¿Es fascista la Rusia de Putin?
La equiparación histórica del régimen de Putin con el fascismo sirve para ilustrar lo que está ocurriendo en Rusia y en los territorios ucranianos ocupados.
El término fascismo puede funcionar como una analogía histórica útil para interpretar los acontecimientos actuales en Rusia, o describir la experiencia vivida por millones de ucranianos en la actualidad. También funciona como un término académico que permite analizar el putinismo a través del tiempo y el espacio.
La equiparación histórica de un fenómeno actual con acontecimientos e imágenes del pasado ayuda a reconocer características y retos cruciales en la Rusia actual. Atribuir fascismo al régimen de Putin sirve para ilustrar al público en general sobre lo que está ocurriendo en Rusia y en los territorios ucranianos ocupados por Rusia.
Existen numerosos paralelismos entre la retórica y las acciones políticas internas y externas de la Rusia de Putin, por un lado, y de la Italia de Mussolini y la Alemania de Hitler, por otro.
A finales de 2024 se habrán acumulado varias similitudes políticas, sociales, ideológicas e institucionales entre el fascismo clásico y el putinismo. Van desde las características cada vez más dictatoriales y, en algunos aspectos, totalitarias del régimen ruso, hasta los rasgos revanchistas y cada vez más genocidas del comportamiento exterior del Kremlin.
Timothy Snyder ha llamado la atención sobre un intelectual de derechas de la emigración rusa de entreguerras y posguerra que se ha puesto de moda con Putin: el admirador de Mussolini y de Hitler Ivan Ilyin (1883-1954).
En sus reflexiones sobre una Rusia poscomunista, dictatorial y nacionalista, Ilyin proporcionó, en palabras de Snyder, "una justificación metafísica y moral para el totalitarismo político, que expresó en esbozos prácticos para un Estado fascista". Hoy, sus ideas han sido revividas y celebradas por Vladímir Putin.
En 2018, el politólogo ruso Anton Barbashin añadió: "Ivan Ilyin es citado y mencionado no sólo por el presidente de Rusia, sino por el [entonces] primer ministro [Dmitri] Medvedev, el ministro de Asuntos Exteriores Lavrov, varios gobernadores de Rusia, el patriarca [de la Iglesia Ortodoxa Rusa] Kirill, varios líderes del partido [gobernante] Rusia Unida y muchos otros".
La aplicación del término fascismo al régimen de Putin por parte de comentaristas externos tiene como objetivo dar al público de fuera de Rusia y Ucrania una impresión de los asuntos internos y exteriores rusos actuales.
Por el contrario, el uso ucraniano del término fascismo y del neologismo ruscismo (rashizm) –una combinación de "Rusia" y "fascismo"– es principalmente un acto expresivo. En Ucrania, calificar a Rusia de fascista desde 2014 expresa la conmoción colectiva, el profundo dolor y la continua desesperación ante el morboso cinismo del Kremlin hacia los ucranianos de a pie, especialmente en los últimos mil días de guerra.
Los adjetivos fascista y ruscista indican que la expansión militar de Rusia no consiste únicamente en conquistar territorio ucraniano. La aventura revanchista de Rusia, especialmente desde 2022, tiene como objetivo destruir Ucrania como Estado nación independiente y como comunidad cultural separada de Rusia.
"La agenda rusa va más allá de la mera expulsión, acoso, deportación, reeducación y lavado de cerebro de los residentes ucranianos"
Las palabras y los hechos del gobierno ruso son en gran medida congruentes con esto. Incluso antes del 24 de febrero de 2022, las declaraciones de funcionarios del gobierno ruso, parlamentarios y propagandistas indicaban que las intenciones de Rusia con respecto a Ucrania iban más allá de un mero rediseño de las fronteras estatales, la restauración de la hegemonía regional y la defensa contra la occidentalización de Europa del Este.
Desde 2014, Moscú ha estado suprimiendo despiadadamente la identidad nacional, la cultura y el sentimiento ucranianos. La agenda rusa va más allá de la mera expulsión, acoso, deportación, reeducación y lavado de cerebro de los residentes ucranianos.
