A Coruña

La Begoña normal y corriente es una mujer que se dedica a su trabajo, un poco, por seguir la tradición familiar y hacer lo mismo que su padre y su hermano. Que acabó ahí porque se aburría en el camino que había escogido primero y que ahora no le da a su labor más importancia de la necesaria. Tampoco se la da a sí misma y, cuando termina la jornada laboral, cabalga las horas muertas a medio camino entre sus amigos, el cine y visitar a su madre que vive en la misma ciudad.

La Begoña superheroína es distinta. Esta, digamos, tiene la respuesta a la pregunta de si hay que cortar primero el cable rojo o el azul. No tiene problema en enfundarse un traje de 50 kilos, cuando ella pesa apenas 62, y colocarse con él a sólo unos centímetros de una bomba con la capacidad de reducir a escombros un edificio entero. Alguien tiene que hacerlo. Alguien tiene que ir en dirección contraria, acercarse a ese lugar del que todos salen corriendo. Y ese alguien es ella.

Las dos facetas recaen sobre la misma persona, Begoña Sampedro Meire (Pontevedra, 1972), la primera mujer Tédax de España y actualmente la única que hay en la Guardia Civil. De los 227 efectivos con los que cuenta este cuerpo de élite, ella es única en su especie y el próximo mes de noviembre cumple 20 años en la especialidad. En sus carnes concentra a la vez a Clark Kent y a Superman (perdón... Diana Prince y la Mujer Maravilla). Pero en cuanto parece que va a caer el elogio, que alguien la quiere convertir en símbolo de algo, echa balones fuera: "No, no; nosotros no somos superhéroes, somos personas como otra cualquiera pero con un tipo de preparación, como tú tienes la tuya". Bueno...

Pregunta.- ¿En ningún momento se siente una pionera y piensa, joe, es que soy la única mujer aquí?

Respuesta.- Nunca he tenido ningún problema con ningún compañero y yo siempre me he sentido como un Tédax más. Todo esto lo he logrado por mí misma. Me siento orgullosa de llevar 20 años aquí, pero no lo he conseguido por ser mujer. Tiene el mismo mérito mi compañero, que incluso lleva algunos años más. Yo no lo hice para abrirle el camino a ninguna compañera. Imagino que cada una se tendrá que abrir el suyo.

Begoña, de paisano, entró en la Guardia Civil en 1999. Mónica Ferreirós

El próximo 2023 se van a cumplir 50 años desde que la Guardia Civil cuenta con su propio equipo de Técnicos Especialistas en Desactivación de Artefactos Explosivos (Tédax). Es una unidad de élite que nació como respuesta a las bombas de ETA. A pesar de que ahora no acecha el terrorismo a diario, se sigue reivindicando cada día como necesaria.

Basta con mirar el calendario y fijarse en la Cumbre de la OTAN que tendrá lugar en Madrid esta semana que entra. Ellos, junto a sus compañeros de la Policía Nacional, son los encargados de limpiar cada lugar importante, de ver que no hay explosivos y velar porque no haya víctimas en una cumbre que hace la boca agua a cualquier villano. Y en el caso de que todo se tuerza, ellos son los responsables de acercarse a ese paquete sospechoso. Responden a esa manía que tienen algunos (y algunas) de jugarse la vida por los demás.

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Con todo esto, lo cierto es que aunque Begoña no se quiere dar importancia dentro de la Guardia Civil su caso no deja de ser rara avis. La Benemérita es el organismo de todas las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado con menos mujeres -sólo son el 8,57% de una plantilla formada por 75.000 operativos- y esa brecha de género se hace especialmente patente en las especialidades de élite, como Tédax, donde escasean aún más. Tal y como ya contó este diario, hay 12 especialidades en las que la plantilla femenina ni siquiera llega al 5% de los efectivos.

