Al entrar en el mayor búnker antinuclear de España sólo se escucha el eco. Está prácticamente vacío. Pero hasta hace unos años las paredes -ladrillos de hormigón pintados de blanco- estaban revestidas de literas. No es difícil imaginarlo así: basta pensar en las imágenes de refugios que nos llegan estos días desde Ucrania. 

Ahora bien, una cosa es amueblar mentalmente unas paredes desnudas y otra sentir el miedo de pasar aquí una noche y otra noche y otra noche. Con niños pequeños, con la comida racionada, sin ver la luz del sol y junto a 400 personas que comparten el temor de lo que pueda estar sucediendo fuera.  

Pero estamos en Talavera de la Reina, Toledo, y aquí no hay una invasión militar. Ni amenaza de enemigos con misiles nucleares. Sin embargo, la ciudad alberga, desde hace 40 años, el mayor búnker privado de España. Al menos, que se conozca. No se trata de un detalle nimio: los expertos explicarán por qué a lo largo de este reportaje. 

Para empezar, que se conozca su ubicación le ha hecho recibir muchas visitas. De curiosos. De interesados en construirse uno, un perfil que crece en momentos como el actual, con Rusia atacando la mayor central nuclear de Europa en Ucrania y Vladímir Putin ordenando poner "en estado de combate" sus armas atómicas. 

Ataque a la central nuclear de energodar

Hoy, la visita al búnker es de EL ESPAÑOL | Porfolio. Pasamos una mañana en sus 600 metros junto a la actual propietaria, nieta de Justino Pérez, el hombre que lo mandó construir.

Dolores Cases (1972) ha vivido casi siempre sobre un búnker que permitiría salvar 400 vidas en caso de emergencia nuclear. El refugio está en los sótanos del hotel familiar, en el que históricamente han vivido sus abuelos, sus padres, ella y sus hermanas. Estamos en el subsuelo del antes llamado Hotel Beatriz, hoy Hotel Ébora -antiguo nombre de Talavera-. Éste es uno de los lugares más seguros de España.

"Mi abuelo tenía mucho miedo de los rusos, decía que estaban locos, y fíjate, como si no hubiera pasado el tiempo", dice Dolores. Era 1982, y en plena Guerra Fría, con las crisis de los misiles, el empresario talaverano Justino Pérez, constructor convertido en hotelero, no descartaba que los soviéticos pudieran errar en un lanzamiento y que una bomba atómica cayera en España.

Nave principal del búnker de Talavera. Las paredes estuvieron revestidas de literas. Jose Verdugo

Puerta blindada de uno de los túneles de escape del búnker. Jose Verdugo

Pasillo de acceso al refugio desde el hotel. Jose Verdugo

Para hacer el check-in en el búnker hay que pasar por recepción y tomar el ascensor que nos lleva a la planta inferior del establecimiento hotelero de tres estrellas. Al fondo del descansillo, una enorme puerta roja y verde, la que aparece en la foto principal de este reportaje. Está abierta.

Dolores la empuja lentamente. Requiere mucho esfuerzo. La acorazada pesa dos toneladas. El dato nos lo ha precisado el ingeniero que lo diseñó, Antonio Alcahud (1946). Fue su primera gran obra. Después vendrían cientos más. No puede darnos más información o hablar de si ha aumentado la demanda de búnkeres ante los movimientos de Vladímir Putin. "¿Tu qué crees?", pregunta, al otro lado del teléfono. Vive en Barcelona y está considerado el mayor experto en búnkeres de España.  

"En España debe haber, en total, sobre 500 refugios nucleares. Yo he hecho unos 400 y el resto son copias o plagios"

Antonio Alcahud, ingeniero del búnker de Talavera

¿Cuántos puede haber en España? Los expertos coinciden en hablarnos de entre 400 y 500. Esta última cifra es la que señala Alcahud. La inmensa mayoría los ha diseñado él. "Yo he hecho unos 400, el resto son copias o plagios", responde. Él llevó el que considera su mayor plagio a los tribunales. El proceso se inició en los años 90. Con Felipe González en Moncloa se encargó la construcción de un refugio antinuclear. Un equipo visitó el de Talavera y se consultó a Alcahud, que les asesoró.

