Pónganse frente a frente dos ejércitos dispuestos a chocar entre sí, unos soldados luchando por su libertad, otros por quitársela: ¿a quiénes vaticinarán ustedes la victoria? En las célebres batallas de Milcíades, Leónidas o Temístocles, libradas hace más de dos mil años, lo que dio la victoria a los raquíticos ejércitos griegos fue el hecho de que no se trataba de batallas de griegos contra persas, sino de la libertad contra la opresión. Lo mismo podríamos decir de Vietnam o de la invasión soviética de Afganistán.

Los ucranianos resisten a los rusos porque tienen más que perder. Es por la unidad y por el deseo de los ucranianos de resistir la agresión por lo que están zozobrando las jactanciosas fuerzas militares rusas, que han subestimado la calidad y la capacidad del Ejército ucraniano, y también la fuerza de su pueblo. 

Es difícil saber qué pasó por la mente de Vladímir Putin, pero las últimas tres semanas han demostrado que planeó su guerra de acuerdo con las reglas del KGB en lugar de la estrategia militar clásica. En una guerra clásica, el objetivo inmediato se formula con tres palabras: conquistar, limpiar, controlar. El estilo de guerra idiosincrático de Putin, sin embargo, mide el éxito por los estragos de la artillería en las ciudades y por las pilas de muertos en las morgues. Como en Grozni (Chechenia) o en Homs y en Alepo (Siria).

Una iglesia ortodoxa sigue en pie entre escombros en Mariupol. AP

Una mujer, civil, en el desalojo tras un bombardeo en la ciudad ucraniana de Mariupol. AP

Valeri Guerásimov, que aparece en la fotografía de apertura de este reportaje junto a Putin y que arrasó esas ciudades a sangre y fuego, discrepa, sin embargo, de esa forma de hacer la guerra a la manera de Iván el Terrible. A sus 66 años, tiene mucha mili por detrás y es primer Viceministro de Defensa y Jefe del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa, comparable al presidente del Estado Mayor Conjunto en Estados Unidos o al jefe del Alto Estado Mayor en España. Su ministro de Defensa, Serguéi Shoigu, lo describió como "un soldado hasta las cachas".

Nacido en Kazán, a orillas del río Volga y capital de los tártaros, comenzó su carrera militar a los 21 años. Después de servir en los Distritos Militares del Lejano Oriente y el Báltico, ascendió a jefe de personal del 58º Ejército en el Cáucaso Norte, poco antes de que, en 1999, estallara la segunda guerra de Chechenia. Durante su estancia en esa República rusa irredenta, arrestó personalmente a Yury Budanov, un coronel que había asesinado a una niña chechena. 

Mientras Putin recurre al uso masivo e indiscriminado de la fuerza y causa tantos estragos como puede, Guerásimov y sus generales están preocupados por las pérdidas entre sus hombres. En la web de la cadena ABC News, Mick Ryan, exgeneral del ejército australiano, ha estimado que las cifras de bajas rusas en la primera semana de la guerra, fueron más de 100 por día. Lo que, en comparación con Afganistán, donde las pérdidas rusas fueron seis por día, hace que uno se pregunte qué salió mal. En Ucrania, las pérdidas rusas hasta ahora son el doble que en la guerra de 2008 contra Georgia, mientras que en 2014 se anexionó Crimea sin apenas pérdidas.

Soldados soviéticos en Afganistán. E.E.

La "Guerra de Nuevo Tipo"

Cuando, el pasado 24 de febrero, comenzó la invasión de Ucrania, algunos analistas militares creían que la Doctrina Guerásimov sería la pauta. Llamada así en honor del jefe del Estado Mayor ruso, se supone que esa estrategia se inspiró en los métodos utilizados por los generales estadounidenses David Petraeus y James Mattis en Irak, luego llamada "guerra híbrida" por los estrategas de la OTAN. 

En febrero de 2013, Guerásimov publicó un artículo de 2.000 palabras en el semanario ruso Kurier Militar-Industrial. El general tomó tácticas desarrolladas por los soviéticos, las mezcló con el pensamiento militar estratégico sobre la guerra total y presentó una nueva teoría de la guerra moderna que se parece más a sabotear la sociedad del enemigo que a atacarla de frente. 

El general escribió (o más probablemente le escribieron sus subordinados) que en los conflictos de Oriente Próximo se había venido produciendo progresivamente una erosión de las distinciones, tanto en el caso de las que diferencian la guerra de la paz, como en el de las que deslindan al personal uniformado de los agentes encubiertos.

