Bendita Molly Bloom entre todas las mujeres porque ella es todas las mujeres: bendita la que fue maldita, bendita la esposa díscola de Leopold Bloom -el protagonista del Ulises de James Joyce, obra cumbre del siglo XX: aclamada, censurada, prodigiosa-. Bendita la que escandalizó a los puritanos de 1922, bendita la que señala a los machistas del presente. Bendita Molly Bloom porque fue un poco Penélope pero sin embargo no esperó. No se sometió. No se conformó. Su pensamiento fue más libérrimo, más ardiente frente a la injusticia, más consciente de las trampas de los hombres y de la búsqueda de su propio deseo. Bendita la hembra que habló cuando las demás no tenían palabra.
Se cumplen cien años de la publicación del libro cumbre de Joyce, donde se retrata a sí mismo en Leopold -que a su vez se retrata en Ulises y experimenta su propia travesía de picos pardos, pero en lugar de en Grecia, en Irlanda-, y viene la poderosa actriz y dramaturga Magüi Mira (Valencia, 1944) a celebrarlo reivindicando el discurso feroz y atropellado y emancipador y lisérgico de Molly, volviendo a ponerse en su piel. Ya fue la primera que lo hizo en España en el año ochenta: ahora ella es otra y el mundo es otro. O quizá no tanto.
Nos atiende al teléfono en pijama: anda repasándose el texto, porque el genio también se estudia. Me la imagino como la conocí una vez: tan hermosa y moderna, tan brillante y osada, con el pelo blanco, rizado y corto -como una Einstein de las tablas y la pasión y la condición humana-, con los labios rojísimos, con el cerebro aún más rojo: burbujeante, encendido, desobediente.
En esta nueva versión del texto -suya y de Marta Torres-, producida por Jesús Cimarro, Magüi Mira resucita la pregunta que debió hacerse Joyce al escribirlo: ¿qué es ser una mujer? Yo pienso en el poema de la venezolana María Auxiliadora Álvarez: "Usted nunca ha parido / no conoce / el filo de los machetes / no ha sentido / las culebras de río / nunca ha bailado / en un charco de sangre querida / doctor / no meta la mano tan adentro / que ahí tengo los machetes / que tengo una niña dormida / y usted nunca ha pasado / una noche en la culebra / usted no conoce el río".
O en el de Cristina Peri Rossi: "Tu placer es lento y duro / viene de lejos / retumba en las entrañas / como las sordas / sacudidas de un volcán / dormido hace siglos bajo la tierra / y sonámbulo todavía". O en el de Isla Correyero: "Que sólo tiene curvas y belleza / dicen de ella / que sólo sabe caminar como los tigres / hacia el gamo herido (…) Yo digo que el éxtasis que causa / no puede ser fulgor cosmético y vacío / no puede ser respiración de tigre hambriento o loco / no es impostura sus temibles rasgos / no lo es no lo es no lo es / la encadenada raíz de su cabeza (…) Hay talento y secreto en esta bella / limpia fascinación / y enigma del prodigio. / Yo digo que es mujer / y eso es relámpago".
¿Qué es ser mujer? Quién sabe. Pero ojalá se parezca a ser como Magüi Mira, desatada en palabras, sobria en el aspecto, enganchada a una cama de hierro y clamando a los hombres dormidos y obtusos del mundo, a los hombres que aún no nos miran, a los que nos pisan y nos niegan el espacio. Del 12 de enero al 6 de febrero, en Madrid, en el Teatro Quique San Francisco.
Pregunta.- Molly Bloom. Qué tremenda.
Respuesta.- Lo es. Es ficción pero parece real porque Molly es todas las mujeres.
P.- Aunque esté escrita por un hombre.
R.- Sí. Él se atrevió a entrar en ese mundo privado y oscuro y misterioso que es el pensamiento. Ella es la condición femenina.
P.- Tú la encarnaste con 34 años y ahora con 77.
R.- Claro, y es irrelevante, porque hay algo en este texto que va sobre el hecho de ser mujer y eso sobrevive al tiempo. ¿Cómo te quedas?
"Esta obra aún ofende, porque hombres y mujeres seguimos siendo desiguales"
P.- Pues muerta, claro.
