Es muy probable que el aceite de oliva que comemos en casa, como millones de hogares en 120 países, sea obra de la empresa familiar española que fundó Miguel Gallego Núñez y hoy dirige su hijo mayor, un ingeniero químico español de 73 años. ¿Cuál ha sido su mayor triunfo comercial?, le preguntamos, y Antonio Gallego Jurado, director general de la aceitera Migasa, responde sin dudar: "El primer contenedor de aceite de oliva que vendí en Estados Unidos, en Nueva York. Es el mercado más difícil. Era en torno a 1970, yo tenía veinte años. ¡Me dio una alegría cuando vine y se lo dije a mi padre!... Para vender ese contenedor tuve que viajar allí cuatro o cinco veces. Pero ese primer contenedor de aceite supuso poder vender todo lo que vendemos hoy".
Y lo que vende hoy el Grupo Migasa, la empresa aceitera que fundó su padre y nombró con las iniciales de su nombre, MIguel GAllego Sociedad Anónima, es impresionante: "El diez por ciento del aceite de oliva que se consume en el mundo lo hacemos nosotros. Vendemos 250.000 toneladas al año. Somos el mayor productor mundial de aceite de oliva". En los supermercados españoles y en muchos extranjeros es omnipresente, aunque muchos no se den cuenta. Migasa elabora y envasa su aceite para sus propias marcas, para las marcas blancas de todas las grandes superficies y para otras famosas compañías.
Lo explica con orgullo Antonio Gallego en su refinería y sede central de Dos Hermanas (Sevilla), que es por tanto el epicentro planetario del aceite de oliva, el zumo de oro exprimido a la aceituna. Un producto fabuloso del que España puede presumir de ser, como con los trasplantes, el líder global. En una entrevista con EL ESPAÑOL | Porfolio, una de las escasas que ha dado en su vida, el primogénito y sucesor del fundador cuenta con detalle la apasionante historia de este imperio aún muy poco conocido. Todo empezó en Castuera (Badajoz), el siglo pasado.
En este pueblo extremeño nació en 1921 Miguel Gallego Núñez, uno de los 18 hijos de una familia de transportistas y comerciantes de alimentos de Castuera que también tenían raíces en otro municipio de la provincia de Badajoz, Berlanga. El hermano mayor, Diego, se vino de Castuera a Sevilla buscando oportunidades comerciales y Miguel lo siguió y se abrió camino en el negocio del transporte y compraventa de aceite en bidones.
En los años 40, relata su hijo Antonio, Miguel Gallego dio un primer salto cualitativo, de los muchos que emprendería después, al pasar de intermediario a industrial. Compró la primera de sus almazaras para moler aceitunas y se puso a producir aceite de oliva para su venta a granel. Antonio Gallego enseña la foto en blanco y negro que tiene enmarcada en su despacho y señala, en el centro, a un joven que posa con decenas de hombres y niños más para un retrato colectivo en 1948. "Este es mi padre con los trabajadores de la primera almazara que tuvo, en el pueblo sevillano de Lebrija". En los 50 compró otro molino de aceite en La Luisiana (Sevilla).
Tres cuartos de siglo después, el pequeño negocio aceitero familiar que fundó Miguel Gallego Núñez es un coloso en expansión en los cinco continentes y la empresa alimentaria andaluza que más exporta. Tiene a 1.100 empleados en plantilla en sus 17 fábricas de España y sus 4 de Portugal, compra su cosecha de aceitunas a más de 80.000 olivareros, factura 1.080 millones de euros al año y exporta a 120 países sus productos. Sobre todo aceite de oliva, pero también aceite de girasol, aceite de orujo de oliva, mayonesas, salsas, tomates, conservas vegetales, gazpacho, salmorejo, y los distintos aceites vegetales y ácidos grasos derivados del aceite, según informa la empresa.
