Jesús Quintero era El Loco de la Colina y viceversa; ha muerto el primero, la persona, pero sobrevive el segundo, el personaje, si es que puede separarse al uno del otro. Quien seguramente mejor conoce a ambos, al mismo, es el poeta y guionista Javier Salvago (Paradas, Sevilla, 1950), autor de "miles de folios" con las preguntas y reflexiones que el ya legendario comunicador andaluz Jesús Quintero, muerto esta semana a los 82 años, interpretaba con voz seductora en sus singulares programas de entrevistas de televisión y radio. El Loco de la Colina ha sido también, a fin de cuentas, la obra maestra colectiva del equipo que Quintero reunió para encarnarlo.

En la hora del adiós, Salvago, cerebro de los textos que leía Quintero como si le estuvieran naciendo del alma, hace una excepción y toma la palabra para contar a EL ESPAÑOL | Porfolio cómo trabajaban en el taller creativo del Loco. A su testimonio se le unen en este reportaje los de otros dos colaboradores, el periodista Manuel Jesús Florencio y la productora teatral Sofía Aguilar, que además fue una de sus entrevistadas.

Sus tres voces representan a los numerosos periodistas y técnicos de imagen y sonido que han contribuido a la genialidad del Loco Quintero y a grabar a su lado un pedazo de la memoria de España. Lo que explican de su experiencia con él no resta misterio a su figura, sino que la confirma. Su principal guionista subraya: "No me he sentido nunca negro de Quintero; me he sentido reconocido, respetado y bien pagado".

Javier Salvago viene de pasar la tarde anterior, este martes, en la capilla ardiente de su compañero, más que jefe, en San Juan del Puerto (Huelva), su pueblo natal: "Yo he estado treinta años con Jesús Quintero. Entré cuando se pasó de Radio Nacional de España a la SER [en 1982] y he estado hasta el último programa que hicimos, que me parece que fue El Gatopardo, en 2013. Le hicimos una entrevista-testimonio a Antonio Gala, que estaba muy malo y parecía que se iba a morir. Fue el mejor Gala que he visto. Se puso buenísimo, y ahora sigue vivo y Jesús se ha muerto".

Aquella entrevista con Gala, epílogo de la serie de trece entregas que habían hecho con el escritor cordobés años antes, fue de los últimos trabajos del dúo que firmaba los guiones en los títulos de crédito como "Javier Salvago-Jesús Quintero". 

Jesús Quintero, junto al micrófono dorado que siempre lo acompañaba.

Cuando Salvago empezó a trabajar con él hace cuarenta años en el programa de radio El Loco de la Colina, tras mudarse Quintero de Madrid a Sevilla y pasar el espacio de RNE a la SER, cobraba como guionista "a mil pesetas el folio", que hoy, con la inflación, serían unos 25 euros. "Tenía que escribir muchos folios para ganar un dinero decente".

Mucho más, "un buen dinero", ganó desde que a finales de los 80 dieron el salto a la televisión con programas como Qué sabe nadie, El perro verde, Ratones coloraos o Cuerda de presos, que eran variaciones en torno al mismo gran tema: la vida, contada por medio de entrevistas a famosos o a gente de la calle. "Nada de lo humano nos era ajeno", dice el guionista y poeta.

Salvago escribió "miles de folios", empezando "a mil pesetas el folio" en los años 80, que hoy serían unos 25 euros

Salvago explica que en esos miles de folios acumulados a lo largo de más de tres décadas él escribía dos tipos de textos: los listados de preguntas para las entrevistas de Quintero, elaboradas a partir de la información recabada por los documentalistas, y las "reflexiones". Se refiere a los poderosos monólogos, pronunciados ante el emblemático micrófono dorado de su mesa, con los que El Loco se comunicaba directamente con los oyentes de la radio o los espectadores de la tele, en este caso mirándoles a los ojos a través de la cámara. La comunicación corría de un lado a otro como si en medio no hubiera ninguna frontera.

