Una leve brisa procedía del mar cercano. Ellas lucían galas de raso, medias ribeteadas, joyas guarnecidas. Ellos, trajes completos de tweed o lycra. Alguno de los invitados mostraba un atuendo bávaro de domingo, a base de felpilla parda o caqui.
Charlaban en un idioma extranjero alrededor de la piscina. Bebían champán, bajo palmeras recién plantadas. Parecía una inauguración o una fiesta de cumpleaños en la que faltara el protagonista. De pronto, de la casa principal salió un hombre uniformado de militar, blanco, impecable, condecorado a la altura de la nuez con una cruz. Llevaba entre sus manos un lienzo cubierto con una bandera. En un tocadiscos sonó El canto de los peregrinos, de Richard Wagner. El militar uniformado destapó el cuadro. Toda la concurrencia lo saludó elevando el brazo. Pero, ¿qué tiene que ver el personaje con el III Reich y con Mariupol, la ciudad masacrada ahora por Putin?
Estamos en 1954. La instalación que acaba de ser inaugurada se denomina Bremer's Park Bungalows, en Dénia (Alicante). El militar que ha destapado la pintura es su promotor y se llama Gerhard Bremer. Quien está inmortalizado en la tela tiene un nombre mundial: Adolf Hitler, y esa es la noche de su cumpleaños.
Mientras eleva su copa hacia el Fuhrer, Gerhard Bremer siente un resplandor en su memoria. No está en Dénia, sino a 4.000 kilómetros de allí, 13 años atrás, en 1941. Luce en su cuello las runas de las Waffen-SS y los rombos de su rango de teniente (Untersturmfuhrer). Junto a su compañía acaba de vadear el río Molochana bajo un intenso fuego de mortero soviético. En un cartel indicador se lee: "A Mariupol, 150 kilómetros".
El alemán que construyó una urbanización en la costa alicantina, utilizada por nazis para escapar de la justicia durante más de treinta años, es el mismo que en la Segunda Guerra Mundial arrebató a los rusos la ciudad hoy castigada por Putin.
Un vals ante Hitler
Todo el mundo en Dénia ha oído hablar de aquellas fiestas que se celebraban como mínimo una vez al año –los 20 de abril- en los bungalows de los alemanes de la playa de Les Rotes. El propio alcalde actual, el socialista Vicent Grimalt, recuerda haber acudido de niño en alguna ocasión como integrante de la banda municipal. "Nos recogían en mercedes en la plaza del Convent, era la primera vez que subíamos en coches así, y nos llevaban a los bungalows. Empezábamos tocando alguna marcha militar, y luego pasodobles, valses y cosas más bailables."
La escritora Clara Sánchez recorre los lugares en los que ha inspirado algunas de sus novelas con la voz de Carmina Gómez, una vecina que en aquella postguerra de alpargatas se encaramaba en lo alto de un muro para ver de cerca el glamour de las reuniones: "Eran altos, guapísimos, con los uniformes y las medallas ellos, y ellas delgadas, con vestidos largos y joyas, rubias, para enamorarse. Entonces Gerhard Bremer sacaba a bailar a su esposa, Almut, una belleza…"
En la guardia del 'Fuhrer'
Bremer había nacido el 25 de julio de 1917 en Dusterntal, al sur de Hannover. Nada se sabe de sus primeros 21 años. Pero en 1938 aparece en el Lichterfelde de Berlín, el cuartel de la Leibstandarte o guardia pretoriana de Hitler. Cuatro años antes, este cuerpo, de apenas 120 hombres en su inicio, había ejecutado, junto a la policía política del régimen (Gestapo), a 85 altos cargos nazis pertenecientes a la facción de las SA, seguidores del jerarca Ernst Rhom. Un episodio que ha pasado a la historia como la noche de los cuchillos largos.
