Comeremos seguramente más sano, pero también mucho más caro. La clave para alimentar a la humanidad en este mundo convulso está en un ingrediente estratégico en el que apenas reparamos. Los fertilizantes. Su uso decide la producción de alimentos y sus precios en el supermercado. Nuestra comida depende de estos abonos orgánicos y, sobre todo, inorgánicos.
Con ellos, los agricultores alimentan a las plantas y aumentan el rendimiento de las cosechas de trigo, maíz y cualquier otro de los productos agrícolas que nos mantienen vivos. Sin ellos, pasaríamos hambre.
Quédense con este nombre: NPK. Los tres principales nutrientes se combinan en estas siglas de las que conviene no olvidarse, porque son una fórmula esencial para la seguridad alimentaria del planeta. Nitrógeno (representado en la tabla periódica por el símbolo N), Fósforo (P) y Potasio (K). NPK. De estos tres elementos químicos, el primero está en la atmósfera y los otros dos se extraen de las minas de fosfatos y potasa. Las dos malas noticias son: España carece de ellos y los países que copan el mercado no son fáciles de tratar.
Por si no bastara con la tragedia de la pandemia, ahora el conflicto de Occidente con Rusia por su invasión de Ucrania ha tensionado la disponibilidad de los fertilizantes y disparado su precio hasta registrar un aumento anual del 300% en España, según alerta la organización agraria Asaja.
La crisis de los fertilizantes se produce en un contexto de cambio estructural de la Política Agraria Común (PAC) de la Unión Europea, empezando por el periodo 2023-2027. Con la nueva PAC, para percibir el máximo de ayudas europeas, los agricultores tendrían en esta década que reducir un 50% el exceso de nutrientes (especialmente fósforo y nitrógeno), lo que conllevaría recortar un 20% el uso de fertilizantes, según detalla la UE.
Sin embargo, los fabricantes alegan que aplicar esa limitación de los fertilizantes por razones medioambientales disminuiría la producción agrícola hasta un 15%, mientras que el precio de los alimentos aumentaría hasta un 22%, según un estudio de la universidad holandesa de Wageningen.
Restringir los fertilizantes se justifica por el daño que su exceso causa al agua y al suelo. La clave es la dosis
Restringir los fertilizantes se justifica por el daño medioambiental que produce su exceso. Como casi todo en la vida, la clave está en la dosis. El exceso de nutrientes minerales añadidos que las plantas no absorben contamina las aguas y, a la larga, empobrece los suelos al hacerlos más salinos. De ahí la necesidad de acertar con el nivel óptimo de fertilización, a fin de equilibrar el rendimiento de los cultivos y su sostenibilidad. Lo ideal sería conseguir una proporción perfecta entre abonos orgánicos e inorgánicos. La ecuación es compleja. La solución vendrá de los fertilizantes de última generación.
La Comisión Europea presentó en 2019 el Pacto Verde Europeo (Green Deal), en línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030 de la ONU en la lucha contra el cambio climático. En ese marco, la UE está inmersa en un gran proceso para hacer la agricultura europea más ecológica a través de dos líneas de acción: la Estrategia De la Granja a la Mesa (Farm to Fork) y la Estrategia sobre Biodiversidad para 2030. El objetivo, dice, es tener "un sistema alimentario justo, saludable y respetuoso con el medio ambiente".
La voz de los fabricantes
Para conocer mejor la importancia vital de estos productos, EL ESPAÑOL | Porfolio le ha preguntado a una de las grandes expertas del país, Paloma Pérez Sánchez, una química madrileña, especializada en geoquímica, que desde 2011 representa a esta industria como secretaria general de la Asociación Nacional de Fabricantes de Fertilizantes (ANFFE). Entre sus 14 asociados figuran líderes del sector como Fertiberia o Yara Ibérica.
Pregunta.— ¿Caerá la producción agrícola de la UE al aplicar la nueva PAC y el Pacto Verde que establece reducir un 20% los fertilizantes para los próximos años?
Respuesta.— Según un estudio que acaba de publicar la universidad pública holandesa de Wageningen, en el que se evalúa el impacto que tendrían los objetivos del Green Deal (Pacto Verde) de la Comisión Europea en la producción europea de alimentos, si se mantienen las propuestas de Farm to Fork (de la Granja a la Mesa) sobre reducción de pesticidas y fertilizantes, el resultado sería:
• Una menor producción agrícola en Europa.
• Un cambio de la producción agrícola a países de fuera de la Unión Europea.
• Una reducción de los ingresos de los agricultores europeos.
El estudio ha analizado, entre otros, un escenario basado en una reducción del 50% de las pérdidas de nutrientes y un descenso del 20% en el uso de fertilizantes, concluyendo que en la mayoría de los casos la producción agrícola disminuiría hasta un 15%, mientras que el precio de los alimentos aumentaría hasta un 22%.