El ingeniero Antonio Alcahud, en un búnker diseñado por él. Cedida

Documentación oficial de la patente "Refugio antiatómico" de Antonio Alcahud. Cedida

Finalmente, el Gobierno encargó su construcción a otra empresa que tenía relación con un cuñado de Felipe González. Alcahud recuerda que él tenía la patente y que le copiaron. La obra de Moncloa se terminó a principios de los 90, tiene capacidad para 200 personas y supuestamente está dotado incluso con vacunas.

Los preparacionistas

"Yo diría que el 1% de la población española tiene un búnker, pero nadie te lo va a enseñar", explica Manuel, también desde Barcelona. Él se construyó uno. Lo tiene, dice, entre Madrid y Barcelona. Hasta aquí puede leer en lo que a ubicación se refiere. ¿Su apellido? "Pon Manuel Prepper -de preparacionista, ciudadano que se prepara para emergencias-, así se me conoce". Nada de curiosear mucho, nada de periodistas.

Pero ¿por qué tanto oscurantismo? Es de primero de búnker: si tienes uno, nadie debe saberlo. La regla la confirman los pocos constructores que acceden a atender a esta revista. En sus contratos, la primera cláusula es la de total confidencialidad, señala José Antonio, de la empresa Holivera. Están en Madrid. Ofrecen búnkeres prefabricados por unos 40.000 euros, de hormigón o de acero inoxidable, pero su mercado no está en España. "Los últimos los hemos mandado a América Latina. Aquí en España hicimos uno en Rota, de alguien preocupado porque en la base atracan submarinos nucleares".

Desde la empresa Holivera recuerdan que a los 40.000 euros de la estructura hay que sumarle el filtro de aire, el agua, el mobiliario, los trajes y máscaras de protección y la comida. Los víveres hoy pueden gestionarse para años. "Te pones rápido en 100.000 euros", señala José Antonio. Tan importante como contar con el dinero es que quien lo encarga "tenga el resquemorcito, eso que a la gente le quita el sueño, de pensar en un guerra…". Justino Pérez, en Talavera, lo tenía en los 80.

"Un búnker prefabricado son 40.000 euros. Con ventilación, muebles, máscaras, comida... llega a 100.000"

José Antonio, de la firma Holivera

"Mi abuelo lo había pasado muy mal en la guerra y pensó en la familia y en los empleados del hotel", explica su nieta Dolores. "Nosotros éramos entre 20 y 25, por entonces teníamos unos 100 empleados, contando a sus familias, clientes alojados y algún amigo…", desgrana. El cálculo total se había hecho tras contactar con el ingeniero que se encargó del diseño, Antonio Alcahud, el mayor especialista en España en construcción de refugios ABQ -Antiatómicos, Bacteriológicos y Químicos-.

Justino Pérez, constructor, hotelero y promotor del búnker de Talavera. Jose Verdugo

La preocupación ante las peligrosas nuevas armas cruzó el destino de dos castellanos manchegos que se convertirían en pioneros. Alcahud había nacido en Tarazona de la Mancha, Albacete, pero sus padres optaron por emigrar a Barcelona para que sus hijos pudieran tener un futuro mejor y estudiar. Antonio hizo Ingeniería Industrial y se especializó en reactores nucleares.

Sofía Loren y Suiza 

"Tenía mucha experiencia en autopistas, con hormigón armado en los puentes y muros. Juntando las dos cosas era evidente que se podía hacer en España lo mismo que en Suiza y lo patenté aquí en 1980", cuenta a esta revista. ¿Suiza? Sofía Loren y Charles Chaplin tuvieron mucho que ver. El ingeniero había visto que ambos se habían construido refugios nucleares en Suiza, donde es obligatorio que las viviendas cuenten con este tipo de búnker.

"Nosotros guardamos las maletas y los esquís en el refugio, y mi vecino, con el que lo compartimos, tiene una buena bodega en su parte. Viaja mucho. Si alguna vez pasa algo quizá terminemos bebiéndonos los tesoros que ahí guarda", explica Gema Izquierdo, residente española en Suiza. "Por supuesto, también hay quien lo mantiene ordenadísimo y con mucho control sobre los alimentos perecederos", añade.

