¿Qué tienen en común un actor de películas de western, uno que hizo de presidente en una serie ucraniana que resultó ser profética y un joven que abandonó el teatro que tanto amaba por una misión bastante más trascendente?
Plano cenital desde la estratosfera. Una cámara desciende a toda velocidad hasta plantarse ante el Gran Palacio del Kremlin, residencia oficial del presidente de Rusia. En el trayecto, una voz en off recita desafiante: "Hay tres actores contemporáneos que han sido los mejores antagonistas contra la Rusia tirana en nuestra historia reciente: Ronald Reagan, Karol Wojtyla y, en estos momentos, Volodímir Zelenski".
Transición.
Exterior. Washington, 1980. Barrido de la cámara por los jardines de la Casa Blanca hasta aterrizar en la fachada sur. Imágenes de archivo: Reagan y sus dos intentos fallidos antes de que el Partido Republicano de Estados Unidos le nombrara candidato a la presidencia. Reagan vence a Carter. Por 44 estados contra seis, se corona 40 presidente americano. Reagan y la crisis de los rehenes de Teherán. Reagan y Nancy Reagan saludan a lo Kennedy.
Con banda sonora de época, la cinta discurre en blanco y negro contando la historia del galán de los años 30 que conquistó la Casa Blanca. Desde 1937 - Love is on the air- hasta 1964 -The killers- se le conocen 69 películas y muchos cameos en televisión. Su voz sonaba en racimo en los medios audiovisuales y su sonrisa encantadora acaparaba los primeros planos. Detrás del telón, Reagan se traviste lentamente en político al erigirse en presidente del Sindicato de Actores (1947-1952).
En 1966 ganó sus primeras elecciones para ser gobernador de California y, desde entonces, aguantó con paciencia hasta que llegó su momento en el guion de la historia americana. Cayó Richard Nixon, le sucedió Gerald Ford y luego vinieron los demócratas liderados por Jimmy Carter. Después de 14 años en la arena republicana, el 4 de noviembre de 1980, Ronald Reagan, el actor, fue el presidente de Estados Unidos hasta el 20 de enero de 1989.
Plano americano. El historiador presidencial Julian Zelizer habla a las cámaras de la CNN: "Lo básico sobre la actuación de Reagan y su imagen pública siempre fue que podía vender el conservadurismo al público en un nivel amplio. Así era como él se vendía: siempre tenía una grata sonrisa; de esta manera las ideas conservadoras extremas no resultaban ni desagradables ni malas".
Desde que este hombre de Illinois, que empezó en la radio y acabó en Hollywood, se convirtió en presidente de Estados Unidos, la política exterior norteamericana giró en torno a su apellido: la Doctrina Reagan fue el epicentro y su obsesión era combatir la influencia mundial ejercida por la Unión Soviética durante los últimos años de la Guerra Fría.
Reagan comenzó su mandato describiendo públicamente a la URSS como el "imperio del mal" y se dedicó a luchar contra el comunismo en todo el mundo. Y acabó convirtiéndose en uno de los protagonistas principales del fin de la Guerra Fría negociando con Mijaíl Gorbachov, secretario general soviético entonces, el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio firmado el 8 de diciembre de 1987.
Aquel apretón de manos entre dos dirigentes antagónicos que terminaron haciéndose amigos provocó un giro de guion en las relaciones entre los Estados Unidos y la Unión Soviética que sería decisivo para el the end de una Guerra Fría que congelaba el planeta. Aquella firma liderada por el actor ha sido considerada como una de las piezas fundamentales para la estabilidad y seguridad internacional.
El libro The end of the Cold War: 1985-1991, de Robert Service, historiador británico especializado en Rusia, se pregunta a qué se debió el cambio de postura de Ronald Reagan sobre la Unión Soviética. Al parecer, el presidente que fue actor "decidió no hacer caso a sus asesores más conservadores y apostó por darle una oportunidad a Gorbachov, quien parecía ser un líder soviético distinto que buscaba cambiar algunas políticas tradicionales".
Service, profesor en el St Antony's College de Oxford, considera que aquella decisión "cambiaría incluso la relación entre ambos", y recuerda unas palabras de Reagan durante la visita que hizo a Moscú en 1990: "Creo, francamente, que el presidente Gorbachov y yo hemos descubierto una suerte lazo que nos une, una amistad entre ambos que esperamos que trascienda a todas las personas".
Fundido a negro.
