Roberto Álamo, como decía aquella canción de Novedades Carminha, es blandito por fuera, chulito por dentro. Su aspecto de tipo duro, de temible portero de discoteca -la voz, el sudor, los brazos, el cráneo brillante y rapado- chocan con su colosal jardín interior: aquí un hombre extremadamente sensible y talentoso para todo tipo de disciplinas que igual escribe poemas que canta o que capta el espíritu de sus compañeros de profesión en fotografías hermosas, en blanco y negro.
Pregunta.- El último capo habla de los peligros de la mafia italiana, basándose en una historia real que devino en masacre. Es toda una lucha entre el bien y el mal. ¿Por qué crees que tantas veces ganan los malos?
Respuesta.- No me creo cualificado para hablar sobre el estado del mundo: soy un simple ser humano. A veces gana la bondad y a veces gana la maldad. Ahora bien, ¿qué es la maldad? También es un concepto casi moral. Puede ser acabar con vidas humanas, por ejemplo. No lo sé. Lamentablemente, siempre ha habido guerras: de hecho, hay guerras. Ojalá nuestro único deseo como seres humanos fuese que en el futuro no hubiera ninguna guerra más, pero me temo que seguirá siendo así, porque mientras el ser humano esté en guerra consigo mismo, seguirá habiendo guerras.
P.- En Secuestro virtual, unos delincuentes se hacen pasar por policías, pero la verdad es que hemos visto en la ficción muchos casos donde la policía también es delincuente, turbia o criminal. Tú has interpretado a varios de ellos. Quería preguntarte si desconfías de la policía, vamos, de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado… sobre todo habiendo trabajado tanto con Sorogoyen, que tiene una mirada siempre crítica hacia esas instituciones, como en Que Dios nos perdone o en Antidisturbios.
R.- No desconfío de la policía, en absoluto. Has dicho que hemos visto “muchos casos”… bueno, ese es tu parecer, digamos, pero a mi parecer no. Como te decía antes, hay seres humanos que tienden poco a lo humano -por decirlo así, para que lo entienda hasta un niño: malos-, y los hay con muy buenas intenciones. Dentro de los periodistas los hay buenos y malos, dentro de los actores los hay buenos y malos, dentro de los fruteros los hay buenos y malos… y dentro de la policía hay buenos y malos.
Por mi experiencia, cuando hemos rodado Antidisturbios, o cuando he hecho de policía, pues efectivamente… la literatura trata de generar conflicto para que funcione la historia dramáticamente. Pero si me preguntas si yo desconfío de los cuerpos de seguridad del Estado, en absoluto. Yo creo que en su mayoría son gente que ha elegido ese trabajo porque quiere trabajar en en ello y porque son buena gente.
P.- Tienes un físico y una voz impactantes, muy varoniles, y eso ha hecho que te den en varias ocasiones papeles de hombres iracundos, testosterónicos, implacables… pero luego eres un hombre que adora la fotografía, el canto y la poesía. ¿No es curioso que el físico nos lleve a lugares con los que no estamos de acuerdo por dentro? ¿Qué sabes de los hombres en ese sentido, y de lo que parece y no es; del mundo que separa al hombre rudo del sensible?
R.- Yo sólo puedo hablar en mi nombre, porque al único hombre que conozco a fondo soy yo, y sólo hasta donde puedo conocerme, que no es al 100%, porque si no sería un Dios… pero soy un ser humano. El único hombre al que conozco íntimamente es a mí y bueno… no lo sé. El ser humano lo primero que ve de los demás es el físico, aquí y en África y en Oceanía. Cuando vamos por la calle vemos el físico, no vemos la inteligencia, no vemos la ternura, no vemos el afecto, no vemos nada.
Para mí la imagen no es lo más importante ni siquiera en mi trabajo, lo fundamental es lo que se cuenta desde dentro de las emociones, pero a veces deciden que mi estructura física o mi voz encaja en determinados personajes. Bueno, bendito sea, que me da de comer. Yo no puedo hacer nada por remediarlo más que hacer trabajos menos como intento hacer. Pero me interesa que la gente considere, más allá del físico, al ser humano que hay detrás y que puede hacer, modestia aparte, una gran cantidad de papeles.
