Sánchez olvida, Borrell se opone, odiado Netanyahu y los muebles de Teresa
Pedro Sánchez, Josep Borrell, Benjamin Netanyahu y María Teresa Campos; la autora comenta lo más destacado de la semana a través de sus protagonistas.
Pedro Sánchez
Una de las entrevistas más jugosas que han pasado ante mis ojos se la hizo Jordi Évole a Pedro Sánchez en octubre de 2016, cuando era un ángel caído. La entrevista se repitió en vísperas de las últimas elecciones generales. Siete años después, la cita fue en Casa Labra, la taberna madrileña donde Pablo Iglesias (el bueno) y sus combativos compañeros fundaron el PSOE hace 143 años. Casi nada.
Aquella enrevesada conversación (la de 2016, en la cafetería HD de Chamberí) habría de contribuir, en ocasiones sucesivas, a sonrojar al adonis expulsado de Ferraz. No le cuelgo el adjetivo por hacerle la pelota. Lo recordaba como un maniquí de cartón expuesto en unos grandes almacenes, hasta que cobró vida esta semana con la carcajada que le ha retratado en materia de respeto al adversario político. Eso nos acerca más al personaje. Fanfarrón, presuntuoso, contradictorio, aficionado a las corbatas estrechas y al Falcon puerta a puerta.
El ya investido presidente del Gobierno para cuatro años más, con permiso de sus turbulentos compañeros de viaje, saltó a la fama luciendo camisas blancas de manga remangada y andares sinuosos. A ver si me explico: el presidente camina siempre desplazando los hombros a distinto ritmo. Primero avanza con el hombro derecho, y luego con el izquierdo, equilibrando así sendos remos. Hay mucha gente que se mueve como Pedro, que es flaco y altiricón, incapaz de pasear un traje sin antes haberse abrochado el segundo botón de la chaqueta.
Debe buena parte de su imagen a la periodista Ana Pastor, la primera en sacar a la luz muchas de sus contradicciones. Cuando eso sucedía, todos nos poníamos rojos, incluido Jordi Évole, el entrevistador jefe que se moría de vergüenza ante las fundacionales torpezas de Sánchez. Tan evidentes eran sus cambios de opinión que durante siete años Évole solo deseó entrevistar al Papa.
Las contradicciones han vuelto, pero no son las mismas. La tarde del miércoles, en el Congreso de los Diputados Feijóo se las echó en cara con un discurso contra todo lo que se mueve enfrente, que en realidad es lo mismo que hace Sánchez cuando olvida que no está en la oposición. Con su ley de amnistía entre los dientes, el "tumbao" (Ana Orantes dixit) soñaba con Puigdemont y sus escoltas, mientras en la Carrera de San Jerónimo, una parte del pueblo soberano arremetía contra la investidura de Sánchez sujetándose a las vallas de la policía y rezando el rosario entre murmullos, como en las películas de Fellini.
Los mismos que se apuntaban luego a las ruidosas citas nocturnas de la calle Ferraz, a unos pasos de la sede donde anidan los militantes socialistas. Tiempo para el vandalismo y el selfie. Dos jóvenes se fotografiaban ante un reportero, Uno tenía la cara totalmente pixelada. El otro sostenía entre las manos un póster de la Inmaculada de Murillo. Su nombre: Jorge Degrelle, bisnieto de León Degrelle, el nazi belga empotrado en el franquismo.
Prefiero seguir mirando la tele. Al menos te encuentras con el rostro amable de Josep Pedrerol, hombre radicalmente opuesto a los anteriores, futbolero y buen comunicador. Mirando a cámara sin contemplaciones y con un apunte de sonrisa asomándole por debajo de la nariz, el hombre de El chiringuito dijo: "Piénsalo bien, Pedro. Estas cosas hay que pensarlas mucho….Yo que tu no lo haría, forastero".
Josep Borrell
Ahora está enganchado a la causa europea, en la que siempre profesó y en la que está viviendo momentos duros. No solo por lo que ocurre en Ucrania y en Oriente Próximo. Más concretamente, por la situación política que atraviesa España. "La ley de la amnistía me causa gran preocupación", ha comentado. Está claro que no comparte el olvido judicial decidido por Sánchez para quienes intentaron ilegalmente que Cataluña dejara de ser española.
El alto representante de la UE para Asuntos Exteriores ejerció como ministro de Felipe González (1991-1996) antes y de Pedro Sánchez después (2018-2019). Aunque siempre fue muy de ir a la suya, se le pegó más la afinidad al primero que al segundo, sin ningún género de dudas. Como Sánchez, pero con más consistencia personal y académica, aunque con distinto desenlace, también fue aspirante a presidente de Gobierno (aspiración malograda a poco de nacer en 1998).
