El agricultor gaditano Pedro Gallardo Barrena (1973) estuvo en 2014 en Ucrania, el granero de Europa. Allí, invitado por sus colegas de la asociación de cooperativas locales de la zona de Odesa, se hizo amigo de dos agricultores de su edad. Marek y Vitali le abrieron a Pedro las puertas de sus modestos hogares y le enseñaron sus cultivos de girasol, trigo y maíz. Unas semanas más tarde estalló el conflicto en la región separatista prorrusa de Donbás.
Ocho años después de aquel viaje que nunca olvidará, ha sucedido lo impensable. Marek y Vitali han abandonado sus granjas en las superfértiles "tierras negras" para enfrentarse como soldados a la invasión militar rusa, y Pedro se organiza con sus compañeros españoles para cubrir el agujero que la guerra está provocando en el mercado del aceite de girasol, el más afectado. Ucrania es el primer productor del mundo y España, uno de sus principales importadores.
En los supermercados han llegado estos días a limitar la compra de botellas de aceite de girasol con el fin de evitar que el miedo vacíe los estantes. ¿Qué está pasando en el mercado mundial de la alimentación? Para comprenderlo, EL ESPAÑOL | Porfolio ha ido al encuentro de la voz más representativa en toda Europa de los agricultores de girasol.
El economista y agricultor Pedro Gallardo, además de cultivar girasol y trigo desde hace 26 años en su finca de Puerto Real (Cádiz), es el presidente sectorial de Cereales, Oleaginosas y Proteaginosas dentro de COPA-Cogeca, la plataforma europea que une a las asociaciones agrarias y a las cooperativas. También es el vicepresidente de esta gran entidad, que representa a más de 30 millones de agricultores.
En España, es el vicepresidente nacional de la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (Asaja) y su presidente provincial de Cádiz, a lo que une su condición de presidente de la Alianza para una Agricultura Sostenible (ALAS). Como representante de los agricultores de la UE, conoce bien a sus compañeros del Este de Europa, a los que ha visitado en Ucrania, Rumanía o Bielorrusia.
Gallardo nos ha invitado a asistir a una reunión en la cooperativa San Patricio, de Conil de la Frontera (Cádiz), que agrupa a unos 400 agricultores dedicados a cultivar girasol, trigo y garbanzos. La charla de este miércoles por la tarde es la primera que imparte dentro de una gira informativa sobre el mercado de girasol y cómo responder a los efectos de la invasión rusa.
El hombre que más sabe nos ha traido al encuentro de sus compañeros. Así le ponemos rostro a quienes nos abastecen en Ucrania y en España. El profeta del aceite de girasol explica a esta revista su solución para que no falte... Y para que les sea rentable a quienes cultivan su materia prima.
Pregunta.— ¿Cuántos kilos de pipas hacen falta para producir un litro de aceite de girasol?
Respuesta.— Aproximadamente 2,3 kilos de pipa para un kilo de aceite de girasol. Producimos sólo el 30% del aceite de girasol que consumimos. Necesitamos traer de fuera el 70%. La mayor parte viene de Ucrania.
P.— ¿Qué está pasando en el mercado del girasol?
R.— España produce al año de media 824.000 toneladas de pipas. Para cubrir la demanda de aceite de girasol de uso doméstico e industrial, importamos de Ucrania otras 700.000 toneladas [233.000 toneladas en torta de girasol, sin procesar, y cerca de 500.000 toneladas de aceite de girasol, según los datos del Ministerio]. La guerra ha parado las exportaciones y no saben cuánto van a poder sembrar este año. En el puerto de Odesa hay embarcadas 5 millones de toneladas de cereales que permanecen bloqueadas en los buques en el mar Negro. Un barco salió y se lo cargaron [dice en referencia al carguero estonio Helt, hundido el 3 de marzo al chocar presumiblemente con una mina].
P.— ¿Cuál es la solución para cubrir ese déficit?
