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Rigoberta Bandini (Barcelona, 1990) tiene la carita diminuta y habla tan dulce que parece que lo haga casi a susurros, como un hada: con una paz extraterrestre de niña médium, con una sabiduría antigua de matriarca visionaria. Su vida es un coche que ha derrapado y girado en el aire, dando vueltas de campana, y que, tras el aturdimiento y las revoluciones y el pánico y las piruetas, sorprendentemente, ha caído en pie. Ese es su gesto: el de una mujer que viene de la aventura pero que no se despeina y, sobre todo, que mantiene ileso el cerebro -la parte más hermosa de su cuerpo, la parte que en verdad le dicta las canciones, como en mágico trance-.
Ha puesto a cantar al país entero Ay, Mamá -"no sé por qué dan tanto miedo nuestras tetas"-, el himno que casi fue eurovisivo y que, al no resultar ganador, desató una auténtica guerra civil en los chats y los bares patrios, llegando la contienda hasta el Congreso de los Diputados: fueron muchas las voces que acusaron a la organización de haber cometido tongo premiando a Chanel con su canción SloMo. Otras criticaron que resultase vencedor un tema tan "machista", donde se sexualizaba tanto a la artista y se celebraba a los "sugar daddies".
En cualquier caso, la copilla de Rigoberta sobre las madres y sus súperpoderes conmocionó a España y liberó centenares de senos en las fiestas expectorantes. Objetivo conseguido. La verdad es que Paula Ribó -así se llama la artista cuando se quita las alas- es una máquina de tejer canciones con las que bailar llorando, como Perra, In Spain we say, Julio Iglesias o Too many drugs, siempre entre el espíritu y la carne, entre la nostalgia endémica y el hambre de presente, entre la vida salvaje y la vida exquisita. Se ha convertido en el icono de una generación.
Ahora publica su primer libro, Vértigo (Verso&Cuento), un diario libre y atropellado de pensamientos que escribió hace un par de años, antes de que todo le mutase, cuando andaba aterrada por la crisis de los treinta. Cuenta cómo se sentía un pájaro rompiendo el cascarón del mundo. O un huevo en la sartén. O una ciudad llena de puentes. O una moto sin retrovisor y sin tubo de escape y sin bujía.
Cuenta cómo tenía pánico de pasarse la vida aferrada al torso de un hombre, ya fuese para atreverse a tirarse en tirolina o simplemente para soportar la angustia de la inmensidad. Y entonces comenzó a hablar en femenino genérico, como hace al principio del libro, para engrasar las armas.
Cuenta cómo tuvo dudas, cómo se alejó de su amor, cómo analizó sus propios sueños en los que una paloma abría un establecimiento en Barcelona. Paula Ribó escribe cartas a las cartas y escribe cartas a su bilis. A veces se siente en deuda con su "yo" animal. De niña le dijeron que no se podían chupar las piedras, que estaban muy sucias. Hoy dice que aún tiene ganas de lamer sus guijarros antes de ponerlos en orden: ¿no era eso escribir?
Pregunta.- ¿En qué momento te hiciste mujer?
Respuesta.- Pues yo sentí que me hacían mujer desde muy pequeña porque mi cuerpo se desarrolló muy pronto: a los doce años ya tenía mucho pecho y me sentí como forzada a ser mujer desde muy niña. Y en realidad era muy infantil, y me di cuenta ahí de la presión que sentimos como mujeres desde que nuestros cuerpos se desarrollan y pasamos a formar parte del saco de las ‘deseadas’, de las ‘posiblemente follables’, de las sexualizadas.
P.- Es horrible porque estamos hablando de miradas pedófilas: son niñas y se las sexualiza.
R.- Sin duda. Es traumatizante. Y para mí fue traumatizante el hecho de darme cuenta de que era una mujer, porque no me sentía para nada así: ¡jugaba todavía con muñecas y ya notaba que la mirada de la sociedad hacia mi cuerpo era otro! ¿Qué coño es esto…? Luego me he ido reconciliando con esto.
"Para mí fue traumatizante el hecho de darme cuenta de que era una mujer"
P.- También te quitaste pecho y has dicho en alguna ocasión que ahora no lo harías.
R.- Sí. Toda mujer pasa por muchísimas fases. El primer impacto de ser mujer fue aterrador: fue un "me quiero ir de aquí, no quiero ser mujer". Pero después descubrí el feminismo hace relativamente poco, hace diez años, como a los veinte. Y me di cuenta de la de cosas que nos quedan por luchar; y de que el discurso de que somos enemigas las unas de las otras era patriarcal y falso: en realidad no tenemos ningún problema. Unidas somos más fuertes, y todo esto… sé que puede sonar muy panfletario, pero a mí el feminismo me ha dado mucho poder.
