El humorista Arévalo, a la derecha.

El humorista Arévalo, a la derecha. EFE

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Ricky Gervais y Dave Chappelle homenajean a Arévalo en Netflix

Arévalo, Chappelle y Gervais han tocado las mismas temáticas y recurrido a la parodia de colectivos "vulnerables". ¿Qué les diferencia, en el fondo?

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El fallecimiento del humorista Arévalo en Valencia ha traído consigo uno de esos momentos neuróticos tan frecuentes en las redes sociales. El artista había tomado posición en las peleítas contemporáneas y se había convertido en un tentetieso, lo que imposibilita que mucha gente mantenga cierta elegancia ante la muerte.

El humorista Arévalo.

El humorista Arévalo.

La mesura en esos momentos tiene su sentido, porque el finado no puede defenderse. Aunque desde ese mismo razonamiento, también da igual, porque tampoco puede enterarse de lo que dicen de él.

Sergio del Molino dijo que parecía que se había muerto un criminal de guerra. El tono de la columna era tristón, de preocupación por la deriva de las masas.

Pero tengo que confesar que me pareció, de puro acertado, muy gracioso. Un chiste de primera, aunque fuese involuntario.

Pero hubo otro aspecto que me dio todavía más risa. Risa tonta de pura hilaridad. Leyendo las peleítas de las redes, se hablaba de forma recurrente de "la España de ayer".

Unos decían que era un espacio en el que había más libertad y menos "ofendiditos". Otros decían que era un tiempo pasado que nunca volverá y que eso genera frustración entre los que se creían encima de la pirámide entonces.

Este chiste, te lo cuenten unos u otros, es muy bueno.

Porque resulta que yo llevaba semanas mirando el reloj para que cayesen en Netflix los especiales de Navidad de sus humoristas más importantes, Dave Chappelle y Ricky Gervais.

Por si usted no vive en el planeta Tierra, le explicaré qué es Netflix.

Netflix es una empresa que, a través del streaming, ha conseguido convertirse de facto en la operadora de televisión más popular del mundo, aunque no emite en toda China, Irak, Corea del Norte y alguno más. En España, Netflix llega a 9,4 millones de hogares, lo que supone un público potencial de veinte millones de personas.

El primer especial que vi fue el de Chappelle, titulado The Dreamer. No hablamos de un fenómeno underground. Chapelle es uno de los humoristas mejor pagados del mundo, si no el que más. Por cada monólogo de 50 minutos que graba para Netflix, Chapelle cobra millones de dólares.

¿Y qué tuvimos en esta última entrega? Sobre todo, chistes sobre personas transgénero, lo que tampoco fue una sorpresa, porque es la tónica habitual de sus últimas entregas.

De hecho, en uno de sus espectáculos, Chapelle fue agredido por una persona trans, aunque según explica en The Dreamer, el incidente se debió a sus chistes sobre personas sin hogar. No sé si Arévalo llegó tan lejos.

En lo que siguió la línea célebre del humorista de Un, dos, tres fue en los chistes sobre discapacitados. Algo que no sabemos sólo los que hemos visto The Dreamer, porque el especial se anunció en toda la prensa mundial con unas declaraciones que eran en sí mismas un chiste 'de mariquitas' de los de Arévalo: "Hablaré de discapacitados, no están tan organizados como los gais".

Si Arévalo hacía el número del gangoso, Chappelle imita en The Dreamer los movimientos de un discapacitado de forma incluso mucho más exagerada.

El show de Ricky Gervais (cobra alrededor de diez millones de euros por cada uno) se titula Armageddon. Contiene chistes 'de mariquitas', chistes racistas y banalizaciones del Holocausto, y retrata a la izquierda woke, esa que supuestamente domina el mundo, como gente idiota. Llega a criticarlos de forma explícita y sin chiste como "puritanos y autoritarios".

Ah, en el clímax del monólogo, Gervais se burla de los niños enfermos de cáncer que están a punto de morir.

¿Hay diferencias que hacen inviable la comparación? La verdad es que no tengo conocimientos de semiótica para establecer un análisis comparado del humor de Arévalo, Chappelle y Gervais. Seguro que hay académicos que pueden ponerse a ello (Gervais también se reía de ellos, por cierto, aludiendo a los cursos y los másteres sobre Taylor Swift: venía a decir que en la universidad se estudian muchas tonterías).

Creo que Arévalo, Chappelle y Gervais tocan las mismas temáticas y recurren a la parodia. Pero, ante todo, que cada uno elija los humoristas que quiera y que se ría con lo que pueda. Yo en eso no entro.

Lo que me pregunto es en qué mundo viven muchos españoles.

Se supone que Silicon Valley está dominando nuestras mentes mediante la dictadura woke y resulta que una de sus empresas paradigmáticas, que ha conquistado a la audiencia global, en sus contenidos más importantes, en los que invierte más dinero, en lo más esperado del año, está diciendo que los woke son profundamente gilipollas.

Curiosa dictadura. La verdad es que no tengo noticia de que en TVE saliese alguien en Navidad diciendo que Franco era imbécil.

También me fascina que se hable de que los tiempos de Arévalo han cambiado. Que ese humor propio de otro tiempo y discriminatorio ya no le hace gracia a nadie. Hasta TVE lo subrayó en su Telediario: "Chistes que la sociedad actual no entendería".

¿Igual porque no eran lo suficientemente crueles? Esta Navidad, Chappelle parodiaba los movimientos de alguien con parálisis cerebral y Gervais se burlaba de los niños con discapacidad intelectual.

Hay personas muy disociadas de la realidad en la que viven. Graciosamente, son los más tendentes a explicarnos el mundo. Creo que la explicación, como tantas otras, no es social, sino tecnológica. La sociedad ha ido avanzando a su ritmo en el reconocimiento de la diferencia.

En España ya no podemos decir, por ejemplo, que un homosexual sea una persona cuerda en una sociedad enferma, como así fue hasta hace pocos años (una persona cuerda es la que quiere relaciones sexuales y afectivas satisfactorias y consentidas con adultos; una enferma es la que se lo niega).

No obstante, y por otro lado, aparecieron las redes sociales. Una herramienta tecnológica.

La principal característica de algunas de esas redes es que pueden emplearse como arma. Bien dirigidas, expulsas a una persona de la vida pública.

Muchos han caído. Otros han modificado sus puntos de vista ante la posibilidad de ser encañonados. Otra gran parte ha aprovechado que se disparaba contra alguna gente para que eso se hiciera también sobre otras personas que, por lo que fuera, no les gustaban. Han surgido delatores y otros tantos que sobreactúan para que nadie abra fuego tuitero contra ellos.

No sé quién empezó a darle al gatillo, pero ya se dispara desde todas las posiciones ideológicas. En el fragor de esta batalla, los atrincherados ya no saben ni cuándo es de día. Se han olvidado de en qué mundo viven.

*** Álvaro 'Corazón Rural' es periodista