Además de su propio negocio aceitero, en 2009 la familia Gallego se unió con la familia Ybarra de Sevilla para relanzar los conocidos productos alimentarios que lucen este apellido como marca. Antonio Gallego Jurado es director general de Migasa y también presidente del Grupo Ybarra Alimentación, en el que los Gallego tienen el 50%.
Tres generaciones
El sagaz comerciante de Castuera se casó con la sevillana Dolores Jurado Gálvez, de familia de agricultores. Tuvieron cinco hijos: Antonio, Diego (ya muerto), Francisco, María Reyes y Miguel. El mayor, Antonio, ha cumplido 73 y sigue en la dirección por parte de la segunda generación. Él tiene tres hijas y un hijo, de los que dos trabajan también en Migasa, junto con tres primos.
La empresa de los Gallego ya va por la tercera generación, con cinco nietos del fundador de Migasa incorporados a su actividad: Antonio J. Gallego García (hijo de Antonio), director general adjunto y director comercial (también es presidente de la asociación de exportadores de oliva Asoliva); Diego Gallego Martínez (hijo del difunto Diego), presidente desde 2020 del consejo de administración y director de operaciones y proyectos; Francisco Gallego (hijo de Francisco), director jurídico; Marta Gallego García (hija de Antonio), directora de calidad global, y Miguel Gallego (hijo de Miguel), responsable de marca o brand manager en la División de Gran Consumo.
El fundador extremeño tuvo cinco hijos con la sevillana Dolores Jurado; cinco nietos se han incorporado a la empresa
El veterano director general, Antonio Gallego padre, asegura que las distintas ramas de la familia propietaria de la empresa no tienen ninguna intención de desprenderse de ella, aunque subraya que desde hace décadas han profesionalizado su organigrama con incorporaciones externas, como dictaminó su padre.
Antonio Gallego cuenta una anécdota para ilustrar el carácter industrial y comercial de su padre. El joven matrimonio vivía en la calle Alemanes, frente a la catedral de Sevilla, pero Miguel vendió la ilustre casa para comprar una fábrica de jabones de aceite y un almacén en Torreblanca, una barriada alejada en la periferia de Sevilla, y le dijo a Dolores que tenían que mudarse allí. Lo prioritario, dijo, era vigilar de cerca el negocio.
En los años 60 se incorporaron sus hijos a la industria y el fundador compró esta fábrica principal de Dos Hermanas y la fue ampliando. De producir a granel para otros fabricantes que se dedicaban a envasarlo y venderlo al público, dieron un paso más y se convirtieron a su vez en envasadores y exportadores. En los 90, tras tomar el relevo sus hijos, apuestan por comercializar aceite con marcas propias, y adquieren La Masía, ya conocida en el mercado. Al aceite de oliva han sumado el de girasol, con fábricas propias de extracción de estas semillas.
Pero el aceite de oliva virgen extra sigue siendo el corazón de su actividad. Migasa le compra sus aceitunas a más de 80.000 agricultores de Andalucía y de otras zonas de España, de variedades picual, hojiblanca, cornicabra, cambrils... La mezcla o coupage que más le gusta a Antonio Gallego y que ha transmitido a la siguiente generación es la del aceite elaborado con aceitunas de las variantes picual, hojiblanca y arbequina.
"A mí me gusta el aceite de oliva en la tostada y en la ensalada", dice como consumidor. Para freír y cocinar, recomienda el aceite suave de 0,4 grados; para la tostada, el virgen extra. Y defiende por su calidad y buen precio al hermano pobre del aceite de oliva, "que viene del mismo árbol", el aceite de orujo de oliva, "un 30% más barato". Quiere quitarle al aceite de orujo de oliva un estigma que considera injusto.
Migasa produce aceite de oliva con sus propios sellos, para los grandes supermercados y para otras marcas
Con una etiqueta u otra, toda España saborea a diario su aceite de oliva. Sea con uno de sus propios sellos (La Masía, 1881, Sandúa, Rafael Salgado, Mueloliva, Mestral, Monterreal, Coimbra y los de Ybarra), bajo las diferentes marcas blancas de los grandes supermercados (no da nombres, pero Migasa produce y envasa "para todos" en algún momento del año) o con otras marcas de gran renombre.