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Borrell es ingeniero aeronáutico y economista. Anteriormente había estudiado un máster de matemáticas en la Universidad de Stanford (California) y otro de Economía de la energía en el Instituto francés del petróleo (París). Ya no le cabía más sabiduría en la cabeza.
Antes de entrar en el Gobierno de España y cargarse el toro de Osborne, se marchó a Israel y trabajó en un kibutz. Allí conocería a Carolina Mayeur, una francesa de origen judío que sería la madre de sus dos hijos: Joan y Lionel. Uno de ellos, Joan, escribió hace unos días a Pedro Sánchez instándole a rechazar la ley de amnistía. El palo y la astilla, o sea.
La vida privada de Borrell no se ha detenido en estos años. Separado de Carolina, conoció a Cristina Narbona, presidenta del PSOE y exministra de Medio Ambiente. Tras unos años de noviazgo, se casaron en secreto.
Benjamin Netanyahu
Israel tiene uno de los ejércitos más valorados del mundo. Por el contrario, en este momento, su gobierno es de los más odiados. Netanyahu (Tel Aviv, 1949) ha hecho méritos sobrados para ello. Desde que empezó la guerra, el fatídico 7 de octubre, cuando tuvieron lugar los ataques de Hamás y el baño de sangre en el festival de música por la paz, el premier israelí se hizo el propósito de entrar en la historia como un hombre despiadado y vengativo. Se resiste a los gestos de buena voluntad. Su última hazaña ha sido la toma del hospital Al Shifa en busca del epicentro de Hamás. Para Israel, se trata de una operación precisa y localizada contra la milicia palestina.
El asedio israelí y los bombardeos continuos están a punto de convertir el hospital en un cementerio presidido por el horror y la muerte. Hamás y la Yihad Islámica han usado los hospitales como centro de operaciones para ocultar armas y rehenes. También los túneles de hormigón, bautizados por los israelíes como "el metro de Gaza". Desde que empezó su construcción (treinta o cuarenta metros bajo tierra) se han utilizado para todo. Los túneles tienen muchas salidas. Una salida puede coincidir con una alfombra o una cama. Todo está estudiadísimo. Dicen que los hombres de Hamas se conocen estas entradas y salidas de memoria.
La longitud de los estos túneles puede alcanzar los cien kilómetros, aunque se barajan muchas cifras, tal vez para despistar. La altura de los túneles es generosa, y por el techo pasa el cableado de la electricidad, del teléfono, etcétera. Netanyahu, que va de listo, pudo haber empleado su tiempo estudiando la red de túneles con un equipo de hombres del Mosad y evitar así que la guerra le pillara en pelotas. Pero así es la vida. Debe de ser verdad que al primer ministro le pilló en Babia.
María Teresa Campos
La desaparecida estrella de la tele vuelve a estar de actualidad porque estos días se subastan los muebles de su última casa, un chalet que le ayudó a decorar Jaime Fierro y llenó con los muebles adquiridos al llegar a Madrid, los que habían pasado antes por sus distintas viviendas en los alrededores de la capital. Al final han acabado en una conocida casa de subastas para venderlos al mejor postor.
Son muebles de distintos estilos, algunos del siglo XVIII, otros actuales. Sus hijas se han quedado con alguna pieza valiosa: el resto han preferido llevarlo a subasta. Las casas de Terelu y Carmen son más modernas y los muebles hubieran quedado muy forzados en sus respectivas decoraciones. Pero la nieta más televisiva de Teresa lo ve de otra forma: "Es que no hay sitio, y ya está", ha dicho con notable hondura de pensamiento sobre los muebles que amó su abuela.
Inevitable hacer memoria de la amiga. En Málaga le decían Mari Tere. Era su nombre de batalla cuando la conocí. En aquella época era locutora de radio, aprendiz de periodista y licenciada en Filosofía y Letras, el título universitario preferido de las chicas de entonces. Lo de la locución radiofónica era algo circunstancial, pues a todo aquel que hablaba ante un micrófono se le llamaba locutor. Mari Tere era, pues, una locutora de radio circunstancial que con el tiempo se convirtió en periodista estrella de la televisión. Dejó de ser Mari Tere para convertirse en Teresa, un nombre sobrio para una mujer todoterreno. Y de Málaga pasó a Madrid, donde se asentó para siempre.
Han transcurrido dos meses y medio de su fallecimiento y se siguen celebrando homenajes a la memoria de esta gran periodista que mereció ser llamada "la mujer del directo". Teresa siempre reconoció que se le daban mal los programas grabados. A ella le sobraban los guiones. Decía que si no hablaba en directo, contando la realidad sobre la marcha, prefería no hablar. Al directo se enfrentó en las peores condiciones y siempre salió airosa.