Según sostenía, las guerras "no se declaraban sino que estallaban sin más", de modo que "un país completamente acomodado desde el punto de vista económico y provisto de estabilidad política" podía quedar transformado en el escenario del más intenso de los conflictos armados en cuestión de meses e incluso de días.

Los rusos andaban buscando la forma de imponerse en un conflicto sin tener que hacer uso de una fuerza abrumadora en una batalla de corte clásico. "Las reglas de la guerra han cambiado —concluyó el general—, el papel de los medios no militares para lograr objetivos políticos y estratégicos ha crecido y, en muchos casos, han superado en eficacia la fuerza de las armas. Todo esto se complementa con medios militares de carácter encubierto".

"Las reglas de la guerra han cambiado. Los medios no militares han superado la eficacia de las armas en muchos casos"

Valeri Guerásimov, Jefe del Estado Mayor ruso

Ese enfoque de guerrilla se desarrolla en todos los frentes con una variedad de actores y herramientas: piratas informáticos, medios de comunicación, empresarios, filtraciones y noticias falsas, así como arsenal militar convencional y asimétrico.

Gracias a internet y las redes sociales, los métodos con los que los equipos soviéticos de operaciones psicológicas sólo podían fantasear (dar un vuelco a los asuntos internos de las naciones sólo con información) ahora son plausibles. La Doctrina Guerásimov construye un marco para estas nuevas herramientas y declara que las tácticas no militares no son auxiliares del uso de la fuerza sino la forma decisiva de ganar. O sea, la guerra real.

Un año después del discurso del general, Rusia respondió al levantamiento en Kiev (el Euromaidán de 2014, que provocó la huida del presidente ucraniano y el acceso al poder de un gobierno contrario al Kremlin), apoyando a los extremistas de ambos bandos —las fuerzas prorrusas y los ultranacionalistas ucranianos—  alimentando un conflicto que usó como pretexto para quedarse con Crimea y lanzar la guerra en las regiones de la Ucrania oriental.

Atribuyó esas iniciativas a una serie de movimientos locales, espontáneos y populares que actuaban al margen del personal militar ruso. Agreguemos una gran dosis de guerra de desinformación y en ese río revuelto, en el que nadie estaba seguro de los motivos de nadie y casi nadie era un héroe, el Kremlin pudo ejercer el control fácilmente. Esta es la Doctrina Guerásimov en acción.

El malentendido de un bloguero

Las últimas tres semanas, sin embargo, han demostrado que en esta guerra no ha funcionado el plan inicial de aplicar la Doctrina Guerásimov. Si es que existe tal cosa, porque la tal doctrina fue una etiqueta acuñada en su blog por Mark Galeotti, experto británico en temas militares rusos, que tomó como base de su post el artículo de Guerásimov (en realidad, un discurso en la Academia Militar de Ciencias).

Vladimír Putin habla con Valeri Guerásimov. Kremlin

Contra lo que creyó Galeotti, el general no presentaba el plan militar ruso para las acciones en Ucrania y la guerra con Occidente, sino la interpretación militar rusa (o, más precisamente, la mala interpretación) del enfoque estadounidense para llevar a cabo la guerra política contra Rusia.

Lo paradójico es que "el análisis de Guerásimov no describía cómo debería actuar el ejército ruso, sino cómo pensaba que operaba Occidente", ha dicho Ruslan Pukhov, director del Centro Ruso para el Análisis de Estrategias y Tecnologías. Guerásimov pensó que la guerra híbrida era lo que había usado Estados Unidos para fomentar los levantamientos de la Primavera Árabe y que Washington estaba tratando de usar contra Moscú.

Antes del post de Galeotti, ese artículo de Guerásimov había pasado inadvertido. Después, surgieron teorías enteras que proclamaban una "estrategia del caos" rusa para una guerra política contra Occidente. En 2018, Galeotti, asustado porque su post se había convertido en la criatura de una película de terror, publicó un mea culpa renegando de la idea de que Guerásimov tuviera una doctrina.

La guerra en la sombra

Sin embargo, la ideara o no Guerásimov, lo cierto es que tanto en la teoría como en la práctica hay una "guerra de nuevo tipo" que resume las tendencias emergentes en los conflictos modernos: una especie de estrategia de caballo de Troya con unidades de combatientes irregulares y ofrecimiento de ayudas pacificadoras que integra la guerra política y la guerra de la información para movilizar el potencial de protesta de la población, sin renunciar a ataques de precisión contra infraestructuras críticas.

Por consiguiente, decía Guerásimov, "la frontera entre la guerra y la paz se ha vuelto cada vez más borrosa y los medios no militares para lograr objetivos estratégicos han ganado importancia. El enfrentamiento directo entre grandes contingentes militares va transformándose poco a poco en una práctica de épocas pasadas".