Dice que siguen el lema "del campo a la mesa" orientados hacia los olivareros y los consumidores, en los dos polos de la cadena del aceite, que conocen de cabo a rabo porque la familia también posee olivares cuya cosecha suman a sus almazaras. La contribución de sus árboles a la producción total de aceite es mínima, pero les sirve para conocer la base de la industria: los olivos.
La guerra de Ucrania y el aumento del precio del aceite de girasol (cuya materia prima viene en buena parte de ese país) ha animado a muchos consumidores a pasarse al aceite de oliva virgen extra, que cuesta ahora unos 4,5 euros en botella de litro. Gallego matiza que en su industria transformadora los precios se mueven en márgenes de compra y venta estrechos. Una tonelada de aceite de oliva virgen extra se cotizaba este viernes en el mercado internacional a 3.424,55 euros.
Antonio Gallego es ingeniero industrial químico de universidad, y apunta que su padre, Miguel Gallego Núñez, también lo era, aunque autodidacta sin título. "Cuando era niño, le daba clases particulares un carcelero de Castuera". Cuando el fundador se prejubiló y cedió el testigo de la dirección a sus hijos, "compró un piso al lado de su casa y montó allí un laboratorio para seguir investigando, y lo que aprendía lo aplicaba a la industria", rememora el hijo sobre el afán por aprender e innovar de su padre, que murió en 2003 a los 82 años. En la mesa de su despacho tiene una foto de su progenitor recibiendo de manos del ministro Juan Carlos Aparicio la Medalla al Mérito en el Trabajo.
Sostiene Gallego que Migasa sigue creciendo con ambición de abrir nuevos mercados y productos alimentarios y de montar fábricas en otros países. En cambio, curiosamente, no les interesa entrar en el negocio de la aceituna de mesa, pese a que tienen a este sector justo al otro lado de la carretera en la acera de enfrente, en el Polígono Aceitunero de Dos Hermanas. Las únicas aceitunas de mesa que venden son a través de su asociación con Ybarra.
Recorrido por el emporio
Antonio Gallego sale del despacho y lleva a EL ESPAÑOL | Porfolio a recorrer las instalaciones del principal emporio aceitero del mundo, continuador histórico de aquellos comerciantes de aceite de oliva de la Bética, en la cuenca del río Guadalquivir, que hace dos mil años exportaban su oleum en ánforas hasta Roma a bordo de las galeras.
Cada camión cisterna que vemos, de entre 21 y 25 toneladas de capacidad, carga una fortuna líquida que vale unos 75.000 euros. A esta refinería de Dos Hermanas llega el aceite de las aceitunas que han molturado en sus almazaras propias de Morón de la Frontera (Sevilla) y Villanueva de Algaidas (Málaga), y en otras asociadas, para refinarlo (también tratan el aceite de girasol).
Cada camión cisterna de aceite, de entre 21 y 25 toneladas, carga una fortuna líquida que vale unos 75.000 euros
Luego lo almacenan aquí en las cisternas de sus dos bodegas, una de 40 millones de litros de capacidad y otra más nueva con 18 millones de litros, va explicando Gallego. Desde Dos Hermanas, el aceite se dirige a dos destinos: o lo envían a granel en camiones a otros compradores, o lo embotellan, con sus propias marcas o para otros, en la planta envasadora que tienen con los Ybarra a dos kilómetros de la sede central de Migasa.
El aceite viaja tan herméticamente sellado que no se ve. Pero se huele: su denso olor evoca sensaciones y recuerdos para todos los gustos. Precisamente el aceite se refina para atender el paladar de los consumidores que prefieren un olor y un sabor suaves; otros, en cambio, lo prefieren intenso, en bruto. Migasa, dice Antonio Gallego, atiende a todos los perfiles. El aceite se clasifica en grandes cisternas según la variedad de su aceituna.