P.- En tu poemario Amantes venía de amar hablas de tu infancia, de noches de soledad, de miedos, inseguridades y de sexo. Empecemos por la parte blandita. ¿Cuáles son esos vértigos?
R.- No creo que mis miedos sean excesivamente diferentes a los del resto de la gente. Me da miedo no poder dar de comer a mi familia. Y así en general, como si fuera un niño, me da miedo que el mundo se vaya al garete y que no podamos vivir en él muchos años más… obviamente a no poder trabajar o a no trabajar, porque eso nos da de comer. De niño me daba miedo la oscuridad, la soledad, sentirme poco amado… eso me llenaba de inseguridades.
Quizá es raro, pero mis miedos iban encaminados más a algo emocional, no tanto a las películas de monstruos como a no ser tenido en cuenta. ¿Y cómo lo solucionaba? Pues sobreviviendo, porque cuando eres pequeñito no tienes armas para vadearte en el mar de las inseguridades y de los miedos. ¿Y de mayor? Sobreviviendo. Deseando, siendo positivo, intentando poner mi granito de arena. Procurando ser un buen ser humano. No tengo mucha más respuesta.
P.- ¿Qué has aprendido del sexo y del amor desde que eras un adolescente hasta ahora?
R.- Es cierto que en el libro hay poemas en los que se habla de la sexualidad, a veces con humor, a veces con cierta nostalgia de lo que en ese momento viví, a veces arrepentido de cosas… en la dedicatoria del libro lo digo: gracias a todos los hombres y sobre todo gracias a todas las mujeres que me han enseñado a amar. Y eso tiene que ver, desde luego, con el sexo. Soy heterosexual así que mis experiencias sexuales siempre han sido con mujeres, y ellas son las que me han ido enseñando poco a poco qué es el sexo, más allá de los deseos que uno en su cabeza hetero puede tener… y cómo aprende a conjugarlos con los deseos de la cabeza de una mujer. Se trata de conjugar deseos para que todo vaya por buen camino.
P.- Trabajaste con Almodóvar en La piel que habito. ¿Por qué ‘Marca España’ suele ser Rafa Nadal y por ejemplo no tanto Almodóvar? ¿La gente aún tiene reticencias al mundo del cine por considerarles izquierdosos, o por su enfrentamiento histórico con el PP o con la guerra de Irak?
R.- (Piensa). No lo sé. No sé cómo funciona la marca en otros países, en EEUU, por ejemplo. No recuerdo quién decía hace años que el cine de EEUU es político todo el rato. No hace falta que hagan películas sociales. Es que Rambo es cine político, Schwarzenegger es cine político, una película de dinosaurios es cine político. Yo sé que algunos compañeros y compañeras creen lo que dices, pero… yo no lo creo. Paso bastante del tema “Marca España”, pero porque no acabo de entender exactamente lo que es: ¿es algo que triunfa en España y que puede ser un espejo de cara al mundo para decir “mira, esto es España”?
Yo sí creo que Almodóvar es ‘marca España’: en Hollywood todo el mundo sabe quién es Almodóvar y sabe de dónde es, pero obviamente el deporte se pone mucho más en televisión generalista y arrastra a mucha más gente. A millones de personas. Sería interesante abrir la puerta a que España sea vista fuera en todas sus facetas. Habría que preguntarle al resto del mundo: “Oye, ¿por qué veis más un partido de Nadal que una película de Almodóvar?”. Yo no tengo la respuesta.
En definitiva: yo creo que Almodóvar sí es marca España, lo que no sé es si está equiparado en cuanto a volumen de gente que considere que es Marca España Nadal o Almodóvar, y la verdad es que me la pela un poco. Mientras ambos sean marca España y vendan nuestro país y les parezcamos a los demás interesantes… pues me vale.