"Quintero escuchaba"

Pero "la principal característica" es que, a diferencia de otros, "Quintero escuchaba" a sus entrevistados y seguía su relato. Por eso, dejaba al margen las preguntas del cuestionario si su interlocutor apuntaba en su respuesta un hilo interesante del que había que seguir tirando de forma improvisada, como en una conversación atenta en la que el entrevistador-cazador está al acecho y dispara a la liebre que salta. Cuando el asunto se agotaba, entonces "le echaba una ojeada" a las páginas con las preguntas, "buscaba otro tema y seguía". 

Destaca que Quintero reconocía la aportación de todos sus colaboradores y los trataba "con gran respeto, de igual a igual". En la época en la radio no figuraban los nombres de nadie "porque no había créditos" y se trataba de la creación colectiva de un personaje radiofónico "mágico", El Loco de la Colina (título de la canción de los Beatles), y "no había por qué estar revelando" quiénes estaban detrás más allá de Quintero. Sí aparecían los nombres del personal en los créditos de los programas de televisión.

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Sobre la cuestión de la autoría en la sombra, Salvago no tiene queja y dice por segunda vez: "Que quede bien claro. Yo no me he sentido negro de Quintero". Es más, considera que el periodista visible "engrandecía los textos" de su guionista, gracias a su faceta de actor. Recuerda en este sentido que fue actuando en un teatro de joven cuando alguien del público le dijo después que tenía una voz magnífica y que se dedicara a la radio. Salvago lo define, más que como periodista, como "un artista de la comunicación". "Siempre ha querido hacer de la comunicación un arte. Sus programas los planteaba como una obra de teatro", por su estructura y ambientación muy cuidadas, añade.

Lo define, más que como periodista, como "un artista de la comunicación" con vocación de actor

¿Le decía los temas sobre los que debía escribir, le cambiaba los textos? Responde el guionista que salvo al principio en la radio, cuando Quintero le indicaba el tema de una reflexión "de forma muy general", como al pedirle una reflexión en la que "El Loco era un rosal" "¿cómo lo compongo?", "no se metía nunca" en los textos y era Salvago quien se los aportaba ya hechos y en abundancia, para que eligiera. "Yo estaba continuamente escribiendo reflexiones". Al interpretarlos en pantalla o en la radio, solo alguna vez "le añadía una breve introducción o algún guiño al final", como "que os pique un pollo".

Atenerse al texto, como un actor en una obra de teatro, le daba seguridad a la hora de recitarlo con su característica maestría. Le hablaba al espectador desde el corazón y las entrañas, y el público no se daba cuenta de que estaba leyendo. "Parecía que lo estaba diciendo, ese fue el éxito. Si se pusiera a titubear, como si lo estuviera pensando, quedaría falso. Lo hacía muy bien. Siempre quiso ser actor. Es actor más que periodista", insiste Javier Salvago.

El vídeo viral de Jesús Quintero en Canal Sur sobre la responsabilidad de los comunicadores, con texto de Javier Salvago.

Es lo que sucede, por ejemplo, con el ahora viral vídeo, de un programa en Canal Sur de 2009, que circula por las redes estos días y en el que El Loco de la Colina, en una de sus reflexiones memorables, denuncia el abuso de poder desde los púlpitos de la comunicación: "Buenas noches, Andalucía. Otra vez aferrado a este micrófono, como un náufrago. Pero ¿te imaginas que yo utilizara este micrófono y estas cámaras para atacar a todos los que me atacan?", dice en su arranque.

Esas palabras las escribió Javier Salvago pero son, como las canciones populares, del juglar que las canta y, al final, del pueblo que se identifica con su mensaje. Al guionista le parece que está muy bien así, y que la gente acoja su antigua alocución como si la hubiera dicho refiriéndose al presente. Algo semejante ocurre con otro discurso viral, el de "Los nuevos analfabetos". Salvago aclara que es un artículo que él había publicado previamente en Diario de Sevilla y que reaprovechó para que lo dijera Quintero en la tele.