El general sugirió que se podrían organizar operaciones de bandera falsa para alcanzar objetivos bélicos y arengar y enardecer a la población para convertirla en una especie de quinta columna, y añadió que esa misión debía encomendarse a las unidades "ocultas" de las fuerzas armadas. Aquí radica el verdadero poder de la guerra en la sombra al estilo de Guerásimov: es difícil resistir ante un enemigo que no puedes ver, o que ni siquiera estás seguro de que esté allí.

"Rusia es un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma"

Winston Churchill

Real o inexistente, según el Financial Times, la Doctrina Guerásimov ha ganado terreno y el discurso del jefe del Estado Mayor ruso se estudia con atención en Washington, que toma buena nota de un enfoque militar basado en la guerra híbrida, en la que la capacidad militar se combina estratégicamente con la diplomacia, la psicología, la tecnología, la economía y las comunicaciones.

Lo cierto es que esa línea de pensamiento sobre el carácter del conflicto moderno se ha consolidado en el ejército ruso. Lo que Guerásimov llama la capacidad de los comandantes para encontrar "soluciones no estándar" para llevar a cabo una guerra sin contacto. El término "Guerra de Nuevo Tipo" representa la visión rusa de cómo la flexibilidad táctica, las operaciones expedicionarias denominadas "acciones limitadas", tal como hizo en Siria, y los instrumentos no militares pueden afectar la opinión pública, la estabilidad política o la economía de un país, aunque coordinados con despliegues militares convencionales: ataques aéreos masivos y armas guiadas de precisión y largo alcance contra las infraestructuras críticas para infligir daños estratégicos.

¿Qué ha ido mal?

Tras la anexión de Crimea, se habló demasiado de los medios no militares, pero en la práctica el ejército ruso ha comprado una enorme cantidad de fuerza militar convencional y ha gastado miles de millones en la modernización nuclear. Desde 2011, se pueden contar cerca de 500 aviones tácticos, más de 600 helicópteros, más de 16 regimientos S-400, junto con innumerables sistemas de defensa aérea para las fuerzas terrestres, 13 brigadas de misiles Iskander, miles de vehículos blindados, misiles balísticos y submarinos multipropósito de propulsión nuclear.

Por eso, los observadores se han quedado perplejos por lo mal que lo están haciendo los rusos en Ucrania, lo que resulta desconcertante, incluso misterioso. En 1939, Winston Churchill acuñó una frase que ha cautivado a los observadores desde entonces: "Rusia es un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma". También lo son sus estrategas militares.

Caza ruso Mikoyan MIG-31 E.E.

Tras sus operaciones en Georgia, entre 2008 y 2012 el ejército ruso descartó muchas de las estructuras militares soviéticas heredadas y emprendió una transformación profunda, que incluyó la reorganización de sus fuerzas armadas y el programa de armamento para compensar los 20 años de desinversión militar. Nuevo equipo, nuevas ideas sobre la guerra futura, una fuerza más profesional y más preparada y lecciones de combates aprendidas en Siria.

En teoría, la combinación de estos elementos, así como su tamaño mucho mayor que el de las fuerzas armadas ucranianas, debería haberle dado a Rusia una rápida victoria en Ucrania. ¿Qué ha ido mal? Absortos por la creencia de Guerásimov de que "las reglas de la guerra han cambiado y los medios no militares para lograr objetivos estratégicos han crecido y superado el poder de la fuerza de las armas", los estrategas rusos pueden haber establecido objetivos equivocados para la eficacia militar.

Pasaron por alto el desarrollo de los conceptos básicos del combate terrestre: las armas combinadas, la integración aire-tierra, el combate cuerpo a cuerpo y el buen liderazgo son capacidades fundamentales que han estado notoriamente ausentes en las fuerzas rusas en Ucrania. Putin, probablemente, no se enteró de las deficiencias de su ejército. Si había invertido cientos de miles de millones de dólares en el ejército durante la década anterior, ¿cómo iba a pensar que eso no funcionaría?

Un Ejército sobreestimado

Sin embargo, observadores occidentales expertos en Rusia decían ya en 2017 que el poder del ejército ruso estaba sobreestimado, sobre todo por su atraso tecnológico. Visto lo visto, estos observadores tenían razón.

