Montaje de distintos fotogramas de los vídeos de TikTok de la influencer Roro Bueno.

Montaje de distintos fotogramas de los vídeos de TikTok de la influencer Roro Bueno. TikTok / @roro.bueno

LA TRIBUNA

Si Roro se metiera en política, sacaría tantos votos como Alvise

¿Qué le importa a Rita Maestre lo que haga una tiktoker defensora de la feminidad tradicional? ¿Es por un feminismo puritano o porque la percibe como a una competidora sexual?

29 julio, 2024 02:04

Es verano, tiempo para la frivolidad, así que vamos a hablar de una tiktoker.

Si ustedes no conocen TikTok ahí va un consejo: no lo descarguen. No despierten al monstruo, un implacable algoritmo que detecta inmediatamente sus preferencias y se las suministra en forma de vídeos breves para mantenerlo enganchado a la pantalla hasta altas horas de la madrugada.

Roro Bueno es una tiktoker: sube sus videos a la plataforma, normalmente gustan, y obtiene así muchos seguidores. Centenares de miles.

¿Y de qué tratan esos vídeos tan atractivos para el público? Pues básicamente Roro muestra su fervor y dedicación hacia su novio Pablo, al que prepara comidas y para el que se viste primorosamente con vestidos que ella misma diseña.

Como era previsible el feminismo de género ha reaccionado con una rabia tremenda hacia la buena de Roro, que representa a un sector de mujeres para las que ya han acuñado un neologismo cargado de desprecio: tradfem, mujeres que apuestan por la feminidad tradicional.

Entre las más enfadadas está Rita Maestre. Ella era la que gritaba sin camisa en una capilla de la Complutense "el Papa no nos deja comernos las almejas", a pesar de que el Santo Padre no se había manifestado en absoluto al respecto. Ahora es a ella a la que le molesta profundamente que la tiktoker Roro le haga almejas a la marinera (o fetuccine a la carbonara, o lo que sea) a su novio Pablo, que asiste como inevitable personaje secundario con cara de "mira tú qué bien" y luego mete mano a su novia.

Porque el sexo, aunque de manera sutil, está todo el rato presente en los videos.

El caso es que a Rita le molesta todo en Roro, desde su cuidada voz de pito hasta su perfecto maquillaje, y ha decidido contraatacar con su propio vídeo. Comienza con un sesudo análisis cinematográfico de las voces de actrices, desde Cameron Díaz hasta Meryl Streep, para demostrar que el invisible (pero omnipresente) heteropatriarcado se fija mucho en ellas para controlar a las mujeres.

Por eso llaman pija a la propia Rita Maestre, no porque realmente hable como la caricatura de una vecina de Serrano, sino porque por su voz los hombres detectan que es indomable. En cambio, Roro, con su vocecita atiplada, está señalizando su sumisión, y por eso el público la premia.

Pero ¿qué le importa a Rita lo que haga Roro? ¿No pretendía el feminismo despejar todos los obstáculos para que cada mujer pudiera escoger libremente su camino? No, sólo si el camino escogido es el aprobado por el feminismo, que en ningún caso incluye preparar macarrones a Pablo.

En realidad, para los que tenemos ciertos años, la regañona Rita recuerda a las Historias de la frivolidad de Chicho Ibáñez Serrador, donde unas señoras muy severas vestidas de negro se dedicaban a censurar escotes con unas tijeras enormes mientras cantaban "somos, somos puritanas, hermanas, hermanaaas".

Ahora no son los escotes sino las voces, pero la censura es idéntica. Para esto ha quedado el progresismo.

"Rita se mueve con el mapa inútil del woke, mientras que Roro parece comprender los rudimentos de la psicología evolutiva y ha leído mejor la realidad"

En el fondo a Rita parece molestarle que Roro guste a los chicos, no sólo por las comiditas, sino porque es mona y, sí, habla con voz de pito. Detrás de todo esto está una de las características del actual mercado del emparejamiento: la fortísima competición intrasexual femenina.

Como las mujeres tienden a emparejar hacia arriba en estatus y recursos, la consolidación de su acceso al mercado laboral –que es algo estupendo- ha reducido notablemente el número de varones codiciados. En suma, Rita parece percibir a Roro como una rival, y me temo que está perdiendo la partida.

Porque Rita se mueve con el mapa inútil del woke, mientras que Roro parece comprender los rudimentos de la psicología evolutiva: sabe que su fingida voz de pito es atractiva, y se exhibe continuamente aunque de forma sutil.

¿Que no es más que un personaje de ficción? Pues claro, pero su éxito le permitirá convertirse en una influencer y monetizar su canal.

Lo más divertido es que, aunque a la política le parezca una carca, la tiktoker ha sabido leer mucho mejor la realidad y anticipar los movimientos del algoritmo, que ya le ha deparado 2,5 millones de seguidores. Dado que el algoritmo es un elemento esencial para entender el ecosistema político actual, que una política populista se deje batir por una tiktoker quiere decir que su momento ha pasado.

En realidad, si Roro diera el salto a la política, tal vez tuviera tantos votos como Alvise, cuyo discurso es menos elaborado que la receta de los fetuccine.

*** Fernando Navarro es exdiputado de Ciudadanos y exviceconsejero de Transparencia en Castilla y León.

Uno de los agentes inmobiliarios de Diza Consultores.

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