"Nadie lee como Jesús. Lee tan bien que nadie se da cuenta de que está leyendo. Creen que está improvisando"

"Nadie lee como Jesús. Lee tan bien que nadie se da cuenta de que está leyendo. Creen que está improvisando. Engrandece los textos", elogia al difunto en el tiempo verbal presente de su inmortalidad mediática. Como en el cine, Quintero acentuaba la expresividad literaria con la música que él escogía para acompañar su actuación. 

Libertad creativa

Respecto a la preparación de las entrevistas, en las que se reconoce a Quintero como una cumbre del género, Salvago explica que junto a las preguntas relativas a la actualidad del entrevistado en cuestión añadían otras sorprendentes. Las formulaba "con toda naturalidad", como "¿A qué sabe la carne humana?" o "¿Ha probado varón?"

Casi todos los cuestionarios los redactaba Salvago, salvo algunas ocasiones en que Quintero le encargaba su preparación, o le pedía varias preguntas, a periodistas expertos en el personaje al que fueran a entrevistar. 

En televisión, reservaban un día a la semana, sobre todo los miércoles, para grabar a todos los entrevistados, "seis o siete", de la mañana a la noche. Cada entrevista duraba una hora o más. A partir de la transcripción del diálogo al papel, Quintero señalaba en el texto las partes más interesantes. Con esas indicaciones y su propio parecer, Salvago completaba en la sala de montaje la edición de la entrevista que se iba a emitir, junto a los montadores Juan José Domínguez y Pablo Lucena.

Jesús Quintero, con el micrófono dorado y la lámpara que siempre lo acompañaban en el estudio. RTVE

Esa hora o más de conversación con sus altos y bajos quedaba, en el montaje, reducida a la esencia de unos quince minutos que debían fluir como una obra de teatro concentrada, "con planteamiento, nudo y desenlace", pero sin que se notaran los cortes entre los diferentes fragmentos, como si fuera una conversación que hubiera transcurrido ininterrumpidamente en constante tensión. Salvago dice, riéndose, que muchos, al verse en pantalla, pensarían "¿Así hablo yo de bien?", y concluye: "La edición lo es todo". 

Los entrevistados eran la otra parte fundamental de este trabajo en equipo. El resultado del programa dependía también de esos invitados, los protagonistas, "porque lo importante no es que alguien tenga una historia, sino que sepa contarla".

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En sus treinta años de trabajo creativo fueron libres. "Hemos hecho lo que nos ha dado la gana", dice Salvago, y pone como ejemplo una entrevista a un pintor que retrataba a una modelo desnuda en el estudio u otra a una actriz que apareció "con las tetas al aire". La única vez, acota, que desde la dirección de la cadena les vetaron algún espacio fue con la entrevista en Televisión Española al periodista deportivo José María García, que emitieron finalmente pero "con un cartelón en pantalla" en la que el equipo de Quintero advertía de que les habían "censurado" algunas partes, o algo parecido, cree recordar. "Fue la única vez". A raíz de ese incidente, Quintero dejó el programa en TVE. 

'El Risitas' junto a Jesús Quintero durante uno de sus programas emitidos en Canal Sur. Canal Sur

¿Ahora podrían hacer las entrevistas y traer a los entrevistados de entonces, en los 90 y primeros 2000? "La mitad de los programas no se podrían hacer ahora, por lo políticamente correcto y esas cosas. En todos estos años la sociedad ha cambiado mucho", responde Salvago. Le parece bien que "haya más respeto", pero puntualiza que ellos ya lo practicaron. ¿Podrían hoy sacar a personajes marginales de la calle como el Peíto o el Risitas, a los que convirtieron en protagonistas habituales? Piensa unos segundos. "Habría reparos". Pero subraya enseguida: "Los tratábamos como al presidente del Gobierno, a un intelectual o a una estrella de rock, igual".