Wojtyła, el papa dramaturgo
Exterior. Cerro de Wawel. La cámara se acerca lentamente a la catedral de Cracovia, santuario nacional de Polonia, a ras del suelo. 1978. Los pies ágiles de un joven cardenal pisan fuerte sobre el asfalto antes de salirse de plano. De pronto estamos en Roma. Fumata blanca. Campanas. Habemus papam. El robusto Karol Wojtyla ha sido elegido 264 pontífice de la Iglesia católica. Refrito de imágenes históricas donde se resumen sus 27 años de pontificado hasta aquella muerte agónica seguida en directo en medio mundo el 2 de abril de 2005.
Una voz en off explica que "Juan Pablo II fue aclamado como uno de los líderes más influyentes del siglo XX, recordado especialmente por ser uno de los principales símbolos del anticomunismo y por su lucha contra la expansión del marxismo por lugares como Iberoamérica, donde combatió al movimiento conocido como la teología de la liberación, con la ayuda de su sucesor, Joseph Ratzinger".
Con tono histórico, la voz afirma que Wojtyla "jugó un papel decisivo para poner fin al comunismo en su Polonia natal y, finalmente, en toda Europa". Vemos imágenes del atentado del 13 de mayo de 1981, de la captura del terrorista Mehmet Ali Ağca, de la caída del muro de Berlín, de Juan Pablo II y Lech Walesa, líder del sindicato polaco Solidaridad y premio Nobel de la Paz.
Primer plano de archivo. Habla Szczepan Wesoly, arzobispo polaco fallecido en 2018. Sin preámbulos, dispara: "En una conversación privada, Juan Pablo II comentó que el comunismo no tenía nada más que decir, ni en filosofía, ni en economía, ni en sociología, ni en ningún otro plano. Sobrevivía porque se sentía protegido por la armada rusa, que tenía al pueblo bajo control.
Juan Pablo II sabía que este sistema estaba muerto, por eso, su primer mensaje al mundo nada más ser elegido papa fue: "No tengáis miedo". Porque el sistema militar trabajaba con el miedo, la gente tenía pánico a hablar. Temían ser perseguidos, encarcelados o asesinados. Él sabía bien cómo funcionaba ese régimen y era muy consciente de lo que hablaba".
La cámara muestra escenas de la primera visita de Juan Pablo II a Polonia en 1979. Total de Janusz Kotanski, historiador polaco y embajador ante la Santa Sede desde 2016: "Durante su visita se concentraron en el centro de Varsovia alrededor de un millón de polacos. Escuchamos con lágrimas en los ojos las palabras de este papa polaco. Nos tomaba en serio. Nos dijo lo que debíamos hacer: no debéis tener miedo. Vosotros sois católicos. Vosotros sois polacos. Vosotros sois jóvenes. El futuro os pertenece".
Se suceden imágenes de las elecciones que se celebraron en Polonia en 1980 y la llegada al poder de Walesa, el aplauso de Gorbachov, los levantamientos posteriores en Europa del Este y el Otoño de las Naciones de 1989: Alemania oriental, Checoslovaquia, Hungría, Bulgaria… Se derrite el telón de acero. La diplomacia vaticana había ganado la guerra.
Primer plano de Joaquín Navarro Valls, exportavoz de la Santa Sede durante el pontificado de Juan Pablo II: "El comunismo no cayó porque Estados Unidos hubiese ganado la Guerra Fría o debido a que su escudo antimisiles destruyese las esperanzas bélicas de la gran Rusia, sino porque un hombre religioso, un papa, un hombre del Este, había unido las conciencias de Oriente y las de Occidente en el altar universal de los derechos humanos".
El papa Wojtyla quiso ser actor y se quedó en amateur de teatro, porque la llamada de Dios le sacó del celuloide en 1946 y le metió en una película muy potente en la que sería sacerdote, obispo, arzobispo y sumo pontífice. Su fascinación por la literatura dramática destacó desde su juventud y por eso, cuando se matriculó en la Universidad de Cracovia, también ingresó en un grupo de teatro y actuó en varias obras.
El filósofo y dramaturgo chileno Javier Sánchez-Collado incluso alberga la posibilidad de que Juan Pablo II, santo desde 2014, "sea nombrado patrón del teatro". En su opinión, "se puede entender que la cultura es lo que construye la sociedad, lo que hace política en sentido más profundo. De ahí el empeño de Wojtyla por hacer teatro y defender la cultura durante la ocupación nazi. ¿Fue eso política? Sin duda".
