Las coaliciones de derechas también se pelean
Aunque el Gobierno de Meloni ha seguido una línea continuista con el de Draghi, las mayores tensiones con Salvini han surgido por temas relacionados con la batalla cultural.
Las relaciones entre los socios de un Gobierno de coalición son siempre complicadas. Algo que hemos empezado a conocer bien los últimos años en España.
Las tensiones pueden aparecer por diferencias ideológicas, por la asimetría de fuerzas de los miembros del Gobierno o por las restricciones impuestas por el contexto nacional e internacional.
Sobre este último punto saben bien en el Ejecutivo italiano. En su primer año en el cargo como primera ministra, Giorgia Meloni se ha visto obligada a seguir las directrices de su predecesor, el tecnócrata Mario Draghi, en materias muy importantes.
En política exterior, económica, y energética, la coalición de derechas se ha movido poco de las líneas maestras fijadas por Draghi en el anterior mandato, a pesar de que en el pasado, distintos componentes del Gobierno hubieran manifestado opiniones totalmente contrarias.
Sin embargo, este continuismo apenas ha causado conflictos entre los socios de Gobierno. Y a pesar de sus simpatías por Putin en el pasado, Matteo Salvini, vicepresidente y líder del segundo partido del Ejecutivo, no ha cuestionado el firme apoyo del Gobierno italiano a Ucrania.
Tampoco ha puesto trabas a la agenda energética impuesta por Draghi, basada en alcanzar acuerdos con países africanos para depender menos del gas ruso. Ni al acuerdo presupuestario con Bruselas, donde se cumplían pocas promesas electorales de las derechas y se seguían a rajatabla las directrices marcadas por Europa.
Hasta el momento, en el Gobierno italiano, las grandes líneas de acción no han sido cuestionadas. Las tensiones se han desatado en temas relacionados con la batalla cultural. Un buen ejemplo de ello es el llamado caso Vannacci, que desató una áspera polémica entre los dos principales partidos de la coalición a finales de agosto.
Roberto Vannacci, alto cargo en el ejército italiano, publicó el mes pasado un ensayo de corte ultraderechista titulado Il mondo al contrario donde entre otras cosas cargaba contra los inmigrantes o el colectivo LGTBI. El texto levantó numerosas críticas, no sólo por su contenido, sino por tratarse el autor de un general en ejercicio del Ejército italiano.
Ante el gran escándalo suscitado por la obra que, por cierto, arrasa en ventas en Amazon, el ministro de Defensa, Guido Crosetto, muy cercano a Meloni, decidió cesar de su cargo a Vannacci. Una decisión que fue criticada dentro de la coalición, entre otros por el ministro y líder de la Lega, Salvini, que enmarcó el suceso dentro de la libertad de expresión y aseguró que leería el libro.
"En las cuestiones troncales, la coalición está bien engrasada, pero surgen las tensiones en temas en los que los dos partidos a priori deberían coincidir"
No deja de ser curioso que las mayores tensiones en el Ejecutivo se hayan dado en temas como el de Vannacci, donde los dos partidos, a priori, tendrían que estar de acuerdo. Mientras que en otros, donde el Gobierno Meloni se ha alejado más respecto de sus pretensiones iniciales, apenas ha habido diferencias entre los socios.
En el terreno económico no ha habido desencuentros fuertes, a pesar de que los presupuestos aprobados en Bruselas olvidaron buena parte del programa económico de la Lega y Forza Italia, como las bajadas masivas de impuestos. Y tampoco otros temas espinosos como los permisos de trabajo concedidos este año a medio millón de trabajadores extranjeros han suscitado desacuerdos entre ambos partidos, pese a que criticaran en el pasado medidas parecidas por favorecer la "sustitución étnica".
Si en las cuestiones más troncales la coalición parece estar bien engrasada, ¿por qué están surgiendo las desavenencias en cuestiones en las que los dos partidos de derecha radical, en principio, deberían coincidir?
El punto clave para entender este hecho es que nos encontramos en un escenario de reconfiguración de la derecha italiana. La muerte de Silvio Berlusconi ha dejado huérfano un espacio político, Forza Italia, que podría ser absorbido por una de las otras dos fuerzas que componen el gobierno, la Lega de Salvini o Fratelli d'Italia (FdI) de Meloni.
Aunque en 2021 quienes llegaran a hablar de una posible fusión en un "Partido Republicano" fueran Salvini y Berlusconi, el espacio capitaneado antaño por Il Cavaliere tiene hoy muchas más opciones de ser cooptado por Fratelli d'Italia.
Si nos atenemos a la historia de Italia, es lo que tendría más sentido, ya que los predecesores de FdI, Alleanza Nazionale, ya se fusionaron en un mismo partido con Berlusconi en 2008 (Il Popolo della Libertà), mientras que la Lega mantuvo su autonomía.
"En pleno proceso de reconfiguración de la derecha italiana, las cuestiones culturales permiten diferenciarse ideológicamente mejor que las económicas"
Es cierto que los de Salvini ya no son un partido etnorregionalista como entonces. Ahora se presentan en todas las circunscripciones del Estado y ya no promueven el enfrentamiento del norte contra el sur del país. Pero, a pesar de todo, el encaje de los restos de Forza Italia sería mucho más sencillo con el partido de Meloni.
En este contexto se están produciendo dos movimientos paralelos. Por un lado, Meloni está tratando de mostrar una imagen más presidencial que le permita acercarse al electorado de centroderecha que antes votaba a Forza Italia. Y, por otro, Salvini está buscando convertirse en la voz de ese electorado más derechista descontento con una Meloni que ya no es tan beligerante ante casos como el de Vassanni.
El del militar es un ejemplo paradigmático de ello. El ministro de Defensa cesó a Vassani por no guardar la neutralidad institucional, mientras que Meloni eligió no pronunciarse mostrando su apoyo tácito al ministro. La primera ministra, que podía haber evitado la destitución y defendido a Vannacci, eligió mostrar un rostro más moderado o institucional, desmarcándose de Salvini. E incluso de miembros de su propio partido como el secretario de organización Giovanni Donzelli. Su hoja de ruta es clara y ya no le interesa ser la más ultra del gobierno.
En este escenario de competición por hacerse con los restos de Forza Italia, los temas más relacionados con la batalla cultural son los que mayores polémicas están levantando entre la Lega y FdI. Algo que tiene sentido, ya que en pleno proceso de reconfiguración de la derecha, estos asuntos movilizan más. También permiten diferenciarse ideológicamente a los partidos mejor que las cuestiones económicas, donde se ven mucho más constreñidos por factores externos.
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Por tanto, no sería raro que durante este curso político veamos chocar a Salvini y Meloni por cuestiones de esta índole, y no por las medidas económicas del Gobierno o su relación con las instituciones europeas.
La gran pregunta es si mientras tanto estas tensiones llegarán a sobrepasar límites que pongan en peligro la coalición. Si la situación se mantiene como hasta ahora, esta hipótesis es poco plausible, ya que tanto a FdI como a la Lega les conviene este tira y afloja que les permite diferenciarse y perseguir sus respectivos objetivos políticos. A Salvini quedarse con el electorado más duro de la derecha, y a Meloni intentar reeditar esa fusión entre Fratelli d’Italia y Forza Italia, pero ahora con la derecha radical a la cabeza.
Con el previsible declive del antiguo partido de Berlusconi, el pastel a repartir para ambos es lo suficientemente grande como para que la continuidad del Ejecutivo se encuentre a salvo durante un futuro próximo.
*** Jaime Bordel es politólogo y coautor del libro Salvini & Meloni: hijos de la misma rabia.