Alguno, como el Tito Triana, "se vería raro hoy", porque era tartamudo, "pero nunca lo hicimos para reírnos de él, al revés. Les dábamos vida, estaban tirados en la calle y vivían bien y eran famosos el tiempo que estaban con nosotros. Lo pasaban bien. El Peíto pasó años buenísimos. El Risitas es conocido internacionalmente".

[El Beni de Cádiz, El Risitas, El Peíto, El Pollito de California...: los 10 locos de la colina de Jesús Quintero]

Da cuenta de la bonhomía del Loco con un detalle: "Yo le he reñido a Quintero muchas más veces que él a mí", recuerda con cariño. El guionista criticaba, por ejemplo, al entrevistador porque a veces "se acercaba demasiado a personajes a los que no se tenía que acercar tanto" en la entrevista. "Empatizaba tanto" con su entrevistado que "si era torero, se hacía torero; si pacifista, era pacifista; antitaurino, era antitaurino...", aunque reconoce el guionista que esa era también la táctica de su compañero "para que el otro se confiara y dijera lo que queríamos que dijera".

"Empatizaba tanto" con su entrevistado "para que el otro se confiara y dijera lo que queríamos que dijera"

En la escritura de las "reflexiones" y preguntas del Loco estuvieron, antes que Salvago, en la época de la radio, los periodistas Raúl del Pozo, Juan Teba y Félix Machuca, y el poeta Juan Cobos Wilkins, precisa Salvago. También tenía un colaborador en Madrid, cuyo nombre no recuerda ahora. Tras marcharse Cobos Wilkins, Salvago tomó el relevo y, además de los cuestionarios, se encargó desde entonces y hasta el final de la carrera de Quintero de escribir las reflexiones. Paco Cervantes, en sus inicios, fue otro nombre importante en la carrera del Loco.

Los textos de los colaboradores los guardaba Quintero en el archivo de Radio Sevilla de la SER y los reaprovechaba, apunta Javier Salvago. El documentalista de su programa radiofónico era Javier Andino, con Manuel Arenas y Honorio Pinillos en el control técnico y, como director de producción, Jesús Melgar (que ha publicado este 2022 el libro El Loco. Biografía no autorizada ni consentida de Jesús Quintero).

Javier Salvago ha publicado una docena de libros de poemas, como Volverlo a intentar (Premio de la Crítica de 1989), Los mejores años Variaciones y reincidencias, y ocho en prosa, entre ellos su autobiografía en dos partes, Memorias de un antihéroe y El Purgatorio. En esta última incluye recuerdos de sus años con Quintero y de otros trabajos de guionista para Encarna Sánchez o Iñaki Gabilondo, o como ocasional "negro" literario de Isabel Pantoja, a la que le escribió un pregón. 

Javier Salvago, de joven, en la portada de su libro de memorias 'El Purgatorio'.

Jesús Quintero montó su propia cadena de radio. Primero el fracasado proyecto de "la Radio Pirata, en un barco en el Guadalquivir", luego Radio Romántica y, finalmente, ya con licencia, Radio América, que emitía desde su casa-estudio en la calle Placentines, cerca de la Giralda.

La nómina de talentos que congregó es larga. El comunicador metido a empresario (ya había sido antes representante musical del guitarrista Paco de Lucía) fichó a periodistas de excelente escritura para escribir en sus programas, como Juan María Rodríguez (guionista de El Lobo Estepario, en Onda Cero), Francisco Correal (guionista en El Loco de la Colina en su etapa en los estudios de RNE en la avenida República Argentina de Sevilla), el luego novelista Juan Bonilla y el ahora editor David González Romero (ambos en Radio América). Para Cuerda de presos, su programa de entrevistas carcelarias en Antena 3 Televisión, se basó en la investigación de Alberto Gayo.

