El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, eligió el pasado 26 de febrero la majestuosa fachada de la Ópera de Kiev, la tercera más antigua del país, para arengar a su pueblo a resistir la invasión rusa. Seguro que en la cabeza de un artista judío como él sonarían fragmentos de obras estrenadas en ese edificio, incluidas las de Wagner, pese a su declarado antisemitismo.
Lo que no podía imaginar es que, en las últimas semanas, un grupo llamado Wagner iba a buscarlo por todas partes para acabar con su vida. O a lo mejor sí, porque esta banda de mercenarios, entrenada por exagentes especiales rusos y, supuestamente, financiada por un íntimo amigo de Putin, surgió para actuar precisamente en Ucrania, hace ocho años, y desestabilizar el país.
Lo primero que aclaran los expertos en política internacional y mercenarios militares es que el grupo Wagner, como tal, "desde una perspectiva legal, no existe", según explicaba hace un año a un medio especializado Sorcha MacLeod, líder del grupo de trabajo de Naciones Unidas (ONU) en el estudio de estos sicarios.
Todos los datos que se conocen de esta organización paramilitar, que lleva desde 2014 sembrando el pánico en distintos países donde Rusia tiene intereses geopolíticos, están cosidos con puntadas grandes y muy laxas.
En la parte militar, un reglamento de la Unión Europa de 2020, en el que se implementaban sanciones contra el grupo por distintos crímenes, establecía que la organización fue creada por Dmitry Utkin, un ex spetznaz o exmilitar de fuerzas especiales ruso, cuyo nombre de guerra era precisamente Wagner y su distintivo bélico una "W".
Lo que empezó con un centenar de fieros hombres, algunos informes aseguran que, en estos momentos, podría contar con hasta 400 sicarios a las ordenes incuestionables de Utkin.
En la parte económica, una activa organización paramilitar como ésta necesita de una financiación y una organización con mucho músculo para poder conseguir armas y helicópteros de última generación. Y ahí, de nuevo, vuelven a establecerse vínculos con el círculo más cercano del presidente ruso puesto que los informes colocan en el centro del entramado empresarial a Yevgeny Prigozhin, conocido como el cocinero de Putin, por tener la empresa de catering que sirve en exclusiva la comida en el Kremlin.
Un exmilitar nazi
Dmitry Utkin no suele exponerse públicamente casi nunca, pero los expertos recurren a una imagen suya, la última que se tiene del exmilitar, de diciembre de 2016 en el Kremlin, junto a Vladímir Putin, para destacar las buenas relaciones que el grupo Wagner tiene con el presidente de Rusia. En ese evento, se homenajeaba la valentía de algunos líderes militares rusos en sus diversas actuaciones.
Los pocos datos que hay sobre este exmilitar lo describen como un gran admirador de Hitler y del Tercer Reich -precisamente eligió de nombre en clave de Wagner en homenaje al compositor favorito del dictador alemán-, y que luce tatuajes nazis como las insignias en el cuello del uniforme de las Waffen SS.
Según informaciones de distintas agencias estadounidenses, Utkin entrena a sus hombres precisamente en un recinto en Molkino, al sur de Rusia, donde están instalados los campamentos de las fuerzas especiales rusas, las llamadas GRU, que en 2018 intentaron asesinar al agente doble Sergei Skripal con el agente nervioso letal novichok en Salisbury. Otro elemento más para que EEUU y la UE vinculen directamente las atrocidades de estos paramilitares con el Ministerio de Defensa ruso y con el Kremlin, casi como un "ejército privado" a su servicio.
Concretamente, según una revista especializada, el entrenamiento de estos sicarios se realiza en la base militar de la región de Krasnodar, donde tiene su sede oficial la 10ª Brigada de Operaciones Especiales de la GRU. Por eso, algunos advierten de que esta fuerza paramilitar podría estar actuando bajo las órdenes directas de los opacos servicios especiales del Ejército de Putin.
Países donde han actuado
Ucrania. Las primeras actuaciones del grupo Wagner fueron en suelo ucraniano en 2014 con la misión de apoyar al Ejército ruso en la anexión de Crimea. Además, se conocen sus importantes conexiones con las guerrillas separatistas de Donetsk y Luhansk, las regiones por las que se inició la invasión de Ucrania el pasado mes de febrero. Según The Times, este grupo habría intentado, sin éxito, asesinar al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski.