50 años de historia

Aunque la escalada de atentados por parte de ETA tuvo lugar en la década de los 80, en 1973 ya se firmó la orden para crear la especialidad Tédax de la Guardia Civil. El objetivo era tener una capacidad de respuesta a situaciones en las que aparecían artefactos explosivos, ya vinieran directamente del terrorismo o fueran restos de la Guerra Civil.

En total han formado parte del cuerpo, a lo largo de su historia, unos 400 guardias civiles. Los primeros se formaron en los Parques de Maestranza del Ejército entre los años 1974 y 1976 hasta que se creó la escuela Tédax en 1980. En la actualidad hay 40 grupos distribuidos por toda España. Donde más concentración hay es en Madrid, que tiene cinco grupos.

En cuanto a la mujer, en la Guardia Civil ha habido 2 mujeres Tédax en total. En Policía Nacional la cifra asciende a 14. Sin embargo, Begoña, que es la única que queda en la Benemérita, también fue la primera de todo el país, accediendo a la especialidad antes que sus compañeras de azul.

Toda una vida

Begoña Sampedro recibe a EL ESPAÑOL | Porfolio en la Comandancia de la Guardia Civil de A Coruña. Pasea por las instalaciones saludando a la gente, parándose a hablar con este o aquel compañero que se acerca a ver cómo va la cosa. Decir que está como en casa no es una licencia, es literal. Porque Begoña ha mamado Benemérita desde cría.

Su padre ya pertenecía al cuerpo cuando los guardias civiles todavía llevaban capa. Recuerda que él no podía salir a la calle si no era de uniforme y, si llovía, por la imagen que había que dar, no podía usar paraguas y se lo tenía que sujetar su mujer. Antes de su padre, la abuela materna de Begoña también perteneció a la Benemérita aunque lo hizo como comadrona porque entonces las mujeres no podían ser agentes. Y, después, lo fue su hermano, que actualmente está destinado en Bilbao.

Begoña posa para el fotorreportaje de EL ESPAÑOL | Porfolio. Mónica Ferreirós

Begoña no conoce otra vida que no sea esa: no nació en un hospital, sino en el cuartel de A Estrada, en Pontevedra, y ha pasado la vida viviendo de cuartel en cuartel: después fue Santiago, luego Madrid, Lugo, Ourense... Con esas, ¿cómo no iba a convertirse en Guardia Civil?

Pregunta.- ¿Esa vida itinerante no se hacía dura como para luego querer seguir los mismos pasos?

Respuesta.- Sí, la verdad. De pequeñita, no; pero luego empiezas a hacer tus amistades y tienes que ir cambiando de destino. Pero a mí me gustó siempre, de ver a mi padre y luego de ver a mi hermano sacarse el curso en Valdemoro [en Madrid, donde se encuentra la academia de guardias jóvenes y forman los hijos de guardias civiles]. En mi caso me había pasado de edad, y acabé sacándome las oposiciones en Baeza (Jaén).

Pregunta.- Estarían encantados de que siguiera sus pasos.

Respuesta.- Mi familia me apoyó siempre. Sí que es verdad que mi madre era un poco tradicional, ahora tiene 77 años, y al principio no le gustaba la idea de que fuera guardia porque decía que una mujer con pistola... pero luego vio que estaba bien y se alegró. Cuando solicité el curso de Tédax también pensó que 'Ay, Dios mío', pero fue sólo durante unos meses y me vio contenta y eso le pareció lo más importante. Mi padre no fue así, al haberlo sido él ya lo veía de otra forma. Mi hermano también me animó.

Begoña entró en la Guardia Civil en 1999, a los 23 años, tras superar unas oposiciones en las que tuvo que sacarse las mismas pruebas físicas que los hombres, ya que antes no estaban diferenciadas como ahora. Su primer año lo pasó en prácticas patrullando por el municipio toledano de Puebla de Montalbán. Corrían los rumores por ahí de que en la otra punta de la provincia también había otra mujer. Así estaban las cosas. Tras superar el trámite acabó en Burgos capital haciendo guardias en garitas de edificios públicos.