Quintero, en primer plano con el cantaor El Beni de Cádiz; en segundo plano a la derecha, Francisco Correal, guionista en 'El Loco de la Colina' en la etapa de RNE en Sevilla. Álbum de Francisco Correal

Si en algún momento no pagó a empleados o colaboradores de su productora, El Silencio, fue porque se encontraba sumido en alguna de sus quiebras como empresario. "Se arruinó dos o tres veces".

"Le preguntaría si está ya tranquilo. Que si es verdad que se descansa, o si sigue otra vida, más inquieta todavía"

¿Qué le preguntaría Javier Salvago a Jesús Quintero en una entrevista póstuma, en comunicación con el más allá? El poeta y guionista se lo piensa y dice: "Le preguntaría si está ya tranquilo. Que si es verdad que se descansa", estando muerto, "o si sigue otra vida, más inquieta todavía". En su vida en la tierra y en las ondas, "lo hemos preguntado todo. Nada humano nos debía ser ajeno".

Solitario en compañía

Con Quintero trabajó también varios años, entre 2019 y 2013, el periodista de investigación local Manuel Jesús Florencio, quien tras ser redactor jefe de Abc de Sevilla y director fundador de Diario de Sevilla se dedicó a buscar información, ideas y protagonistas para los programas de televisión del Loco. También escribió para él algunas reflexiones como apoyo a las del guionista principal, Javier Salvago.

Florencio guarda un gran recuerdo del ahora fallecido comunicador, un genio creativo, "cariñoso con la gente, un hombre de buena fe, bondadoso por naturaleza", que se vio sin embargo perjudicado en sus negocios por su incapacidad como gestor empresarial. Le habían recomendado que delegara la administración económica y financiera, pero al final se acababa siempre involucrando, porque "no podía permanecer al margen del día a día" de su productora.

El periodista Manuel Jesús Florencio, colaborador de Jesús Quintero. Cedida

Florencio, cuya amistad con Quintero se fundaba también en su condición de paisanos de la provincia de Huelva, lo acompañó a veces a los bancos para tratar sus cuentas y ayudarlo. Sus éxitos y fracasos fueron colosales, en ciclos de ida y vuelta: lo mismo se arruinaba que reaparecía con casas en la costa de Huelva y en Marbella. "Tenía un piso en el Callejón del Agua [en el barrio de Santa Cruz de Sevilla], con vistas al Alcázar, y lo perdió", pone el periodista como botón de muestra. 

La fortuna que ganó con sus programas de audiencias masivas se la gastó en proyectos maravillosos pero ruinosos, como el exquisito y hoy abandonado restaurante Montpensier, junto al teatro Lope de Vega y el parque de María Luisa, los estudios de Radio América o lo que fue su gran proyecto cultural para Sevilla, el Teatro Quintero, en la calle Cuna. Ahora, en otras manos, es un tablao flamenco, después de que le quitaran las letras a su rótulo el 29 de abril de 2019, como recordaba esta semana el periodista Pepe Fernández, que fue quien habló con él para que se llevara El Loco de la Colina de RNE a la SER y luego montara El lobo estepario en Onda Cero. 

Florencio habla de la faceta de Quintero ligada a su teatro y de los proyectos que le redactó para ese espacio. Enseña a EL ESPAÑOL | Porfolio uno de ellos, la idea para una obra sobre el escenario del Teatro Quintero en el que su dueño se desdoblaba en sus dos caras para mantener un diálogo con El Loco de la Colina. El espectáculo con el que anunciaba el regreso a su vocación teatral se llamó El Loco soy yo y se estrenó el 25 de octubre de 2012. "Él quería un teatro renacentista en el que confluyeran todas las artes. La calidad era su preocupación".