P.- Bueno, te lo decía también porque tú formas parte de Animalario, una compañía fundada por Alberto San Juan y Willy Toledo, ambos muy marcados políticamente. En este país hay una fricción o la ha habido… del público con el cine por cuestiones políticas. Tú no formas parte de ella, pero hemos visto verdaderas escabechinas contra el cine español por su posicionamiento político. Boicots de todo tipo.
R.- Me la pela. No es que me la pele esto, eh, me refiero a que esos boicots no dan resultado. Como la película aquella de Trueba, La reina de España… cuando no sé qué partido político o qué plataforma dijo que no fueran al cine a verla y tal. Y luego la gente la vio. A lo mejor no la vio una increíble cantidad de gente pero porque no… la vieron, pero te quiero decir que los boicots no suelen funcionar mucho. Los cascarrabias, como digo yo, no consiguen gran cosa. “No vayas a ver esta película” siempre se responde con un “pues voy a verla”. ¿Me prohíbes esto? Pues voy a hacerlo. No tiene mucho recorrido, la verdad.
P.- Hablemos de cine y precariedad. Dijiste que en una mala racha te planteaste vender el Goya por Wallapop, pero que luego te enteraste que no se podía, que estaba prohibido.
R.- Sí, luego me enteré de que no era legal venderlo, no recuerdo ya por qué. Pero afortunadamente antes de ir a venderlo me llegó trabajo. Menos mal, tía.
P.- ¿Por cuánto lo ibas a vender?
R.- ¡A ti te lo voy a decir!
P.- Hombre, por ver si podía comprártelo…
R.- (Ríe). No, la verdad es que no llegué a pensar el precio, pero sí le hice las fotos con un fondo rojo de terciopelo. Muy bonitas las fotos, tal, pero… vamos, lo hubiera vendido para poder comer, básicamente.
P.- A mí me gusta cómo le quitas tú el ‘brilli-brilli’ al mundo del cine, donde todo parece que es cool y fantástico. Es revelador ver que alguien tan querido y conocido como tú también lo ha pasado mal.
R.- Yo y muchísimos actrices y actores. Y muchísimos panaderos y abogados e ingenieros. Yo creo que cuando se oye la palabra “actor”, pero aquí y en donde sea, en el inconsciente colectivo de la gente se imponen tres connotaciones: “Rico, deseado y amado”.
P.- ¡Oh!
R.- Vamos por partes: rico no soy, Hollywood no es el resto del mundo, y dentro de Hollywood no todos los actores son tampoco ricos. La mayor parte se comen los mocos y viven al día. Pues lleva eso a España. O al resto del mundo. Si en España somos -no sé cuántos-, 8000 actores; los que pueden comer de esto… a lo mejor somos 2000 o 3000. No lo sé. Ahora, los que tienen pasta y pueden vivir muy bien y estar tranquilos, son un 4 o un 5% entre los que no estoy yo, también te lo digo. Yo vivo y puedo comer, pero no soy rico. En mi vida he sido rico y seguramente nunca lo seré.
P.- ¿Qué consideras tú "rico"? ¿Tener un barco?
R.- Hostia, no (ríe), ser rico significa tener dinero y vivir y no tener que mirar la cuenta del banco cada mes. Para mí. He dicho rico, no millonario. Millonario es el que tiene millones. Los hay, los hay, pero son muy pocos. Ser rico es no tener que mirar todos los meses con cara de incertidumbre la cuenta del banco y eso le pasa a la inmensa mayoría de los actores en España. Como en tantos trabajos, ¿eh? No todos los arquitectos son Norman Foster.
Yo soy delineante y cuando he ido a alguna reunión de mi promoción, al pasar los años, ves a muchos de ellos convertidos en arquitectos, y yo les decía “tío, sois arquitectos, estáis forrados, ¿no?”. Y ellos: “¿Cómo?”. Y me decían: “No, no. La gente cree que los arquitectos somos Norman Foster, y los arquitectos también somos los que hacemos las casas de Vallecas”. Eso se amplía a todo. Pero bueno, ya termino: actor rico, no. ¿Actor deseado? Sí. Rotundamente sí.