"El momento lo es todo, para un actor y para un presidente"
Todos los biógrafos de Juan Pablo II coinciden en que su autenticidad, su poderosa figura, su valentía, su poder de comunicación, sus dotes para dialogar con cada mujer y cada hombre, pero también con las masas, sus puestas en escena en las jornadas mundiales de la juventud, su carácter, su amabilidad, sus gestos y su capacidad para ganarse a la gente de la calle y a los líderes mundiales cuajó en su infancia, se desarrolló en aquella escuela de teatro y creció -fuera de cámara y de las tablas- a lo largo del papel de su vida.
Fundido a celeste y amarillo.
Zelenski, el drama del cómico
Exterior. Marzo de 2022. Kiev. Destrucción. Entre la sangre, las bombas, el miedo, las caras de desconcierto, se desempolva una invasión rusa en las tierras de Ucrania. Imágenes sincopadas del dolor de una tragedia.
Volodímir Oleksándrovich Zelenski es el presidente de la capital contemporánea del drama desde el 20 de mayo de 2019. De las cámaras a la batuta ucraniana todo ha sido como un thriller a alta velocidad.
El líder ucraniano que hoy se enfrenta a Putin tiene 43 años y es licenciado en Derecho, actor, comediante, guionista, productor y director. Del séptimo arte ha escalado en siete años a la primera línea de una guerra. En 2003 Zelenski montó la productora Kvartal 95, especializada en películas, dibujos animados y programas de comedia televisiva. Desde su estudio, creó la serie Servidor del pueblo, en el aire entre 2015 y 2019. En ella él mismo asumió el papel de presidente de Ucrania y el casting le convirtió en profeta.
De su fama catódica vino la creación de un partido político y del eco de las audiencias prosperó su candidatura a las últimas presidenciales en el fin de año de 2018. Las urnas de 2019 le convirtieron el triunfador por una mayoría del 73,22% de los votos tras abogar por un gobierno anticorrupción y más cercano a las políticas europeas, siguiendo la estela de su personaje en la serie de televisión.
Rebobina la actualidad. A los 17 años Zelenski se estrenó en un concurso televisivo de comedia. En 2008 protagonizó la película Love in the big city, que ha tenido dos entregas más. Su carrera cinematográfica continuó con Office romance. Our time (2011) y Rzhevsky contra Napoleón (2012). Fue actor principal en 8 First Dates y sus secuelas producidas en 2015 y 2016, cuando la serie que le convertiría en presidente profético se había colado ya en los hogares ucranianos.
Entre los apuntes de su biografía destaca ahora especialmente aquel episodio de agosto de 2014, cuando el cómico Zelenski se pronunció en contra de la intención del Ministerio de Cultura de Ucrania de prohibir el ejercicio de los artistas rusos en su país, aunque su posicionamiento no frenara el atropello. Entre otras pataletas contra su libertad de expresión, consta que su película Love in the big city, 2 fue prohibida en la tierra que ahora defiende con uñas, dientes y cámaras.
Un cómico al frente de un sindiós. En su conquista de la confianza de los ucranianos, su historia, sus palabras y su coraje fueron atrezo fundamental. Hoy, en una región desde donde nos llegan tristes decorados de bombardeos de verdad, su talante, su decisión, su arrojo y su discurso están siendo un cargador de morales para combatir la invasión rusa, concitar la solidaridad de la Unión Europea y dejar a Putin convertido en el único malo de una película de terror. No es un político frente a un dilema presente, sino un actor que ha mutado en presidente y ha puesto focos y micrófonos internacionales al llanto de una nación pisoteada.
¿Es una casualidad?
Exterior. Cambridge. Set de grabación instalado a las puertas del Davis Center for Russian and Eurasian Studies de la Universidad de Harvard. Allí investiga el profesor Radoslav Yordanov.
Primer plano. Habla el académico para EL ESPAÑOL | Porfolio: "Hay un análisis histórico muy bueno sobre el actor Reagan realizado por uno de sus biógrafos, H. W. Brands, que lo expresa de forma muy sencilla: "El momento lo es todo, para un actor y para un presidente".
Dice Yordanov que la relación entre actuación y política en los ejemplos reseñados de nuestra historia reciente "se basa en el vínculo entre las sensibilidades más profundas de los artistas y las libertades liberales, que se tensan aún más en tiempos de peligro y que requieren líderes carismáticos y emotivos para reunir apoyo para una causa justa".