Desfile militar en la Plaza Roja de Moscú, conmemorando la victoria en la Segunda Guerra Mundial, el pasado 2020. AF

Además, los rusos calcularon mal el balance de su inversión en diferentes armas. Michael Kofman, uno de los principales especialistas estadounidenses en el ejército ruso, ha escrito que el enfoque general del desarrollo militar ruso "fue contrarrestar las ventajas occidentales en el poder aéreo. Con este fin, gran parte de la inversión no se destinó a las fuerzas terrestres".

Desequilibrar la inversión en los dominios terrestre, aéreo, marítimo, cibernético y de información puede tener consecuencias catastróficas. De hecho, es difícil saber a dónde fue la inversión rusa durante la última década, a excepción de algunos equipos nuevos, muchos de los cuales han sido capturados por valientes soldados y astutos granjeros ucranianos.

La fuerza aérea de Rusia ha sido incapaz de lograr la supremacía aérea contra una fuerza mucho más pequeña. Su ejército ha sido superado en pensamiento estratégico durante la mayor parte de la guerra. La conducción rusa de las operaciones de información ha sido un fracaso espectacular en comparación con sus enemigos ucranianos.

Guerásimov, que aprovechó las lecciones de Siria y adquirió allí una "experiencia de combate inmensa", parece haber olvidado que entró en Siria como ejército invitado por un gobierno anfitrión para reprimir a la población. Parece haber olvidado, sobre todo, lo que él mismo escribió en otro artículo en 2017: "La victoria se logra no sólo por los recursos materiales, sino también por los recursos espirituales del pueblo, por su unidad y deseo de oponerse a la agresión con todas sus fuerzas". Leídas ahora, resultan palabras irónicas.

Alepo, en Siria, donde los rusos participaron. AFP

Estado de la ciudad siria de Homs. AFP

Tras una primera fase desastrosa, los rusos emprendieron una segunda fase con nuevos medios y otras armas —una guerra indiscriminada, aunque aún limitada—, pero también fracasaron.  Los ucranianos han mostrado una voluntad y capacidad de lucha y resistencia impredecibles. Los rusos están evitando entrar en las ciudades y ahora ejecutan una guerra de desgaste. Probablemente, el ejército ruso no es tan fuerte como para lanzar una ofensiva. No está bien equipado ni desarrollado tecnológicamente, carece de una cadena de mando competente y las órdenes, en lugar de reforzarse unas a otras, entran en contradicción. Tampoco tiene la moral de combate que se le suponía.

El único éxito que tal vez quepa atribuir a esta guerra de Putin fue proyectar desde el principio una imagen de Rusia más amenazadora de lo que podía colegirse de su fortaleza real, circunstancia que contribuiría a impedir que Occidente tuviera la tentación de llevar el conflicto a una peligrosa espiral.

David frente a Goliat

En 2022, Rusia ocupa el segundo puesto de los 142 países considerados en el ranking de la web Global Firepower, con un personal militar de 1.350.000 efectivos (entre personal activo y en la reserva) y un presupuesto de Defensa de 55.000 millones de euros. Ucrania, con medio millón de efectivos en su Ejército, ocupa el puesto 22 en el mismo ranking con menos de 10.000 millones de euros en presupuesto de Defensa. David frente a Goliat. Una guerra de agresión contra un país libre desencadenada por otro mucho más grande y con un ejército mucho más poderoso. Pero Ucrania resiste.

El general Claudio Graziano, presidente del Comité Militar de la Unión Europea, máximo órgano castrense de los Veintisiete, declaraba esta semana en Bruselas: "Putin pensó que iba a ser una campaña rápida, barata y fácil, sin muchas pérdidas, pero ha resultado todo lo contrario. Si no reciben apoyo en unos meses, se quedarán sin recursos".

El presidente Volodimir Zelenski, principal garante de la moral ucraniana.

Putin puede continuar produciendo sus montones de escombros humeantes durante mucho tiempo. Es posible que sus tropas algún día incluso entren en Kiev, o lo que quede de ella, e instalen a Víctor Yanukóvich en el esqueleto del palacio presidencial. Pero lo que Putin no puede hacer es convertir Ucrania en su cortijo. Hace más de 2.000 años, el historiador Tácito escribió que el caudillo de la resistencia celta que luchaba contra los invasores romanos dijo: "¡Hacen un desierto y lo llaman paz!".

Guerásimov y su doctrina mítica encarnaron el regreso del villano militar ruso, aunque probablemente ni él mismo escribió el maldito discurso.  El guion de esta guerra nadie sabe a ciencia cierta quién lo ha escrito, si Putin, si sus siloviki —el Estado profundo— o si el Alto Estado Mayor, pero a día de hoy ya ocupa una página en la Historia Universal de la Incompetencia Militar.

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