Volodímir Zelenski frente a un F16.

Volodímir Zelenski frente a un F16. EFE

LA TRIBUNA

¿Qué está dispuesta a negociar Ucrania con Rusia?

¿Cómo debería comportarse Occidente si Moscú consigue de nuevo obligar a Kiev a ceder soberanía y territorios ucranianos?

13 agosto, 2024 01:54

A finales de julio, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski insinuó en una entrevista con periodistas franceses que Kiev estaba dispuesta a negociar con Moscú. Entre otras cosas, Zelenski dijo: "No tenemos que reconquistar todos los territorios [por medios militares]. Creo que [la reintegración de los territorios] también puede lograrse con la ayuda de la diplomacia".

Esta declaración, demostrativa de la voluntad ucraniana de negociar con Rusia, es un intento de afirmar la imagen de Kiev tanto ante la población ucraniana como ante sus socios extranjeros.

El anuncio de Zelenski corteja, entre otros, a los países occidentales. Porque no sólo desde el Sur Global, sino también desde Europa Occidental, se ha criticado, sin duda injustificadamente, la aparente reticencia ucraniana a aceptar un final negociado de la guerra.

Soldados ucranianos en la región de Donetsk, en Ucrania.

Soldados ucranianos en la región de Donetsk, en Ucrania. Reuters

En respuesta a las diversas campañas de terror de Rusia contra la población civil ucraniana, Kiev ha descartado en ocasiones de forma demasiado estricta cualquier tipo de conversaciones con Moscú. Esto ha dado lugar a acusaciones infundadas de falta de espíritu constructivo o incluso de belicismo por parte de Ucrania.

Lo que está ocurriendo ahora es un cambio de tono de Kiev en la formulación pública de la postura oficial de Ucrania.

Sin embargo, el hecho de que Zelenski declare ahora que Kiev está dispuesta a negociar no significa un cambio en la postura de fondo ucraniana. Aunque, según las encuestas, más ucranianos que antes están dispuestos a ceder territorio, la mayoría de la población sigue estando en contra de la cesión de territorios. Por tanto, en unas hipotéticas conversaciones, Kiev sólo estaría dispuesta a negociar las circunstancias y las fases de una retirada rusa de Ucrania.

En este contexto, merece la pena recordar una vieja idea que lleva debatiéndose desde 2014. Las fuerzas de paz de la ONU podrían desplegarse durante un periodo transitorio en las zonas actualmente ocupadas por Rusia en el este y el sur de Ucrania.

Kiev también podría posponer sus esfuerzos para entrar en la OTAN, ya que en cualquier caso es poco probable que Ucrania se una pronto a la Alianza.

"Según la Constitución ucraniana y el Derecho internacional, las fronteras ucranianas anteriores a 2014 siguen siendo válidas"

Algo similar se debatió ya durante las negociaciones de Estambul en la primavera de 2022. En aquel momento, Kiev buscaba garantías de seguridad alternativas de Occidente para Ucrania. Es decir, un sustituto temporal del ingreso en la OTAN. La falta de voluntad de Occidente para proporcionar tales garantías firmes fue una de las varias razones por las que las conversaciones de Estambul fracasaron en 2022.

De hecho, las negociaciones son hoy más difíciles para ambas partes que en la primavera de 2022. Porque no sólo Crimea, anexionada desde 2014, sino también cuatro regiones del sureste de Ucrania continental que Rusia ocupa parcialmente están ahora incluidas en la Constitución rusa como nuevos territorios de la seudofederación.

Sin embargo, según la Constitución ucraniana y el Derecho internacional, las fronteras anteriores a 2014 siguen siendo válidas. Todas las zonas anexionadas por Rusia siguen siendo legal y legítimamente territorio estatal ucraniano.

En este contexto, ni Zelenski ni Vladímir Putin pueden entablar negociaciones de fondo. Ninguno de los dos puede llegar a un compromiso que contradiga las Constituciones de sus Estados. De lo contrario, serían vistos por mucha gente en su país como desleales a sus naciones.

Dejando a un lado cualquier juicio moral, ambos presidentes son, por tanto, prisioneros de sus Constituciones. A ambos se les considera "garantes de la Constitución" en sus países. Si no cumplen este papel y no defienden por todos los medios el territorio oficial de sus Estados, podrían enfrentarse a una agitación política interna.

Ambos presidentes corren también el riesgo de ser acusados de alta traición y de poner en su contra a los sectores patriotas de sus poblaciones.

Por lo tanto, las hipotéticas conversaciones entre los presidentes, ministros de Asuntos Exteriores u otros representantes de ambos países serían de poca utilidad en estos momentos.

Putin durante una reunión con su Consejo de Seguridad.

Putin durante una reunión con su Consejo de Seguridad. Reuters

En este contexto, la nueva retórica de Zelenski no es más que una reacción a los cambios de humor entre los ucranianos de a pie. Mucha gente está cansada.

Algunos, incluso, están tan agotados que están dispuestos a volver a la situación de febrero de 2022. Es decir, antes del comienzo de la invasión a gran escala. En ese momento, muchos ya se habían resignado a la pérdida de facto del Donbás oriental y de Crimea. Las conquistas rusas de 2014 no fueron bien recibidas por nadie, desde luego. Pero antes del inicio del ataque ruso en 2022, los territorios conquistados por Rusia ya llevaban así casi ocho años.

Ahora parece que algunos quieren volver al statu quo de 2021.

"La creciente disposición de Kiev a hablar también refleja el creciente cansancio de los ucranianos ante la guerra"

Por otro lado, sigue habiendo una mayoría de la población que no quiere hacer ninguna concesión a Rusia. Atizar las tensiones entre los diferentes grupos de ucranianos (halcones y palomas) es una parte importante de la estrategia de Rusia en Ucrania. Moscú lleva desde 2014 intentando sin éxito desencadenar una guerra civil en Ucrania.