"A veces en mi trabajo todavía tengo cosas burocráticas, pero son mínimas. Si salgo a una incidencia, pues sí, luego tengo que mandar un informe a Madrid. Pero en una garita, una hora pasa igual que la siguiente y estás sentado prácticamente todo el día. A mí eso no me gustaba", reconoce. "Mientras estaba ahí, salió el curso de Tédax. Ya tenía cumplido el año de profesional que te piden para solicitar cualquier curso y me dije: voy a intentarlo".

Pregunta.- En el curso también era la única mujer, claro.

Respuesta.- Ese año sí fui la única. Me sorprendía y me dijeron los instructores que en los años anteriores habían pasado por ahí mujeres, pero que no habían superado las pruebas. Yo no tuve que superar pruebas físicas porque justo cuando me lo saqué no las pidieron. Pero nunca he notado nada malo por el hecho de ser mujer. Peculiaridades, sí. Por ejemplo, en el curso no había un cuarto donde me pudiera cambiar y tuvieron que buscármelo. O alguna vez me han llamado guardia civila. Pero sólo detalles así. Desde que entré en la Guardia Civil, nunca me han tratado distinto. En ningún sitio.

Begoña junto a Miura-42, el robot que sirve para que ella no se tenga que acercar. Mónica Ferreirós

Como si fuera real

La imagen que la gente corriente tiene de los Tédax es, como no podía ser de otra forma, un poco peliculera, con esos trajes a medio camino entre buzo y astronauta y como si todos los martes fueran una escena del filme En tierra hostil. Es un poco así, a veces, pero otras muchas suele haber de todo.

Los Tédax son los encargados también de velar por la seguridad de instalaciones importantes, las cuales revisan de manera constante, o de eventos notorios como la Cumbre de la OTAN que se celebra la semana que entra en Madrid. También hacen de peritos cuando pasa algo -son, a fin de cuentas, los mayores expertos en explosivos del país- y, sobre todo, lo que más hacen en España es retirar bombas sin explotar de la Guerra Civil. De vez en cuando salta algún caso a los medios, pero la mayoría pasan desapercibidos.

A lo largo de estos 20 años Begoña Sampedro ha vivido un poco de todo eso. En Galicia, donde está y ha estado, nunca le ha afectado tanto el tema de ETA. Pero sí los atentados del grupo terrorista Resistencia Galega. También estuvo participando en el dispositivo de seguridad cuando en 2004 el actual rey Felipe VI se casó con doña Letizia; y fue parte de la seguridad de unas vacaciones de José María Aznar en Menorca. "Si ese día le apetecía navegar, pues tú ibas un rato antes, de la casa a donde estaba el barco, y limpiabas la zona", cuenta sin dar demasiados detalles sobre su forma de trabajar porque "hoy en día cualquier chaval con internet puede aprender cómo hacer una bomba" y tampoco es necesario dar pistas.

Un traje muy especial

Fótografías: Mónica Ferreirós

El traje antiexplosivos que utilizan los Tédax es su único salvavidas en caso de que la cosa acabe mal y el artefacto de turno explote. Aunque desde la Guardia Civil prefieren no comentar demasiados detalles por cuestiones de seguridad, se puede decir que es un traje que pesa unos 50 kilos y que está compuesto por distintos tipos de blindaje repartido por todo el cuerpo. A diferencia de una bala, que concentra su potencia en una zona concreta, la explosión reparte la presión y hay que cubrir la totalidad del agente. Suelen operar también con un escudo y una pértiga, para añadir más distancia y más capas.

El peso del traje es su gracia, porque pesa así por el blindaje, pero también un hándicap. Y es que es tan pesado que sólo se puede usar durante unos minutos y para acciones concretas. Estas características obligan a tener una forma física óptima de manera constante. Begoña cuenta que, además del ejercicio que los agentes quieran hacer por su cuenta, cada tres meses vuelven a entrenarse para no perder la práctica. Es como si regresaran a un intensivo en la academia. A fin de cuentas, las situaciones potencialmente peligrosas no son parte del día a día, pero cuando suceden tienen que estar lo mejor preparados que pueden. Les va la vida en ello.