Cuando Bremer se integra en 1938 en la guardia pretoriana de Hitler lo hace con grado de teniente y va camino de convertirse en la célebre y temida división waffen-SS, implicada en numerosos crímenes de guerra. Al mando de una sección motorizada participa en la invasión de los Sudetes y en 1940 en la de Francia, incluido el cerco de Dunkerke. Después, es desplazado a la campaña de los Balcanes.
El 5 de octubre de 1941, a las 14.00 horas, el teniente Bremer, al mando de la primera compañía motorizada del Batallón de Reconocimiento de Kurt Meyer, bajo las órdenes del general Von Rundstedt, Ejército del Sur de la Operación Barbarroja (invasión de la Unión Soviética), está a punto de tomar la ciudad de Terpinnya, a 150 kilómetros de Mariupol, en el mar de Azov.
Una ciudad mil veces cercada
Mariupol era ya en 1941 un importante centro metalúrgico de Ucrania –la capital del acero-, puerto estratégico y una de sus ciudades más importantes. Su ubicación, en el camino hacia Rostov del Don, la convertía en objetivo prioritario para las tropas alemanas, que pretendían ocupar los pozos petrolíferos de Bakú en el Azerbayán caucásico.
Mariupol tenía tras de sí una larga historia de guerra y destrucción. Durante la guerra de Crimea (1853-1856) sufrió el acoso del imperio otomano y de las potencias occidentales que se habían levantado contra la expansión del zar. Quedó en manos de los bolcheviques (Ejército Rojo) en 1917, pero al año siguiente fue ocupada por los austríacos que buscaban la secesión de Ucrania. Entonces intervinieron las tropas nostálgicas del zar (Ejército Blanco) que la tomaron en 1919. Los anarquistas de Néstor Majnó (Ejército Negro) la recuperaron por unos meses. Y antes de que acabara el año, los rojos volvieron a someterla para incorporarla a la República Socialista Soviética de Ucrania.
Mariupol encarna, como ninguna otra ciudad ucraniana, la historia tumultuosa del país. Putin es el último martillo que la desangra. Pero en 1941, cuando el oficial Bremer estaba a punto de entrar en ella, Vladimir Putin todavía no había nacido en Leningrado.
Caballero de Hierro
Según uno de los foros de Historia de la Segunda Guerra Mundial, el 5 de octubre de ese año la compañía de Bremer luchaba contra los rusos que se retiraban de la población de Terpinnya, a 150 kilómetros de Mariupol: "Las tropas de las SS llegaron al puente justo cuando los ingenieros del Ejército Rojo lo volaban, matando a varias de sus propias tropas que aún estaban en la estructura. Bremer trasladó su compañía fuera de Terpinnya, encontró un vado en el río Molochana y lo cruzó. A unos tres kilómetros al este del cruce, sus hombres cayeron bajo intenso fuego de mortero y artillería y fuego directo desde posiciones antitanque". Pero el paso del río iniciado por Gerhard Bremer resultó fundamental para que el batallón estableciera una "fuerte cabeza de puente".
Dos días después, la SS-Panzer División en la que combatía Bremer recibió la orden de "perseguir a los rusos en dirección a Berdiansk y Mariupol". Berdiansk cayó a mediodía y las unidades se dirigieron hacia Mariupol a toda velocidad.
El 8 de octubre, en una operación "inesperadamente rápida" para los propios alemanes, la compañía de Bremer fue la avanzadilla que entró en la ciudad de 250.000 habitantes, en medio de la desbandada rusa. El día 11, Berlín dio la noticia de que la batalla del Mar de Azov había terminado con 64.000 prisioneros de los 9º y 18º ejércitos soviéticos. El 30 de ese mismo mes, el teniente Gerhard Bremer fue condecorado con la Cruz de Caballero.
Un episodio oscuro
Su trayectoria militar siguió acumulando insignias. En 1943, capitán. En 1944, comandante de la SS Panzer. El 8 de junio de 1944 lo encontramos en Francia, cerca de Caen, defendiendo Normandía del desembarco aliado. Aquí aparece el episodio más negro de su carrera militar. Doce prisioneros canadienses fueron ejecutados en las afueras de la aldea de Putot-en-Bessin. Algunas fuentes aseguran que Bremer "estuvo directamente involucrado en la matanza".