P.— Este próximo lunes, 21 de marzo, se celebra un Consejo Europeo de ministros de Agricultura. Hemos pedido que, de forma excepcional, permitan que este año los agricultores de la Unión Europea podamos sembrar girasol en la Superficie de Interés Ecológico (SIE), que es ese 5% de terreno de cada finca que la normativa comunitaria obliga a tener en barbecho. En España, esa superficie suma 500.000 hectáreas. Teniendo en cuenta que el rendimiento medio del cultivo de girasol es de algo más de una tonelada por hectárea, cubriríamos así el déficit del girasol de Ucrania.
"Pedimos que este año permitan que podamos sembrar girasol en el terreno que la UE obliga a tener en barbecho"
P.— ¿Dónde se produce más girasol en España?
P.— La provincia con más superficie de girasol es Cuenca, con 110.000 hectáreas, pero allí el rendimiento está por debajo de la tonelada de pipas por hectárea, mientras que en Cádiz, que tiene 55.000 hectáreas, el rendimiento llega a dos toneladas. Cádiz, Sevilla, Córdoba tienen rendimientos altos. La media española es de 1,13 toneladas por hectárea.
P.— Si la Unión Europea no les permite la medida extraordinaria de cultivar en esos terrenos de barbecho, ¿cuál sería la alternativa? ¿Qué países pueden ser el granero alternativo para cubrir el déficit de las importaciones de Ucrania?
R.— Canadá y Argentina. Pero los fletes están por las nubes, y no es lo mismo traer un barco desde estos dos países que desde Ucrania. Queremos que nos den libertad para ampliar la producción aquí.
P.— ¿Qué vio en su viaje a Ucrania?
R.— Estuve allí en 2014, alrededor de estas fechas, invitado por una asociación de cooperativas del entorno de Odesa. Eran agricultores medianos, de unas 150 o 200 hectáreas. Estaban muy interesados en aprender cómo funcionan las cooperativas españolas. Son gente muy abierta y cercana, muy hospitalaria. Recuerdo que nos llevaron al puerto de Odesa, por donde exportan su producción, y me impactó mucho. Hay seis líneas de ferrocarril que entran a cargar directamente a los barcos. Funcionan perfectamente. Te llenan un barco en un rato. Ucrania es el primer productor mundial de aceite de girasol, el sexto de maíz, el noveno de trigo. En veinte años, han multiplicado por cinco su producción de maíz. Están sustituyendo cultivos de trigo por maíz, que es ya el principal grano en el mundo.
P.— ¿Qué le decían?
R.— Recuerdo que se quejaban de que ganaban poco, entonces eran unos 300 o 350 euros al mes. Allí me hice amigo de dos agricultores de mi generación, Marek y Vitali, con los que mantengo el contacto.
"Muchos agricultores ucranianos, como mis amigos Marek y Vitali, se han ido a combatir al frente"
P.— ¿Cómo están ahora tras la invasión rusa?
R.— Muchos agricultores ucranianos, como mis amigos Marek y Vitali, han abandonado sus granjas y se han ido a combatir al frente como soldados. Las mujeres y los niños han ido a refugiarse a las ciudades. Muchas familias tienen dos o tres cerdos en la granja, como en España hace cuarenta años cuando se hacía la matanza. Pero, al irse, como no pueden alimentarlos, los han soltado, para que se busquen la vida. No tienen gasóleo para los tractores, porque el que hay se ha requisado para el ejército. Ahora su prioridad es defender su país. Me han dicho que este año no van a poder sembrar ni el 30% de girasol. El girasol se siembra en Ucrania en el mes de mayo. En España lo sembramos antes, precisamente ahora, entre marzo y abril, y lo cosechamos en agosto.
P.— ¿Y el trigo?
R.— El trigo sí lo habían sembrado antes de que empezara la guerra. Está creciendo. Ahora está bajo una cuarta de nieve. Lo que no se sabe es quién se va a quedar con esa producción cuando se coseche en julio-agosto, si los rusos o ellos. Ahora toca echar fertilizante al trigo, abono, pero me han dicho que no van a poder hacerlo. Eso va a afectar al rendimiento. De las dos toneladas y media o tres toneladas de trigo por hectárea, puede que se queden en la mitad por falta de fertilizante. La producción se va a recortar.