R.- Lo que sí ha cambiado son las maneras de recibirlo. Cuando hice este texto en los ochenta, el público aún se escandalizaba. Ahora lo que hace este texto es ofender, porque sigue habiendo muchísimas diferencias entre mujeres y hombres y lo pone de manifiesto. La primera vez aún estábamos abriéndole los ojos a una España que salía de la dictadura, abriéndole las emociones. En fin, ¡y ahora...! Estamos jugando con la política, con esta democracia que avanza, sin duda, pero a trancas y a barrancas… Molly decía: "Estoy harta de estos hombres que hablan siempre de política, ¡sólo hablan, no hacen nada! ¿Para qué sirve esa política? ¡Por mí que se metan la política por el culo!". Es lo mismo que dice la activista adolescente Greta Thunberg. ¡Lo mismo que escribió Joyce hace cien años!
P.- Molly es una mujer libre, a pesar de todo.
R.- Sí. Es transgresora sin saberlo. Su lenguaje es procaz, es promiscuo, es descarado. ¿Por qué? Porque es real. Ella investiga mucho, está ocupada en su pensamiento por su cuerpo, por su físico, por sus relaciones con los hombres, por su papel en la vida social, en la vida pública. Ella no tiene acceso a casi nada. No ha podido estudiar, no puede trabajar. Es cantante de opereta pero no le salen conciertos. Ella cree que podría estar en primera fila profesional y no lo está, ¡porque se ha casado! Y ese casamiento configura su vida entera.
P.- Tiene conflictos sexuales.
R.- Sí. Tiene fantasías y busca placer en el sexo, pero se da cuenta de que ella es sólo un objeto de placer. Ella soporta la sodomía de su marido. Todo el mundo sabe de las tendencias sexuales de Joyce volcadas en este libro. Molly lo soportaba como podía… pero busca su lugar en la cama. Dice: "Espera, es mi turno, ahora me toca a mí y me lo vas a hacer como yo quiera, y donde yo quiera, y cuando yo quiera". Tiene un amante. Un amante riquísimo al que ella intenta sacarle todo el dinero que puede en busca de su lugar social, de su profesión. Vive en un mundo injusto. Y seguimos igual, ¿eh? No hay argumentos para defender por qué, pero seguimos igual. Es una vergüenza. Ella, no obstante, es una mujer vital, positiva, ella abraza este caos. Molly molestaba porque decía y pensaba cosas que no podía decir ni pensar una mujer casada. Porque era infiel en carne y pensamiento.
P.- ¿Quiénes somos los infieles más listos, Magüi, los hombres o las mujeres, quiénes engañamos mejor?
R.- Los hombres, tradicionalmente, son mucho más infieles porque las mujeres tenemos menos tiempo, mi amor, ¡sencillamente! ¡No nos da la vida! Eso lo sabe mi Molly de 2022: tenemos que trabajar, tenemos que cuidar y criar, somos las eternas cuidadoras, aunque ahora los hombres empiecen a tener más conciencia. Nosotras estamos más controladas. Los hombres siguen saliendo como Joyce, como Leopold Bloom, como Ulises… de isla en isla, de bar en bar. Me da igual, ¿sabes? Nosotras tenemos que seguir exigiendo nuestro sitio en la cama y en la vida. Ellos tienen menos habilidad sexual, querida, son muy salvajes, ¡muy primarios!
P.- ¿Qué es lo que los hombres aún no han entendido del deseo sexual de la mujer?
R.- No han entendido que la suma es la perfección: la suma del pulso sexual del hombre y de la mujer. Somos diferentes. Yo creo en la diferencia. ¿Recuerdas cómo comían en Los Picapiedra? ¡La carne a bocados! Ahora hay restaurantes de tres estrellas Michelín y el menú cuesta 300 euros. Tardas dos horas en comer porque es una degustación. Eso es el placer: el hedonismo, la lentitud, la cultura. Esa es la cultura del sexo que tantos hombres aún desconocen.
P.- Molly Bloom se refiere mucho al pene. ¿Qué importancia tiene un pene en la vida, por qué hemos navegado en un mundo tan falocéntrico? Esa idea también ha sido la fuente de mucha insatisfacción sexual. Reducirlo todo al miembro.
R.- Sin duda. Pero claro que el pene es importantísimo, porque ha marcado la evolución del ser humano, de la hembra y del macho. Por eso somos el homo sapiens. Lo que pasa es que luego entra en juego la cultura, y la cultura, ¿qué es? ¡Imaginación! Necesitamos imaginación en el sexo y en la vida. Ese es el motor. La fantasía. El pene ha tenido la función de procrear, igual que la vagina de la mujer al principio, pero solos no sirven de nada: necesitan pasar por el filtro de la cultura.
P.- ¿Cómo se maneja a un hombre tan celoso como Leopold Bloom? Mejor dicho: ¿cómo se maneja a un hombre celoso?