Siendo más joven decía que no era feminista porque yo no estaba enfadada con los hombres: no entendía nada (ríe). Me parecía como de amargada. Es lo que me habían vendido. Después entendí que no cabía la posibilidad de no ser feminista. Es unirnos en la lucha y en la celebración, en la educación… es fascinante. Ser mujer para mí, en algún momento sigue siendo un coñazo, no te voy a mentir, pero en otros muchos no.
P.- ¿En qué momentos aún es un coñazo?
R.- Cuando estás en un lugar donde hay dos hombres de 60 años, por decirte -edad adulta, madura-, y estás tú: hablan entre ellos (se ríe). Me siento muy pequeña.
P.- Ninguneada, ignorada en una conversación.
R.- Sí. Ignorada o sólo siendo hablada para cosas "de mujer". Por ser joven y mujer, como si no tuviese nada que aportar.
P.- Hablando de esa juventud, o de ese ‘jóvenes, pero cada día menos’, hablemos de Vértigo. Crisis de los treinta. ¿Qué es lo que te da, o lo que te daba miedo?
R.- Soy muy nostálgica y melancólica empedernida. Alejarme de la infancia siempre me ha dado mucho miedo y mucha pena, sobre todo. Cuando escribí este libro sentí un vértigo muy fuerte, como si me estuviese despidiendo de una Paula que ya no iba a volver nunca. Y sé que esto forma parte del proceso de madurez, de la vida y de ir aceptando sus etapas, pero me costó mucho. Me cuesta deshacerme de las etapas. Me gustaría guardar la vida en frascos, pero la vida es efímera y no para de avanzar.
P.- ¿Cómo definirías a nuestra generación? ¿Qué es lo que hay que hacer para crecer, como dices en tu canción?
R.- (Sonríe). Bueno, es muy difícil homogeneizarla, porque siento que hay muchas realidades. No hay que olvidar que muchas personas vivimos en un privilegio en el cual nos podemos llegar a plantear cosas que otras personas no pueden plantearse, porque tienen que vivir con urgencia cubriendo sus necesidades. Me gusta distinguir esto de primeras: no puedo ser voz de una generación, parto de un privilegio descarado. Hay muchas personas que no se pueden plantear ser cantautoras, o ser artistas, porque tienen que sobrevivir.
P.- Tú siempre has sido clara con eso: has llegado a ponerte el uniforme de Teresianas para los conciertos, jugando con la presunta contradicción: "Oye, soy una ‘niña bien’, llamadme ‘pija’ si queréis, pero a la vez soy progresista y feminista’". Nunca has engañado a nadie.
R.- Sí, la verdad… y poder ser transparente con esto me ha empoderado mucho. Pero sí que es verdad que cuando pienso en mi generación creo que es de recibo dejar esto claro, porque cuanto más investigo o más conozco otras realidades, veo que mi realidad -o la nuestra, o la de muchas personas que pertenecemos a un privilegio- no es la realidad de todas las personas de esta generación.
Nuestra generación ha pringado bastante a nivel laboral y económico. Tengo muchos amigos y amigas que con 30 años no tienen sueldos dignos ni de persona adulta. A nivel de oportunidades laborales hemos pringado bastante, hemos pillado todas las crisis que podíamos pillar, pero a la vez, como me gusta ver la parte positiva, pienso que ha habido progresos en muchísimas cosas, como en el feminismo. Hay cosas que decíamos hace diez años o películas que veíamos…
P.- ¿Por ejemplo?
R.- El otro día volví a ver Notting Hill y casi vomito. Nos tragábamos cosas que ya no podemos ni tolerar, pero no sólo nosotras, sino también nuestras parejas, y eso me hace muy feliz. Mi pareja fue el primero que me dijo: "Esto es lo más machista que he visto en mi vida", y le dije que sí, que totalmente, pero a mí antes Notting Hill me encantaba. Eso es progreso y hay que decirlo.
"Salir de fiesta es muy divertido y está muy sobrevalorado"
P.- Tú has sido ‘madre joven’, o lo que ahora se considera ‘joven’, que como decíamos, ya no lo es tanto: con 30 años. ¿Cómo se compagina la vida de una artista que adora salir, los festivales, los afters -como cuentas en tus propias canciones- con esa decisión de ser madre… y todo el vértigo que eso conlleva? Aunque pensando en festivales, cada vez veo a más padres y madres con sus hijos ahí y con los cascos insonorizadores puestos.