También incluye la expropiación, aterramiento, encarcelamiento, tortura y asesinato de aquellos ucranianos (así como de algunos rusos) que se oponen con palabras y/o hechos a la expansión militar, el reinado político del terror y el dominio cultural de Rusia en Ucrania.
No es de extrañar, pues, que muchos ucranianos, así como algunos observadores rusos, califiquen espontáneamente de "fascista" el comportamiento genocida de Rusia. Millones de ucranianos que permanecieron en Ucrania en 2022 o regresaron a su país tras huir al extranjero están experimentando de primera mano la maldad de Moscú en forma de ataques aéreos semanales en todo el país.
Muchos de los ataques rusos con misiles, bombas y aviones no tripulados en el interior de Ucrania no están dirigidos contra objetos militares o fábricas de armas. Por el contrario, se dirigen deliberadamente contra edificios civiles sin conexión directa con el esfuerzo de defensa de Ucrania, incluidas viviendas residenciales, supermercados, hospitales e instituciones educativas.
La mayoría de los académicos distinguen a los fascistas de otros radicales de derechas por el objetivo del fascismo de un renacimiento político, social, cultural y antropológico.
Los fascistas suelen referirse a una supuesta Edad de Oro en la historia lejana de su nación y utilizan ideas y símbolos de este pasado mitificado. Sin embargo, no buscan preservar o restaurar una época pasada, sino crear una nueva comunidad nacional. Los fascistas son de extrema derecha, pero son revolucionarios más que ultraconservadores o reaccionarios.
En este contexto, la política de Rusia en los territorios ucranianos ocupados podría calificarse de casi fascista. La despiadada campaña de rusificación que el Estado ruso está llevando a cabo en las partes ocupadas de Ucrania mediante el terror selectivo, la reeducación forzosa y los incentivos materiales pretende lograr una profunda transformación sociocultural de estas zonas.
"La política de rusificación del imperialismo de Putin es similar en sus objetivos a las revoluciones fascistas de Mussolini y Hitler"
Aunque este tipo de políticas irredentistas, colonizadoras y homogeneizadoras no se consideran fascistas como tales en la investigación comparativa sobre el imperialismo, la aplicación por parte del Kremlin de su política de rusificación en Ucrania y los resultados que Moscú pretende conseguir son en cierto modo similares a los de las revoluciones fascistas internas, incluidas las que tuvieron lugar o se intentaron en la Italia de Mussolini y la Alemania de Hitler.
El objetivo del Kremlin es provocar una revolución política, social, cultural y antropológica local en las zonas de Ucrania anexionadas por Rusia.
Sin duda, las campañas de homogeneización de la población han sido habituales en la historia y no son exclusivas del fascismo. Sin embargo, la política de rusificación en Ucrania es similar a las clásicas políticas fascistas internas y de ocupación.
Así pues, los objetivos transformadores de Moscú respecto a los supuestos "hermanos" de Rusia en Ucrania podrían considerarse cuasifascistas.
El desarrollo dentro de la propia Rusia todavía no es plenamente fascista en el sentido de que Putin y su entorno no son revolucionarios internos, sino más bien representantes del Ancien Régime anterior a 1991.
Por otra parte, en el nacionalismo imperial ruso, Ucrania no es un país extranjero, sino la zona fronteriza occidental de la Gran Rusia. Aunque la mayoría de los observadores no rusos entienden la política del Kremlin respecto a Ucrania como una expresión de las prioridades exteriores de Moscú, muchos rusos la considerarían un asunto interno de Rusia.
La agresividad de Moscú en su trato con los ucranianos tiene mucho que ver con la suposición de muchos rusos de que se trata de un asunto familiar al que no se aplican las normas jurídicas internacionales ni las convenciones humanitarias.
*** Andreas Umland es analista del Centro de Estocolmo de Estudios sobre Europa Oriental (SCEEUS) del Instituto Sueco de Asuntos Internacionales (UI).