Argelia entra en una deriva totalitaria con la detención de Boualem Sansal
La detención arbitraria del escritor Boualem Sansal se enmarca en las relaciones enfermizas de Argelia con Marruecos y Francia a la vez que confirma la deriva totalitaria de las autoridades argelinas.
El delicado entramado diplomático con Argelia y Marruecos es un rompecabezas bien conocido para España, a menudo salpicada por la rivalidad histórica entre sus vecinos magrebíes.
Francia tampoco escapa a este juego plagado de chantajes y trampas, cuyo último rehén es Boualem Sansal, un escritor franco-argelino de 75 años.
Detenido en el aeropuerto de Argel el pasado 16 de noviembre, Sansal enfrenta cargos por presunta amenaza a la integridad territorial del país, considerada un acto de terrorismo según el Código Penal argelino.
El motivo irrisorio de tal acusación es una declaración realizada en una entrevista para el medio francés Frontières a principios de octubre: "Cuando Francia colonizó Argelia, toda la parte occidental de Argelia formaba parte de Marruecos: Tlemcen, Orán e incluso hasta Mascara. Toda esa región formaba parte del reino".
No era la primera vez que las opiniones de Sansal incomodaban las autoridades del país.
Sansal inició su carrera de novelista y ensayista durante la guerra civil argelina para denunciar la violencia de aquella "década negra" y advertir del auge del islamismo.
Desde entonces, su obra aborda cuestiones espinosas como la memoria histórica, la libertad y la justicia, unos temas que irritan especialmente a las autoridades de su país natal.
"Convertido en una figura imprescindible del panorama intelectual francés, Sansal obtuvo la nacionalidad francesa en 2024, poco antes de su abusiva detención en Argelia"
Su novela La aldea del alemán, publicada en 2007, está censurada en Argelia debido al atrevido (y acertado) paralelismo establecido por el autor entre nazismo e islamismo, en torno al carácter totalitarista e intolerante que comparten ambas ideologías.
Su pluma, a la vez delicada y afilada, le ha valido un amplio reconocimiento en Francia, donde fue nombrado Caballero de la Orden de las Artes y las Letras en 2012 por su contribución a la literatura en lengua francesa. En 2015, recibió el prestigioso Gran Premio de la Academia Francesa por su novela 2084: el final del mundo, una distopía inspirada en 1984 de George Orwell, que imagina un futuro dominado por un totalitarismo teocrático global.
Convertido en una figura imprescindible del panorama intelectual francés, obtuvo la nacionalidad francesa en 2024, poco antes de su abusiva detención en Argelia.
El caso de Sansal no sólo es representativo de la represión ejercida por el poder argelino, evidenciada de forma recurrente en el encarcelamiento de periodistas, escritores y activistas. También es un síntoma de su relación enfermiza con Francia y Marruecos.
Argelia ha construido su memoria histórica y su identidad nacional casi exclusivamente sobre su aversión hacia esos dos países, reavivando las disputas según las necesidades del momento, como recurso diplomático o como distracción para eludir la responsabilidad de sus propios fracasos.
La tensión latente que siempre ha caracterizado las relaciones entre París y Argel desde la independencia en 1962 se ha intensificado notablemente en los últimos años.
En octubre de 2021, Emmanuel Macron acusó al "sistema político-militar" de Argelia de mantener viva la memoria de la colonización para justificar su poder y desviar la atención de los problemas internos del país. En respuesta, Argelia prohibió el sobrevuelo de su espacio aéreo a los aviones militares galos.
Dos años después, el presidente Abdelmajid Tebboune emitió un decreto restaurando estrofas del himno nacional retiradas en los años 80, que incluyen líneas como: "¡Oh, Francia! Ha llegado el día en que debes rendir cuentas. Prepárate, aquí está nuestra respuesta".
Las crispaciones alcanzaron un punto álgido el verano pasado, cuando Francia siguió el camino de España y respaldó la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental.
Esta postura incitó a Argelia a revitalizar sus lazos históricos con Rusia, unos vínculos que se remontan a la Guerra Fría, cuando la URSS apoyó su lucha por la independencia. Así, Rusia, ya enfrentada a Francia en los escenarios ucraniano y saheliano, se erige como un aliado estratégico para Argelia en su desafío diplomático con París.
En este enredo de políticas internacionales, acusar a un escritor recién nacionalizado francés de cuestionar las fronteras entre Argelia y Marruecos encaja perfectamente con la narrativa de las autoridades argelinas.
Del lado francés también lo sucedido resuena con debates políticos. La derecha, en particular, lo interpreta como una oportunidad para que el Gobierno juegue sus cartas en la cuestión de la inmigración argelina.
"Desde el ámbito intelectual, la comunidad literaria internacional se ha movilizado a través de un manifiesto encabezado por cuatro premios Nobel de Literatura"
El debate se desarrolla tras una serie de graves sucesos protagonizados por personas en situación irregular y con órdenes de expulsión pendientes, suscitando un creciente clamor social para que los países del Magreb acepten el retorno de sus nacionales.
Ante esta situación, la derecha francesa propone varias medidas que vinculan la política migratoria con las tensiones diplomáticas con Argel, como exigir que readmita a sus nacionales clandestinos bajo orden de expulsión, limitar las remesas y restringir la emisión de visados para los ciudadanos argelinos.
Tachando a los oligarcas argelinos de hipócritas, también propone imponerles el pago de la seguridad social por la atención médica recibida en Francia y confiscar sus bienes inmuebles.
Desde el ámbito intelectual, la comunidad literaria internacional se ha movilizado a través de un manifiesto encabezado por cuatro premios Nobel de Literatura (Annie Ernaux, Jean-Marie Gustave Le Clézio, Orhan Pamuk y Wole Soyinka) apoyado por numerosos signatarios de diversas nacionalidades.
Además, figuras destacadas por la valentía de sus escritos, como Salman Rushdie y Roberto Saviano, han expresado públicamente su indignación.
Por ahora, las autoridades francesas no han emitido declaraciones que tracen una estrategia clara para presionar a Argelia y obtener la liberación del escritor.
Hasta entonces, con cada minuto que este pasa encarcelado, Argelia no hace más que confirmar la deriva totalitaria que Sansal le reprocha.
*** Léna Georgeault es profesora de Relaciones Internacionales en la Universidad Villanueva.