R.- Claro, es que hasta ahora he vivido en una realidad que no es la realidad, que ha sido el mundo pandémico. Entonces, con mi hijo no he podido hacer muchos planes ni de fiesta ni de nada, también porque era muy pequeño. Pero bueno, yo me siento muy agradecida porque siento que por suerte he salido mucho de fiesta. Siento que no me queda mucho por hacer (ríe).
Siempre me va a encantar ir a tomarme unos vinos con mis amigas y emborracharme, pasarlo bien, bailar, pero me siento muy saciada, porque he salido mucho de fiesta. Es muy divertido pero también está muy sobrevalorado. No siento eso de "no he tenido juventud y ahora soy madre, mierda, se me viene todo encima". Cada etapa tiene su cosas. Siendo madre también puedo de vez en cuando salir de fiesta o pasármelo bien, pero ya ha pasado a estar en un segundo plano para mí.
A veces pienso: "Si me oyera la Paula de hace diez años, diría: vaya coñazo de persona", pero lo que más me gusta, en realidad, es estar con mi hijo y con mi pareja un sábado. No hay plan más invencible. Es el máximo planazo de mi vida ahora mismo. Tenemos mucho curro, conciertos… y cuando puedo hacer eso, ir a desayunar fuera con ellos, pasear, jugar… me encanta.
P.- Respecto al pecho y a la maternidad, ¿has tenido algún problema alguna vez a la hora de dar de mamar en público? Han salido noticias escandalosas, terribles: mujeres expulsadas de museos, por ejemplo, por amamantar a sus hijos y que eso resultase "obsceno". ¿Sientes que el pecho de la mujer ha sido criminalizado también por esto?
R.- Sí. A ver, hemos avanzado mucho, pero aún se oyen noticias de este tipo. Leí una de una especie de piscina municipal en la que echaron a una madre… ¡unas locuras! Yo no di el pecho muchísimo tiempo, no sé lo que es dar el pecho dos años ni nada de eso, creo que lo di tres meses, así que no he tenido tanta ocasión de ver cómo reacciona la sociedad ante eso. Pero sentí más barreras mías que de la sociedad. Esto es tramposo, en realidad, porque esas barreras mías vienen impuestas también previamente por la sociedad.
P.- Pudor como reacción preventiva.
R.- Sí. Recuerdo que me daba ‘cosa’ y que no me esperaba que me pasara, siendo algo tan natural. Intenté vencer ese pudor porque sabia que no me lo estaba inventando yo, que era algo que nos habían metido en la cabeza: "No tienes derecho a enseñar tu teta".
P.- ¿Cómo ha cambiado tu idea del amor desde que tenías 18 años hasta ahora?
R.- He cambiado tanto… si pudiera volver atrás, le diría a la Paula más joven que se tranquilice. En el sentido de: yo he sido mucho de tener novios, y oye, lo he disfrutado mucho porque soy muy enamoradiza, nadie me ha obligado, pero si pudiera volver atrás habría tenido más momentos de soledad porque creo que son muy enriquecedores. He sentido una presión extraña sobre esto, como si fuese más completa con otra persona, y eso era una puñetera mentira.
P.- Nos han dicho que estamos más dignificadas cuando tenemos una pareja al lado. Como si el hecho de que alguien nos ‘mirara’ de verdad, o nos ‘amara’, nos hacía existir. Si nadie nos ama, no estamos.
R.- ¡Sí! Y esto te lo digo ahora, que tengo una pareja y un hijo, ¿no? Pero es algo que con mi hijo intentaré practicar, lo de no preguntar constantemente por la pareja. En las cenas de navidad es lo típico: "¿Y qué, tienes novio, tienes novia?"… Hay una presión rarísima.
Más que desmitificar cosas del amor romántico, que también, desmitificaría el hecho de que somos más completos con una persona al lado. Yo ahora mismo estoy feliz y pienso que ojalá estuviese toda la vida con mi pareja, porque estoy muy enamorada, pero también entiendo que si no tiene que ser, no será. Tenemos que quitarnos esa presión: hay gente que vive en una auténtica tortura y es por cómo nos hemos contado el relato.
P.- O la idea de que si no tenemos pareja, estamos directamente solos.
R.- Eso es. Hay muchas formas de tener una familia, es un concepto muy relativo: puedes tener un grupo de amigos muy sólido y que sea tu auténtica familia.