Durante la huida general de la Wehrmatch en Francia, el destacamento del comandante Bremer cubrió la retirada del 5º Ejército Panzer más allá del Sena oponiendo resistencia al avance de las tropas estadounidenses del general Patton. Por esta hazaña, Hitler volvió a condecorarlo con una nueva Cruz de Caballero, esta vez con distintivo de roble. Participó en el intento de ofensiva de las Ardenas en el invierno de 1944/45 y, tras su fracaso, esperó el final de la guerra en Austria. En la ciudad de St. Pölten rindió su unidad a las tropas soviéticas.
Prisionero en Francia
Está constatado que entre 1945 y 1948 fue reo de guerra en Francia. Las mismas fuentes que involucran a su compañía en la matanza de prisioneros canadienses en Normandía consideran que ésta fue la causa de su cautividad bajo el régimen del general De Gaulle.
Su pista se pierde hasta que una noche de abril de 1954 saca a bailar a su bella esposa Almut en la inauguración de su urbanización de bungalows, en Dénia, con la Cruz de Hierro ceñida en la garganta y ante un nutrido grupo de compatriotas.
Una carta decisiva
En 1945, los servicios secretos aliados remitieron al Gobierno de Franco una lista con 104 nazis de las SS afincados en España pidiendo su expatriación para ser juzgados. En el puesto séptimo de esta relación figuraba la persona que facilitó la llegada a España de Gerd Bremer. Se llamaba Johannes Bernhardt, más conocido como el angel negro. Su biografía excede cualquier guión de cine.
Según la web Españoles en la 2ª Guerra Mundial, Bernhardt había combatido en la Gran Guerra de 1914 y obtenido la Cruz de Hierro. A los 25 años ya era millonario, pero lo perdió todo con la crisis de 1929. Junto a su mujer, Ellen, y su hija se trasladó a Larache, en el Protectorado de Marruecos. Allí comenzó a vender material a la Legión y a los Regulares y trabó amistad con el general Mola y con el coronel Saenz de Buruaga que ya conspiraban contra la República Española.
Bernhardt creó en Tetuán una sociedad fantasma para enviar armas a Franco al principio de la Guerra Civil. Dio un paso más: voló a Alemania y se presentó el 27 de julio de 1936 en el festival de Música de Bayreuth para entregar a Hitler una carta confidencial de Franco en la que éste le pedía ayuda militar: 10 aviones de transporte, 6 cazabombarderos Heinkel, 20 baterías antiaéreas, fusiles, ametralladoras y munición. Ese fue el comienzo de la involucración alemana en nuestra guerra. Después vino Guernika y todo lo demás.
Tráfico de wolframio
Franco premió a Johannes Bernhardt con una villa en un lugar tranquilo de la costa, Dénia, y con tres cuadros, uno de ellos de El Greco. Dos de los cuadros los vendió, pero la mansión de inspiración francesa, en Tossalet de Oliver, a las afueras de la ciudad, comenzó a ocuparla hacia 1940. Era conocida como la Casa de los Alemanes y estaba a nombre de una de las empresas de transporte con las que "trasladaba a la Francia ocupada miles de toneladas de wolframio, el mineral de color ébano que se extraía de los montes de Galicia y Salamanca para blindar los carros de combate alemanes".
En el pliego de cargos formulado por los aliados se calcula que el emporio que dirigía Bernhardt estaba formado por 350 empresas al servicio del Tercer Reich. La casa sigue en su lugar, pero su propietario decidió en 1952 mudarse a Argentina con su familia. Antes habló a su amigo Gerhard Bremer de las excelencias de Dénia y le animó a instalarse en esta ciudad en el sector inmobiliario. Johannes murió en Munich en 1980.
