Pedro Sánchez y María Jesús Montero aplauden en el pleno del pasado 27 de noviembre ante la mirada impasible de la vicepresidenta Yolanda Díaz.

Pedro Sánchez y María Jesús Montero aplauden en el pleno del pasado 27 de noviembre ante la mirada impasible de la vicepresidenta Yolanda Díaz. Europa Press

Tribunas LA TRIBUNA

¿Por qué se enreda María Jesús Montero en explicaciones que nadie le ha pedido?

Montero ha envuelto las sospechosas relaciones de su jefe de gabinete con unas explicaciones que pretendían dotarlas de un manto de normalidad. Y ha fracasado en el intento. 

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Es posible que algunos veteranos recuerden el Diálogo para besugos, la famosa sección del viejo TBO cuyo lema era "usted pregunte lo que quiera que yo le responderé lo que me dé la gana".

La vicepresidenta María Jesús Montero, en el Congreso del PSOE en Sevilla.

La vicepresidenta María Jesús Montero, en el Congreso del PSOE en Sevilla. Europa Press

Muchas de las preguntas del Congreso de los Diputados se ajustan con exactitud a ese esquema surrealista, al que el gobierno de Pedro Sánchez ha conferido categoría de paradigma universal de todas sus afirmaciones. 

No cabe negar la iniciativa en las respuestas. Pero es forzoso admitir que con esa actitud, lo que se demuestra es un desprecio al público en la medida en que se admite que no existe obligación alguna de ser nada coherente con el interés general que esté implícito en la pregunta.

Quien responde con esa plantilla muestra que sólo tiene interés en la propaganda propia, no en la información. En repetir la retahíla que fuere sin permitir que nunca se desvele algo inconveniente.

Hay personajes cuya forma de ser dificulta seguir esa plantilla. Por ejemplo, María Jesús Montero, la vicepresidenta y ministra de Hacienda.

Su dificultad para repetir fórmulas estándar deriva de su infinita facundia, de su labia incontenible.

Así, su manera de explicar que su jefe de gabinete haya mantenido ciertos contactos con el señor Víctor de Aldama no se ha atenido al sabio consejo besuguiano de responder algo distinto a lo preguntado, sino que la ha hecho lanzarse por las verdes praderas de su verborrea con explicaciones que nadie le había pedido y que, con toda probabilidad, habrán producido cierta congoja en los encargados de mantener una política comunicativa rocosa, pero coherente en relación con los picantes asuntos que aguijonean al gobierno.

"La número dos del PSOE y del Gobierno le ha dado una lección de resiliencia a su jefe, ha entrado directamente a por el toro interrogativo que la amenazaba y lo ha cogido por los cuernos para tumbarlo"

La vicepresidenta primera se ha lanzado a la teoría y ha envuelto las sospechosas relaciones de su jefe de gabinete con unas explicaciones que han pretendido dotarlas de un extraordinario manto de normalidad política, porque las ha presentado como una muestra del espíritu de servicio que, a su entender, preside las actuaciones de este gobierno y, desde luego, de su amable y siempre atento ministerio.

La número dos del PSOE y del Gobierno le ha dado una lección de resiliencia a su jefe, ha entrado directamente a por el toro interrogativo que la amenazaba y lo ha cogido por los cuernos para tumbarlo.

O eso debe pensar ella, al menos.

El caso es que ha dicho que su jefe de gabinete está para resolver problemas a los empresarios (los particulares, de momento, no gozan de tal servicio, quede claro). Y que, en consecuencia, recibe amablemente a todos aquellos que quieran plantearle un problemilla, una inquietud o demandarle un trato cariñoso y adecuado a las situaciones difíciles que puedan atravesar.

De su afirmación cabe deducir que el jefe de gabinete de su jefe de gabinete, pues hay que esperar que tal cargo exista como, a propósito de otro enredo, hemos visto que lo tiene el jefe de gabinete del presidente, siempre estará dispuesto a escuchar las propuestas de empresarios que quieran hacer presentes sus inquietudes e iniciativas.