P.- ¿Cómo supiste que estabas enamorada?
R.- (Resopla y sonríe). No sé ni por dónde empezar. Es que claro, es una historia tan… (vuelve a sonreír). Con Esteban me pasó algo que nunca me había pasado, y fue no tener miedo a que esto nunca cambie, a que sea de verdad para siempre. Con todas las personas con las que había estado, tenía temor al "forever", ojo, a la mierda esta del "forever", que ya me dirás tú también, qué necesidad. Con él no tengo ningún miedo. Me encantaría que fuera para siempre. Ahí me di cuenta de que había algo que había cambiado, que también debo ser yo al estar con él. Matizo: si no fuera para siempre porque no tiene que ser, no me parecería ningún tipo de derrota. Siempre había tenido miedo al compromiso, y con él no.
"Siempre había dicho que no me quería casar y ahora estoy prometida"
P.- Tú eres una mujer muy feminista y crítica, ¿qué concepción tienes de una institución como el matrimonio?
R.- Bueno, todavía mi boda no ha sido. Estoy prometida. Hay muchas cosas que se te cruzan por la cabeza, porque siempre había dicho que no me quería casar.
P.- Nos ha dado miedo convertirnos en una de esas parejas aburridas que desayunan en los bares sin hablarse, mirando a los móviles.
R.- (Ríe). Sí. Más que nada, es que socialmente no es muy ‘cool’ hoy en día casarse, según en qué circuitos. Pero no sé. A mí me gusta hacer lo que me da la gana. A mí me apetece casarme y me suda el coño (ríe). Al final hay muchas voces y muchas teorías, pero hacer lo que a una le apetezca también es feminismo, y a mí me apetece casarme y a mi pareja también y vamos a hacerlo y ya está. Es lícito sólo por eso.
P.- Hablemos de Too many drugs. ¿Cómo ha sido tu relación con las drogas?
R.- Hay mucha hipocresía con el tema, pero yo vivo en una contradicción, porque pienso que normalizarlas del todo es muy peligroso, pero es verdad que hacer como que no existen tampoco me parece normal, porque hay muchos entornos en los que se consume mucha droga y siempre ha sido así.
Mi relación ahora mismo es la de haber visto claro que están muy romantizadas. Está mal por ambos lados: está mal demonizarlas demasiado, como prohibición absoluta, porque te pueden dar cosas interesantes, pero también está mal romantizarlas porque te pueden dar mucha oscuridad, y son cosas que intoxican tu cuerpo y te puede dar muchísima ansiedad.
P.- Dominguitos tristes.
R.- Sí.
P.- ¿Tú has vivido la parte del disfrutar con moderación y con alegría, con amigos, o la parte de las nubes negras y la autodestrucción?
R.- Es muy difícil vivir una cosa sin la otra. Es como una borrachera. Te lo pasas muy bien pero al día siguiente puedes tener mucha resaca. Yo creo que la clave al final es moderación. Ha habido tantos artistas previos a nosotros que han romantizado las drogas que es muy fácil a veces ensalzarlas en exceso, y hay que ver la cara B de esas vidas artísticas.
P.- Y hemos visto también cómo han caído muchísimos… horriblemente…
R.- Claro. Lo importante es información de cara a los jóvenes. Yo lo pienso con la educación de mi hijo. "Mira, esto hace esto, pero esto no lo puedes consumir cada fin de semana porque hay unas sustancias del cerebro que se te puede dañar y puedes no producir serotonina y se te puede ir la olla". Es como con la sexualidad. La información es la clave. Si no vamos por ahí ciegos y nos metemos unas leches…
P.- ¿Qué hemos aprendido de la seducción y de hedonismo gracias a Julio Iglesias?
R.- Julio ya no es ni él, es una Marca España que genera cierto rechazo pero a la vez atracción, entre kitsch y casposa también increíblemente romántica, y también tóxica… Es muchas cosas. Es seductor, juguetón. Sus melodías son muy emocionales, y su manera de cantar es excesivamente edulcorada, y eso a veces nos apetece. A mí me hacía ilusión mencionarle.
La canción no va de él en absoluto pero me gustaba mentarle un poco por provocar. Llamar a una canción Julio Iglesias teniendo 30 años igual no es lo que más se espera y me apetecía darle ese lugar. Esto lo decían los vanguardistas: tú puedes hacer un punto en un cuadro pero el título que le pongas es lo que hace que eso cambie. La canción no va de Julio, va de la melancolía, pero llamarla "Julio" le da muchas más capas. Fue un ejercicio al final casi lingüístico.
