Si los progresistas europeos no atienden a los romaníes, lo harán los populistas
Años de promesas incumplidas han dejado a los romaníes vulnerables al atractivo de narrativas nacionalistas, xenófobas y autoritarias que les ofrecen un cambio tangible.
Las recientes elecciones en Estados Unidos, marcadas por la victoria de Trump y un cambio global evidente, obligan a los progresistas de Europa a tomar una decisión crítica: involucrarse de manera significativa con los 12 millones de romaníes del continente, o arriesgarse a perderlos en favor de movimientos nacionalistas xenófobos y antiliberales.
Durante décadas, a los romaníes se les ha prometido inclusión, pero solo han recibido gestos simbólicos que, según admite incluso la UE, han generado resultados insuficientes.
Líderes como Viktor Orbán en Hungría y Giorgia Meloni en Italia, alentados por la influencia de Trump, avanzarán con políticas de exclusión que apelan a un electorado desencantado.
Mientras tanto, la coalición gobernante de Alemania en Europa Occidental se fractura, el centro político de Francia se debilita y los progresistas en Europa Central y del Este enfrentan una presión creciente de las fuerzas de extrema derecha.
Los romaníes no son una preocupación periférica en este panorama cambiante. Como la minoría transnacional más grande, joven y de crecimiento más rápido en Europa, están en camino de representar una parte significativa de los nuevos votantes, y los progresistas corren el riesgo de perderlos de forma permanente.
Años de promesas incumplidas y simples palabras vacías han llevado a los romaníes a un punto de inflexión, dejándolos vulnerables al atractivo de narrativas nacionalistas, xenófobas y autoritarias que les ofrecen un cambio tangible.
Las recientes elecciones parlamentarias de octubre en Bulgaria exponen la profundidad de esta vulnerabilidad. Los votantes romaníes, que podrían representar una quinta parte de los nuevos votantes en el país para 2035, siguen siendo objeto de manipulación.
El partido DPS-Nuevo Comienzo del oligarca Delyan Peevski, conocido por explotar a grupos vulnerables para obtener beneficios políticos, obtuvo el 11.5% de los votos. Casi la mitad de los votantes romaníes (47%) lo apoyaron, no por un respaldo genuino, sino debido a coerción y compra de votos, lo que pone de manifiesto la corrupción profundamente arraigada en Bulgaria.
Las elecciones estuvieron plagadas de manipulaciones y fraudes electorales generalizados, lo que llevó a todos los principales partidos, excepto GERB y DPS, a solicitar anulaciones al Tribunal Constitucional de Bulgaria.
Las autoridades documentaron un aumento en los amaños electorales, el doble que en elecciones anteriores, incluyendo 724 casos de compra de votos y 80 instancias de campaña ilegal. En respuesta, el Tribunal Constitucional ya ha anulado votos en 52 secciones y está considerando revisar la legitimidad de los diputados elegidos en estas áreas.
Esto resalta el impacto corrosivo de la corrupción en la democracia y la explotación de comunidades excluidas de una participación política libre y justa, amenazando la integridad democrática no solo en Bulgaria, sino en toda Europa Central y del Este y los Balcanes Occidentales.
"Sin un cambio sustancial, las malas condiciones educativas y laborales empujarán a los romaníes hacia las fuerzas antidemocráticas que ofrecen estabilidad económica"
La experiencia de Estados Unidos, con comunidades excluidas de sistemas políticos y económicos equitativos, ofrece una lección contundente.
El Partido Demócrata, que una vez contó con el apoyo firme de afroamericanos, hispanos, comunidades musulmanas y votantes de clase trabajadora, ha sido testigo de una erosión de confianza. Décadas de promesas incumplidas y gestos simbólicos que no abordaron las necesidades reales de estas comunidades han llevado a muchas personas a explorar alternativas conservadoras y populistas que responden a sus preocupaciones inmediatas.
A pesar del progreso en derechos civiles, las disparidades económicas siguen siendo pronunciadas.
Las familias negras e hispanas poseen sólo una fracción de la riqueza de los hogares blancos (24.000 y 36.000 dólares, respectivamente), en comparación con los 188.200 dólares, según la Reserva Federal. Persisten las desigualdades estructurales en educación y empleo.
Esta falta persistente de cambios tangibles ha creado un vacío que los líderes populistas han aprovechado, ofreciendo promesas que resuenan a pesar de amenazar las normas democráticas. Las elecciones recientes han subrayado esta tendencia, con un marcado giro a la derecha visible en varios grupos demográficos.
En Europa, el descuido de los romaníes es aún más grave. Más del 80% de los romaníes viven por debajo del umbral de pobreza, en comparación con tasas de pobreza del 18,8% y 15,7% para afroamericanos e hispanos en Estados Unidos.
Las oportunidades educativas y laborales para los romaníes son escasas. El 68% de los jóvenes romaníes ni estudian ni trabajan, frente a la tasa de desempleo juvenil del 10.6% en toda Europa. La esperanza de vida de los romaníes está entre 10 y 15 años por debajo del promedio europeo, y casi la mitad experimenta discriminación diaria.
Sin un cambio sustancial, estas condiciones empujarán a los romaníes aún más hacia las fuerzas antidemocráticas que ofrecen estabilidad económica.
El miedo a la reacción de las mayorías ha impedido que muchos líderes progresistas se comprometan activamente con los romaníes y otros grupos. Sin embargo, el camino a seguir puede residir en darse cuenta de que los romaníes representan un grupo demográfico sin explotar, capaz de impulsar el crecimiento económico si se les brinda la oportunidad.
Las inversiones en educación, empleo y habilidades digitales no solo elevarían a los romaníes, sino que también fortalecerían la base económica y la resiliencia democrática de Europa.
Cumplir las promesas requiere más que retórica de campaña. Exige esfuerzos consistentes durante todo el año e inversiones en creación de empleo, formación vocacional y alfabetización digital para generar confianza y empoderar a los ciudadanos romaníes a resistir las narrativas nacionalistas.
Ignorar a este grupo demográfico corre el riesgo de convertirlo en un electorado perdido, influido por fuerzas que ponen en peligro la democracia.
El mensaje es claro: los progresistas deben actuar ahora, no solo como un imperativo moral, sino como una necesidad estratégica. El futuro de Europa, basado en la igualdad, la solidaridad y los derechos humanos, depende de ello.
*** Mensur Haliti es el vicepresidente de la Roma Foundation for Europe.