Sólo Kamala Harris puede devolvernos Estados Unidos
Si mañana martes Kamala Harris gana las elecciones, estaremos ante una gran oportunidad para recuperar la cordura del país y el respeto entre conciudadanos.
Mañana martes, tras una larga campaña para algunos, y no tan larga para otros, conoceremos el nombre del próximo presidente de Estados Unidos.
Se miden dos candidatos contrapuestos en unas elecciones que, al fin y al cabo, no van de políticas, sino de modelos.
Uno querría desmontar mucho de lo construido en Occidente, y abatir muchos de los pilares que hoy sostienen el mundo global y multilateral en el que vivimos.
El otro parece querer seguir, en gran medida, con el statu quo, trabajando hacia los objetivos compartidos de las democracias liberales.
Gane quien gane, estas elecciones marcarán el rumbo del país y del mundo durante los próximos cuatro años.
Si bien abundan las especulaciones sobre las posibles implicaciones de una administración Trump o Harris para Estados Unidos, así como para el tablero geopolítico y económico mundial, se escuchan pocas sobre lo que significará de cara al futuro, más allá de los próximos cuatro años.
¿Qué viene después?
Para resolver esta cuestión, quiero anticiparme al análisis de los resultados y a la disección del mapa electoral con sus diferentes tonalidades de rojo, azul y morado, y aprovechar para recordar qué hay detrás de cualquier victoria (y la inevitable derrota del adversario que acompaña): una sociedad compuesta por voces únicas que depositan su papeleta en una urna por motivaciones que sólo ellos conocen.
Y lo que es más importante. Ese conjunto de voces que da la victoria a uno u otro, haciendo sonar una canción u otra, no tiene por qué ser representativo de la música final.
En una sociedad tan enfrentada y dividida como lo es hoy la estadounidense, es importante recordar que es difícil actuar contra algo que proviene del rechazo natural a una opción política del todo contraria a lo que uno quisiera para su país.
Por desgracia, el sistema bipartidista de Estados Unidos, con todas sus ventajas, no está tan preparado como el español para aguantar corrientes o líderes que se alejen mucho del centro. En España, estos fenómenos se canalizan a través de partidos nuevos a la izquierda o a la derecha de los partidos tradicionales.
"Ni todos los que votan a Trump quieren salirse de la OTAN, ni todos los que votan a Harris comulgan con sus políticas de distribución de la riqueza"
Pero en Estados Unidos, son los dos partidos tradicionales los que se alejan del centro, absorbiendo ellos mismos esas tendencias.
En este sentido, ante dos opciones tan antagónicas, lo lógico es que ni todos los que voten a Trump quieran salirse de la OTAN, ni todos los que voten a Harris comulguen con sus políticas de distribución de la riqueza y medidas regulatorias.
Muchas veces olvidamos que no todos los que votan al partido de Carles Puigdemont son independentistas, ni todos los que votan al PSOE se parecen a Pedro Sánchez.
Lo que sucede es que a menudo las personas se decantan por opciones que no se parecen del todo a ellas, ya sea por falta de alternativas o por ganas de alzar su voz para un fin personal (y político). Lo cual es, ante todo, lícito.
En este sentido, tenemos la gran suerte de que esas opciones (normalmente) van y vienen en democracia, y que son las voces las que prevalecen.
Si este 5 de noviembre el triunfo se lo lleva Trump, tendremos motivos para preocuparnos. Tras cuatro años adicionales de mandato, no creo que haya quien pueda detener la inercia impulsada por el personaje neoyorquino y los que le rodean dentro del Partido Republicano. Muy probablemente, su sucesor se parecerá mucho al magnate o incluso lleve su apellido.
Ahora bien, si la ganadora es Kamala Harris, estaremos ante una gran oportunidad para recuperar la cordura del país, el respeto entre conciudadanos y, sobre todo, empezar a frenar la espiral de la polarización.
A finales de noviembre, transcurridas unas tres semanas desde las elecciones, se celebra en Estados Unidos la fiesta más importante del año, Acción de Gracias. Esta celebración nace de una historia (probablemente embellecida) de cooperación entre dos pueblos muy diferentes, los colonos y los indígenas americanos. Una historia representativa del espíritu esencial estadounidense del respeto y la cultura de compartir, que han servido como base para levantar un país con gente de todos los rincones del planeta.
Si es elegida, la actual vicepresidenta deberá partir el pan y tender puentes con los que no piensan como ella. Sólo tejiendo alianzas entre diferentes habrá posibilidades de que dentro de cuatro años no volvamos a estar ante otras elecciones de infarto que enfrenten a los americanos de manera tan brusca y con tantísimo en juego.
Si Kamala Harris sale vencedora y es capaz de tender puentes entre la población, puede que en 2028 veamos dos candidatos más cercanos al centro, y en el caso de la derecha, más cercano a las instituciones y al marco de la Constitución.
Puede que en 2028 las elecciones en Estados Unidos dejen, por fin, de ir de modelos y vuelvan a ir de políticas. Y puede que quizás, salgamos de este perpetuo plebiscito entre dos bandos y volvamos a unos comicios entre americanos.
A estas alturas, sólo Kamala puede devolvernos Estados Unidos. In Kamala we (will have to) trust.
*** Cristina Apgar Pastor es exasesora de Ciudadanos.