"Guardamos las maletas y los esquís en nuestro búnker, pero hay quien lo tiene ordenadísimo"

Gema Izquierdo, española residente en Suiza 

Los ayuntamientos helvéticos ayudan al mantenimiento: envían a las casas las pastillas potabilizadoras de agua. Cuando caducan, vuelven a mandar las nuevas. Para quienes no tienen búnkeres en sus edificios, la administración garantiza plazas en refugios públicos.

Gema recuerda que los planes de seguridad suizos incluyen que, al menos una vez al año, las ciudades hacen simulacros de sus alarmas. Es una orden del gobierno cantonal, para comprobar su funcionamiento. En principio, suena cada primer miércoles de febrero, aunque puede variar según la ciudad.

Hablando de Suiza y de refugios nucleares, la conclusión es sencilla: como casi todo el mundo dispone de uno, nadie oculta que lo tiene. En España, la cuestión es diferente. "En Suiza se subvencionan, pero aquí ¿a qué Ayuntamiento le pides una autorización? ¿Cómo van a dar el visto bueno a un contenedor enterrado en la tierra que es lo que mucha gente hace?", señala Manuel Prepper.

Plano dibujado por la propietaria del búnker de Talavera. Jose Verdugo

"Los refugios suelen tener puerta de emergencia y túneles de escape, con trampillas en el suelo, ¿qué medidas se piden?", se pregunta desde Barcelona. Es una de las razones que esgrime para sobre el oscurantismo del mundo búnker en España. Pero, además, incide, "a nadie le interesa un registro público en el que quede constancia de tu búnker, ni de dónde está, ni de qué sistema de saneamiento posee…". 

"A nadie le interesa un registro público en el que quede constancia de tu búnker"

Manuel Prepper, preparacionista de Barcelona

El búnker de Talavera de la Reina, el primero civil de grandes dimensiones que se construyó en España, nunca se ocultó. Durante la inauguración del hotel, en 1983, el propietario lo enseñó. Como el resto de la obra, el Arcipreste de Talavera bendijo las instalaciones.

"Justino fue una persona muy adelantada a su tiempo y muy previsor", nos dice Antonio Alcahud, el ingeniero. Él diseñó para el hotel de Talavera un refugio que permitiría sobrevivir a bombas más potentes que la de Hiroshima. El búnker incluye una habitación clave: la sala de descontaminación. Es un espacio de unos 10 metros cuadrados con medidor de radiación -hoy desconectado-, duchas y trajes de protección. Hoy sólo quedan las dos puertas acorazadas, que aíslan la sala del resto del refugio y del exterior, las duchas y algunos percheros. En el suelo, como recuerdo, cargadas de polvo, un par de bombonas y máscaras de gas.  

"Van a faltar máscaras".

A más conflicto, más interés. Igual que ha aumentado el interés por los búnkers lo ha hecho el de comprarse una máscara antigás. "El interés crece cuando hay conflictos, cuando sube la tensión", explica Manuel, prepper de Barcelona

'Medidor' Google. La búsqueda de palabras como búnker, refugio o ataque nuclear ha crecido exponencialmente desde febrero. Según Google Trends, que recoge las tendencias en el buscador, las preguntas sobre misil, guerra nuclear y bomba atómica se han duplicado desde febrero.

Máscaras. Las búsquedas de máscaras antigás han crecido un 70%. "Si la tensión continúa, en unas semanas van a faltar", asegura Manuel.

"¿A quién salvas?"

El abuelo Justino murió en 2005. A su entierro acudió, en helicóptero nos dice la familia, el entonces ministro de Defensa, y expresidente de la Junta de Castilla- La Mancha, José Bono. Eran buenos amigos. Tras la despedida, la familia tomó una decisión. Desmantelar el búnker. Una medida en la que posiblemente ha pesado una pregunta. "¿A quién salvas? ¿A quién dejas fuera?", repite la nieta Dolores. "¿A tus padres, mayores? ¿Dejas fuera a tus amigos?", continúa interrogándose a sí misma. "Si metes matrimonios jóvenes, bien. Pero también niños y entonces tienes que meter cuidadores, ¿a quiénes eliges? ¿Quién eres tú para tomar esta decisión? El único que podría tomar una decisión así es Dios", añade. 