Crímenes de guerra
Asiduos a las fiestas de los bungalows de Les Rotes fueron Anton Galler y su esposa. Galler, austriaco, era en 1943 comandante del batallón 35 de la 16 Panzer División de Granaderos. El 12 de agosto de 1944 esta unidad cercó el pueblo de Santa Ana de Stazzema en los Alpes italianos, congregó a sus 560 habitantes "incluidos mujeres y niños en la plaza, para posteriormente ametrallarlos y quemarlos con gasolina".
Detenido tras la guerra, incomprensiblemente no fue sometido a proceso alguno. Cuando la justicia italiana advirtió el error, Galler ya había huido a España ayudado por Odessa, la red de colaboración secreta desarrollada en 1946 por grupos nazis para ayudar a escapar a miembros de la SS desde Alemania.
Galler vivió tranquilamente en la partida de La Florida de Dénia hasta su muerte en 1995. La de su mujer ocurrió tres años más tarde. Ambos están enterrados en el cementerio municipal.
Paellas junto al águila imperial
Los alemanes de Dénia comían paellas en el restaurante de una falangista, Casa Finita, un chalé de azulejos verdes, cercano a los apartamentos de Bremer, que hoy es un hotel. Todavía en un pozo del patio puede verse el adorno de un águila imperial nazi.
Por allí aparecían ex altos cargos del Reich como Otto Skorzeny, muy conocido en Madrid por sus negocios con el franquismo, el hombre que había liberado a Mussolini de las manos aliadas en el Gran Sasso italiano. Y también Otto Ernst Remer, a quién Hitler ordenó la ejecución y purga de los oficiales que atentaron contra él en 1944 en la llamada Operación Valquiria.
Doctor Muerte
Algunas fuentes parecen confirmar el paso esporádico por Dénia de uno de los nazis más buscados tanto por los aliados como por el Mossad israelí: Aribert Heim, el famoso Doctor Muerte del campo de Mauthausen, conocido por sus experimentos aberrantes con prisioneros de ambos sexos.
En 2005 se relanzó en España una orden de búsqueda y captura contra él, ante la comprobación de transferencias de dinero con otro nazi noruego. Pero la investigación no prosperó. Su pista se había perdido años antes en Sudamérica, aunque otras pesquisas sitúan el fin de sus días en El Cairo.
Muchos de los clientes de los bungalows no tenían vinculación con crímenes de guerra. Pero si estaban en plena huida disponían al lado de la urbanización de un embarcadero natural desde el que podían ser trasladados a barcos que los esperaban mar adentro en su escapada a Sudamérica.
Esta es una de las imágenes que el director Oscar Aibar incluye en su película El sustituto, estrenada recientemente y en la que son reconocibles muchos de los personajes citados aquí.
Funeral en silencio
Gerhard Bremer y su esposa Almut siguieron toda su vida confraternizando apaciblemente con los lugareños de Dénia. A partir de la década de los 80 abandonaron su casa en la urbanización y se trasladaron a vivir a un piso frente al Club Náutico. No hubo más fiestas, ni cumpleaños de Hitler. Su hijo Gerd ha crecido en Dénia, ha estudiado en uno de los institutos de allí y tiene amistades y vida social en la ciudad. Se ha dedicado a la gastronomía delicatesen y a la vinacoteca.
Gerhard murió el 29 de noviembre de 1989 a los 72 años. Almut, cinco años más tarde. Los dos están enterrados en Dénia.
En el entierro de Bremer, su viuda y amigos nazis pidieron a la banda municipal que acudiera al funeral, como en los viejos tiempos. Pep Sendra, su nuevo director, se negó.
Hace cinco meses apareció la caja de seguridad de una ciudadana alemana que había muerto en 2005 sin herederos. En la caja había 31 monedas de oro, varias insignias con la cruz gamada y una medalla nazi de la Orden del Águila. El valor del conjunto asciende a 3.000 euros. La Generalitat valenciana se ha hecho cargo del legado.
Aquellos viejos tiempos se perdían a lo lejos, como la brisa del mar.
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