Se convirtió en un Bartleby del toreo en 2020. Abogó por esa literatura del 'no' en la que indagó Enrique Vila-Matas. Se pasó un año sin hacerse preguntas, disfrutando de las cosas cotidianas que la vida regala, por fin, a alguien 'normal'. Gozó de los atardeceres, los viajes, el tiempo y hasta del aburrimiento. Los capotes con los que antes dibujaba verónicas al paso de los astados se volvieron lienzos donde pintar con sus propios alfileres de colores. Expuso en Miami y en Madrid. Hasta que topó consigo mismo. "Me pregunté: ¿Voy a vivir así para siempre? Y me di cuenta de que lo que me importaba en esta vida era ser torero".
Sebastián Castella (Béziers, Francia, 31 de enero de 1983) es un divo de figura esbelta; un artista, en síntesis. Torero de cabo a rabo. Lo deja claro con sus primeras palabras a los reporteros que entran en su casa a fotografiarle. "Cuadros no. Soy torero, no pintor. Vamos abajo", dice con un marcado seseo y acento francosevillano.
Posa con finura, elegante, preocupado por su imagen; aprieta la mandíbula, mira fijamente la lente con el ceño fruncido. No quiere ver fotos con los pitones cerca de su cara cuando apenas restan unos días para su vuelta a los ruedos. El próximo 7 de enero, en la Feria de Manizales (Colombia), se enfrentará a seis astados. "Vuelvo porque soy torero y moriré torero". Vuelve él, el torero ilustrado, el "animalista", nadie más. Vuelve solo, porque es su día y no le importa quien esté en la plaza. "Es un día especial. Yo voy para torear y disfrutar yo. Soy muy egoísta en esto".
Castella prepara su regreso en la plaza que tiene en el garaje de su casa, en las afueras de Sevilla. A la capital hispalense llegó el Jueves Santo de 1998, cuando apenas tenía 15 años. "Y aquí me quedé, incluso estos dos años en los que no he toreado".
Un torero es un psicólogo que tiene que entender las embestidas del toro bravo, acoplarse y hacer lo que te pide.
Quizás este francés de padre español y madre polaca lleve impregnado el carácter sevillano más de lo que él mismo piensa. A punto de cumplir los 40 años, del Guadalquivir brota el acento andaluz de su habla, que convierte las zetas, las eses y las ces en la misma letra. Es hermano de La Estrella de Triana y de la Macarena; devoto de la virgen de Fátima.
Los dos años en los que ha estado retirado ha disfrutado Sevilla de una manera diferente. Ha podido vivirla aún más, descubrir nuevos rincones. Ha podido disfrutar de la academia de danza llamada La Maestranza. "Uno va a Sevilla por todo el misterio que la rodea". Rezuma Sevilla por los cuatro costados.
—¿Por qué vuelve?
—Porque soy torero y moriré torero. El toro es mi vida. El cuerpo me lo pide y el corazón también. Aún no me veo fuera de los ruedos por completo, aunque necesité un tiempo para mí como persona. Salí a los 14 años de mi casa con la idea muy clara de querer ser algo en el toreo. Dejé a mi familia, mi casa, mi país, los estudios. Sólo quería llegar a algo. Cuando te vas y lo dejas todo, te sacrificas y entras en una burbuja en tu vida.
Eso es duro. Con el tiempo es de las cosas más bonitas que hay, porque has conseguido hacer realidad tus sueños. Pero es duro. Has dejado muchas cosas en el camino para seguir creciendo y madurando, que no lo has hecho. En algún momento de tu vida lo necesitas. A veces necesitas ese descanso moral para reencontrarse o encontrar una cosa que te va a dar una ilusión nueva para seguir en tu camino. Eso es lo que necesitaba y lo que hice.
—Cuando uno frena, comienzan las dudas. Usted mismo dijo que había aprendido a vivir como un humano 'normal'. ¿Qué se ha preguntado a sí mismo durante estos dos años?
—El primer año no me hice ninguna pregunta, ya me hice tantas durante mi carrera… Lo que quería era evadirme y que mi mente pensara lo menos posible, que disfrutara de la vida, de los amigos, de los momentos, que viajara, que pudiera culturizarme, aprender otras cosas, conocer gente de un mundo diferente… Los taurinos y los toreros tenemos suerte porque viajamos mucho y conocemos muchas culturas. Pero siempre lo hacemos en países alrededor del toreo. Quería conocer otras culturas y tradiciones y lo hice.
Preguntas me hice pocas hasta que llegó el momento de preguntarme: ¿Voy a seguir fuera del ruedo o voy a vivir así para siempre? Me di cuenta de que lo que me importaba en esta vida era ser torero; era todo este mundo tan bonito, el animal en sí. Cuando era niño fui torero por la curiosidad de conocer al toro. Ahora vuelvo por la necesidad de estar otra vez con el animal. Es algo muy grande ser torero.
