El 7 de octubre y la vela al diablo
En el aniversario del 7-O, al igual que entonces, la extrema izquierda ha mostrado su simpatía por los terroristas que segaron las vidas de tantos judíos inocentes.
Para conmemorar el atentado terrorista contra Israel del 7 de octubre del 2023, Madrid se ensucia con una serie de actos organizados por Masar Badil, una organización que comparte las tesis de Hamás y que en España mantiene una buena relación con Podemos y Sumar, socios de Sánchez en su deleznable coalición.
Una semana después de la terrible masacre, la extrema izquierda mostró su simpatía por los terroristas que segaron las vidas de tantos judíos inocentes.
España es un país democrático de la Unión Europea vergonzosamente en connivencia, como dice en X Acción y Comunicación sobre Oriente Medio – ACOM, "con los grupos más siniestros y más oscuros allegados al terrorismo islamista. Un terrorismo que, recordamos, también ha actuado cruelmente en España".
¿Cómo puede haber gente que se apunte a una causa declaradamente genocida como la que canta "Desde el río hasta el mar"?
No defienden "causas", que tienen una base concreta e inteligible, sino lo que a mí me da en llamar "kausas" (a los radikales les molan esas "kas", así, como vascas), que son básicamente emocionales, imprecisas y arbitrarias. Y ya dijo Eric Hoffer que nada consigue una adhesión más ciega que un objetivo impreciso. Y él fue uno de los pensadores más revolucionarios del SXX.
La obra maestra de Hoffer, trabajador manual y miembro de la clase obrera, The True Believer: Thoughts on the Nature of Mass Movements, se publicó en los años 50. El éxito de sus singulares ideas psicológicas y sociológicas le llevó a ser profesor adjunto en la Universidad de California, Berkeley. Y siempre se ha de volver a él. Como ha hecho Robert Henderson, autor de Troubled: A Memoir of Foster Care, Family, and Social Class, en una reseña reciente.
Henderson nos recuerda que el sorprendente ensayista sostuvo que si se quitasen las capas de cualquier movimiento de masas, se encontraría que la frustración es su fuerza motriz. La frustración no surge únicamente de las sombrías condiciones materiales, aseguraba. "Nuestra frustración es mayor cuando tenemos mucho y queremos más que cuando no tenemos nada y queremos algo. Estamos menos insatisfechos cuando nos faltan muchas cosas que cuando parece que nos falta sólo una cosa".
Y ahí están las "kausas" para vehicularla.
"A medida que las circunstancias mejoran, aumentamos las expectativas a un nivel que no se alcanza, lo que provoca rabia y frustración"
Efectivamente, parecería que hay una coevolución entre ellas y el batiburrillo del descontento adolescente, las patologías mentales, el pico de la testosterona y las frustraciones personales. La raíz de la frustración no reside sólo en las circunstancias externas o en "el sistema", sino fundamentalmente en las cargas que implica ser un individuo.
No hay que olvidar que Alexis de Tocqueville ya advirtió de que es más probable que se produzca una revolución después de una mejora en las condiciones sociales que antes. Incluso se le llama a eso "el efecto Tocqueville".
A medida que las circunstancias mejoran, aumentamos las expectativas y se elevan los puntos de referencia a un nivel que normalmente no se alcanza, lo que provoca rabia y frustración. Si las condiciones mejoran, pero no tanto o tan rápido como se querría, nos sentimos atraídos por movimientos que prometen hacer realidad los sueños.
Podemos y Sumar recogen probablemente la insatisfacción de jóvenes de clase media y con educación superior que desearían un estatus por lo menos mayor al de sus padres, y preferiblemente no competitivo: en la Administración o en la política. Por eso, Hoffer concluye: "No es el sufrimiento real, sino el gusto por cosas mejores lo que incita a la gente a rebelarse".
Me resulta especialmente fascinante su idea de que los movimientos de masas intentan explotar no sólo la frustración entre sus miembros sino ¿conscientemente? cultivarla.
¿Por qué? Si realmente consiguen lo que teóricamente desean sus seguidores, dejarán de ser sus miembros. Esto significa que los movimientos de masas más fuertes inevitablemente serán los que sean mejores en no ofrecer los resultados esperados. Es difícil no pensar en nuestros separatismos hispanos, por ejemplo, en su perpetua rueda de hámster.
Cuánto más se frustran las expectativas, más fanatismo y más ardor en la búsqueda de un chivo expiatorio al que responsabilizar. Y, atención, al que odiar.
"El odio, dijo también Hoffer, es el más accesible y completo de todos los agentes unificadores. Los movimientos de masas pueden surgir y propagarse sin la creencia en un Dios, pero nunca sin la creencia en un diablo".
No encontraremos más odio y crueldad que en la masacre del 7 de octubre en Israel. Y nuestros supuestos "progresistas", meros y lamentables "progres" en la realidad, no hacen más que ponerle velas.
*** Teresa Giménez Barbat es escritora, antropóloga y exeurodiputada.