Reducir los fertilizantes en la UE provocaría una pérdida de producción de casi 8.000 millones, dice la ANFFE
P.— ¿Cómo afectaría al comercio?
R.— En términos de comercio, el impacto esperado es un aumento de las importaciones (maíz, colza y cítricos) y una disminución de las exportaciones (tomates, manzanas, aceitunas, vinos y lúpulo). El impacto negativo del valor de la producción agrícola se estima en casi 8.000 millones de euros. Una reducción tan pronunciada de la producción agrícola significaría que los consumidores europeos se enfrentarían a un suministro de alimentos reducido, una mayor dependencia de las importaciones y precios de los alimentos más altos. También es probable que pueda disminuir la cantidad de empleos e ingresos en el sector agrícola y, con ello, la capacidad de innovar y brindar soluciones para impulsar un sector alimentario más sostenible.
P.— ¿Debería la UE replantearse las limitaciones de fertilizantes, a fin de aumentar la producción agrícola?
R.— En la estrategia de la Granja a la Mesa, la Comisión ha propuesto reducir las pérdidas de nutrientes en un 50%, lo que supondrá una reducción de un 20% en el uso de los fertilizantes. Afortunadamente, tanto el Consejo como el Parlamento Europeo han eliminado en sus respectivos informes la mención a la reducción del uso de los fertilizantes, limitándose a hacer referencia a la reducción de las pérdidas de nutrientes y señalando la importancia de la innovación y del uso de nuevas tecnologías y nuevos productos para lograr eliminar dichas pérdidas. Tras los problemas que se han evidenciado con la crisis de Ucrania, es evidente la necesidad de fomentar un incremento de la producción agrícola en la UE, que reduzca nuestra dependencia exterior y nos haga menos sensibles a futuras crisis.
El sector pide "fomentar un incremento en la producción en la UE, que reduzca nuestra dependencia exterior"
P.— Hay agricultores que se quejan de que hay productos que la UE les prohíbe usar pero que, sin embargo, sí usan otros países en los productos que luego se importan a la UE. ¿Cuál es la posición de ANFFE sobre esta paradoja?
R.— En la UE se está imponiendo una serie de restricciones a la producción que no tienen un equivalente en otras regiones del mundo y que están perjudicando a la industria y a la agricultura de la UE. Estas prohibiciones están creando una situación de desigualdad y de pérdida de competitividad, provocando la fuga de carbono y el desplazamiento de la industria europea a otras regiones que no deben soportar dichas políticas medioambientales.
P.— ¿Cuál ha sido la aportación de los productores de fertilizantes al proceso de consultas europeo para la nueva PAC? ¿Les han escuchado?
R.— Hemos trasmitido en numerosas ocasiones nuestra preocupación por una posible reducción de la producción industrial y agrícola en la UE, con el consiguiente aumento de la dependencia exterior.
Huelga del transporte
Estos días en que a la guerra de Ucrania y el alza de la energía se suma la huelga del transporte, Paloma Pérez está viviendo algunos de los días más intensos de su carrera, coincidiendo con el momento clave del año en que aumenta la demanda de fertilizantes por el abonado especial de primavera, conocido como la cobertera.
"La actual huelga de transportes está impidiendo un correcto suministro de producto al agricultor, con el que pueda abonar sus cultivos en un momento crucial del ciclo vegetativo, fundamentalmente del cereal y del olivo, y especialmente tras las recientes lluvias", explica Pérez por escrito a preguntas de esta revista.
"Además, las empresas están teniendo problemas con la recepción de las materias primas a las fábricas de fertilizantes, lo cual está poniendo en peligro la fabricación, con el riesgo de que pueda cerrar temporalmente alguna planta productiva. Estamos ahora en una etapa crucial de la cobertera, en la que los fertilizantes determinarán el rendimiento de la próxima cosecha", alerta.
El bloqueo de los camioneros afecta al suministro en un momento crucial, cuando hay que abonar el campo
P.— ¿España es autosuficiente en fertilizantes?
R.— Afortunadamente, España dispone de una importante industria de fertilizantes. Posee 20 plantas de fabricación, distribuidas por todo el territorio nacional, las cuales suman una capacidad de producción global de 7,3 millones de toneladas. Además de la producción nacional, el mercado se abastece en parte de producto importado. Carecemos de yacimientos de algunos productos en nuestro país (nitrato potásico, sulfato potásico, etc.).
P.— ¿Cuáles son los principales proveedores internacionales de España?
R.— Las importaciones de fertilizantes proceden fundamentalmente de los países de la Unión Europea, así como del norte de África y de Europa del este.
Alimentar al planeta
Cuando el plan de trabajo de la Unión Europea parecía claro, la invasión rusa de Ucrania, que es uno de los principales exportadores de cereales y girasol (España importa ambos), ha causado un shock en los mercados agrícolas mundiales. La perspectiva de que aumente la inestabilidad en el futuro ha hecho que asociaciones de agricultores como Asaja pidan a la UE que se replantee sus objetivos agrícolas y ponga menos énfasis en el medio ambiente y más en aumentar la producción y la autosuficiencia. En definitiva, quieren que Bruselas renuncie a las limitaciones extras al uso de fertilizantes, que consideran que ya está suficientemente regulado y restringido.