Sebastián Castella tomó la alternativa en el año 2000 en su Béziers natal, de la mano de Enrique Ponce y con José Tomás como testigo. Lo dejó en 2020, año de pandemia mundial por la Covid-19 y con el toreo tocado, dejando claro que no sabía si era un adiós o un hasta luego.
Durante el parón, se refugió en la pintura. Realizó una exposición en Miami y otra en Casas Viejas.
Vengo en parte a torear para mí, a disfrutar. Yo mi carrera ya la hice, la disfruté; vengo a disfrutar del ballet.
En su casa aún están los recuerdos. El trastero tiene las paredes colmadas de cuadros y recuerdos taurinos. Cabezas de burel reproducen la moviola de tardes de gloria del diestro francés.
Pero aquí también hay recuerdos de sus tardes de artes plásticas. La mesa sobre la que dibujaba los capotes y que tiene la misma forma, por ejemplo, yace intacta. Trazos de colores y el nombre de Atenea se advierten sobre ella.
—¿Le ha enseñado algo la pintura sobre la tauromaquia?
—Quizás a sentir más, a disfrutar más los momentos. La pintura me ha dado a conocer gente, para mí ha sido una terapia, una salida importantísima y estoy agradecidísimo. Gracias a la pintura he disfrutado de muchos momentos muertos y lo he pasado bien. También he podido conocer, hacer exposiciones en Miami, en Madrid, en sitios emblemáticos como Casa de Vaca. También darle gracias a pintores como Diego Zapata, Fernando Botero, de haber podido conocerlos más y que me han enseñado de este mundo maravilloso de la pintura. Es bastante diferente de la tauromaquia.
Sobre animalistas y el miedo
El sector animalista y el sector taurino no parece que vayan a ir nunca de la mano. Al menos, tal y como se entienden ahora mismo ambos conceptos. Los animalistas son per se antitaurinos. Sin embargo, Castella está completamente en contra de eso. Él mismo se defiende animalista. Y al que me diga que es mentira le digo yo que es mentira, que diría Juan Moneo Lara 'El Torta'.
—Dijo que volvía porque era animalista. Hay críticas sobre eso. ¿Las entiende?
—No he visto ninguna crítica, pero las habrá, obviamente. Hay un tabú muy grande y una conciencia, por supuesto. Lo creo y lo soy (animalista). Te voy a dar los argumentos. Soy torero y mato al toro. Pero, vamos a ver una cosa: ¿Quién es más animalista que el torero, los taurinos o los ganaderos?
Un torero en cuanto tiene posibilidad se compra una finca para criar toros, caballos o lo que sea, pero para criar animales. Estas fincas son el cuidado del medioambiente, en la parte ecológica que reclaman en parte los ecologistas.
Para mí ser animalista no es tener un perrito en 40 metros cuadrados, o un gato o diez gatos y ponerle una manta por encima y hablarles como un humano. No es eso. Esto es invertir dinero en los animales, en cuidarlos, en amarlos, en darle de comer, en estar en los días fríos con ellos, en los días de lluvia, estar con ellos en el campo, mojarte y cuidarlos. Es padecer. Yo me he quedado hasta las 4 de la mañana con una de mis yeguas hasta que pariera. Eso es ser animalista de verdad. Nosotros lo somos.
Es difícil entender que sacrificamos a un animal. He matado al toro, que me lo ha dado todo, cierto. Pero él me puede matar a mí. Si empezamos ahí, son tradiciones, son culturas de un país. Es historia. Hoy en día nos olvidamos de la historia. Creemos que la evolución son las tendencias. Con todo mis respetos, debatir es importante, pero todo el mundo se olvida de la Historia. Lo que ha construido este mundo es la Historia. Lo único que de verdad evoluciona desde mi punto de vista es la tecnología. Para de contar. Si no, por qué están los días de conmemoración. Para recordar la Historia y los hitos de esta vida.
—¿Tiene algo que ver eso con su vuelta? Es decir, ¿esta vuelta al ruedo es porque piensa que le queda algo pendiente para escribir su nombre en la historia?
—Sinceramente, no me importa que mi nombre quede grabado o no. Todos vamos a ir al hueco (risas). ¿Qué más da que quede grabado o no? Lo importante son las sensaciones y lo que dejas grabado en la mente de tu familia, de tus amigos, de tus seres queridos. A veces te entienden y otras veces no.
Hay que disfrutar esta vida. Obviamente, construyendo y dejando una marca o un legado, en el sentido de las nuevas generaciones de mi profesión, que es mi pasión, que es mi vida. Intentar dejarlo lo mejor posible. Por eso me gusta promocionar la tauromaquia y decir que soy torero contra viento y marea. Así lo creo.