"Quería un teatro renacentista en el que confluyeran todas las artes. La calidad era su preocupación", dice Florencio

El antiguo colaborador resalta el buen gusto musical que tenía Quintero para la ambientación (le dieron muy buen resultado los temas de Pink Floyd al final de sus intervenciones dramáticas) y, sobre todo, su cuidado con la dicción y la voz. "Tenía como referencia a los locutores clásicos de Radio Nacional, los diaristas que locutaban los noticiarios, y a los recitadores como Manuel Dicenta. Para él eran lo mejor". Aclara que se anudaba al cuello sus llamativos pañuelos no tanto por estética como para proteger su voz y "que fuera lo más nítida y clara posible". 

Jesús Quintero, durante una entrevista con EL ESPAÑOL en 2020, en el Café Gijón de Madrid. Daniel Ramírez

A Quintero, dice Manuel Jesús Florencio, le perjudicó el intento de la televisión andaluza de "imponerle" un nuevo estilo "ultrarrápido", que no casaba con el modo pausado y los prolongados silencios que lo distinguían (no en vano su productora se llamaba El Silencio, como la hermandad de la Semana Santa de Sevilla). "Jesús nunca se encontró a gusto en ese formato que trató de imponerle Canal Sur. Él estaba a gusto con sus personajes, y solo ahí se sentía cómodo, y seguía en ese formato. Eso era la antítesis del estilo ultrarrápido importado de Cataluña", afirma.

Texto de Manuel J. Florencio para Jesús Quintero.

 

Dice que, tras reunir el archivo de sus grabaciones en el centro cultural que lleva su nombre en su pueblo, San Juan del Puerto, "su última ilusión" era aprovechar esas cintas, con entrevistas que van desde la mítica a Rafael Escobedo hasta las de Mario Vargas Llosa, Felipe González o Lola Flores, para nuevos programas o montajes, pues hay "muchas horas inéditas". Algunas entrevistas se quedaron sin emitir. "Puede haber aún sorpresas" en ese inmenso material, avisa. "En ese legado hay muchas perlas". De los derechos de explotación cree que no estaba al tanto del todo.

En las grabaciones de su archivo en el centro cultural de su pueblo hay "muchas horas inéditas"

"Al fin y al cabo, era un gran solitario", que "se sentía seguro" rodeándose del mejor equipo. Buscaba siempre "lo máximo, como era él", lo mismo para comprarse coches tan llamativos como un Bentley, lo más lujoso del mercado, y un Hummer, el gigantesco coche americano todoterreno, con un chófer de Dos Hermanas, que para encargar una librería con refinadas maderas para el vestíbulo de su teatro perdido.

"Era un seductor"

Para la productora teatral sevillana Sofía Aguilar, Quintero es una persona clave en su vida. Lo conoció cuando ella tenía unos 23 años, a principios de los 90, y colaboraba en un programa sobre Semana Santa en su Radio América. Cuenta que Quintero estaba buscando a una "Julieta del siglo XX" para entrevistarla en un capítulo dedicado al amor, dentro de su programa Qué sabe nadie que emitían Canal Sur, TV3 y otras cadenas autonómicas. "Él decía que en una sociedad mercantilizada ya no había Julietas enamoradas románticamente". Se pusieron a buscar y el flamencólogo José Luis Ortiz Nuevo le dijo a Quintero que la Julieta que buscaba era Sofía, la colaboradora. Así vivió la experiencia de ser entrevistada por el Loco de la Colina y nació una amistad. 

"Él establecía un vínculo muy fuerte con las personas a las que entrevistaba. Te adoraba, mostraba muchísimo interés por ti y todo lo tuyo, parecía que vivía para ti... La forma de mirarte, tratarte, la consideración. Por eso la gente estaba tan relajada, no he visto a nadie tenso con él. Aparte de que no juzgaba, es que se ponía de parte del entrevistado: podía decir la mayor barbaridad, y él decía, claro, claro", dice Sofía Aguilar. "Te trataba como si fueras la criatura más extraordinaria de la creación, te seducía, era un seductor, te conquistaba, te sentías superbien con él". 