P.- Siempre has dicho que eres un poco mística, ¿de qué forma? ¿Crees en dios, tienes supersticiones?
R.- Siempre digo que creo en todo. Creo, lo siento así. Es cierto que la palabra "dios" ha tenido muchos significados más bien opresores a lo largo de la historia, pero me interesa la conexión entre nosotros, el comprender que formamos parte de algo más grande sin que eso nos haga sentir temor, sino que nos haga sentir más poderosos. No somos seres individuales: hay un misterio que nos conecta, y cuando notas eso dices: "¿Cómo me había podido perder esto?".
Las cosas esotéricas, como el tarot, resultan herramientas muy divertidas. Hay mucho mito de "ay, qué miedo", pero yo lo entiendo como un entretenimiento. Llevo el tarot en el bolso y lo uso a ver qué pasa, por ejemplo si voy a reunirme con alguien, con el director de un festival: lo echo y de repente me sale la estrella. Me da consejos, me acompaña.
"Me inspira la España de la canción de autor de Serrat y la de las divas como Rocío Jurado"
P.- In Spain we call it… ¿qué es España para ti, además de un lugar donde las cosas se sienten muy fuerte y todo es muy folclórico y visceral?
R.- Para mí es muchas cosas. España me inspira. Adoro la España del cantautor, la de Joan Manuel Serrat, que también es Cataluña. La España de la nueva canción me conmueve muchísimo, pero también la España de las grandes divas, como Mónica Naranjo, o Rocío Jurado, o Marisol. Ahora me inspiran mucho Pucho y Rosalía. Hay millones de Españas y todas me aportan algo, pero, curiosamente, yo no sé a qué España pertenezco. Me siento parte de todas.
P.- Ha habido artistas que históricamente han tenido conflictos internos por el tema de representar a España en Eurovisión, desde Serrat a Alfred, ambos catalanes. ¿Tú has tenido algún pensamiento de ese estilo? ¿Crees que podemos resignificar el concepto España?
R.- Cuando tomamos la decisión de presentarnos a Eurovisión, sabíamos dónde estábamos, sabíamos que representaríamos a España. Yo soy española y catalana y no tengo ningún problema con eso, aunque es cierto que como catalana no tengo contacto con la bandera de España tan a menudo. Es raro para mí tener una bandera española en mi mano, pero sobre todo es una cuestión de costumbre visual. De haber salido adelante, me habría ido acostumbrando a ver banderas españolas, no tengo ningún problema con las banderas.
P.- SloMo, la canción de Chanel que finalmente representará a España en Eurovisión, ha sido criticada por hipersexualizar a la mujer y por versos como: "Si tengo un problema, no es monetary / yo vuelvo loquitos a todos los daddies". ¿Cuál es tu opinión al respecto?
R.- Pienso que ella no es responsable de ese verso, de hecho, la letra la escribió un tío. Hemos escuchado millones de canciones de ese tipo y tampoco hemos ido analizándolas tanto ni nadie se ha escandalizado, pero a ella se la puso en el punto de mira. Si nos ponemos así, vamos a los 40 Principales a analizarlas todas, una a una. Ella es una artista y defiende la canción. Claro que hay letras que me resultan más interesantes que ésa, qué quieres que te diga… lo siento (ríe).
P.- ¿A quién prefieres como rey de España, a Felipe VI o a C. Tangana?
R.- ¡Prefiero a C. Tangana, claro!
P.- Y si destronásemos al presente, ¿a quién harías tú reina de España?
R.- ¡Uy, qué buena ésta! Hay tantas mujeres que admiro… Pero mira, ahora mismo, a Isa Calderón.
P.- ¿Por qué Rigoberta le gusta más a las mujeres que a los hombres? ¿Y por qué hay tantos de ellos que te critican frontalmente, qué es lo que no han entendido?
R.- Si… noto que quienes se enfadan vienen de un sector muy concreto de la sociedad y siempre muy masculino. "No sé por qué dan tanto miedo nuestras tetas" es una frase que se puede releer como se quiera y hacer que suene absurda: a eso es a lo que han jugado muchos hombres, a ridiculizarla, pero estoy muy tranquila porque sé que si uno la escucha con amor sabe perfectamente a lo que me refiero. Hay muchos comentarios y algunos me afectan, no te creas. Pero los que nunca me afectan son los de los hombres ofendiditos.