EL ESPAÑOL entrevistó en 2019 a José Luis Aguado, comandante del Centro Internacional de Desminado del Ejército de Tierra. Ahí usan unos trajes similares y contaba que, en realidad, sirven para mitigar una explosión mortal pero relativamente pequeña. Hay casos en los que la bomba es tan grande que, si explota, te vas a morir igual. En esos escenarios es mejor quitarse el traje para, por lo menos, trabajar más cómodo.

La última gorda tuvo lugar el pasado mes de noviembre de 2021, tras un aviso de bomba en un avión que volaba entre Bilbao y A Coruña. El vuelo tuvo que hacer un aterrizaje de emergencia y se activaron todas las alarmas, por si era verdad. Nunca se sabe. España estaba entonces y sigue ahora en el nivel cuatro de alerta terrorista. Es el nivel previo al atentado, el siguiente es cuando ya ha sucedido. Eso, nunca se sabe.



Pregunta.- ¿Cómo se actúa en una situación así?

Respuesta.- Depende. Yo cuando no estoy en la oficina tengo que estar localizable y con la posibilidad de llegar aquí, como tarde, en una hora y media. En este caso estaba en casa y pasaron unos 20 minutos desde que recibimos el aviso hasta que salimos. Cuando llegamos el avión ya estaba desalojado, porque no solemos ser los primeros en llegar y ya hay patrullas por la zona. Y ahí empezamos a mirar las maletas... mucho más no puedo contar, pero en 10 minutos solemos terminar de recaber toda la información que hay y ahí vimos que no había nada.

Pregunta.- ¿No llega un momento en el que, de tantas falsas alarmas, ya van pensando por el camino que seguramente no sea nada?

Respuesta.- El mejor de los escenarios es cuando no tenemos que salir de la oficina. Pero cuando vas, vas pensando que es real. Porque si vas pensando que no lo es, puedes cometer un error y ahí es cuando te llevas el batacazo. Si vas todo confiado por aquí o por ahí, te la comes y falleces. No nos podemos relajar, nos va la vida en ello.

Pregunta.- ¿Y cómo se siente cuando la bomba es de verdad?

Respuesta.- Al empezar te sientes un poco insegura, normal. Pero fui aprendiendo de compañeros que habían estado en zonas de terrorismo y tenían muchísima experiencia. Luego te acostumbras. Aunque siempre tienes un pelín de nervios, porque si no... ¿qué vas a ir ahí a pecho descubierto o haciéndote el valiente? Valientes no. Ya sabes, los cementerios están llenos de esos.

En ese sentido, en el de enfrentarse a una bomba real, el caso más llamativo para Begoña le sucedió en 2007. Unos recolectores ambulantes de chatarra le habían vendido un artilugio a la empresa Hierros Varela Urbieta, ubicada en la localidad gallega de Carballo. Habían asegurado que era de metal macizo, aunque los obreros pensaban que estaba relleno de cemento. Cuando se pusieron a operar con un soplete, la explosión fue tal que se oyó en toda la nave industrial y el operario tuvo que ser llevado al hospital con los oídos y la nariz sangrándole.

Resulta que el artilugio era nada menos que una bomba de aviación BR500 de metro y medio de longitud y el obrero, que se llama Antonio, tuvo la suerte de que sólo explotó parte de ella. Es el artefacto más grande y peligroso al que se ha enfrentado Begoña. "No sé cómo hicieron para llevarla hasta ahí, nosotros tuvimos que usar una pluma para sacarla", comenta, y añade que la tuvieron que llevar a una cantera para hacerla detonar. "Solemos intentar mover las cosas lo menos posible y hacerlas detonar en el lugar. Pero si te aparece en el sótano de una vivienda o en algún otro sitio, tienes que moverla sí o sí", añade.

