "la pinza entre Vox y el sanchismo" va a mantenerse de aquí a la jornada de reflexión. Parece lógico que si se afianza la percepción de que Feijóo es el único que puede ganar, se acelere la disposición a darle un mandato claro. Mi pronóstico es que, a nada que funcione el 'efecto Andalucía' de la última semana en la que se decanta el voto indeciso, obtendrá entre 10 y 15 escaños más de lo que promedien mañana las últimas encuestas. Veo que llegamos a la misma cifra, cuando le pregunto por su quiniela.

-Hoy por hoy, 155 sería un resultado magnífico, pero yo no lo firmaría. Aspiro a tener más escaños.

Feijóo no habla a humo de pajas. A la salida del hotel, en los peldaños de piedra que dan a la calle, me enseña en su móvil los dos últimos trackings que acaba de recibir de dos fuentes diferentes: uno le da 153, el otro 156

Con ese "resultado magnífico" el líder del PP no contempla otra hipótesis que la de gobernar en solitario. Y si Vox no se lo permite con la abstención, entonces apelará al PSOE en aras de la "gobernabilidad", la "estabilidad" y la "centralidad". Feijóo cree que los españoles "no aceptarían" un portazo de los socialistas porque no estaríamos hablando de los 120 escaños de Sánchez en 2019, ni tampoco de los 137 de Rajoy en 2016. Por eso él "descolgaría el teléfono" y "hablaría con gente a la que respeto y aprecio"

Feijóo no dice que tener ministros de Vox le "quitaría el sueño". Él es menos enfático y se limita advertir que sus "ideólogos" le producen "intranquilidad". Lo cual no es poco inconveniente para un hombre esencialmente tranquilo. 

Partiendo de la premisa de que "Vox no es un buen socio" porque "provocaría tensiones innecesarias", Feijóo llega hasta el extremo de pronosticar que sería el PSOE quien "lo pagaría en las urnas" si no le dejara otra opción que meter a Vox en el Gobierno. Habida cuenta, claro, que "lo peor que podría ocurrir en España es tener que volver a elecciones"

No conozco a nadie dispuesto a discutir esta última consideración. Al menos mientras los dados sigan rodando bajo un calor asfixiante, junto al quiosco de la música de este Paseo del Bombé de Oviedo y haya que dar mítines en lugares del sur en los que, como acaba de decir Feijóo "pedimos el voto de la gente mientras se hacen huevos fritos sobre el asfalto".

De momento lo que es obvio (y yo he venido diciéndoselo a mis amigos del PSOE como hace 30 años se lo decía a los compañeros de El Mundo sobre Aznar) es que el equipo de Sánchez ha minusvalorado la capacidad de Feijóo y ha terminado por creerse sus propias fantasías sobre el dirigente provinciano al que la política nacional le venía grande. No es de extrañar que cada vez haya más militantes socialistas que piensen que es a los miembros del gabinete de Moncloa a quienes les viene grande el cometido.