R.- ¡Ah, amiga! Los celos tienen que ver con la cultura del patriarcado. Ellos creen que pueden poseer a su mujer, se vuelven locos por su afán de control… lo dice Molly: "Tú no puedes ni hacer preguntas, pero ellos quieren saberlo todo: con quién estás, dónde, a qué hora volverás". Y eso estaba escrito en 1922. Los celos son muy peligrosos y desembocan en la violencia de género. Por eso: volvamos al caldo primordial, de donde salió la vida, dicen, que es la educación. Los hombres deben ser educados en el respeto. Y las mujeres necesitamos, como dijo Virginia Woolf, una habitación propia. Estudiar, tener profesión, tener independencia. Sin eso somos carne de cañón.
P.- Molly sufre porque padece la muerte de su hijo, que falleció a los once días de nacer. Eso la afecta sexualmente. ¿Cómo se integran la madre y la mujer sexual? ¿Por qué parece que cuando una mujer es madre deja de entenderse como un ser sexual y deseante?
R.- Las mujeres somos tan misteriosas… tenemos un pacto con la vida. Molly es madre, tuvo una hija con la que no tiene la relación que le gustaría, e hizo todo lo que pudo para tener otro hijo pero nació muerto. No es que no quiera tener sexo nunca más, es complejo y está abierto a interpretaciones… pero cuando es madre entra en un éxtasis diferente, en nuevas hormonas de la felicidad.
P.- La oxitocina.
R.- Sí. La hormona del abrazo. Puede ser lógico no tener apetencia sexual en el momento de la lactancia. Pero eso no quiere decir que ella abandone su deseo, si ella lo decide, la acompañará toda la vida. La capacidad orgásmica de la mujer es tremenda, ¡para nosotras no ha habido que inventar ninguna pastilla azul! Una mujer tiene orgasmos hasta que quiera. Tenga la edad que tenga.
"La capacidad orgásmica de la mujer es tremenda, ¡para nosotras no ha habido que inventar ninguna pastilla azul!"
P.- El clítoris se mantiene siempre con terminaciones nerviosas y crece a lo largo de toda nuestra vida. El pene no.
R.- Interesante.
P.- ¿Qué cortapisas te has encontrado tú misma como mujer, Magüi, en tu vida, por el hecho de ser mujer, tanto en lo laboral como en lo personal?
R.- ¡Ah! Mira. Molly piensa: "Me gustaría ser un hombre para probar, para saber qué sienten". Yo también deseé en un momento de mi vida ser un hombre. Nací cinco años después de la guerra civil, en una España con unas diferencias brutales. Hemos avanzado, pero, ¡qué sé yo, hija! Ahora puedo votar, puedo entrar a la farmacia y comprar el medicamento que yo quiera, puedo tener una cuenta en el banco… te parecerá una tontería…
P.- No me lo parece en absoluto. Soy consciente de que son conquistas recientes.
R.- Yo he visto cómo se lograban. Me siento orgullosa, Lorena. Pero, ¿sabes qué sucede? Que mi Molly de 1922 y la de 2022 aún tienen el mismo problema: no poder salir por las noches con tranquilidad. No poder cobrar lo mismo que un hombre por el mismo trabajo. Yo quizás tardé en darme cuenta en mi propio trabajo porque estaba nublada por la pasión, por la vocación. No era consciente de lo que me pasaba como mujer, ¡siempre tuve tanto atrevimiento…! No era consciente de la mordaza que tenía, que aún tengo, como Molly en mi cartel. Las mujeres llevamos una mordaza en la boca. Pero yo he cambiado. Y he crecido en compromiso. He chocado con directores porque los hay que entienden esta profesión como una jerarquía, "como yo soy el director tengo más poder que tú". Yo no la entiendo así, para mí todos somos piezas de ajedrez con responsabilidades distintas.
P.- Molly también necesita sentirse valorada como artista. ¿Por qué a los hombres les cuesta tanto admirar a las mujeres, por qué parece que sólo compiten entre ellos?
R.- ¡Completamente, querida! Tienes tanta razón. No nos ven como a rivales porque nos sienten inferiores a ellos. Ay, dios, no nos visualizan lo suficiente y yo eso lo he sufrido muchísimo. Fui nominada en San Petersburgo como la mejor directora del año, ¡en la cuna del teatro mundial…! Me llamaban "la europea" porque no sabían ni dónde estaba España. Te estoy hablando del año 12, con una dirección de Shakespeare. Aquí en España nadie se hizo eco. ¡Imagina si le hubiese pasado eso a un director español…! He tenido que pelear mucho mi lugar. Mi espacio. Tenemos que luchar para que no nos desenfoquen, ¿te gusta esa palabra?