El investigador de Harvard cree que entre Reagan y Zelenski hay un océano generacional y de costumbres, pero como actores y como políticos, destaca que los dos representan "carreras dispares y antecedentes históricos y contextos nacionales muy dispares. Sin embargo, los dos son comunicadores magistrales y han sabido cómo utilizar las palabras para evocar sentimientos".
Sostiene Yordanov que la famosa súplica de Reagan al líder soviético en su famoso discurso de junio de 1987 en Berlín occidental: "Señor Gorbachov, ¡derribe este muro!", fue una frase bien ensayada y magistralmente pronunciada. Pronto se convirtió en un símbolo del fin de la Guerra Fría. Quién sabe si dentro de treinta años podremos recordar el alegato de Zelenski: "Sabemos con certeza que no necesitamos la guerra", que pronunció dos días antes de que Putin explicara con sus tanques que estaba en contra de la paz.
El especialista de Harvard ve "paralelismos" entre ambos líderes "más allá de las diferencias históricas, personales y nacionales". En su opinión, el quid de ambas biografías a caballo entre el cine y la política tiene que ver con lo siguiente: "La fuerte apariencia ante las cámaras y la capacidad para llenar el marco con una personalidad muy grande, que infunde confianza. Lo mismo puede decirse de Juan Pablo II, el papa superestrella", asegura.
Y sigue: "Estas tres vidas que arrancan con la actuación y se desarrollan por la vía política, cada una por su lado, encuentran una correlación directa entre la experiencia actoral, la sensibilidad artística y la capacidad de defender causas justas. Hay que admitir que el carisma de los actores, su capacidad para expresar la tensión emocional y recabar apoyos es un factor importante, especialmente en estos momentos de nuestra historia. Ellos pueden hacer llamamientos más influyentes para conseguir el respaldo social, porque manejan los resortes de la comunicación de masas, más allá de sus países o sus entornos. Trascienden fronteras y pueden, también, trascender el tiempo".
Una cámara apunta al rostro del único corresponsal español en tiempos de Reagan que sigue en activo. Plano detalle de una corbata original. Habla José María Carrascal: "Apunta usted algo de lo que no ha hablado nadie: la casualidad de que Reagan y Zelenski hayan sido actores. Sin duda es un asunto importante, porque dice mucho de la capacidad de ambos para desenvolverse en público".
Haciendo memoria rápida, el veterano periodista, que fue corresponsal en Nueva York desde 1966 hasta 1989 para Pueblo, ABC, TVE y Antena 3, destaca que "Reagan era un comunicador nato. Como político iba directo al grano, lo cual se agradece, y solía incluir unas notas de humor, incluso sobre sí mismo. Su naturalidad y su simpatía hacían que te sintieras cómodo cerca de él en cualquier circunstancia. Conmigo, aparte de recibirme en el despacho oval, tuvo la gentileza de felicitarme cuando me dieron el premio Mariano de Cavia. Fue, sin duda, un gran presidente que no necesitaba exhibir el potencial militar de su país para inspirar respeto, como demostró en la crisis de los rehenes de la embajada de Teherán".
Luces. Sombras. Cámaras. Acción. Decisión. Repercusión.
Dos presidentes y un Papa. Un americano, un polaco y un ucraniano. Entre el chiste y la lágrima. Entre el foco y la dura realidad. Entre el gobierno de las emociones y la política de las acciones decisivas. Entre las audiencias y los pueblos. La historia contemporánea une a Reagan, Wojtyla y Zelenski en una especie de tridente contemporáneo, el más valiente, quizá, en enfrentarse a la Rusia totalitaria, comunista o nacionalpopulista.
Los tres han sido actores. Además de sus dotes de comunicación, la importancia de sus gestos y la coherencia de sus papeles políticos, la defensa de la libertad y el compromiso social del artista que llevaban dentro los han convertido en protagonistas épicos de la historia reciente de la democracia. Reagan y Wojtyla ganaron la partida. El arrojo, el desparpajo, y la pelea diplomática, pero contundente, de los dos mejoró la paz social sobre el tablero. Veremos qué dicen los títulos de crédito del presidente Zelenski cuando acabe esta anacrónica pesadilla.
Noticias relacionadas
O gestiona tu suscripción con Google
¿Qué incluye tu suscripción?
- +Acceso limitado a todo el contenido
- +Navega sin publicidad intrusiva
- +La Primera del Domingo
- +Newsletters informativas
- +Revistas Spain media
- +Zona Ñ
- +La Edición
- +Eventos