Mario Conde.

Mario Conde. Gtres

Tribunas LA TRIBUNA

La sociedad abusiva

El expresidente de Banesto reflexiona sobre los abusos de poder en la España de 2024 y sobre la mansedumbre de la sociedad española frente a ellos. 

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Mientras deambulaba por el centro del Merchant City de Glasgow, acostumbrado ya a soportar esa lluvia fina combinada con retazos de ese sol tibio tan característico de esta ciudad, puerta de las Highlands del oeste, me vino a la cabeza un pensamiento que no quiero dejar de explicitar aquí.

Reflexionaba sobre la estructural condición de súbdito que acompaña a la inmensa mayoría de los seres humanos. Al producto humano como tal. Entiendo por tal la sumisión irredenta a cualquier forma de poder, sobre todo al que ordena sus vidas en los diferentes ámbitos. Incluido, durante siglos, el mundo llamado espiritual.

Y, a pesar de esta sumisión estructural al poder, de vez en cuando en la historia ocurren y se producen rebeliones, revoluciones, alzamientos, o cómo se quiera llamar a esos movimientos, que tratan de derrocar el poder establecido.

Mario Conde, en una imagen de 2022.

Mario Conde, en una imagen de 2022. Europa Press.

El sujeto pasivo de la rebelión es el poder. El activo, la masa. Pero siempre conducida por uno o varios líderes. Porque la característica esencial de la masa es su condición de inerte, abandonada a sí misma.

La pregunta es ¿cuál es el motivo, la causa eficiente de la rebelión?

Yo lo tengo claro. No es el poder en sí mismo, sino el abuso de poder.

Los juristas educados, y las normas por ellos elaboradas, suelen huir del término "abuso", aunque en la literatura jurídica la maldita palabra tiene cierto espacio. "Arbitrariedad", por ejemplo, es más llevadera. "Desviación de poder" es más técnica.

Pero, como dice mi admirado Krishnamurti, "la palabra no es la cosa".

Así que son los líderes los que conducen a las masas a rebelarse contra el abuso de poder.

El estructuralmente súbdito ser humano aceptaba sin reparos el poder del monarca absoluto, que reunía en su potestad eso que llaman los tres poderes del Estado (sólo hay un poder, no tres). Pero, como diría mi abuela, siempre que "estuviera bien mandado".

Vamos: siempre que se viera, se percibiera o se entendiera que esa enorme cantidad de poder acumulado se ejercía sin tintes de abuso o arbitrariedad excesiva.

Y digo "excesiva" porque la tendencia innata en el ser humano que ejerce cualquier forma de poder es a abusar mínimamente de su poderío.

"No es el poder: es el abuso. Y como todo poder, tiende, al ser ejercido por humanos, al abuso. Y más tarde o más temprano surge la revuelta"

El problema nace cuando se produce el exceso que llamamos "abuso" en sentido estricto. Esa es la situación que provoca el levantamiento, la revolución o el motín, y donde lo que menos importa es la terminología.

La Revolución francesa nace por el abuso de los Borbones. A Carlos I de Inglaterra le cortaron la cabeza por el abuso de su poder real. A su abuela María Estuardo, por abusar de su poder para ocultar su romance y el asesinato deliberado de su marido. Además, cierto es, por ser católica, mujer y aspirante al trono inglés.

El alzamiento del 18 de julio no fue contra la República, sino contra los abusos que a diario se cometían.

Podría seguir. No es el poder: es el abuso. Y como todo poder, tiende, al ser ejercido por humanos, al abuso. Y más tarde o más temprano surge la revuelta.

Analizando lo que sucede en España (no me atrevo a generalizar a Occidente en este momento), creo que vivimos en una sociedad abusiva. Y digo "sociedad abusiva" porque creo detectar que en todos los focos, en cualquiera de los centros de poder real que sobre nosotros se ejerce, el abuso está lamentablemente presente.

El sistema tributario, o la detracción de la riqueza creada por la sociedad, es abusivo en su cuantía, y los poderes que se atribuye a los agentes encargados de colectar y recaudar, la llamada Agencia Tributaria, son abusivamente delincuenciales.

El consumo inerte de gasto público por el poder para sus propios fines es notoriamente abusivo.

El ejercicio de la fuerza publica sobre el ciudadano medio es en ciertos casos (no muchos, lo admito) abusivo.

El modo en que se incrementan los precios de productos alimenticios en el circuito producción/comercialización es nítidamente abusivo.

El trato que reciben los clientes de algunas empresas de servicio público es claramente abusivo.

En la contratación laboral se generan abusos de fórmulas no destinadas a ser permanentes.

Podría seguir. La sociedad se ha instalado en el abuso sistemático.

Desde el Poder Legislativo se abusa de la Constitución manipulando sus preceptos para conseguir fines ajenos a su ideario de base.

"Las entidades financieras abusan de su oligopolio, creado por la irresponsable política de fusiones"

Los jueces y fiscales, en demasiadas ocasiones, abusan del poder que les ha entregado la comunidad para causar daños injustos y desgraciadamente irreparables a ciudadanos sometidos a sus "sospechas" infundadas, cuando no a sus decisiones espurias basadas en el seguidismo del poder para congraciarse con él y obtener rendimientos profesionales o económicos.

En los últimos tiempos, algunos parecen empeñados en enfrentamientos con el Legislativo y el Ejecutivo con el aparente (y peligroso) propósito de decir "aquí estoy yo".

Las entidades financieras abusan de su oligopolio, creado por la irresponsable política de fusiones, sobre el ciudadano desamparado por la carencia de opciones reales para financiar sus empresas.

Los medios de comunicación abusan de su poder destrozando famas y honras al servicio de finalidades espurias.

La clase política abusa de su condición endogámica para preservar su monopolio de acceso al poder a cualquier precio.

Algunos políticos abusan de su poder para enriquecerse delinquiendo.

No es un retrato apocalíptico. Es un retrato lamentablemente cierto. Y lo es porque, como dicen los místicos, la verdad es una experiencia.

Nadie puede negarme mi experiencia objetivada, que resumo en esta frase: vivo en una sociedad abusiva. No sólo sometido a un poder abusivo, sino a un sistema de poder extendido sobre una sociedad que se ha convertido a sí misma en abusiva.

El individuo, y la sociedad por él construida, aceptaba sin mayores problemas el ejercicio del poder, pero rechazaba el abuso. Pero no detecto hoy ni el más mínimo trazo de posible revuelta en nuestra sociedad. No sólo no hay lideres dispuestos a ello, sino que esa sociedad abusiva ni siquiera valoraría el intento de quien se sintiera llamado a ello.

Le calificaría de "irresponsable" por querer meterse en política.

"Le está bien merecido", dirían cuando el poder arremetiera contra él.

La aparición de un sistema financiero basado en criptomonedas ajeno al oficial, las redes sociales y los movimientos algo histéricos contra la partitocracia son muestras de un tipo de "protesta" y de defensa frente al abuso.

Pero la inmensa mayoría de la sociedad no lo entiende así.

Para esa mayoría, son simplemente cosas que suceden, sin más profundidad.

Nuestra sociedad tolera el abuso. Como dicen los cursis, ha "interiorizado" el abuso como algo estructural. No se rebela. Se somete. Vivimos en una sociedad abusiva. Porque han construido un nuevo biotipo humano: el súbdito del abuso de poder.

Y cuando esto sucede, la decadencia es sencillamente irreversible.

*** Mario Conde es abogado y empresario. Fue presidente de Banesto entre 1987 y 1993.