P.— ¿La plataforma europea COPA-Cogeca está en contacto con las asociaciones de agricultores de Ucrania?
R.— Por solidaridad con ellos y para darles apoyo, les hemos invitado a integrarse, sin pagar cuota, aunque no sean de la Unión Europea. Su asociación, UNAF, que dirige Mariia Didukh, se van a incorporar durante un año, que se prorrogará.
Empieza la siembra
En el almacén 7 de la cooperativa San Patricio, en Conil, aún queda en un rincón un resto del trigo duro de la anterior campaña. "Lo vendemos, por ejemplo, a Gallo, para hacer pastas", dice el técnico de la cooperativa Fran Soto enseñando un puñado. En verano, ésta y las otras naves se llenan hasta los topes con los granos de trigo y las pipas de girasol. Ahora, en este gran espacio vacío, varias decenas de agricultores, la mayoría por encima de 50 años, escuchan las explicaciones de Pedro Gallardo sobre el mercado del girasol tras la invasión de Ucrania y sus recomendaciones sobre qué hacer esta primavera. Tienen que empezar en estos días a sembrar la nueva temporada de girasol, pero no están seguros aún de cuánta superficie.
Gallardo les recomienda que aumenten la producción, tanto cambiando otros cultivos por éste como sembrando en el terreno de barbecho obligatorio si, como se espera, este lunes los ministros de la Unión Europea permiten excepcionalmente cultivar este año también en la Superficie de Interés Ecológico (un 5%). Explica Gallardo que los agricultores de oleaginosas (girasol, colza, soja, destinados a aceites) están ante una oportunidad para cubrir el déficit de las importaciones de Ucrania y que les paguen a precios justos que hagan rentable su sacrificado trabajo, de lunes a domingo.
Otros años les han pagado a menos de 400 euros la tonelada de girasol, pero en éste se pueden superar los 800
Otros años les han pagado a menos de 400 euros la tonelada de pipas de girasol, pero en éste se pueden superar los 800 euros por tonelada. Sólo poner en cultivo una hectárea de girasol sale por unos 110 euros, detalla. "Este año, yo sembraría todo de girasol", recomienda. También defiende que los agricultores apuesten por las cooperativas para defender juntos sus precios a través de ellas.
El aumento de la ganancia compensaría en parte la subida vertiginosa del coste de sus insumos que sufren desde hace años. "El incremento de los costes de producción es la asfixia del sector. La invasión rusa de Ucrania ha agravado la situación preexistente", señala en su presentación. Pone como ejemplo que el litro de fitosanitarios, que costaba dos o tres euros el año pasado, se lo cobran ahora a diez o doce. En su presentación señala que "el gasóleo ha subido casi un 73%, los abonos un 150%, el agua un 33%, los fertilizantes entre un 239 y un 307%, los costes salariales un 29,7%"...
Como dependen de si llueve o no, y del precio que les quieran ofrecer en el mercado, si no fuera por las ayudas europeas que reciben de la Política Agraria Común (PAC), muchas veces sólo cubrirían costes, o tendrían incluso pérdidas al final de la campaña. Viven pendientes del cielo, que determina oscilaciones de producción enormes: por ejemplo, la cosecha de trigo en España ha oscilado entre 12 millones y 25 millones de toneladas entre los años 1990 y 2020.
"No somos autosuficientes"
A los políticos de la Unión Europea les pide que dejen a los agricultores "más libertad para aumentar la producción" y alimentar no sólo a la población europea sino a la creciente población del resto del mundo, que pide proteínas proporcionadas con la carne de los animales alimentados con los cereales de los piensos compuestos. Señala que en España, a diferencia de la mayor parte de la UE, "no somos autosuficientes" en cereales y oleaginosas. El país, añade, es un gran exportador cárnico y tiene que importar gran parte de la materia prima de los piensos.
