Mery la "zorra", Alves visto para sentencia y el rey prostático
Carlos III, María Bas, Dani Alves y Luis Planas; la autora comenta lo más destacado de la semana a través de sus protagonistas.
Carlos III de Inglaterra
El nombre de Carlos III está dando la vuelta al mundo. Primero, porque sucedió a su madre, la reina Isabel; segundo, porque heredó el amor de Camila; y tercero, porque sufrió un arrechucho y tuvo que ingresar en un hospital de Londres aquejado de ese mal tan masculino llamado próstata.
El Rey abandonó el hospital tras serle practicada una cirugía de próstata abultada (hiperplasia, le llaman). Fue durante las exploraciones previas cuando los doctores se sorprendieron con un nuevo diagnóstico: tenía cáncer. Algunos expertos opinaron que probablemente el tumor estaba en la vejiga, lo cual supimos por un comunicado de la Casa Real sin precedentes desde la muerte de Jorge VI, hace más de 70 años.
Se aplaude el gesto por aquello de la transparencia. La ejemplaridad va más allá de los muros de palacio, como si quisiera dirigirse a todos los hombres del Reino Unido pidiéndoles que acudan regularmente al médico y se lo hagan mirar como hizo él.
Sin embargo, esta vez ha silenciado que serán los oncólogos (no los homeópatas a los que es tan aficionado) quienes llevarán el peso del tratamiento. Carlos y Camila han sido muy estrictos en el cumplimiento de las recomendaciones médicas, de ahí que abandonaran Clarence House, su residencia, y se dirigieran a Buckingham Palace. Allí permanecerán refugiados hasta nueva orden, entregados en cuerpo y alma a seguir el tratamiento y cuidarse. Tiempo habrá también de dar un paseo por el campo como es su costumbre.
Si fuera preciso incapacitar al Rey sería su cónyuge quien lo su sustituiría en sus funciones diarias de despacho. Y si con la reina Camila no fuera suficiente, se recurriría a los cuatro miembros más próximos en la línea de sucesión al trono, excepción hecha del príncipe Andrés, su hija Beatriz, el duque de Sussex y quizás alguno más. A propósito del no residente duque de Sussex, más conocido como Harry (el "golferas" de la familia), voló desde Los Ángeles cuando supo lo de su padre. Después de pernoctar en un hotel de Londres se reunió en Sandringham con Carlos III durante 45 minutos. Ni uno más. Pocas horas después, Harry tomaba otro avión para volver a casa.
María Bas
Nebulossa se llama el dúo musical que barrió en el Benidorm Fest. Es un nombre bailón como bossa-nova, una palabra aliñada con dos eses para que muchos se confundan de idioma. Y ya puestos, también es una palabra eufónica (o sea, melodiosa) con evocaciones de bruma y confusión.
Detrás de esta denominación de origen levantino habita una pareja asimétrica que está causando autentico furor. A unos les encanta y a otros les pone de los nervios. Ella se llama María Bas Mery y él se llama Mark Dasousa. Ambos nacieron en Ondara (Alicante). Ella es rubia como la cerveza y él posee un aire de macarra extravagante y circunstancial, apto para todos los públicos. Que no se me olvide: María tiene 55 años y Mark, 47. En total suman dos hijos. María viste de negro como las coristas de los años veinte, con todos los complementos al uso: corsé, liguero, medias negras y falda de tul desparramada como una escarola.
Mark y María lucen con herencia ochentera y calor de hogar. La crítica rema a favor de ella, que es dulce como la miel aunque la llamen "zorra" de confesión propia. Pero le ha caído de todo, como "descocada", "insolente", "virginal" y "orgásmica".
El significado lo abarca todo porque es uno y múltiple. La crítica que juega a su favor dice que se trata de un himno "divertido" (Pedro Sánchez dixit), pero aquellos que juegan a la contra proclaman que, además de corear un insulto machista, es una canción antigua, nacida en las estribaciones del rock. Solo cabe añadir que "Nebulossa" también contiene unos gramos de suavidad gregoriana con mezcla de bachata, reguetón y jarabe de cuplé.
Y por volver a Zorra, la canción que nos representará en Eurovisión, el número musical no contiene nada nuevo, salvo el sesgo provocador de la letra. Así que devuelvo la palabra "zorra" al lugar de donde la rescaté. No hay que alarmarse. Es un mero insulto machista que se multiplica en el estribillo. Yo la cambiaría por "vulpe". El latín siempre suena mejor.