Pero lo más importante no es dejar grabado mi nombre. Esto es como cuando alguien quiere ser algo en la vida. Tiene la ambición de ser tenista. Algunos tienen la ambición de ganar dinero, otros de dejar su nombre alto, otros de ser figura… Yo he querido ser figura. Con eso viene todo lo demás. Cada uno tiene su punto de vista y su forma de lo que quiere dejar. Para mí es poder disfrutar del toro y de todo lo que conlleva la tauromaquia.
Me gusta promocionar la tauromaquia y decir que soy torero contra viento y marea.
—¿Siente de nuevo el miedo?
—Sí, la responsabilidad, por supuesto. Por supuesto que la tengo y creo que es necesaria. Sin eso, de hecho, no volvería. Los miedos son importantes para sobreponerse a ellos y crecer. Para que tú le des importancia a lo que haces. El miedo físico es importante. Como cuando coges un volante de un Fórmula Uno a 300 kilómetros por hora. Es importante para darle respeto a eso y concentrarse y hacer las cosas bien. El miedo a la responsabilidad, al miedo escénico que se llama. También es importante, es necesario todo esto para tú crecerte. Es difícil de entender y de explicar si no lo vives.
Debemos de dar a conocer las sensaciones para que la gente pueda entender el porqué. ¿Por qué es tan grande el toreo? Porque sí. A veces es difícil de explicar, ¿no? Pero se intenta. Creo que la gente debe, más allá de estar a favor o en contra, si uno es inteligente intenta entender y después toma partido. O no, o lo respeta. A la gente que yo llamo neutros, que no conocen, le explico y le doy los argumentos para que ellos tengan ese respeto a la profesión. Perdón, me he evadido un poco, pero… El miedo es necesario siempre.
—¿Se siente más el miedo la primera vez o en el retorno?
—La primera vez… La primera vez son tantas veces… La primera vez que me puse delante de una becerrita casi salí corriendo quizás (era una broma, eh —risas—), pero lo bonito es sobreponerse a eso. Son miedos diferentes. Bueno, responsabilidades distintas, no lo llamo miedo. Son responsabilidades diferentes. Ahora tengo 23 años de alternativa y casi 25 de carrera. Vuelvo con un poso, con un saber, con una experiencia...
Obviamente no sé qué va a pasar, porque la tauromaquia año a año evoluciona. Hay que estar cada día mejor. Hay que reinventarse, hay que reencontrarse, el público es más exigente como es lógico. Será un miedo diferente. Más o menos, no lo sé. Yo lo que vengo es sabiendo que vengo a competir conmigo mismo y con todos los compañeros, pero vengo en parte a torear para mí, a disfrutar. Yo mi carrera ya la hice, la disfruté. Siempre queda algo por hacer, si no, no volvería, pero vengo para intentar disfrutar al máximo del toreo, del ballet, como yo lo llamo, que hace uno con el toro.
—Porque un torero es un artista...
—Totalmente, totalmente. Sí, aunque a día de hoy son más deportistas que nunca, porque también el toro ha evolucionado. La manera de manejar el toro, de prepararlo, de cuidarlo… Los toros son unos animales que se cuidan desde que nace hasta que llega a la plaza. Se les cuida y tienen nutricionistas para que estén perfectos... Como han evolucionado las ganaderías también han evolucionado los toreros. Por lo tanto, tienen que estar más preparados físicamente porque en los años 90 se caían muchos toros. Hoy en día están contados los que se caen. Ahí demuestra ese avance. Los toreros tienen que estar preparados igual, para preparar con más facilidad, más belleza, para agarrar bien la muleta, el viento, la lluvia… Esa embestida tan fuerte del toro. Somos deportistas, pero por encima de todos somos artistas. El toreo es arte y belleza por donde lo mires.
—... Y cada faena una obra del torero.
—Por supuesto. Cada día tú te levantas de una manera diferente. Somos humanos. No todos los días estamos con el mismo ánimo. Ahí está la belleza. Por mucho que tú tengas tu concepto y tengas tu forma de torear y te guste hacer cosas repetitivas. Pero lo bonito es adaptarte al toro. Un torero es un psicólogo que tiene que entender las embestidas, acoplarse al toro y hacer la faena que el toro te pide. El toro es fuerza y bravura y nosotros debemos acoplarnos y hacer el ballet con estética, ritmo, cadencia, templanza, acompañado de la música, de la sensibilidad del público y del tuyo. El toreo es muy bonito.
—¿Por qué seis toros para usted para volver?