"Con las cosas del comer no se juega", dice para subrayar que la agricultura, como ha puesto de relieve la disrupción del mercado por la guerra en Ucrania, es estratégica. Reclama que los agricultores puedan producir más, pero mejor, con innovación y de forma sostenible, aunque "sin que Europa se pegue tiros al pie", dice en referencia a las limitaciones que impone a los propios agricultores pero de las que exonera a las importaciones.
Pone como ejemplo que los productores europeos de girasol tienen prohibido usar los insecticidas neonicotinoides, que en cambio sí emplean los países, como Ucrania, de los que procede el mismo producto importado.
A quienes van al supermercado les pide que valoren más el trabajo de los agricultores. Señala en un gráfico cómo en 1960 las familias españolas destinaban el 55% de sus ingresos a alimentación y ese porcentaje había caído al 15% en 2018. ¿Los consumidores son conscientes del trabajo del campo? Él cree que no del todo.
"Producimos muy barato y la población no lo valora. A lo mejor hay que cortar el abastecimiento una semana"
"Producimos muy barato y la población no lo valora. Alimentamos a la población a precios muy asequibles. Hay que decir basta ya. A lo mejor hay que cortar el abastecimiento y cortar los puertos y Mercamadrid una semana a ver si se enteran los políticos y la población", dice el presidente de Asaja-Cádiz y de los agricultores europeos de girasol y cereales.
Una botella de un litro de aceite de girasol de marca blanca cuesta hoy en el supermercado alrededor de 1,45 euros. Es, o era, el aceite más barato para cocinar, el que usa quien no puede permitirse el de oliva, que sale hoy el más sencillo a 3,65 euros. Una diferencia de más de dos euros. Por eso muchos han ido estos días a comprar y acaparar aceite de girasol, por si sigue subiendo en el futuro por la guerra de Ucrania. Pero Pedro Gallardo lanza un mensaje de tranqulidad: "Hay una ruptura del stock, pero no desabastecimiento".
Los agricultores de Conil
La conversación con los miembros de la cooperativa San Patricio de Conil continúa luego en el bar de la asociación de vecinos Las Calesas-Casa de Postas. Exponen el problema del relevo generacional. Los hijos no siguen el trabajo de sus padres en el campo porque éstos son los primeros que no quieren que lo hagan. La excepción hoy es Nicolás Moreno, de 22 años, que trabaja con su padre, también Nicolás, de 60. En la reunión, además de ellos, están el presidente de la cooperativa, Manuel Muñoz (60), la gerente, Marina de Alba (52) −que bromea con su apellido, "como la casa de la duquesa, pero sin dinero"−, y los agricultores de girasol Joaquín Ramírez Ureba (56), Antonio Jiménez (67) y Antonio López Moreno (56). Joaquín Ramírez dice que se han pasado más de dos meses, desde finales de diciembre, sufriendo porque no llovía ni una gota.
Antonio López añade que la aparente ventaja de no tener jefe no es tal: "Somos esclavos de nosotros mismos. Pasamos todo el día en el campo, de lunes a domingo". Coinciden en que lo peor es la incertidumbre de cultivar sin saber el resultado. Por el clima y por la especulación comercial. "El precio se lo ponen otros, no nosotros", dicen. Se mantienen gracias a las ayudas europeas, que suponen el 30% de sus ingresos; sin ellas, muchos años sólo cubrirían los gastos o incluso incurrirían en pérdidas. Marina matiza que todos ellos han logrado gracias a la agricultura dar estudios a sus hijos, los mismos que no continúan su camino en el campo familiar.
La gerente critica la especulación que genera la incertidumbre en los mercados, y aprovecha para pedir a la población que no se deje arrastrar por el miedo: "La gente no se va a quedar sin aceite de girasol en el supermercado". Apunta también que antes de la pandemia un agricultor de Zamora trajo de visita a la cooperativa de Conil a "un grupo de agricultores rusos". Algunos de esos visitantes cultivan "cientos de miles de hectáreas".
Las interrelaciones del mundo quedan de manifiesto en este bar: cuando se acaba la reunión y cada uno vuelve a casa, en un rincón se queda una pila de cajas. Un cartel indica el destino de esta solidaria mercancía: "Recogida de alimentos y medicamentos para Ucrania".
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