P.- Mucho.
R.- Me alegro. También a mí.
P.- Esta obra habla sobre el hecho, sobre la cuestión de ser mujer. Quería preguntarte tu opinión sobre el cisma que está habiendo dentro del feminismo acerca de eso mismo: ¿qué es ser mujer: tener dos cromosomas x o hay algo más, hay un sentirse mujer, como les sucede a las personas trans?
R.- Yo creo que el deseo es deseo hasta que se satisface. El deseo mueve los impulsos vitales. Si no tuviéramos deseo no saldríamos de la cama y no haríamos nada. Y creo que todo el mundo tiene libertad, por supuesto, para conseguir sus deseos, sean los que sean en esta vida. Es algo que vamos conquistando, es algo que forma parte de nuestras libertades. Otra cosa es cómo se legisle eso.
P.- Ahí está el enfrentamiento, de hecho, en la Ley Trans de Irene Montero.
R.- Sí. Es una ley muy inmadura todavía, y es normal, porque acaba de surgir. Una pera no te la puedes comer verde. Las cosas necesitan un tiempo. Esa ley aún tiene mucho futuro por delante, tiene que crecer, que ajustarse y que consolidarse. Falta mucha información… pero cualquier mujer u hombre tiene todo mi apoyo y respeto para perseguir su deseo.
"La Ley Trans de Irene Montero es muy inmadura todavía: una pera no te la puedes comer verde"
P.- La crítica que se le hace a la Ley es que borra a las mujeres biológicas. La autodeterminación de género hace que se difuminen las violencias específicas que se sufren por el hecho de nacer mujer, y, con ellas, todas las legislaciones específicas que nos protegen.
R.- Lo entiendo. Creo que hay que convivir y hay que fortalecerse, tenemos que enfocarnos bien como hembras, y eso no tendría que colisionar con los derechos de otro colectivo. Esa ley hay que pensarla mejor porque no sólo implica derechos civiles: necesita de expertos científicos y especialistas dentro de la medicina que nos asesoren muy bien para saber qué estamos haciendo.
P.- ¿Qué opinión te merece Irene Montero?
R.- Genera polémica y a mí la polémica me parece bien porque es estimulante. Irene Montero me parece una mujer muy valiosa, muy joven, con una energía apabullante. Tiene frente a sí un paisaje inabarcable y maneja mucho atrevimiento, que es algo que yo valoro mucho, pero el atrevimiento te lleva muchas veces al prueba y error, prueba y error, prueba y error… hay que ser humilde. ¿Sabes que esa palabra me la enseñaron las monjas, Lorena? Te aseguro que no la olvido. La humildad no es lo mismo que la humillación.
P.- Molly Bloom fantasea con un mundo gobernado por mujeres porque dice que nosotras no nos aniquilamos entre nosotras ni nos jugamos y perdemos el último céntimo en los caballos. ¿Cómo sería ese mundo?
R.- Las mujeres no debemos seguir el régimen del patriarcado porque, como te decía, tenemos un pacto con la vida y estoy segura de que no organizaríamos esas carnicerías que organizan ellos, ¡esas guerras…! Las mujeres somos la vida, creamos vida. Nunca habría una mujer Trump.
P.- ¿Sabes que hay un texto maravilloso de Gloria Steinem que se llama Si los hombres menstruaran…? Dice que eso sería todo un evento, habría grandes fiestas por el comienzo de la virilidad, los tampones los pagaría el Estado, se hablaría de la regla en televisión y habría bajas laborales cada mes…
R.- (Se parte). ¡Qué bueno! Es tal cual. De hecho, te digo más: si los hombres parieran, los niños nacerían en laboratorios. Se habría acabado lo de parir, habrían inventado algo. No soportan el dolor. Hay algo muy bonito que dice Molly sobre la menstruación: "Yo creo que las mujeres tenemos demasiada sangre dentro y nos desbordamos como el mar". Es hermoso, ¿no?
P.- Definitivamente.
R.- Ella dice que a los hombres les gusta hacerlo cuando una mujer está así, porque ven una sola gota de sangre en el colchón y se creen que somos vírgenes. Ella piensa: ¡serán idiotas…! No entienden nada. Igual hemos tenido un montón de amantes pero seguimos sangrando. Nos desbordamos… como el mar.
P.- ¿A quién harías tú ministro o ministra de Cultura, Magüi?
R.- ¿Que a quién? A mí.
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