Única en su especie

Sobre el parking de la Comandancia de la Guardia Civil en A Coruña, el cielo está a ver si llueve o a ver si hace soleado. Por si acaso lo primero, Begoña y su compañero acceden a hacer las fotografías para este reportaje en primer lugar. Sacan el furgón Tédax, lo cruzan por el aparcamiento y empieza la parafernalia. Lo primero es operar con Miura-42, un robot pesado pero preciso, con un brazo y varias cámaras, controlado por un mando de la PlayStation.

Es una especie de Wall-E, el robot de la película distópica, pero en su versión más ciclada y primitiva. Pero es fundamental, porque es el encargado de acercarse a la bomba siempre que sea posible. Porque si el artefacto le estalla al robot, es preferible antes de que lo haga a Begoña o a alguno de sus compañeros.

Lo siguiente es colocarse el traje. Son nada menos que 50 kilos de peso hechos para amortiguar el petardazo. Siempre hay que ponérselo con ayuda y dentro de él hace un calor terrible, más cuando el cielo de A Coruña decide que finalmente hará soleado, y sólo se puede aguantar con él puesto unos minutos. Es aparatoso, se respira regular dentro de la escafandra blindada y, a fin de cuentas, Begoña sólo pesa 62 kilos.

Aunque protege, el traje es poco operativo y sólo se puede usar unos minutos. Mónica Ferreirós

Las primeras mujeres entraron en la Guardia Civil en 1988. Aunque han dado grandes avances en ese sentido, lo cierto es que todavía se han quedado un poco por detrás del resto de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. El género femenino sólo responde al 8,57% de la plantilla, frente al 12% de la Policía Nacional o el 12,8%. Si se mira en las especialidades, en los cuerpos de élite de la Benemerita el porcentaje de mujeres es aún menor.

Aunque sin pretenderlo, el traje de Tédax que se está poniendo Begoña es una de las claves de todo esto. Muchas mujeres que quieren acceder a algunas especialidades se quedan en las pruebas físicas. Pero no es el único motivo, hay más, por ejemplo: para acceder a las especialidades se necesitan méritos y ellas acumulan sólo el 5% de las medallas.

Y luego está el eterno tema de la conciliación. Hay ciertos grupos de élite que necesitan una vinculación con su trabajo fuera de lo habitual. En el caso de Begoña, tiene que poder estar en hora y media en el cuartel, entra a las 9.00 de la mañana, sale a las 14.30 y tiene que estar disponible hasta las 00.00. Ante situaciones así, y viendo que los cuidados familiares suelen recaer sobre las mujeres, es lógico ver que las chicas están más presentes en unidades con cualidades más de oficinistas. De hecho, Begoña no es la única Tédax de la historia, hubo otra pero ahora está en un puesto de Recursos Humanos.

El robot Miura-42 se controla con un mando de la PlayStation. Mónica Ferreirós

Aunque no tiene hijos, la protagonista de esta historia cree que, si hay voluntad, también se encuentran caminos. "Yo tengo a mi madre, que es dependiente porque tiene alzhéimer, y está en un centro de día todo el día porque yo tengo que estar pendiente de esto. Y si tienes niños, seguramente tengas una pareja y puedas intentar encontrar la forma de conciliar. Por supuesto que es más fácil estar una oficina de lunes a viernes, de 9.00 a 14.00... pero eso tiene que ser para el que le guste. Yo no valgo para eso", asegura.

Y le volvemos a preguntar.

Pregunta.- ¿Alguna vez tiene esa consciencia de que es la única mujer?

Respuesta.- No, soy un Tédax más. A veces te intentan proyectar un poco. Desde que llegué aquí en 2002 he hecho muchas entrevistas. Bueno, no me importa, tampoco voy a decir que no. Al principio era madre mía, pero bueno. El año que viene, con los 50 años de los Tédax, me volverá a tocar todo esto de ser la única chica, porque va a salir otro curso este año y me parece que tampoco hay ninguna mujer.

Begoña junto al Miura-42. Mónica Ferreirós

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