—Como te he dicho antes, esa es mi tarde. A partir del segundo día ya me mediré con el resto de compañeros. Ese día quiero que sea mío. Tengo miedo y responsabilidad, pero me preparo para el evento. Espero que se llene la plaza y haya un ambientazo, dar lo mejor de mí y disfrutarlo, y que los toros me ayuden a eso. Sin la materia prima no se puede. Entonces es poder crear y disfrutar ese día. Por eso quería que fuera un día para mí. Es un reto matar a seis toros. Normalmente, eso lo hace cuando uno está en temporada o en lo más alto de su carrera. Yo he estado dos años fuera. Me gustan los retos. Así que por eso reaparezco con seis toros.
Libertad, igualdad y fraternidad
El torero francés parece estar marcado por la luz, parte fundamental en el rito taurino. Su obra, su forma de moverse en el ruedo y, por supuesto, también sus reivindicaciones. Férreo defensor de la tauromaquia, utiliza los valores arraigados en su país desde la Revolución francesa para pelear frente a los antitaurinos: libertad, igualdad y fraternidad.
"Es importante, ¿no? Creo que eso es así, pero en todo", expone el torero. "Lo dije en el vídeo que hice para Francia. Yo creo que nuestras tradiciones y culturas hay que cuidarlas. Es bastante similar. Es una libertad de expresión. Todo el mundo es libre de hacer lo que le gusta. Si te gusta el teatro, el fútbol o la tauromaquia, respétalo. No tienes que querer quitarlo o abolirlo".
Su razonamiento va hacia el terreno político. "¿Porque a tal que no compartía tus ideas políticas le gustaba ya no te gusta? A otros de otros partidos también les gustaba la tauromaquia. No soy nada político y respeto todo, pero yo pido que respeten a lo nuestro. La historia habla por sí sola y ahí está. Antes de la política estuvo la tauromaquia".
El torero es un revolucionario en toda regla. Le gustan personajes históricos de izquierdas como el Che Guevara, de quien se le ha visto portar alguna camiseta en ocasiones. Eso no significa que sea de izquierdas, él se aleja de la política.
"No tiene nada que ver con la política", afirma. "A mí me gusta la imagen del Che por revolucionario, sin entrar en ideales políticos. La tauromaquia no es de derechas ni de izquierdas, es del pueblo, de quien le guste y nada más. Es historia, tradición, cultura, raíz de un país. Cuando se habla de España se habla del flamenco, la tauromaquia, la paella… Del Barça, del Real o del Sevilla. Pero sobre todo del flamenco y la tauromaquia. Aquí no hay que meter la política. Esto lo han hecho los políticos mal".
Durante su retiro se ha podido comprobar el lado más humano de Castella. Se marchó junto a su novia a ayudar a los refugiados ucranianos a la frontera polaca.
—¿Ha encontrado similitudes entre la guerra y el toreo?
—Es distinto. En el toreo lo eliges tú; ellos no lo eligieron. La guerra es lo peor que existe. Me pareció fatal todo. La gente demuestra una fuerza tremenda, brutal… Ese patriotismo de la gente de Ucrania. Sinceramente es de admirar cómo ellos salían de su tierra. Salían por querer cuidar a sus hijos. Salían, pero estaban deseando volver con sus maridos. Ningún llanto, ninguna cara de tristeza… De impotencia más que nada. Hay historias muy duras.
Hacía tiempo que quería ayudar porque en muchas ocasiones hacemos corridas benéficas o donamos. Yo hice una cuando el terremoto de Haití. No me acuerdo cuándo fue. Toreé una corrida en beneficio y recaudamos casi 250.000 euros para poder hacer escuelas para los niños. Y nosotros los toreros siempre apoyamos, somos muy solidarios, siempre damos dinero. Pero esta vez yo no quería dar dinero, vi la tele y quería ir. A veces no sabes dónde va ese dinero, sinceramente, cuando es el dinero que pasa de una entidad a otra. En este caso yo quería apoyar con mi novia Katia y fuimos a la frontera de Ucrania con Polonia. Con nuestros medios lo apoyamos. Fue una experiencia vital importante y le doy gracias a Dios de haberlo hecho.
El toreo y la guerra son distintos. En el toreo lo eliges tú; ellos no lo eligieron. Es lo peor que existe.
Al fin y al cabo, cada experiencia puede ser la última en la vida de un torero. Sebastián Castella está a una semana de jugarse la vida en seis ocasiones delante seis astados; delante del animal al que ama.
No le importa quien vaya a verle en su regreso. Él sabe que su carrera ya está hecha. Vuelve porque es torero. ¿En las gradas? "Estarán los aficionados, que son importantes. Afortunadamente, me va a acompañar mi gente más cercana y estoy agradecido. Es un día especial, pero voy para torear y disfrutar yo. Soy muy egoísta en esto. En el ruedo sólo estaremos el toro y yo".
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