P.- ¡Vaya! ¿Te sientes deseado?
R.- No yo, todos los actores, pero es que eso tiene una explicación, y es que tu trabajo es salir en una pantalla gigante en el cine… y bueno, las televisiones de las casas ya son enormes también (ríe). Ahí sale tu cara en grande, transmites emociones, transmites alegría, transmites penas, transmites drama, transmites comedia. Y la gente desea a esos que estamos ahí… porque parece que vivimos vidas apasionantes. Ellos cuentan cosas que los demás no nos atrevemos a contar a los otros. ¡Eso es la dramaturgia: pesares y alegrías que generan deseo en los demás!
El deseo no es sólo deseo sexual, que luego también puede ser si eres atractivo o atractiva… claro, pero yo me refiero al deseo de querer acercarte a una persona, de que te despierte interés. Rotundamente sí. Y luego, “amado” o “querido”… pues depende. Depende de tu vida, de tu pareja, de tus sueños, de tu familia. Puedes sufrir perfectamente por amor, puedes sentirte pleno. Lo que te quiero decir es que las cosas que la gente nos atribuye a los actores no son nada ciertas. Sólo una es cierta. Las otras dos, depende.
P.- Hablemos sobre el boicot de la ‘Complu’ a Ayuso. Es mi excusa para preguntarte por tu opinión sobre el estado de la educación y la cultura en este país. ¿Entendiste la movida?
R.- Yo la movida no la entendí. He visto las imágenes y me parecieron horrorosas… y no porque estuviese Ayuso ahí, ¡cuidado!, que yo puedo estar en desacuerdo con ella o no, pero las imágenes me parecieron horribles…
P.- Especifica a qué imágenes te refieres, por favor.
R.- A las imágenes en las que vi que dentro de la Universidad había un montón de gente gritándola, insultándola… unos iban protegiéndola y otros cercándola. Me han producido horror. No quiero eso para nadie, igual que no quiero que insulten a una persona de izquierdas en el Congreso, tampoco quiero esto. Y empezamos a aclararlo o mal vamos… porque si no hubiera protección la hubieran linchado. La llamaron “asesina”. “Cucaracha”. De verdad, yo no comulgo con eso. Hay otras formas de explicarle a cualquier persona “oye, mira, lo que haces no me gusta”… pero esto de la turba… si no llegan a estar esos 4 o 5 protegiéndola, se la llevan por delante, y me parece lamentable, la verdad, y no es relevante que esté de acuerdo con ella o no. No lo quiero para nadie. Ni para la gente que quiero y me cae bien, ni para la gente con la que estoy en desacuerdo.
P.- ¿A quién harías tú ministro o ministra de Cultura?
R.- Pues si te digo la verdad, no confío en casi nadie para ponerlo en un cargo público (sonríe). Me viene a la cabeza una película maravillosa de Kurosawa… es una obra maestra… y ahí decían algo que no sé si es verdad, pero te cuento. Decían que en las tribus indias norteamericanas, cuando iban a elegir al jefe de la tribu, le daban la condecoración sólo al que no quería serlo. “Vamos a hacer un cónclave… y se lo damos al que no quiera el poder, al que se niegue, al que haya que obligarle a tomarlo”.
P.- Eso es hermoso y revelador. Ya sabes esa expresión, ¿no? “Si quieres conocer a Pepillo, dale un carguillo”.
R.- Sí. Es que realmente no confío…
P.- Entonces tendríamos que hacerte ministro a ti.
R.- A mí me tendrían que llevar a la cárcel… me negaría siempre, aunque me obligaran, jamás tendría un cargo público.
P.- Con ese rechazo a los dirigentes públicos, ¿no votas?
R.- Yo siempre he votado y seguramente también votaré en las próximas elecciones… a no ser que me dé un “flus” y no voy a votar, también te lo digo… pero en principio siempre prefiero hacerlo.