El objetivo ruso era y es enfrentar entre sí a halcones y palomas ucranianos mediante conversaciones sobre la cesión de territorios y/o de soberanía ucranianos. Moscú quiere utilizar negociaciones como las de Minsk y Estambul para desencadenar un conflicto político interno entre ucranianos, y no solo una seudoguerra civil como la de 2014-2021 entre ucranianos, por un lado, y agentes y colaboradores poco velados de Rusia, por el otro.

Si, por el contrario, se produjera una verdadera guerra civil entre ucranianos, Rusia podría apoderarse rápidamente de toda Ucrania.

No obstante, para la comunicación de Kiev con Occidente, tiene sentido suavizar la dura postura ucraniana frente a Moscú. Esto quita el viento de las velas de, por ejemplo, los pacifistas de Europa Occidental. Porque a los biempensantes alemanes y de otros países con escaso conocimiento del imperialismo ruso les gusta recordar citas en las que los políticos ucranianos descartan cualquier negociación con Putin.

La creciente disposición de Kiev a hablar también refleja el creciente cansancio de los ucranianos ante la guerra. Si la presión rusa y la tibieza occidental continúan, Ucrania podría acabar en una situación similar a la de 2014/2015.

Durante las negociaciones de Minsk de entonces, Ucrania no reconoció oficialmente las autoproclamadas "repúblicas populares" de Luhansk y Donetsk. Sin embargo, Kiev las reconoció (por puro miedo a Rusia) como interlocutores adicionales en las negociaciones del Grupo de Contacto Trilateral (Rusia/Ucrania/OSCE).

Al mismo tiempo, Kiev aceptó tácitamente que Crimea no se mencionara entonces en los acuerdos de Minsk.

Si tal escenario se repitiera hoy, la pregunta podría plantearse de nuevo. ¿Cómo se comportará Occidente en otra ronda de negociaciones desiguales? ¿Debería Occidente, como hizo en 2014 y 2015, aceptar una Siegfrieden (paz victoriosa) rusa? ¿Sería preferible una mala paz a una guerra justa?

Si Occidente volviera a apoyar las concesiones ucranianas a Rusia, equivaldría a una nueva violación del Derecho internacional que repetiría el comportamiento de Occidente durante las negociaciones y los acuerdos de Minsk. Estos acuerdos, que Moscú había impuesto a Kiev a punta de pistola, eran distorsiones manifiestas del Derecho internacional.

En el peor de los casos, Ucrania podría, como en 2014 y 2015, bajo la presión de Rusia y de una escalada, volver a aceptar un acuerdo cuestionable. Este sería un giro particularmente probable de los acontecimientos en el caso de amenazas nucleares concretas por parte del Kremlin.

Como en 2014 y 2015, algunos en Occidente y muchos en el Sur Global podrían entonces unirse a Moscú para presionar a Kiev para que haga nuevas concesiones. Esto podría parecer, tal vez, un desarrollo bienvenido, ya que podría significar un alto el fuego parcial o incluso total, al menos por el momento.

Sin embargo, este nuevo dictado, una especie de Minsk-3, y su aceptación tácita o incluso el apoyo activo de la comunidad internacional, conducirían a una mayor devaluación del Derecho internacional. Justificaría una vez más las acciones expansionistas de Rusia, como ocurrió en Moldavia en 1994, en Georgia en 2008 y en Ucrania en 2014-2015.

"Un acuerdo favorable a Rusia plantearía la cuestión de hasta qué punto sería estable una nueva paz de los vencedores"

Una tercera reducción de Ucrania impuesta militarmente por Rusia sería arriesgada para Occidente tanto desde una perspectiva regional como geoestratégica. Un nuevo tratado injusto similar a los acuerdos de Minsk de 2014 y 2015 sería un mal augurio para la seguridad internacional.

Aceptar un Acuerdo de Minsk III no sólo convertirá a Occidente en un facilitador del régimen de ocupación genocida ruso y sus masacres, secuestros, torturas, expropiaciones y deportaciones de niños. Podría animar a Moscú a intentar el mismo truco en el Cáucaso, el Báltico o Asia Central.

Un Acuerdo de Minsk III también podría sugerir a otras potencias revisionistas de todo el mundo que copien la estrategia de Rusia en su propio vecindario. Las víctimas potenciales de tales ataques, a su vez, estarán prevenidas por el triste destino de Ucrania e intentarán armarse lo antes posible. Algunos podrían intentar adquirir armas de destrucción masiva y desencadenar carreras armamentísticas regionales.

Sobre todo, ese tipo de acuerdo plantearía la cuestión de hasta qué punto sería estable una nueva paz de los vencedores. Tras el primer Acuerdo de Minsk de septiembre de 2014 y el abandono temporal de Crimea y el Donbás por parte de Ucrania, el conflicto siguió latente. A principios de 2015 se produjo la siguiente gran escalada en el este de Ucrania. Siete años después, se produjo una invasión y un ataque rusos aún más profundos en toda Ucrania.

Un nuevo Siegfrieden ruso no sería, muy probablemente, el final de la campaña de Moscú en Ucrania. Simplemente marcaría el comienzo de un interregno hasta el siguiente y (como en 2015 y 2022) mayor ataque.

En tal escenario, la paz sería menos el tiempo después de la última guerra que el período antes de la próxima y posiblemente mayor guerra.

*** Andreas Umland es analista del Centro de Estudios de Europa Oriental de Estocolmo (SCEEUS) del Instituto Sueco de Asuntos Internacionales (UI).

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