Demasiado confeti con los audios de Juan Carlos y el 23-F
Aunque se desclasifique toda la información sobre el 23-F, seguirá la tendencia a pensar que la verdad reside al margen de los hechos constatados.
Matizar unos audios robados a Juan Carlos I mientras hablaba de todo un poco con su amante es como conducir en dirección contraria por la autopista. La fiesta que se ha montado ha sido colosal, sobre todo en lo referente al 23-F. El tono de Jesús Cintora al comentarlo parecía el de un luchador de pressing catch antes de un combate.
Ya en la primera escucha, cuando el rey dice que Alfonso Armada "jamás ha dicho una palabra", en un contexto en el que está hablando de Sabino Fernández Campo, se entiende que se está refiriendo a que nunca le ha puesto a parir.
Pero también podemos situarnos en ese oscuro objeto de deseo. Nos podemos situar en la hipótesis de que se refiere a que ha mantenido en secreto un presunto papel de Juan Carlos en el 23-F que desconocemos, pero que se podrá descubrir si se desclasifican los secretos pendientes sobre ese intento de golpe de Estado, que no fue el último.
Cabe recordar que hubo un plan posterior para asesinar al Juan Carlos y a Felipe González en La Coruña en 1985.
Hay conversaciones entre Juan Carlos y Armada previas al golpe cuyo contenido se desconoce. Pero cada vez que sale a la palestra este tema da la impresión de que se desconoce también qué ocurrió el 23-F.
Yo también creo que los secretos de hace medio siglo deberían ir aireándose por una mera cuestión de salud democrática. Pero mientras eso no ocurra, y si queremos hacer fiestas especulando con su contenido, tampoco estaría mal tener claro el contexto.
Porque el hecho contrastado que han deducido los historiadores hasta ahora es que Armada traicionó al rey. Y su modus operandi fue asegurar, a los militares que se iban a sublevar, que actuaba en su nombre.
En tramas golpistas anteriores al 23-F, los protagonistas habían tratado de sumar fuerzas para un golpe, y fueron descubiertos. Con la lección aprendida, en esta ocasión lo hicieron al revés. Lo llevaron en el máximo secreto sólo unos pocos con la intención de poder desarrollar la operación y, tras el golpe, con los hechos consumados, que sus compañeros de armas se sumaran.
Adolfo Suárez tenía calado a Armada desde años atrás. Creía que intoxicaba al rey, y por eso fue el responsable de su destitución.
Juan Carlos no lo veía así. Confiaba en alguien con quien había tenido una estrecha relación durante años, y forcejeó con el presidente del Gobierno para tenerlo a su lado.
"Muchas de las tiranteces entre Suárez y Juan Carlos en esos años tuvieron que ver con la cuestión militar"
No fue hasta que Suárez dimitió que el rey pudo situarlo como número dos del Estado Mayor en Madrid. En su último consejo de ministros, cuando Suárez vio el nombramiento, pensó que era una broma. Pero ya le daba igual, porque se iba.
Muchas de las tiranteces entre Suárez y Juan Carlos en esos años tuvieron que ver con la cuestión militar. El rey le reprochaba no llevarla con más mano izquierda. No hace falta extenderse en que el Ejército era un caldero en ebullición, fundamentalmente por los atentados de ETA, que les iba asesinando, a ellos, a policías y guardias civiles, uno por uno, a razón de prácticamente dos por semana.
Esa olla de presión o ruido de sables, como llamó El País al problema, permaneció en el tiempo. También hubo conversaciones de los militares con el rey con el secuestro del capitán de Farmacia, Alberto Martín Barrios, antesala de la creación de los GAL (¿hubo relación?).
En un sentido político, también se ha imputado la velocidad de la descentralización del Estado en los años ochenta a ese miedo a los militares.
Que existían tramas golpistas en 1980 y 1981 lo sabía todo el mundo. El PSOE, en conversaciones con Sabino Fernández Campo, se refirió a la existencia de dos, una de generales y otra de "la banda borracha". Luego se vio que la naturaleza imita al arte, porque como contaba Miguel Ángel Aguilar, testigo de los hechos el 23-F, los guardias civiles se llevaron cajas de whisky del bar del Congreso.
Aunque ya no se llevasen bien, Juan Carlos estuvo en contacto permanente con Suárez sobre esta cuestión hasta el último momento.