Dani Alves
Esta ha sido, para desgracia del exfutbolista del Barça, la fatídica semana del recuerdo, después de exponer en sede judicial la enésima versión de lo ocurrido en los baños de la discoteca Sutton de Barcelona aquel 30 de diciembre de 2022 (madrugada del 31), donde estuvo en compañía de un amigo brasileño (otro) para montar el número. Así fue el comienzo, cuando Dani invitó a una joven a sentarse con él en la zona VIP y posteriormente a entrar en el baño donde perpetró la agresión sexual.
Pero eso, ya digo, fue al principio. El final llegó esta semana con el juicio oral. Dani Alves ha quedado "visto para sentencia".
Cualquiera habría dicho que estaba encantado de recitar la lista de fechorías cometidas. Durante la vista mantuvo la cabeza baja y solo se atrevió a mirar al tribunal en contadas ocasiones. Estaba nervioso y movía continuamente las manos, esas manos llenas de rayajos con que suelen adornarse los aficionados al tatuaje, como Sergio Ramos, Lionel Messi, Neymar y el largo etcétera que todos conocemos.
No levantó cabeza el futbolista y yo me acordé del día que aterrizó en Barcelona procedente de México, dispuesto pasar unos días de vacaciones con Joana Sanz, su mujer tinerfeña. Dicen que estaba contento, al menos hasta que puso el pie en el aeropuerto de El Prat y pasó lo que pasó. En cuanto bajó del avión, la policía lo detuvo y se acabó la felicidad.
Ha pasado un año en prisión provisional a la espera del juicio ("máximo riesgo de fuga", según el fiscal). Esta semana, sin embargo, Alves pudo abrazar a casi todos. A la madre no, y la prueba es que ella se quejó largamente de no haber podido hacerlo.
La que a punto estuvo de recibir un abrazo fue Inés Guardiola, pues le defendió como una madre, con toda la capacidad doctoral que le cabía en el pecho. Dani había insistido el tema del atenuante, porque se había pasado con el alcohol y "tenía alteradas sus facultades cognitivas", según su abogada defensora. "Llegó a casa muy borracho y se desplomó en la cama", declaró esta semana en el juicio su esposa, Joana. Pero lo de la borrachera no coló. Y le espera una temporadita en la cárcel.
Luis Planas
Fue embajador antes que fraile y eurodiputado antes que ministro. Como embajador precedió a Ricardo Diez Hochleitner en Marruecos, por quien el monarca marroquí hubiera pujado por tenerlo siempre en Rabat.
Hoy por hoy, Luis Planas trabaja en ese cargo ministerial de nombre tan largo: Agricultura, Pesca y Alimentación con salida directa a Europa desde los alrededores de la estación de Atocha.
Planas está viviendo su semana más larga: si no dirige el país desde lo alto de un tractor es porque no quiere remedar a su compañero, Félix Bolaños, que ya lo ha hecho para la foto. De norte a sur y de este a Oeste, España escucha el grito incomprendido de los campesinos y los agricultores. Si es televisado, mejor.
Y de ahí las tractoradas de este fin de semana sobre Madrid y sobre la gala de los Goya en Valladolid, mientras los teólogos de la política nacional hacen caldo de cerebro en torno a la biblia europea para el campo: subvenciones públicas canjeables por compromiso ambiental. Es la madre del cordero que ha puesto en primer plano el malestar de agricultores y ganaderos. Hasta ha surgido fuera de las tractoradas el presunto asesino en serie de campesinos que está buscando la policía.
Horas difíciles para el ministro de Agricultura, que nació en Valencia en 1952 y se hizo abogado, pero la vocación política pudo más y acabó debutando en Andalucía (diputado por Córdoba). Su trayectoria lo llevó de lo internacional a lo regional, otra vez a lo internacional y así sucesivamente. A continuación fue embajador representante permanente de España ante la UE. Eran tiempos convulsos y la crisis de la sequía pegaba duro.
En ello seguimos. Ahora Luis Planas sigue al frente de la transformación del campo español, que sus sudores cuesta. Mientras, Sánchez lo mantiene al frente del ministerio que tiene la cola más larga. Un día de estos veremos a Planas subido al tractor y pasando el Manzanares como quien pasa el Rubicón.