El exministro de Relaciones Exteriores de Israel, Yair Lapid, estrecha la mano de su homólogo emiratí,  Sheikh Abdullah bin Zayed, en 2021 en Abu Dabi.

El exministro de Relaciones Exteriores de Israel, Yair Lapid, estrecha la mano de su homólogo emiratí, Sheikh Abdullah bin Zayed, en 2021 en Abu Dabi. Reuters

LA TRIBUNA

Una historia alternativa de Israel en 2073

El autor imagina un plan de paz para Oriente Medio a 50 años vista, con la creación de un Estado Palestino y la contribución de Arabia Saudí para garantizar la seguridad.

7 octubre, 2024 18:23

Es 7 de octubre de 2073.

Han pasado cincuenta años desde los terribles ataques terroristas perpetrados por Hamás el 7 de octubre de 2023.

Durante mucho tiempo, Oriente Medio ha sido una región marcada por conflictos arraigados, rivalidades geopolíticas y alianzas cambiantes. Este medio siglo ha seguido siendo inestable, pero ha experimentado, también, transformaciones significativas. Entre ellas, la constatación de que el fin de la historia de Fukuyama fue una predicción errada. Al menos, en lo que se refiere a esta parte del mundo.

Donald Trump junto a Mohamed bin Salman, en 2017.

Donald Trump junto a Mohamed bin Salman, en 2017. Reuters

Los países árabes que rodean a Israel no se convirtieron en democracias liberales. Todo lo contrario, devinieron en dos tipos de regímenes.

Por un lado, Jordania, el Estado de Palestina y Arabia Saudí abrazaron el modelo de los emiratos árabes, y fueron polos de atracción de personas y de capitales occidentales, todos ellos, en fuerte alianza estratégica y económica con Israel.

Por otro lado, Siria, Irak y Líbano, y a la cabeza, Irán, se negaron a aceptar este modus vivendi y continuaron gestionando los conflictos políticos y étnicos internos, la represión a la oposición, unas economías atrasadas y la presión constante de las sanciones occidentales.

Mientras saudíes, jordanos, emiratíes y palestinos disfrutaban de altas cotas de crecimiento económico, estabilidad política y paz, iraníes, sirios, iraquíes y libaneses continuaron en la misma senda de los últimos cien años. Pese a sus maltrechas economías y sus liderazgos tiránicos o fallidos, no se produjeron cambios políticos. Una lección milenaria medio oriental: lo que funciona mal puede durar toda la vida sin necesidad de cambio o reparación.

Tras la eliminación, expulsión y hostigamiento constante a todos los miembros de Hamás en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este, y en todo lugar del planeta en donde los servicios secretos israelíes pudieron encontrarlos durante los dos años siguientes desde los ataques del 7 de octubre de 2023, el presidente de los EE UU, Donald Trump, reactivó el plan de paz para Oriente Medio que ideó su yerno Jared Kushner.

El plan consistía en crear paulatinamente un Estado palestino, cuya factura y aval, tanto económico como en términos de seguridad, pagaría y garantizaría Arabia Saudí. Los israelíes, enrocados en posiciones inmovilistas tras los ataques del 7 de octubre de 2023 y los dos años de violencia incesante que les siguieron, fueron reticentes. De hecho, Trump no pudo ser testigo de la firma de los Acuerdos de Paz de Yeda en 2035. Bibi Netanyahu, tampoco.

"Irán ha mantenido una política de resistencia contra la hegemonía de israelíes y saudíes mediante su influencia sobre actores no estatales como Hamás y Hezbolá"

Tras los ataques del 7 de octubre, la guerra en Gaza y Líbano, y el conflicto militar a distancia Israel e Irán, la opinión pública internacional en pleno predijo una dilatación centenaria del conflicto. Pero no fue así.

Para los israelíes, pese a su posición hostil al plan de paz, fue el crecimiento demográfico de los árabes israelíes y de los árabes palestinos en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este lo que facilitó la independencia del Estado de Palestina en 2040.

Desde 2035 a 2040, la realidad sobre el terreno fue un Estado, el de Israel, en convivencia con autonomías palestinas que, poco a poco, iban ganando independencia. Esta lenta transición fue posible gracias a que Arabia Saudí se unió a los Acuerdos de Abraham y fue el garante de los palestinos en su proyecto de ser un Estado.

El gran logro de estos últimos 50 años fue, precisamente, la creación del Estado de Palestina y su alineamiento con jordanos, emiratíes y saudíes.

Una vez se creó el Estado palestino y se unió a la órbita árabe-israelí, los EEUU consiguieron aislar a China de la zona. El gran foco de la lucha geopolítica se trasladó definitivamente a Asia-Pacífico. Con Oriente Medio relativamente pacificado, y las nuevas rutas energéticas bajo control saudí, la región dejó de ser un centro de rivalidad importante entre las grandes potencias.

Aunque el bloque árabe-israelí ha logrado una estabilidad y una prosperidad inéditas, las tensiones con el bloque liderado por Irán persisten. Durante décadas y hasta el día de hoy, Irán ha mantenido una política de resistencia activa contra la hegemonía de israelíes y saudíes, basada en su influencia sobre actores no estatales al estilo de Hamás y Hezbolá en Siria, Irak y Líbano, que continúan siendo focos de conflicto y violencia en la región.

"El futuro de Israel depende en la actualidad de cómo maneje su relación con la población judía ultraortodoxa y con la población árabe"

La creciente dependencia de las nuevas tecnologías militares y la guerra cibernética definió los enfrentamientos entre las dos partes. Irán, consciente de sus limitaciones económicas y militares frente a la alianza liderada por Arabia Saudí e Israel, ha invertido en el ciberespionaje; en el desarrollo de armas no convencionales, como virus cibernéticos que han paralizado los sistemas de transferencias bancarias o drones; y en misiles de precisión, con los cuales han desestabilizado la frontera norte de Israel y los intereses saudíes en sus nuevas megaciudades sostenibles en el desierto.

A pesar de ello, la capacidad del bloque árabe-israelí para contrarrestar estos ataques mediante sistemas de defensa avanzados ha reducido el impacto estratégico de este hostigamiento.

Asimismo, la convivencia entre palestinos, jordanos, saudíes e israelíes no ha sido un camino de rosas. Hoy, su principal controversia sigue girando en torno a los recursos naturales y, especialmente, al agua.

Los constantes desencuentros sobre la gestión y distribución del agua del río Jordán y de los acuíferos compartidos han generado conflictos y escaramuzas militares entre Israel, Jordania y el Estado de Palestina, pero la mediación saudí ha evitado una espiral de violencia. A medida que se agrava la escasez de agua, estos desafíos podrían intensificarse en el futuro.

Por otro lado, la política interna de Israel también ha seguido evolucionando. El crecimiento demográfico imparable de judíos ultraortodoxos y de árabes israelíes ha supuesto un verdadero desafío existencial.

Aunque el Estado de Palestina y su creciente cooperación económica con Israel han contribuido a un período de paz, las tensiones internas dentro de Israel podrían desestabilizar el equilibrio alcanzado en los últimos cincuenta años. El futuro de Israel depende en la actualidad de cómo maneje su relación con la población judía ultraortodoxa y con la población árabe. Y, en el camino, seguir siendo un Estado democrático y plural.

En definitiva, el 7 de octubre de 2073 marcó el inicio de una transformación paulatina en Oriente Medio. No ha sido el mejor de los futuros para la región, pero ha sido un futuro bastante más prometedor al que solíamos predecir en 2024.

*** Elías Cohen es abogado y profesor de relaciones internacionales de la Universidad Francisco de Vitoria