Sofía Aguilar y Jesús Quintero, preparándose para grabar una entrevista en el programa de televisión 'Qué sabe nadie', a principios de los 90 en Sevilla. Álbum de Sofía Aguilar

Sofía Aguilar y Jesús Quintero, en la grabación de la entrevista. Álbum de Sofía Aguilar

Recuerda que en el programa temático sobre el amor, Quintero entrevistaba a una mujer enamorada de la televisión, a una mujer enamorada de Dios (una monja de Jerez) y a una mujer enamorada de un hombre, que era ella. Pero cada una tenía su espacio individual, su tiempo de atención exclusiva con él, y nunca se llegaron a encontrar. Antes de la grabación de la entrevista en los estudios de Caligari Films, fueron al parque de María Luisa para grabar unos planos introductorios montados los dos en un coche de caballos. "Me decía, 'mírame como si estuvieras enamorada'", para conseguir el plano perfecto.

Al ver el resultado, le dijo: "Me ha gustado mucho, Sofía, pero vamos a repetir, porque puede quedar mejor", añade para ilustrar su perfeccionismo la entrevistada, amiga y colaboradora de Quintero. "Era todo lo contario del periodismo de consumo de hoy", asegura. "Él buscaba la excelencia en imagen, peluquería, iluminación, maquillaje...".

"Te trataba como si fueras la criatura más extraordinaria de la creación", recuerda su entrevistada Sofía Aguilar

En el estudio, Quintero le decía al realizador, para que lo oyera Sofía y se sintiera a gusto: "Aguanta todo el primer plano. No te pierdas su sonrisa, que es como la sonrisa de Grace Kelly pero más bonita". "No he vuelto a ver hacer las cosas con ese cuidado jamás", dice ella. "Buscaba que lo rodearan los excelentes para llegar a la excelencia él. Ahí reside una de las bazas de su éxito". Sofía Aguilar recuerda también que Quintero se apoyaba mucho en su guionista, Javier Salvago, y, para consultarle, en su amigo el escritor José Antonio Gómez Marín: "Eran sus dos pedestales".

Sofía Aguilar trabajó luego con Quintero en su productora, buscándole personas peculiares para entrevistar. Por ejemplo, le encargó encontrar a una ninfómana, para lo que se pasó días rastreando en locales de Sevilla. "Le gustaba mucho la historia popular, la gente con chispa. Lo que no le gustaba nada era la mediocridad, la gente aburrida. Y yo le decía, '¡Jesús, tío, no todo el mundo puede ser brillante!'. Pero a él le gustaba cualquier tipo de brillo: una sonrisa, la gente con una particularidad, con personalidad". 

Sofía Aguilar y Jesús Quintero. Álbum de Sofía Aguilar

A Quintero "le gustaba estar rodeado de mujeres jóvenes y guapas, de gente alegre; estaba feliz, y nosotras, también; era muy divertido, cariñoso, se estaba bien con él", dice Aguilar sobre ella y sus compañeras de juventud en aquellos años en Radio América junto al famoso y veterano comunicador. 

[Amigos y familiares despiden a Jesús Quintero en la capilla ardiente instalada en su pueblo natal]

Y se acuerda entonces del viaje que ha hecho la víspera en coche con Enrique Pombo, Ana Roncero y Cinta Méniz, amigos de entonces: "Ayer llorábamos mucho camino de la capilla ardiente. 'Parece mentira ir a despedirnos de Jesús'". En su centro cultural en San Juan del Puerto, donde yacía su ataúd para que lo despidieran amigos y vecinos antes del entierro en la intimidad con su viuda, sus dos hijas y sus familiares cercanos el miércoles, Sofía, sus amigos y el productor Gervasio Iglesias se fijaron en las cintas depositadas allí como legado, y se dijeron: "Aquí está la historia reciente de España. Los mandatarios y los personajes que son fruto de un contexto social. Aquí está todo".

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