Cuando conozcamos las conversaciones que tuvo el rey con militares, especialmente con Armada, sabremos de qué manera se acercaba a la cuestión para obtener información. La hipótesis de que, en el caso de que se produjera un golpe, autorizara a Armada a intentar reconducirlo postulándose para presidir un gobierno de concentración es perfectamente viable.
Sin embargo, eso no significa ni mucho menos que le propusiera dar un golpe con ese fin. Es un desafío al sentido común histórico pensar que, después de todo lo andado en la Transición, a Juan Carlos se le antojase desandarlo.
Pero es que los hechos de aquella noche también lo desmienten. A los veinte minutos de entrar Tejero en el Congreso, Juan Carlos llama a Gaberias, número uno del Estado Mayor, y entre Sabino Fernández Campo y él inician una ronda de llamadas a las capitanías generales. Fue un juego del ratón y el gato, porque antes, durante y después de sus telefonazos, Milans del Bosch estaba haciendo lo mismo.
El capitán general de la III Región Militar sabía que Tejero podía asaltar el Congreso, pero que sus compañeros no se sumarían si no era por orden del rey.
Esa orden fue el juego que llevaba Armada y, por lo que se ha podido contrastar, siempre fue un doble juego. Lo prueba que, antes de entrar él al Congreso a hablar con Tejero, en el hotel Palace le pintara una situación catastrófica a los mandos leales presentes. Les dijo que varias regiones militares estaban a punto de sumarse a Milans del Bosch.
Luego, en cuanto cruzó la calle, le dijo a Tejero que el golpe había fracasado, que no quedaba más remedio que poner en marcha su plan de gobierno de concentración, una conversación que reveló el propio Tejero ante el fiscal.
"Una vez liberado, Suárez, según su propio relato, se acercó a Juan Carlos y le reconoció que se había equivocado con Armada"
Si le salía bien, Juan Carlos habría tenido que aceptar los hechos consumados. En su mente sonaba bien.
Como es sabido y se ha repetido hasta la saciedad, el mensaje del rey por televisión anulaba esa mentira que Armada y Milans del Bosch se habían encargado de difundir.
En el testimonio de Suárez sobre el golpe que recogió el profesor Juan José Linz, el presidente dijo que, al salir del Congreso, pensaba que Armada había desbaratado el golpe. En efecto, había estado mediando para que Tejero depusiera finalmente su actitud, pero mientras lo hacía ya sabían todos en el exterior su implicación. Dentro no.
Una vez liberado, Suárez, según su propio relato, se acercó a Juan Carlos y le reconoció que se había equivocado con Armada. El rey le contestó, según cita el historiador Juan Francisco Fuentes: "Agárrate, no te equivocaste, ha sido el cerebro de todo".
Esa misma tarde, Suárez quiso que Francisco Laína, director de la Seguridad del Estado, aportara las cintas que había grabado esa noche con las conversaciones telefónicas de los golpistas. Contó que cuando Juan Carlos escuchó lo que decía Armada en ellas "se tapó la cara y se echó a llorar".
Laína iba a escribir un libro con todo, pero falleció en 2022 sin que tuviéramos noticia. En una estructura cíclica genial, el problema que había con esas cintas, según Jorge Trías Sagnier, amigo de Laína, era que revelaban "aspectos de la vida privada del monarca".
Desde luego, hoy, a nadie le cabe duda ya de cuál ha sido el punto débil del emérito y, después de tantas amenazas, tanto terroristas como de extrema derecha, lo que más ha dañado la monarquía.
Con respecto al golpe, a las piezas que quedan por encajar y a las palabras (cortadas) por interpretar, sigue siendo perfectamente válido el razonamiento de Juan Francisco Fuentes en su biografía de Suárez: "Hay una tendencia casi natural a pensar que la verdad sobre el golpe no está en el material que conservamos, como la grabación en vídeo y audio de lo acontecido en el Congreso de los Diputados, sino justamente en aquel que no existe o, mejor aún, en aquel que ha sido destruido, porque tal cosa sólo podría explicarse por el interés en que su contenido no sea conocido nunca jamás".
Existe una copia de esas cintas, pero todo parece indicar que, aunque se desclasifique junto a cualquier otro tipo de material, seguirá la tendencia a pensar que la verdad reside al margen de los hechos constatados.
Más en esta época, donde la realidad es la voluntad de cada uno.
*** Álvaro 'Corazón Rural' es periodista.