En 2050 habrá 9.000 millones de habitantes, de ellos 900 millones en países pobres deficitarios de alimentos
Según este punto de vista, el nuevo objetivo ahora prioritario debe ser no sólo asegurar el abastecimiento de Europa, sino cubrir las necesidades de la población mundial mientras nos acercamos para el año 2050 a los 9.000 millones previstos, 900 millones de los cuales viven en países pobres y deficitarios de alimentos.
Ya lo alertaba hace diez años un informe de la Comisión Europea al señalar la importancia de los fertilizantes: "NPK: ¿habrá suficientes nutrientes de plantas para alimentar a un mundo de 9.000 millones de habitantes en 2050?", decía el título del estudio en forma de pregunta, a la que los autores del Centro de Investigación Conjunto de la Comisión (JRC, en sus siglas inglesas) respondían que no había entonces motivo para alarmarse, pero que había que ejercer una "vigilancia continua" sobre el abastecimiento. Eso era en 2012, antes de la guerra con Rusia.
La inédita crisis de los abonos está ligada a la economía rusa en dos aspectos. El gigante que preside Vladímir Putin es uno de los mayores productores y exportadores de fertilizantes, sobre todo de potasio. Concentra junto a Canadá y Bielorrusia dos tercios de la producción mundial, en forma de potasa. Una de las mayores minas es la que la empresa Uralkali tiene en Bereznikí, en los montes Urales. Al mismo tiempo, Rusia es el mayor proveedor a Europa de gas, que es la principal fuente de energía para procesar los abonos nitrogenados.
Marruecos y el fosfato del Sáhara
La geopolítica de los fertilizantes se le complica a España con otro factor: el fósforo, la importante P de la triada NPK, sólo se extrae de la roca de fosfatos, que es un recurso finito, y resulta que el 70% de las reservas mundiales se concentra en Marruecos (en Khouribga está la mayor mina del mundo), y otra parte en la antigua colonia española del Sáhara Occidental, ocupada por el Estado marroquí. España explotaba los fosfatos de la mina saharaui de Fos Bucraa y tuvo una participación incluso después de su retirada. Desde hace años, los productores de fertilizantes españoles lo importan del propio Marruecos.
Pero el porcentaje de cadmio de la roca fosfórica marroquí puede superar los niveles máximos que plantea la nueva política agraria de la Unión Europea, lo que obligaría a los fabricantes a buscarlo en Rusia, cuyo fosfato tiene menos cadmio. La vía rusa no parece factible por el actual conflicto. Habría entonces que comprar el fosfato bajo en cadmio a otros productores, que reclamarían un precio mayor.
"El gas natural es la materia prima para fabricar abonos nitrogenados; puede ser más de un 80% del coste"
R.— El conflicto de Ucrania ha venido a agravar los problemas que ya existían en el sector de fertilizantes, derivados del altísimo precio del gas y de la electricidad, los cuales estaban reduciendo la competitividad de las empresas y poniendo en riesgo su futura viabilidad. Recordemos que el gas natural es la materia prima fundamental para fabricar los abonos nitrogenados, pudiendo llegar a constituir más un 80% de sus costes de producción. España no depende tanto de las importaciones de fertilizantes de Rusia o de Ucrania como otros países de la UE, ya que éstas suponen alrededor de un 8% del total de los fertilizantes consumidos, importándose también de otras regiones más próximas a nuestro país (UE, norte de África, etc.).
P.— Los agricultores dicen que ha aumentado mucho el precio de los fertilizantes, como el resto de insumos. ¿A qué se debe?
R.— El precio de los fertilizantes es global y depende de las condiciones de la oferta y la demanda a nivel mundial.
Caso práctico: 360 euros por hectárea
Pedro Gallardo, agricultor en Puerto Real (Cádiz), detalla a EL ESPAÑOL | Porfolio un ejemplo de lo que cuesta ahora fertilizar una hectárea de trigo en España. "El precio de los fertilizantes ha subido un 300% en un año. La tonelada está a unos 900 euros, y para una hectárea hacen falta 400 kilos, lo que significa unos 360 euros de gasto en fertilizantes por hectárea", explica.
"En octubre, antes de sembrar el trigo, echo 200 kilos de del abono compuesto NPK 18460, es decir 18% de nitrógeno y 46% de fosfatos, que hay que enterrar. Ahora, en la cobertera de primavera, echo otros 200 kilos, por encima", dice Gallardo, que también es presidente provincial de la asociación agraria Asaja y presidente europeo de los agricultores de cereales y oleaginosas. "Una héctarea de trigo rinde de media en España unos 2.800 kilos. Sin los fertilizantes, caería a 1.000 o 1.200 kilos", destaca.
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