Emiliano García-Page y Alberto Núñez Feijóo durante la XXVI Conferencia de Presidentes celebrada en La Palma en 2022.

Emiliano García-Page y Alberto Núñez Feijóo durante la XXVI Conferencia de Presidentes celebrada en La Palma en 2022.

LA TRIBUNA

El PP se equivoca en su forma de oponerse al cupo catalán

Si se plantea como una guerra de regiones agraviadas, el PP no hará uso de los mejores argumentos necesarios para obtener una mayoría política suficiente, Cataluña incluida.

21 agosto, 2024 02:24

La investidura de Salvador Illa ha sido, con toda probabilidad, lo mejor que le ha pasado a Pedro Sánchez desde que consiguió desalojar a Rajoy, en menos de 24 horas, mediante una moción de censura presentada el 31 de mayo de 2018 y aprobada el 1 de junio, hace ya más de seis años.

En Cataluña son muchos los ciudadanos que han recibido la investidura de Illa como una promesa de normalización de la vida política, lo que hay que tener en cuenta como dato relevante a la hora de evaluar la situación. En el resto de España, por el contrario, es lógico que todo ello se perciba con un notable nivel de disgusto, también en el caso de bastantes de los electores y líderes socialistas de distintas comunidades.

El candidato y líder del PSC Salvador Illa saluda a Pere Aragonés tras ser investido presidente durante el pleno del debate de investidura en el Parlament de Cataluña.

El candidato y líder del PSC Salvador Illa saluda a Pere Aragonés tras ser investido presidente durante el pleno del debate de investidura en el Parlament de Cataluña. Andreu Dalmau Efe

Aparte de esas percepciones, no cabe duda de que Sánchez, una vez más, ha estado dispuesto a distorsionar el modelo constitucional y el sistema de financiación autonómica vigente. Y a hacerlo conforme a un criterio que cualquier socialista debiera rechazar: que los ricos paguen menos que los que menos tienen y reciban más que los que tienen mayores necesidades.

El criterio que hay detrás de esta decisión no es, una vez más, un motivo ideológico o político, sino un planteamiento ventajista que sus propagandistas ya se encargarán de disfrazar convenientemente.

Si Dios no lo remedia, es fácil que asistamos a una guerra de comunidades en la que Cataluña sería presentada como la agresora insolidaria, el País Vasco y Navarra como incómodos espectadores y el resto de las regiones como agredidas y ninguneadas.

Se trata de un programa que, como casi todo en política, puede ser defendido con argumentos plausibles. Pero creo que habría que preguntarse si esa clase de estrategias pueden ser las más eficaces para truncar la carrera de éxitos que Sánchez, con bastante probabilidad, ya está empezando a descontar.

Si el asunto se plantea como una guerra de regiones agraviadas, el PP volverá a no hacer uso de los mejores argumentos que debieran servirle para obtener una mayoría política suficiente, contando también con Cataluña, como es lógico. No se trata de ocultar la cacicada que significa la inequidad con Cataluña sino de poner el foco en otras cuestiones, de las que también se derivaría una censura al pacto pergeñado para investir a Illa.

El punto esencial debiera consistir en que el PP propusiese un modelo de financiación distinto en el que, por primera vez, no se pusiese como objetivo fundamental la obtención de mayores presupuestos sino la mejora general del bienestar económico.

"Cualquier alternativa que quiera derrotar a la combinación de nacionalistas y socialistas necesita lograr un cambio en la cultura política española"

Pelearse por lo que se lleva Cataluña en detrimento de otras zonas es dar por hecho el modelo estatista que asume que el bienestar general viene sobre todo del gasto público, alimentar el modelo clientelista y volver a dejar al conjunto de los ciudadanos en la inopia económica, aplaudiendo la graciosa generosidad del padrino en los bautizos.

Puede considerase comprensible, por más que no sea normal, que a un porcentaje importante de los votantes socialistas de toda España les parezca bien la excepción catalana.

Primero, porque creen que "acabar con el fascismo" justifica cualquier sacrificio. Y en segundo lugar, porque asumen que bastará con acelerar un poco la máquina de imprimir euros para que a todos les acabe llegando lo mismo que a los dichosos catalanes.

Cualquier alternativa política que se proponga seriamente derrotar a la combinación de nacionalistas y socialistas debería tener muy claro que necesita lograr un cambio bastante profundo en la cultura política imperante en amplias capas de la sociedad española.

Si el PP pretende ganar sin discutir esos fundamentos políticos, es muy probable que no llegue a nada. En consecuencia, el PP debiera empeñarse a fondo en explicar cosas bastante obvias:

1. Que cualquier aumento de gasto tendrá que aumentar una deuda ya insostenible cuyos intereses ahogan todo posible intento de inversión estatal en políticas públicas inteligentes y ambiciosas.

Pagamos los intereses de nuestra deuda contrayendo más deuda, pero este es un secreto bien guardado y nadie explica que su único final es una quiebra fiscal que nos llevaría a la ruina. O, con suerte, a una intervención dura por parte de Europa en cuanto cambien, que lo harán, las circunstancias económicas globales.

2. Que de la misma forma que exigimos en Europa que países más ricos, como Holanda, Alemania o Dinamarca, contribuyan a ayudar a los más modestos, como España, nadie va a entender que se mejore la financiación de Cataluña implantando austeridades más exigentes en regiones más pobres.

"Sánchez tiene la indudable cualidad de ser capaz de obligar a los demás a discutir en el terreno que él propone y con las armas que elige"

3. Que de la misma forma que exigimos en Europa que países más ricos, como Holanda, Alemania o Dinamarca, contribuyan a ayudar a los más modestos, como España, nadie va a entender que se mejore la financiación de Cataluña implantando austeridades más exigentes en regiones más pobres.

4. En consecuencia, el PP debería alumbrar un modelo territorial de progreso económico y de financiación en el que, a medio y largo plazo, se permita que las regiones con menos recursos recuperen el pulso. Y las que van mejor dejen paulatinamente de financiar con exceso los gastos de comunidades que se muestren poco eficientes.

Un modelo como el vigente en Europa para establecer las financiaciones y aportaciones de los diversos Estados conforme a un plan en el que se persiguen mejoras económicas.

Ir de manera directa a una guerra de regiones es una tentación que debiera evitarse. Sobre todo, porque disfraza la discrepancia política fundamental que tendría que existir entre cualquier izquierda y una propuesta política coherente con el pensamiento conservador y con la concepción liberal de la política.

No parece tampoco que esa guerra de territorios pueda ser nada provechosa para un partido político de ámbito nacional y que quiera dejar de considerar a Cataluña como una rareza incomprensible.

Mi impresión personal es que Sánchez, aparte de amarrarse en el Congreso para casi dos años y de volver a propinar otro cachete doloroso al consenso constitucional, acaba de disponer el lazo definitivo con el que calcula inmovilizar a su presa durante bastante tiempo.

Sánchez tiene la indudable cualidad de ser capaz de obligar a los demás a discutir en el terreno que él propone y con las armas que elige. Pero la inteligencia política consiste, entre otras cosas, en evitar las trampas que el adversario tiende con una malísima intención que sería ingenuo no advertir con diligencia.

*** José Luis González Quirós es filósofo y analista político. Su último libro es 'La virtud de la política' (Unión Editorial).

Una escena de 'Alien: Romulus'.

'Alien: Romulus' es a 'Alien' lo que OnlyFans al sexo

Anterior
Una escena de 'Alien: Romulus'.

'Alien: Romulus' es a 'Alien' lo que OnlyFans al sexo

Siguiente