Dolores Cases, dentro del búnker junto a una máscara antigás. Jose Verdugo

Hasta la desmantelación, el búnker contaba con las 400 literas, el sistema de ventilación, además de congeladores y cámaras frigoríficas con comida para sobrevivir mes y medio. Había zona de cocina y baños, así como un depósito de agua. Éste sigue funcionando. De modo que, aunque desmontado el software, el hardware del búnker sigue en pie. Falta contenido, pero se mantiene el continente: las puertas -hay cinco en total-, el estar bajo tierra, los dos túneles de salida, el hormigón armado…

La sola estructura permitiría sobrevivir a una bomba atómica u utro tipo de catástrofe al menos 48 horas. Ante explosión nuclear, señalan los expertos, el 90% de la radiación ha desaparecido en esos dos días. Eso hace que las dudas de la familia sigan ahí. Inevitable no pensar en el búnker familiar al escuchar hablar de Putin y su arsenal nuclear.

"En una catástrofe abriría las puertas, pero yo no entraría. He vivido 50 años, hay gente que tiene más derecho a vivir"

Dolores Cases, propietaria del búnker de Talavera 

Por eso, lo siguiente que nos cuenta Dolores resume una profunda reflexión. Parece tan madurada que debió iniciarse probablemente cuando, con sus dos hermanas, jugaba al escondite en el refugio. "Yo me escondía en las cocinas, en la zona de frigoríficos, entre las literas nos encontrábamos pronto", dice. El recuerdo infantil no evita el escalofrío al escucharla: "Suelen preguntarme que qué haría yo en caso de catástrofe. ¿Tú sabes la gente que vendría corriendo hasta aquí? Yo abriría las puertas, pero yo no entraría. Ya he vivido 50 años, hay gente que tiene mucho más derecho a vivir". Vuelve el silencio. No hay pregunta posible tras esa respuesta.

Dolores es muy religiosa. Acaba de volver de Fátima, de una peregrinación de jóvenes, con su marido y una de sus hijas. Han rezado por la paz. Por Ucrania. Ella lo ha hecho seguramente también por su otra hija: Fuensanta. Está en Bulgaria. De Erasmus, a 150 kilómetros de Ucrania. "Han escuchado bombas y me ha dicho que no quiere morir allí", confiesa Dolores. De momento, están esperando a ver qué dice la Universidad, para regresar sin perder el curso. Mientras, a su residencia búlgara han llegado refugiados ucranianos que huyen de la invasión rusa. Nos enseña las fotos, los mensajes. Los estudiantes hacen colectas para comprarles comida.

Dolores Cases, nieta de Justino Pérez, constructor del búnker. Jose Verdugo

"Sí, a mis hijas las metería en el búnker, lo que no sé es lo que harían ellas", continúa Dolores. ¿Y tú? "Mira, yo probablemente me iría a rezar a mi parroquia", asegura. Y el abuelo, ¿qué hubiera hecho el abuelo? "Siempre le preguntábamos que a quién metería", nos cuenta su nieta. La gente de Talavera, ¿no se lo pedía? "Sí, había una lista, él apuntaba a todo el que se lo pedía".

Hoy no hay lista, pero el sótano del hotel Ébora, aunque no esté equipado, sigue siendo un búnker. Se utiliza para guardar un par de coches familiares, que entran por la puerta más grande de acceso al refugio. Está cerrada con una persiana metálica de garaje. Mantiene por el lado de dentro dos portones blindados. Están abiertos, de par en par. Intentamos moverlos, pero es imposible. Estas pesan, confirma el ingeniero, cada una, seis toneladas. "Necesitamos seis adultos para moverlas", dice la nieta de Justino. Y así se quedan, abiertas. Como las dejaría Dolores en los primeros momentos en caso de catástrofe nuclear.

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