Un oleoducto de aceite de 1,5 kilómetros
La siguiente parada del recorrido depara una sorpresa. A unos cientos de metros de la refinería y los depósitos principales de la sede central, acaban de inaugurar un nuevo depósito con otros 40 millones de litros de capacidad, con grandes cisternas de blanco fulgurante y el letrero "Migasa Logística" en la entrada. De aquí parte un oleoducto subterráneo de 1,5 kilómetros de longitud formado por cuatro tuberías con capacidad para transportar, cada una de ellas, 600 toneladas de aceite al día desde el depósito hasta la vecina fábrica de envasado de Ybarra.
"Es el primer oleoducto de aceite de España, pasa por debajo de nuestros pies", explica Gallego sobre esta estructura de tecnología puntera en seguridad alimentaria. Un oleoducto que no lleva petróleo o gas, sino comida líquida. De esta forma, el aceite bombeado bajo tierra reaparece en los depósitos de la fábrica robotizada de envasado y de allí, por otras tuberías, se inyecta en las botellas de plástico de la cadena de envasado. Es aquí, en la siguiente etapa del viaje, donde por fin vemos el aceite de oliva, con su intenso color entre dorado y verdoso.
Esta fábrica de envasado que los Gallego de Migasa tienen con los Ybarra, y de cuya producción se encarga Migasa, es un ejemplo colectivo de superación. Un incendio accidental destruyó toda la fábrica el 16 de julio de 2016. En un pasillo con fotos y un vídeo enseñan al visitante cómo la factoría quedó reducida a un paisaje infernal.
Apenas un mes después, los trabajadores volvían a la faena para envasar las mayonesas y otras salsas de la marca Ybarra en un emplazamiento provisional, mientras comenzaba la reconstrucción de la fábrica. Costó 60 millones de euros, "sin ayudas estatales", y se convirtió en una de las más avanzadas de Europa en el sector agroalimentario, subraya Antonio Gallego, a quien el desastre cogió navegando por el Mediterráneo. Volvió a toda prisa.
La inauguraron apenas dos años después, el 14 de septiembre de 2018, y en el mismo sitio que la quemada, en un acto que presidió el rey Felipe VI. Asistió también un amigo de Antonio Gallego, el influyente alcalde socialista de Dos Hermanas, Francisco Toscano, que fue uno de los promotores decisivos para que Pedro Sánchez llegara al poder en el PSOE.
El incendio de 2016 fue un drama del que salieron reforzados. Pero al preguntarle si ese fue el peor momento de su trayectoria empresarial, Antonio Gallego responde que no. "Mi peor momento fue otro incendio, en la fábrica de Torreblanca, en el año 78 o por ahí, porque entonces no teníamos dinero". ¿Y el momento más feliz? "¡Una semana que me fui de vacaciones con mi mujer a Santiago de Compostela en los años 80!", responde riendo.
"Mi peor momento fue otro incendio, en la fábrica de Torreblanca, en el 78, porque entonces no teníamos dinero"
El hombre que, a juzgar por sus resultados, más sabe de aceite de oliva en España cuenta que empezó a trabajar con su padre cuando tenía 14 años, mientras estudiaba; que no ha parado de viajar por el mundo, de China a Japón, de Italia a Estados Unidos, y que casi nunca ha cogido vacaciones. Para él, añade, son muy importantes las aficiones, "los hobbies", para que no sea todo trabajo. ¿Cuáles son los suyos? "La navegación, la cacería y los caballos".
Al despedirse, se acuerda de su padre, el emprendedor y químico industrial autodidacta que vino de Castuera, en Badajoz, y desde la provincia de Sevilla llevó el aceite español a todo el mundo hasta convertir a su Migasa en la empresa líder, aunque aún muy desconocida: "Cuando una empresa nace de la nada, la vida se ve de otra manera y a todo lo que tienes le das una importancia muy grande", reflexiona mientras el fuerte sol de mayo calienta el aire a la salida de Dos Hermanas. Huele a zumo de aceituna.
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