Tales comunicaciones llegarán mediante su oficio ante el jefe de gabinete de la vicepresidenta, que es el jefe inmediato de este inferior jefe de gabinete. De escalón en escalón, como mandan los cánones, se atenderán todas las peticiones de entrevista o cafelito que se hagan al siempre bien dispuesto jefe de gabinete de la señora ministra de hacienda y vicepresidenta primera del gobierno de Sánchez.

Se comprende con facilidad que tamaña actitud complaciente ante las cuitas del empresariado acabe por ocupar el tiempo de los cientos de asesores que se aprietan en la Moncloa procurando que ningún empresario se quede sin su consejo, su aliento y, si es legal, su ayuda generosa y altruista.

Cabe inscribir estas declaraciones de la señora Montero no en un mero intento de corregir las estrategias más habituales que se atienen al esquema de los diálogos para besugos, sino en un avance en la transparencia sentimental de los altos cargos que tuvo su momento de gloria en la comunicación final del presidente del gobierno tras sus días de retiro y meditación. Una honda y exigente reflexión que, como muchos recordarán, pues se trata de imágenes difíciles de olvidar, fueron acogidas por la señora Montero con todo tipo de albricias y carantoñas, alegre, como estaba, de que su amado líder abandonase, siquiera fuese de vez en cuando, su gesto adusto y serio semblante para mostrar las gracias de un corazón enamorado de los suyos y de su misión.

Montero ha humanizado con unas declaraciones oportunas tanto a la administración misma como a sus dirigentes políticos.

Le ha faltado, si acaso, reprochar a Alberto Feijóo que navega con narcos. A Isabel Díaz Ayuso, que habita en un ático opaco y millonario según Óscar López, el antiguo jefe de gabinete del jefe de Montero. Y a Carlos Mazón, tan de moda por desgracia, sus hábitos contrarios, el encerrarse en sus covachuelas y no recibir a nadie, su negativa a consolar a los afligidos contribuyentes, su desprecio a la democracia y al elegido del pueblo, que es Sánchez.

Pero hay que confiar en que no tarde mucho en volver al redil una vez aclarado el buen corazón de su jefe de gabinete y las mejores intenciones con las que mantuvo relaciones profesionales y normales y legales y éticas y morales con ese señor del que tanto se habla, como diría otro político del que ahora no me acuerdo.

He de ser sincero y afirmar que entre los diálogos para besugos y las exhibiciones sentimentales de buena conciencia casi prefiero lo primero. Pero no puedo ocultar que me divierte más la señora Montero que las evasivas habituales en el equipo del gobierno.

"España entera está harta de que estos pupilos de Sánchez sólo sepan defenderse y poner cara de palo cuando se les aprieta"

Ya que no espero gran cosa de lo que vayan a hacer en el futuro, preferiría que sus declaraciones tuviesen, al menos, el aura sentimental y moral que es dudoso encontrar en las evasivas y besugueces cuyo tipo ideal tal vez lo constituyan las deposiciones del tres veces ministro de Justicia, Presidencia  y Relaciones con las Cortes, señor Bolaños.

Bolaños mismo ganaría enteros si se atreviese a dejarse llevar por la pendiente sentimental y popular que tan bien cultiva la señora Montero y abandonase ese aire de señorita Rottenmeier que está siempre riñendo a los demás.

No me harán caso, pero si siguieran a Montero mejoraría su imagen, porque España entera está harta de que estos pupilos de Sánchez sólo sepan defenderse y poner cara de palo cuando se les aprieta. Si se atreven a ser sinceros y abiertos en la línea de la señora Montero, les irá mejor y todos podremos beneficiarnos con mayor intensidad de la buena conciencia que les adorna por su innegable superioridad moral.

La ministra de Hacienda ha roto una lanza a favor de la cordialidad y el afán de servicio de sus colaboradores y con ello ha mejorado mucho la imagen de eficacia que ya teníamos de ellos, de su listeza.

Fíjense si son buenos en lo suyo, que apenas tardaron en enterarse de los horrorosos delitos del novio de Ayuso, y eso que este esencial detalle amatorio no figuraba para nada en los casilleros de los impresos de Hacienda.

Justo es, pues, que Montero nos recuerde sus virtudes sin el menor temor a causarnos rubor ni disgusto.

*** José Luis González Quirós es filósofo y analista político. Su último libro es 'La virtud de la política' (Unión Editorial)