República Centroafricana. La actividad del grupo Wagner en la República Centroafricana fue muy sangrienta. De hecho, el panel independiente que ha creado Naciones Unidas para investigar a esta organización nace de las denuncias que provocaron sus torturas, saqueos y asesinatos en este país cuando los "instructores" rusos protagonizaron violaciones del derecho internacional y delitos contra la humanidad. "En la República Centroafricana hemos visto cometerse con impunidad las más graves violaciones de derechos humanos y posibles crímenes de guerra. Muchos de los que se quejaron fueron desaparecidos y torturados", asegura el informe de la ONU. Rusia llegó a reconocer en abril de 2021 que contaba con 532 instructores en el país africano, sin embargo, otras fuentes los cifraban entre 800 y 2.100. Ellos se encargaban de los negocios de materias primas, la explotación de minas y de infraestructuras y del cobro de mordidas.
Siria. En este país árabe, el grupo Wagner ha luchado en apoyo del presidente Bashar Al-Assad, asegurando para Rusia una participación muy activa en la industria energética siria. Sin embargo, esta lucha le ha costado muchas bajas a la organización paramilitar y la primera denuncia en un tribunal que podría poner amenazar sus actividades. En 2017, según un vídeo que circuló por las redes sociales, seis miembros Wagner torturaron y quemaron a un sirio. El pasado mes de mayo, los familiares Muhammad Taha al-Abdullah, como se llamaba este civil, presentaron una demanda en Moscú contra los implicados en su muerte, lo que supone, por primera vez, señalar a estos mercenarios ante la Justicia. Aunque las organizaciones de derechos humanos son conscientes de que el caso puede llevar años, esperan que finalmente acabe en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
Libia, Sudán, Madagascar o Mozambique. Muchos expertos están llamando la atención sobre cómo las "misiones" de estos sicarios han cambiado el mapa de África para favorecer los intereses económicos del Kremlin. Pero muchos de estos países también fueron trampas mortales para los mercenarios. Por ejemplo, en 2019, en Mozambique, 200 mercenarios fueron asesinados a manos de los rebeldes islamistas, que conocían mejor el terreno. Ni siquiera la suculenta idea de seguir explotando los recursos naturales les impidió que abandonaran el país un año después. Tal y como reconocen estudios internacionales, este grupo ha sido clave en Sudán, entrenando a las tropas de un señor de la guerra paramilitar a cambio de acceso a las minas de oro, en Libia y en Madagascar.
Las primeras informaciones que se tiene de las actuaciones de este grupo lo sitúan precisamente en Ucrania, en el año 2014. Su misión entonces era ayudar al Ejército ruso en su lucha por anexionarse Crimea, como finalmente hizo, plantando cara a "los occidentales" y en pro de "las nuevas repúblicas".
Los investigadores internacionales, además, consideran que no han cesado sus actividades en territorio ucraniano puesto que muchos informes vinculan al grupo Wagner con las fuerzas separatistas de las autoproclamadas Repúblicas Populares de Donetsk y Luhansk, durante los años 2014 y 2015, y también en las actuaciones en esta zona que precedieron a la actual invasión de Ucrania por parte de Rusia.
Los periodistas que han investigado al grupo Wagner han acabado asesinados o desaparecidos
Resulta muy complicado seguir la pista de estos sicarios sobre todo porque los periodistas que lo han intentado han acabado muertos o desaparecidos. Uno de los informes más próximos a estos paramilitares lo ha realizado Dossier Center, un equipo de investigación en Londres que está financiado por el magnate ruso exiliado Mikhail Khodorkovsky.
El cocinero de Putin
Como hemos dicho anteriormente, los pocos informes realizados sobre esta organización paramilitar sitúan al oligarca ruso, Yevgeny Prigozhin, el cocinero de Putin, detrás de los pagos y de los cobros por los servicios de estos sicarios, aunque es muy difícil establecer una línea directa.
Los expertos tienen claro que Prigozhin actuaría como "intermediario" o "contratista" para quedarse luego con la explotación de recursos naturales, como ha ocurrido en la mayoría de las misiones que estos violentos sicarios han llevado a cabo en el norte y centro de África (petróleo en Libia o las minas de oro en Sudán, entre otros).
Y eso que, al contrario que otros compañeros del presidente ruso, Prigozhin no se ha hecho rico con la energía o con las finanzas, sino que lo suyo era la venta de perritos calientes en las calles de San Petersburgo, en los años 90, justo cuando un jovencísimo Vladímir Putin fue nombrado teniente de alcalde de la ciudad.
La amistad que forjaron entre ambos facilitó que Prigozhin se hiciera con lucrativos contratos para abastecer de comida al Ejército ruso o con los comedores de las escuelas del país y hasta con las cocinas del Kremlin, lo que le ha valido su apodo, a través de una empresa de catering que tiene el monopolio real de las instituciones públicas rusas y de eventos en San Petersburgo.
Además, abrió una cadena de restaurantes donde es muy fácil ver a Putin comiendo, incluso con mandatarios extranjeros en sus visitas oficiales y al mismo Prigozhin sirviendo al presidente ruso en persona.
Pero el negocio gastronómico de Prigozhin ha crecido por otros derroteros: la propaganda y la desinformación, siempre al servicio de su amigo y protector Vladímir Putin.
Las investigaciones de las distintas agencias estadounidenses consideran a Prigozhin el responsable de financiar la Agencia de Investigación de Internet, conocida como "la fábrica de trolls" que consiguió interferir en las elecciones presidenciales de EEUU en 2016, para hacer ganador a Donald Trump, e intentarlo en las legislativas de 2018, donde los demócratas se hicieron con la Cámara de Representantes.
'Tourist', una película para honrar a los Wagner
Esta película rusa de 2021, financiada por Yevgeny Prigozhin, es una oda a los mercenarios rusos en la República Centroafricana. El cocinero de Putin no sólo ha querido financiar con armas la lucha contra los rebeldes, sino que además ha puesto en marcha su maquinaria propagandística para vender el valor del grupo Wagner. Tourist fue estrenada a principios de año en el estadio de fútbol de la capital africana Bangui, doblada al idioma local, para que todos compraran "su mensaje" de odio.
Pero ésta no es la única película que ha financiado Prigozhin para vender la política del Kremlin. El año pasado también se estrenó Solntsepyok (Horneado por el sol), en homenaje a un sistema de lanzamiento de cohetes múltiples, donde se narra una supuesta masacre de rusos en Ucrania, justamente en 2014, y la reacción de unos mercenarios rusos, muy parecidos al grupo Wagner, caracterizado como unos auténticos héroes.
Estas interferencias y ciberataques provocaron que fuera sancionado por EEUU y la Unión Europea, uniéndose a las multas que el Tesoro estadounidense había impuesto a varias de sus empresas precisamente por sus actuaciones en algunos países africanos como Sudán.
"El papel de Prigozhin en Sudán destaca la interacción entre las operaciones paramilitares de Rusia, el apoyo para preservar los regímenes autoritarios y la explotación de los recursos naturales", rezaba un comunicado de 2020 del Departamento del Tesoro.
Por su parte, el oligarca ruso ha negado, muchas veces, que tenga cualquier tipo de vinculación empresarial con el grupo Wagner.
Fracasos y bajas
Pero últimamente las cosas no le salen siempre bien a los Wagner. Parte de los problemas se iniciaron en Siria, donde han sufrido numerosas bajas que el Kremlin no ha querido reconocer, dejando a las familias de los fallecidos sin ningún tipo de compensación ni consuelo. Y siguieron en algunas misiones donde su presencia ha sido más llamativa de lo que se podría desear para un grupo como éste.
Además, si la información de The Times, del pasado 28 de febrero es cierta, también habrían perdido efectividad puesto que según contaba el periódico británico, varios miembros de la organización Wagner tenían la misión de eliminar del mapa al presidente ucraniano, pero los intentos habrían resultado fallidos.
Y no sólo Zelenski estaría en la lista de objetivos de estos paramilitares que se cuentan con fracaso, The Times también asegura que se han frustrado ataques contra otros altos funcionaros y contra el alcalde de Kiev.
"Pensaron que este trabajo de asesinato sería pan comido, pero han sufrido bajas y ahora les preocupa quedarse atrapados en Kiev", explican fuentes próximas al grupo al periódico británico.
Prohibidos los sicarios
Curiosamente, la legislación rusa prohíbe la existencia de empresas militares privadas, una excusa perfecta para que el Kremlin y Putin no reconozcan jamás los vínculos con esta organización. Al mismo tiempo, el Ministerio de Defensa ruso, que por ahora alberga en algunas de sus instalaciones a hombres Wagner, se guarda el derecho de intervenir contra ellos en el momento en el que decida.
Esta situación legal permite también al Gobierno ruso no poder ser vinculado, de ninguna de las maneras, a la hora de rendir cuentas por las atrocidades que llevan a cabo esto paramilitares. Los organismos internacionales muchas veces resaltan las dificultades que supone para la Justicia internacional buscar responsables de matanzas, torturas y asesinatos sin saber muy bien quiénes son los autores y dónde se esconden.
"Es un gran desafío porque la respuesta de Rusia a nosotros es que la entidad no tiene ninguna existencia legal, que [los contratistas militares privados] no están permitidos bajo la ley rusa, y que el mercenarismo es ilegal bajo la ley rusa", advierte MacLeod, del grupo de trabajo de la ONU.
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